huelo tu mano
siento tu aliento
veo tu mirada
no tus ojos
siento tu mano
no tu mirada
veo tu aliento
siento tus ojos
veo tu mano
no tu aliento
y tu mirada
sin mis ojos
mirada sin ojos
aliento sin palabras
manos, manos
unamos las manos
pa que manos
sin ojos
y aliento
sin mirada
sean tú
sean yo
mis manos
y tu aliento
Por la noche llega el asalto del insomnio, regalo de cuando vivía entre humo y ruido. Entonces me siento y recuerdo y lo cuento. Solo.
viernes, 24 de junio de 2011
miércoles, 15 de junio de 2011
LOS DOS LLEGAMOS, LOS DOS
(Los hombres son libres y la vida humana comienza al otro lado de la desesperación, J.P. Sartre, Las moscas)
En su despacho Ulises repasa los hexámetros de la Ilíada y escucha a Vangelis. Sabe que no podrá aguantar hasta el eclipse, sabe que la luna ya lo se lo ha comido. Pero espera.
Sabe que ya está en el laberinto, nuevo, y que es un callejón sin más salida que al Amor o a la Muerte. Sabe que no más termine de escribir esto se enfrentará a la primera de las pruebas, y que ya no cabe demorarlo. Se ha sentado para escribir su pasión y ya no hay más flujo que el teléfono.
Y tiene miedo. El miedo viejo de todos los hombres, el miedo nuevo ante la Voz. Ulises, el astuto, tiembla, enciende un pitillo, mira la nevera y dice: después. Y el miedo sigue.
El miedo le puede y demora el momento, sigue escribiendo, lo que sea, con tal de no parar, mas sabiendo que no hay tiempo, se le echa encima, ya la luna entra en Sagitario.
Busca otra canción, mira el reloj, desea que sea más temprano, pero ya no hay salida. Se vuelve, mira el reloj de nuevo, se alegra de que no haya espejos, piensa que qué más da si ya está en el laberinto. Se siente Minotauro y Teseo a un tiempo, y de pronto la tormenta se aclara porque ve, como hace una semana vio, unos ojos azules que le invitan a seguir. Llega Telémaco y mira sorprendido a su padre. Ulises se decide y marca el teléfono.
Y la Voz estaba, y contestó.
Y Ulises supo que había llegado.
martes, 7 de junio de 2011
ROLLING TERUEL

El viaje fue soberbio pues también lo era el cuarteto protagonista, perfectamente acompasado, como los músicos de Bremen, aunque estos fueron burro, perro, gato y gallo, y nosotros éramos perro, cerdo, cabra y ratita. El trío inicial, perro, cabra y rata, ya era sobradamente conocido en todos los circuitos, pero en Sarrión se unió una voz nueva, una vocecita alegre y jovial que poquito a poco se fue convirtiendo en mi Voz.
En Sarrión empezó la gran serenata, trío y Voz invitada, pero lo mejor de la Vida se confabuló para que al día siguiente se uniera al grupo y ya fuimos cuarteto. A todos nos habría dolido que no hubiera podido ser así, pero cuando quedó el trato cerrado fue como si a mi me cayera un rayo de esperanza del cielo directo a mi corazón.
La primera noche en Bilbao fue rápida y tranquila, tras una frugal cena no pudimos resistirnos a compartir un trago y allá que nos metimos en un bailongo colombiano, menos mal que con poca gente, pero aun así lo estridente de la música y que fuera non stop hacían que toda conversación fuera imposible.
Pero la Voz no calló, pues también sabía baliar, y su armonía perfecta me deleitó viéndola a través del espejo, como regalando al mundo su gracia y su frescura.
El trabajo al día siguiente fue impecable, y tuve hasta tiempo para sentir que estaba en Rodríguez Arias, en la calle de la última casa de mi padre en la ciudad. Me habría gustado tanto abrazarle en esos momentos, y que supiera que, por fin, me iba sintiendo feliz. El paseo por el parque fue un torrente de emociones, desbordado cuando ví un Seíta idéntico al que montábamos cuando me llevaba al colegio, hace tanto tiempo.
En la cena el cuarteto empezó a demostrar ser el mejor del mundo, y después tuvimos una velada espléndida en la intimidad pletórica de risas y de complicidades que ya eran de todos y para siempre. La Voz se movía en tan corto espacio con gracia y devoción, como ardilla de rama en rama tomando y dando lo mejor de lo mejor. Cuando me fui a dormir, ya la tenía en mis oídos, y al cerrar mis ojos el brillo de los suyos me acunó y me dio dulces sueños.
El día siguiente fue para el cuarteto de bodega en bodega, ¡sin soplar!, y ahí está el imán simbólico que nos recordará siempre a los cuatro, pase lo que pase, lo hermoso que fue este viaje. Fue esa noche, ya en Sarrión, que la Voz nos hizo renacer perro, rata, cabra y cerdo, y yo empecé a encontrar mi verdadero nombre, como en el noveno arcano del tarot. Disfrutamos la noche, como si fuera la última, pues así lo temíamos. Y había dolor al acostarnos en los corazones.
Pero la Vida ayudó otra vez. Me hizo levantarme hacia mediodía, y tras mi desayuno empezó a llover. La tormenta se paseaba por el valle. Comimos, tristes. Y siguió lloviendo hasta el granizo. ¡Qué pena!, dijo la Voz, qué pena para mis rosas, qué pena para el campo. La ternura se me vino encima y no lo pude resistir. Amaba esa Voz. Todos la amábamos. Y el cuarteto se quedó.
Y ahí sí fue una noche, más corta, pero más maravillosa. Todo estaba ahí y fluía. Fuimos felices como niños. La Voz se sentaba, se levantaba, hablaba, callaba, se cubría los ojos con las manos, retiraba las manos y era como si Dios abriera el Universo. Volaba por la casa, todos la queríamos y éramos felices. A la hora pactada, medianoche en punto, nos fuimos a las camas, pero yo tenía el peta en subidón y me tuve que levantar para ayudarme con el vinillo que quedaba a tener un sueño despierto en el que no paré de hablar, solo para mi, esta vez, pero no estaba solo, estaba feliz. Hasta que la Voz me susurró, desde dentro: ahora, y allá que me fui a dejar que la tierra me abrazara en forma de colchón de lana. El que habíamos mullido, ella y yo, por la mañana.
Al otro día la despedida sí que era real pero ya no había tristeza. Éramos un cuarteto, consolidado. Tantas vivencias compartidas, y tanto que era ya como si fuéramos uno. Cierto que había nostalgia de un futuro incierto, pero ese deje de melancolía la Hermana lo transformó en esperanza cuando manipuló su Ipod, (creí que mandaba un sms), y el otro cuarteto empezó a tocar.
Paint it black. La canción justa y perfecta cuando el trío miraba hacia atrás con lágrimas en los ojos. El Universo sigue, me dijo la Hermana. Me recosté y sonreí, la Voz cantaba en mis viejas y cansadas orejas, y la veía con su mono azul, sumergiendo brocha y rodete en la lata de 15 kilos de pintura, para pintarme a mi, entero, pero de blanco. Aprendiz de Amor.
lunes, 30 de mayo de 2011
mi pecado
pecado ha sido
ha sido ha sido
no
no saberte
el tuyo no estar no
no estar o estar
tras un espejo
el mío no tocarte no
no conocerte no saberte
no saber de mí, es el tuyo
no saber que te buscaba
buscaba y busco
te busco
en los silencios de Brel de Waits
del halleluja de Buckley
del halleluja de Händel
en los huecos
todos los huecos
todos los fuegos el fuego
la noche boca arriba
sin que sepas quien soy yo
como no sé yo que eres tú
tú y yo un camino un laberinto
¿un laberinto?
con salida ¿con salida?
no hay salida, no la hay
no hay más salida que
la que derriba
las barreras
las barreras laberinto ¿qué barreras?
las barreras de tu nombre y de mi dicha
¿qué barreras? laberinto
laberinto sin barreras
Troya arde. El mundo es de Nausicaa...
pecado ha sido
ha sido ha sido
no
no saberte
el tuyo no estar no
no estar o estar
tras un espejo
el mío no tocarte no
no conocerte no saberte
no saber de mí, es el tuyo
no saber que te buscaba
buscaba y busco
te busco
en los silencios de Brel de Waits
del halleluja de Buckley
del halleluja de Händel
en los huecos
todos los huecos
todos los fuegos el fuego
la noche boca arriba
sin que sepas quien soy yo
como no sé yo que eres tú
tú y yo un camino un laberinto
¿un laberinto?
con salida ¿con salida?
no hay salida, no la hay
no hay más salida que
la que derriba
las barreras
las barreras laberinto ¿qué barreras?
las barreras de tu nombre y de mi dicha
¿qué barreras? laberinto
laberinto sin barreras
Troya arde. El mundo es de Nausicaa...
domingo, 29 de mayo de 2011

“Esta noche volverán a sonar los hexámetros, (…) Héctor sabrá que va a morir cuando escuche a Aquiles gritar su nombre. Se despedirá, otra vez, de su esposa y de su hijo, y nosotros volveremos a llorar.” (Gabriel Sofer, Al final del mar, Sevilla, 2009)
Cuando le dijeron que Troya ardía, Víctor Choltis no pudo evitar cerrar los ojos aunque sí reprimir lágrima y mueca de dolor. Después miró al mensajero a los ojos y le dio las gracias. El aqueo se marchó y Choltis mandó que le prepararan café. La noche iba a ser larga, pensó. Como tantas.
Recordó los otros incendios que le había tocado vivir: Alejandría, Sarajevo, y sobre todo París, que él ayudó a evitar. Gracias a ello la estatua de Enrique IV siguió recibiendo paseantes nocturnos, como la del Cid en Sevilla. Algunos paseos dieron fruto, otros se quedaron en proyecto.
Ahora ocurría de nuevo. La astucia de un hombre superaba la defensa obstinada y heroica de los inocentes. Un viejo rey entregaría los dioses manes a su hijo y le mandaría ponerlos a salvo, este incidente local sería el origen de uno de los pilares de nuestra civilización. Y este hijo bajaría años después al Hades, vivo, como el hombre astuto que había sellado el destino de Troya.
Troya ardía. Choltis sabía que la noticia se extendería sin pausa por toda Lesbos, que las amazonas volverían a alzarse en armas, y que el hombre que en otro tiempo las venció era el viejo rey que a estas horas ya habría muerto en su ciudad. No quedaba nada por hacer salvo la espera.
Troya ardía, como había ardido Sarajevo, como había caído el Stari Most, como habían sonado ocho mil gritos en las afueras de Sbrenika, en el campamento holandés, donde todos lloraron como locos durante tres noches, aunque, cuando cambió el viento en la segunda y trajo el olor del azufre muchos no pudieron más y huyeron.
Troya, la más bella y orgullosa de las ciudades. El lugar donde los hombres escondieron el secuestrado Amor. La tierra de la esperanza de las guerreras exiladas de Lesbos. Cuando llovía en Troya el arcoíris tendía un puente hacia los Balcanes. El puente que cruza el Diablo cada vez que se acaba un mundo.
Al amanecer Choltis sabía que debía partir. Él era esta vez, una vez más, el elegido, él era, en cierto modo, todos los hombres, como todos los dioses son los manes. Compartiría mar con el otro hombre, el astuto, el que había hecho todo esto posible.
Abrió los ojos. Vio el túnel de lavado funcionando sin nada dentro y por un instante pensó que él también había cruzado el puente del arcoíris. “¿Dónde c… está mi coche?!!! casi grita en alta voz, antes de partirse de risa al comprobar que acababa de levantar su trasero del hirviente capó del Ibiza gris.
viernes, 27 de mayo de 2011
MOSTAR A SRBENIKA, 1995

Nada más llegar la empecé a echar de menos.
La ciudad era, vivía y temblaba bajo las ruedas del viejo VW en que viajaba, sin matrícula, sin identificación alguna, como queriendo pasar desapercibido en el oscuro callejón que nos llevaba al oeste.
Sin tan oír siquiera el susurro del viento, ni sentir en la carne la llamada de las piedras porque allí no había más que ruinas y el viento no había sido invitado ese día a la fiesta.
Pensando, rodeado de gente que sabía de esto mucho más que yo, entendí que no había nada que pensar.
Y ahora que he visto caer la lluvia en Mostar entiendo que tampoco hay nada que sentir. Porque aquí todo sentimiento es vacío, excepto, tal vez, el todopoderoso Amor.
Pero aún de este se me antoja todo esto sin contenido. Creo, y lo veo aún desde fuera, pues soy aquí un recién llegado, que tiene que haber algo más profundo en que basar la vida a la vista de este caos para el cual no existen palabras.
Te acostumbras a ello, me dicen, sí, pero eso no es más que asimilar la realidad de la maldad. No te rebelas porque sabes que el trabajo constante ofrece resultados concretos que alivian los males de esta porción del mundo. Sí, cierto, pero y luego ¿qué?
Mostar seguirá siendo Mostar por los siglos de los siglos porque siempre habrá una ciudad desgarrada por el odio de los hombres que nos hará recordar que somos nosotros los que lo hemos hecho así.
Y por esto es que la echo de menos, ya, ahora, mucho antes de tenerme que ir. Tal vez sea la querencia del novato, me da igual, si es posible amar a una ciudad como se ama a una mujer yo lo he sentido en Mostar y esta vivencia no me la va a quitar ningún psiquiatra.
Pero la ciudad existe, tiene una permanencia que nos trascenderá a todos nosotros pues cuando seamos polvo en el polvo ella seguirá allí, aún cuando no sea más que ruinas. Entonces ¿qué somos? ¿qué hacemos aquí? ¿No será que necesitamos de ella tanto o más que ella de nosotros? ¿No será que en todas partes brota de alguna forma la realidad del Amor a la vida? ¿No será que buscamos fuera de nuestro ser aquello que no nos atrevemos a buscar dentro de él?
¿Dónde está la ciudad? ¿Dentro o fuera de nuestro corazón? ¿Y dónde está nuestro corazón? ¿Dentro o fuera de la ciudad?
Al entrar por primera vez en la ciudad sentí que todo esto podía tener cabida en un corazón humano. Y me enamoré perdidamente, con un deseo más allá de mi propia humanidad.
Por eso nada más llegar la empecé a echar de menos.
(Mostar, 27 de abril de 1995, miércoles de feria en Sevilla)
Hace mucho tiempo que escribí esto. Ha sido la noticia, casi desapercibida, del arresto de Ratko Mladic lo que me traído, no el recuerdo, sino toda la vivencia que allí me asaltó, me dominó, me dejó marcado, para bien, espero, y para siempre.
La imagen de cabecera es de Srbenika. Es una foto del 14 de julio de 1995, portada de un periódico extremeño, que me guardó R., que sabía que a mi vuelta iría a descansar a su tierra.
La historia es simple: Srbenika, ciudad de la Bosnia libre, es “protegida” por un batallón de soldados holandeses bajo bandera de la ONU. Llegan los chetniks (serbobosnios) y dicen: paso libre o nos lo abrimos a tiros. Los de la ONU consultan y reciben orden de desalojo. Y se van.
Los chetniks toman la ciudad y expulsan a las mujeres, los niños (menores de 14) y los ancianos. Se quedan los varones en edad de luchar. Sin armas claro, ¿para qué las necesitaban si los defendía la ONU? Casi todos lisiados o demasiado jóvenes, pues si no habrían estado en el frente. Llegados de toda Bosnia i Herzegovina en busca de refugio. Y convencidos de tenerlo, bajo una bandera azul con la bola del mundo blanca.
Unos ocho mil hombres. A todos los mataron. Un tiro y fosa común. Y Ratko Mladic era el comandante en jefe de los chetniks. Yo estuve allí. En el campamento holandés, en su cantina, muchas veces, compartiendo cerveza y salchichas (sin sauerkraut, afortunadamente) con ellos. A cambio les llevaba tabaco negro y whisky que en la cantina del batallón español de Mostar salía por tres reales.
Esa noche también estuve con ellos, a un kilómetro de la Srebenika abandonada. Había ido, liante que yo era por entonces, con una pareja de periodistas españoles con la que hice amistad en la sede de Médicos del Mundo en Mostar y a los que también solía acompañar cuando se colaban en el Sarajevo sitiado.
Los chicos holandeses estaban tranquilos, como si aquello no fuera con ellos. Sólo los oficiales, con los que intercambié unas palabras al serles presentado, me parecieron tristes y avergonzados. Pero cumplían órdenes. Y yo creo que la decisión de abandonar Srbenika fue correcta. No me imagino a los chicos holandeses, con las mejillas rojitas por la bier y una fotillo de rubia vikinga en la cartera, frente a los chetniks de Mladic. Yugoeslavos, eslavos del sur, tipos de 1,90 y cada mano más grande que las dos mías. Que habían matado a mucha gente, en combate y por la espalda, que habían violado por principio (de limpieza étnica), que habían sembrado el país de minas antipersonal, de las que supongo todavía queda alguna esperando su olvidada presa (estas cosas no salen en la tele). Los holandeses, pese a sus oficiales y a su armamento, estaban más vendidos que un toro en plaza de pueblo.
La culpa, creo, fue de los de siempre, de los que mandan a otros, de los que se creen que ser representantes del pueblo es para pintarlo todo de bonito, de los que tienen dinero y quieren y saben multiplicarlo, del poder….hicieron creer a media Bosnia que allí estarían protegidos, y les creyeron.
Duró toda la noche. Pam, pam, pam, cada cinco o diez segundos. A veces había pausas largas, a veces la cadencia era más rápida. Ninguno pudimos soportarlo, y menos los chicos de rojas mejillas y novia vikinga. Y cuando, antes del amanecer, cambió el viento y llegó el olor a azufre a mí se me rompió algo por dentro, y dolió. Los chicos lloraban como los niños que eran y mis amigos periodistas (gallegos él y ella) me ofrecieron su petaca de orujo, pero ninguno bebimos.
Han pasado más de quince años y todavía no sé qué es lo que ese día se me rompió. Y tal vez no lo sepa nunca, porque se quedó allí. En Srbenika.
domingo, 22 de mayo de 2011
EL SUEÑO DE LA RAZÓN
cuando yo tu sueño atrape
y tú llames a mi puerta
cuando acaricie tus dedos
y sonrías en mi alcoba
cuando allí sea donde duermes
y yo esté lejos y sueñe,
acariciarás mis dedos,
que de allá me atraerán a tu sonrisa
y no será sueño de tus ojos
ni realidad montada por mi mente
llegará tu aliento perfumado
por el hambre insaciable de mis besos
y no será sueño de mis noches
pues sin insomnio y sin palabras, llegará
un día tu naricita que no he soñado
y me dirá palabras nuevas y de magia
sabré entonces que ese cielo de la infancia
ese sol y esa luna, esa estatua
no eran sólo mis paseos solo y nocturno
sino el presagio del sueño que tú eres
viernes, 20 de mayo de 2011
CADENA DE UNIÓN
cuando ni el silencio
tenía,
sí que tuve,
el calor de los Hermanos
cuando sentí el deseo
y nada estaba,
ahí estuvo la mirada,
y el aliento, de la Hermana
cuando llegó la luz,
apolínea, con el No,
yo encontré el Sí,
absoluto, del Hermano
cuando la tormenta se hizo
dolor insoportable,
me llegó el cobijo,
del Hermano
cuando volví a equivocarme
de camino,
ahí estaban las palabras,
en remanso, de la Hermana,
ahora sé quien soy,
en mi silencio,
mi silencio y mi yo son vuestros,
mis Hermanos.
miércoles, 18 de mayo de 2011
CABO ESPARTEL

El viaje a Tánger fue relámpago. Hace tiempo me lo habría tomado con más calma, pero ahora siento tanta nostalgia de casa que me alegré de que el patrón prefiera que cuanto más rápido, mejor. Pobrecito mi patrón....
Cumplido el trámite profesional por la mañana llamé un taxi para mis secuaces con instrucciones de pasearles por la ciudad hasta la cena. Y yo le dije a mi chófer que me llevara a Cabo Espartel.
Hacía más de cuarenta años que allí estuve. Los accesos habían cambiado mucho, pero el sitio era el mismo. El lugar en el que el aíta me ofreció montar un dromedario y yo no tuve napias pa decirle no. El lugar en el que sentí el miedo por segunda vez en mi vida, el miedo de verdad, el miedo a la muerte. Cabo Espartel, nueve años sobre un camello y Tarifa al otro lado. En otro sitio de este blog conté cómo fue el día antes.
Y ahora estaba allí, sin miedo, sabiendo que al otro lado de esa columna están los Hermanos que me quieren, mucho. Yo en Escila, ellos en Caribdis. Recordé las palabras de la Hermana unos días antes, cuando se presentía el amanecer pero la tensión del momento doblegó las palabras y el cansancio nos hizo tomar unas horas de reposo.
Recordé mi vida. La he recapitulado tantas veces que ya la he olvidado, pero fantasmas nuevos llegaron en esta ocasión a poblar mi mente. Fantasmas nuevos, pero antiguos, era la primera vez que llegaban de esta forma. Me resultó tan duro que me volví para pedir a mi chófer que me buscara un peta, pero lo vi lejos, lejos, compartiendo el té (y el kif, seguro), con los colegas. Lo dejé estar.
Encendí mi pipa con tabaco inglés y pensé en lo que yo era y en lo que no. Me sobrecogió el vacío, y estar solo me resultó insoportable, pero aguanté. Ninguna mano iba a acariciar la mía, esta vez. Pensé en todos los seres que he amado, pensé en todos los humanos que he amado, pensé. En Isabel, en Sonia, en Cristina, en la chica canadiense cuyo nombre nunca supe, en Mariajo, en Maite, en Itziar,... y ahí me detuve.
Si siempre he amado la soledad, ¿a qué lamentarme ahora de ello? Si siempre he querido estar solo (pero libre, sic Cyrano de Bergerac), ¿por qué renunciar ahora a ese privilegio? Si echo de menos una mano en la mía ¿por qué desearlo? Si sé que la vida es renuncia y resignación (¡qué descubrimiento de palabra!), ¿por qué tratar de forzar otra cosa?
La mar fluía y el tiempo se iba. La ceniza de mi pipa marcaba un silencio que había que asumir. La primavera se consagraba en esta sala de espera sin esperanza (sic J. Sabina), el verano está próximo y no promete nada más que el salario de un curso más duro que el anterior. La mar fluía y yo me sentí allí con ella. Fluyendo a donde me lleve la ventura.
Pero a ti.
martes, 17 de mayo de 2011
LA LUNA EN EL ESCORPIÓN
¿De cuánta luz es capaz un ser humano? Todos los meses me hago esta pregunta cuando llega la luna, sobre todo si la noche es nublada, como ésta lo es, y no está nada claro si la luz es este resplandor o el recuerdo de su ausencia (sic, Albert Camus, El enigma, 1954).
Olvidamos, sí, que la luna es la ausencia del sol, como la oscuridad es la sombra de la luz, como la ambición es sombra de una sombra (sic, Hamlet, acto II, escena II). Olvidamos también los matices de la luz, sobre todo nosotros que vivimos en tierras de mucho sol, de sol apolíneo, sol de mediodía, sol sin sombras.
Y la ambición crece despacio, sin darnos cuenta, con una aparentemente honesta modestia que la hace llegar a dominar todo nuestro horizonte, hasta borrar el recuerdo de la luz del amanecer, la luz anaranjada del crepúsculo, la luz dionisíaca, luz con sombras.
Nos ciega entonces esa luz, se desborda su flujo como río con la lluvia. El monzón interno toma las riendas de nuestras vidas y quedamos abocados a la deriva, entre las olas, frente a los vientos cambiantes, y nos ocurre lo que a Ulises cada vez que le sorprende una tormenta: nunca sabemos qué nos espera al otro extremo del túnel que nosotros mismos estamos excavando.
No es así como hemos de viajar. No, debemos largar amarras y, gobernando la nave, dejarla sin embargo caer a la ventura. Es maniobra difícil y arriesgada. Pero cuando es correctamente desarrollada nos permite encontrar esa marea cuya corriente nos lleva a la fortuna (Brutus, Julio César, acto IV, escena III).
Podemos confiar en esa marea, pero esta confianza no es una fe ciega, sino que va a ser pacto, tratado, trabajado de acuerdo con la Naturaleza para, por un lado, completar su trabajo, por otro, para aprovechar su fuerza en la construcción de las decisiones que nos hacen ser lo que somos.
Completar el trabajo de la Naturaleza quiere decir saber que el oro del que el sol es símbolo no es el Oro verdadero, pues éste está en nosotros, está oculto en la piedra, por bruta que sea. Es, verdaderamente, sombra de una sombra de una luz que es el sol, pero buscando con humildad, non nobis, domine, alcanzaremos a fabricarlo en una obra en la que el conocimiento de nosotros mismos y el conocimiento del mundo se intercondicionan, hasta hacerse una sola y maravillosa cosa.
En esa cosa pensaba Ulises cuando le dijo a Calipso que, antes que ser dios a su lado, prefería, a pesar de las penas y esfuerzos que ello iba a costar, gozar de la luz del regreso al hogar. Lo que no impidió que, ya cuando el sol se ponía y vinieron las sombras, marcharan los dos hacia el fondo de la cóncava gruta y en la noche gozaran de amor uno al lado del otro (Odisea, canto V).
En la caverna los dioses son dioses y las diosas son diosas, o jugamos a serlo. Pero nuestra condición humana es talar el olivo hasta hacerlo nave y tejer el cáñamo hasta hacerlo vela y con esto y el coraje de vivir la vida, que nada más hace falta, hacernos a la mar con la confianza del marino experto y la prudencia del marino viejo.
¿Nos atrevemos?
lunes, 9 de mayo de 2011
SEVILLA, TU LUNA EN MI AGUA
De la sed
Quitadme incluso el mar;
incluso el apretado cauce de los arroyos,
las acequias ruidosas de insectos, los estanques
donde los peces muerden la soledad del agua;
quitadme la tormenta,
los carriles de lluvia resbalando en el vidrio,
el rocío que preña de gotas los jarales,
la humedad de la noche lastimando los trigos.
Quitadme incluso el mar.
(La única sed que temo es la sed de su boca.)
(Poema de J. Parra Ramos)
Quitadme incluso el mar;
incluso el apretado cauce de los arroyos,
las acequias ruidosas de insectos, los estanques
donde los peces muerden la soledad del agua;
quitadme la tormenta,
los carriles de lluvia resbalando en el vidrio,
el rocío que preña de gotas los jarales,
la humedad de la noche lastimando los trigos.
Quitadme incluso el mar.
(La única sed que temo es la sed de su boca.)
(Poema de J. Parra Ramos)
domingo, 8 de mayo de 2011
DUBLÍN A SEVILLA
El cielo es hoy azul y plácido, como el de Juan Ramón, o ah, este cielo, este sol de mi infancia, de Machado en Colliure. La reentré en Sevilla ayer fue fantástica, el reencuentro con los Hermanos entrañable, sobre todo en la cena y su sabrosa e íntima conversación. Tengo suerte, mucha suerte, y lo sé.
Llegué tarde a casa, que por una vez estaba impoluta tal jardín japonés, y también vacía pues JA estaba de feria y jaranda, así que me tocó encender las luces (la lux aeterna seguía en su lugar geométrico, menos mal).
Todo estaba, en mi cuarto y en mi mesa, como lo había dejado antes del viaje. Todo excepto la rosa que me había dado tiempo a subir por la mañana, antes de partir al misterio del día.
Y ahora estaba frente al misterio de la noche. Mi querida Hermana, durante la comida, me había preguntado por mi viaje, por cómo era tu Irlanda, pero el ruido y el fragor de los platos y la multitud (fraterna, pero multitud), no me permitieron contarle lo que había visto, y revivido, en la reciente ceremonia, cuando otra Hermana quedó tendida en el suelo bajo un paño de sangre. Fue aquello un catalizador que me llevó a las lágrimas, al recuerdo, a la felicidad.
Estuve en una tierra verde, verde esperanza, verde Sarah. Más verde que Asturias, Galicia o el País vasco. O las dehesas extremeñas tras una primavera lluviosa. O que la sierra entre Medina y san Roque, con sus brumas y sus arcoíris.
Esos verdores, traté de explicarle luego a la Hermana durante la cena, que me parecen maravillosos, y que los he vivido profundamente, me parecen ahora como algo que viene de fuera, de la humedad, la lluvia, tal vez de la mano de Dios, pero de fuera. Es como cuando montamos un Belén y dejamos caer la verdina sobre el pegamento esparcido por el corcho.
Pero tu tierra, mi pequeña, esa tierra que te cobija y a mi me da esperanza, es verde de otra forma. Es verde desde dentro, en vez de un magma rojo de barro y fuego, allí hay otro núcleo, que exuda verdor a través de la piel y convierte a la Tierra en Verde. Y los ríos que te llevan son verdes, y los lagos en que remansas son verdes, como lo son los duendes y las hadas, aunque ninguna he viso más que tú.
Y de ese Verde he vuelto, Amor, a mi tierra seca del sur. A la que tú quisiste, un día, que fuera tuya también. Y lo es. Ahora empieza todo de nuevo para mi, para ti es oriente eterno, pero ya no lloro por ello. Porque sé, y hago mía, la frase con que concluía la estancia en Dublín: ¿era esto la vida?- Bien, ¡otra vez!
Llegué tarde a casa, que por una vez estaba impoluta tal jardín japonés, y también vacía pues JA estaba de feria y jaranda, así que me tocó encender las luces (la lux aeterna seguía en su lugar geométrico, menos mal).
Todo estaba, en mi cuarto y en mi mesa, como lo había dejado antes del viaje. Todo excepto la rosa que me había dado tiempo a subir por la mañana, antes de partir al misterio del día.
Y ahora estaba frente al misterio de la noche. Mi querida Hermana, durante la comida, me había preguntado por mi viaje, por cómo era tu Irlanda, pero el ruido y el fragor de los platos y la multitud (fraterna, pero multitud), no me permitieron contarle lo que había visto, y revivido, en la reciente ceremonia, cuando otra Hermana quedó tendida en el suelo bajo un paño de sangre. Fue aquello un catalizador que me llevó a las lágrimas, al recuerdo, a la felicidad.
Estuve en una tierra verde, verde esperanza, verde Sarah. Más verde que Asturias, Galicia o el País vasco. O las dehesas extremeñas tras una primavera lluviosa. O que la sierra entre Medina y san Roque, con sus brumas y sus arcoíris.
Esos verdores, traté de explicarle luego a la Hermana durante la cena, que me parecen maravillosos, y que los he vivido profundamente, me parecen ahora como algo que viene de fuera, de la humedad, la lluvia, tal vez de la mano de Dios, pero de fuera. Es como cuando montamos un Belén y dejamos caer la verdina sobre el pegamento esparcido por el corcho.
Pero tu tierra, mi pequeña, esa tierra que te cobija y a mi me da esperanza, es verde de otra forma. Es verde desde dentro, en vez de un magma rojo de barro y fuego, allí hay otro núcleo, que exuda verdor a través de la piel y convierte a la Tierra en Verde. Y los ríos que te llevan son verdes, y los lagos en que remansas son verdes, como lo son los duendes y las hadas, aunque ninguna he viso más que tú.
Y de ese Verde he vuelto, Amor, a mi tierra seca del sur. A la que tú quisiste, un día, que fuera tuya también. Y lo es. Ahora empieza todo de nuevo para mi, para ti es oriente eterno, pero ya no lloro por ello. Porque sé, y hago mía, la frase con que concluía la estancia en Dublín: ¿era esto la vida?- Bien, ¡otra vez!
Nos conocimos mediante esta frase, ¿te acuerdas? Era nuestro símbolo, mitad tuyo, mitad mío, y las juntábamos cuando queríamos salir de los foros y chatear con pensamientos más profundos. Tanto, tanto tiempo, sin saber de ti más que esa exclamación de Zaratustra tras la muerte del volatinero. Que había quedado en tu memoria, como también lo había hecho en la mía, treinta y tres años antes, cuando leí al Nietzsche por primera vez, sin entender nada, claro, excepto esa frase, esa circunstancia, esa visión de un enigma, ese canto brutal, inhumano, salvaje, pero hermoso, a la vida que perdura.
Nos reconocíamos así, en la distancia, sin fotos, sin webcams, sin nada más que nuestras palabras que de la filosofía fueron poco a poco derivando a la vida. Fue tu anzuelo cuando fuiste a Nerja, y mi torpedo para que supieras que yo estaría allí.
Nada sabíamos el uno del otro. Ni edad, ni rostro, ni estado civil, ni si éramos buenos o malos en el fondo. Pero lo intuimos, tú y yo, y allá que nos vimos. Quedamos en el bar de Robert, Rincón de Europa, inimaginable vista mediterránea, y yo llegué antes, claro. Le dije que era tu amigo y me atendió con una jarra vikinga, y así te esperé. Jamás he apurado más una cerveza, sin repetir, con la excitación de una cita a ciegas con una mente que sabía gemela (en lo intelectual), y que sabía de mujer, pero nada más.
No pregunté. Esperé. ¿Serías joven o vieja? ¿Vendrías sola o con tu marido? ¿O con los niños? ¿Había niños, había marido? ¿Podríamos hablar de otras cosas o solo de Nietzsche? Todo ello pudo conmigo y me puse nervioso, más que en octubre en san Roque, cuando supe que SK venía. Pero esperé.
Y llegaste, como las hadas. No te vi. Un hada de pelo rojo y ojos azules saludaba a Robert y a su mujer, charlaba con ellos, intercambiaba frases corteses. Seguía yo esperando cuando te acercaste y me dijiste (única vez que me has hablado en alemán): Das ist das Leben? Noch ein mal, aber jetzt geht´s los! Para mi fue como si en vez de una me hubiera tomado ocho jarras vikingas, y cuando Robert fue a ponerte tu Guiness y le dijiste: no, pls, wine from this yard, y él te quiso escanciar manzanilla (torpes holandeses), yo le dije, Robert, examinemos tu bodega, quitado mi sopor de un golpe y sabedor de lo que me jugaba. Y ahí, en su espléndida bodega, dormía una botella de borgoña de dos años, un perfecto chablis para la ocasión.
No sé, Amor, si te enamoraste antes del chablis y luego de mi o al revés. Sí sé que empezamos a hablar y el pobre Nietzsche ni se asomó por allí. Hablamos de unicornios y de olivos, de mares y de flores, de tus clases y mis viajes, de mis amores y de tus viajes, de mi familia y de la tuya, y de pronto y a un golpe supimos que podríamos estar así, dos o tres vidas hablando, y que no nos íbamos a aburrir nunca. Pero tú te habías cepillado el chablis y yo había multiplicado mis vikingas jarras, y entendimos que era buen momento y lugar para despedirnos. Tú a tu casa, yo a mi parador, a mi habitación doble, como siempre (casi siempre) para mi sólo.
El día siguiente fue una repetición, más larga, de lo mismo, ¡qué bien lo pasamos! Y por la noche, borrachitos, nos volvimos a decir hasta mañana.
El día siguiente fue una repetición, más larga, de lo mismo, pero esta vez yo opté por el zumo de tomate, a ver si era así capaz de lo mismo, y tú, sin haber mediado palabra, te decidiste por el de naranja. Y tras todo el día hablando y disfrutándonos cenamos despacito en La Herradura , ¡ay, Granada!, compartiendo un poco de Riscal porque no había borgoña, claro, y nos fuimos a tomar el café al parador, y ahí empezó el mundo, de nuevo, para los dos.
Pasamos veinte noches juntos, mi Amor, solo veinte, pero cada una fue un escalón más sobre la primera. Amé tu cuerpo, anhelé tu espíritu, y los tuve, como tú los míos. Y mi alma queda unida para siempre con la tuya, pase lo que pase con mi vida a partir de ahora.
Algún día yo también me iré, Amor mío, como ya te escribí. Y sé que mi último recuerdo entonces será el de tus ojos y tu sonrisa cuando me viste aparecer con el Chablis y dos copas, tú y yo, y lo probaste y me dijiste: my God, thou are better than Irish beer.
viernes, 6 de mayo de 2011
DUBLÍN
Sé que La Luna renació esta noche, pues aunque las nubes no me dejaron conversar con ella, lo intuí desde que se puso el sol, a quien tampoco vi, claro.
Pero sé que me mirabas en el parque del fénix y en Seville Rd, donde me dijiste , ¿te acuerdas?, que un apartamento de un dormitorio se alquilaba por casi mil pavos, y por primera vez me sentí en mi ciudad mejor que en cualquier otra.
Pero tú te fuiste por el Liffey a tu mar, y a mi el río de la vida me ha dejado errante en el sur, en el mismo sur en que nos sentimos, tú a mi, yo a ti, por primera vez.
Ahora tu Ulises dublinés entrará por fin en ese Mediterráneo, donde le busco como Telémaco a su padre, para hacer juntos el viaje último pero al revés, desde Escila y Caribdis hasta el saco de Troya. Para empezar de nuevo: ¿era esto la vida? - Bien, ¡otra vez!
Pero sé que me mirabas en el parque del fénix y en Seville Rd, donde me dijiste , ¿te acuerdas?, que un apartamento de un dormitorio se alquilaba por casi mil pavos, y por primera vez me sentí en mi ciudad mejor que en cualquier otra.
Pero tú te fuiste por el Liffey a tu mar, y a mi el río de la vida me ha dejado errante en el sur, en el mismo sur en que nos sentimos, tú a mi, yo a ti, por primera vez.
Ahora tu Ulises dublinés entrará por fin en ese Mediterráneo, donde le busco como Telémaco a su padre, para hacer juntos el viaje último pero al revés, desde Escila y Caribdis hasta el saco de Troya. Para empezar de nuevo: ¿era esto la vida? - Bien, ¡otra vez!
martes, 3 de mayo de 2011
DERRY, SARAH, AND ME
duerme
duerme tranquila
ya todo pasó
tiende tus manos
infinitas
que ahí estoy yo
pa recogerlas
y besarlas lentamente
dedo a dedo
ahora duerme tranquila
ya todo pasó
ya sé por qué te fuiste
y por qué no llamaste
y no viniste
no importa
todo está bien, Amor mío,
todo está bien
tú duerme tranquila
que tu brazo en mi almohada
yo lo siento
cada mañana
duerme tranquila
ya todo pasó
tiende tus manos
infinitas
que ahí estoy yo
pa recogerlas
y besarlas lentamente
dedo a dedo
ahora duerme tranquila
ya todo pasó
ya sé por qué te fuiste
y por qué no llamaste
y no viniste
no importa
todo está bien, Amor mío,
todo está bien
tú duerme tranquila
que tu brazo en mi almohada
yo lo siento
cada mañana
TU ALEGRÍA
Tu Alegría es
como cuando te vi
por vez primera
y me dije
no es posible no es posible
que me esté pasando
esto a mi
Tu Alegría es la lluvia
en Nerja con los amigos
holandeses y alemanes
y tú y yo a bien cubierto
dentro del bar
tú chablis y mi jarra vikinga
Tu Alegría fue quitarte el chubasquero
y decir esto ni es lluvia para mi,
irlandesa que soy,
y unirte a esa reunión de locos
dejándome tiritando resguardado
entre las maderas del bar
Tu Alegría es cuando
me regalaste luego el chubasquero,
amarillo, para que yo
pudiera lavar el mío, rojo,
y me prometiste una bufanda morada
que nunca fue.
Tu Alegría es que luego, al tercer día
todo fue nuevo para mi.
Tu Alegría es como una espada,
y es que ahora la tengo aquí.
Me penetra lentamente
como si fueras tú.
Y tu mano me acaricia
como si fuera yo.
Tu Alegría es una mirada
en un hotel de Ponferrada
tras haber pensado en morir.
Tu Alegría es cuando, en inglés,
te dije que te quiero,
y el azul de tus ojos
me fulminó.
Tu Alegría es que entonces me dijiste,
en castellano,
que no sólo me querías,
que me amabas,
a mi.
como cuando te vi
por vez primera
y me dije
no es posible no es posible
que me esté pasando
esto a mi
Tu Alegría es la lluvia
en Nerja con los amigos
holandeses y alemanes
y tú y yo a bien cubierto
dentro del bar
tú chablis y mi jarra vikinga
Tu Alegría fue quitarte el chubasquero
y decir esto ni es lluvia para mi,
irlandesa que soy,
y unirte a esa reunión de locos
dejándome tiritando resguardado
entre las maderas del bar
Tu Alegría es cuando
me regalaste luego el chubasquero,
amarillo, para que yo
pudiera lavar el mío, rojo,
y me prometiste una bufanda morada
que nunca fue.
Tu Alegría es que luego, al tercer día
todo fue nuevo para mi.
Tu Alegría es como una espada,
y es que ahora la tengo aquí.
Me penetra lentamente
como si fueras tú.
Y tu mano me acaricia
como si fuera yo.
Tu Alegría es una mirada
en un hotel de Ponferrada
tras haber pensado en morir.
Tu Alegría es cuando, en inglés,
te dije que te quiero,
y el azul de tus ojos
me fulminó.
Tu Alegría es que entonces me dijiste,
en castellano,
que no sólo me querías,
que me amabas,
a mi.
LOUGH FINN

Hice el viaje a media mañana y era como si lo estuvieras contando. Según me había ido acercando al lago la bruma se hacía tan densa que cuando arribé ya no se veía nada, solo el susurro de los duendes indicándome el camino hacia las aguas.
Aguas de Bronwyn, aguas de la espada que espera en mi casa el grabado pendiente que sé que un día hará, con mágica mano, el hada que ahora tú eres.
Estaba en casa, tu presencia se me metía en mi alma más punzante que la humedad, pero también estaba en el lugar sagrado en el que tú habías tomado las decisiones importantes de tu vida, y algunas de ellas me incluían. Ahora era mi turno, porque no había otro remedio que enfrentar la realidad cara a cara, y plantarse. Y la realidad era que tú no ibas a estar allí para compartirlo. Ya no, nunca. Pero allí sí, allí sí estabas, así que te pedí ayuda.
Todas las preguntas, viejas y nuevas, habían hallado su respuesta en los últimos días, desde que recibí la espada y tu carta. Pero sabía que era solo la apariencia, pues lo esencial, lo vital, estaba ahí, pero oculto, velado.
La pregunta real es por qué apareciste en mi vida. ¿Para volver a enseñarme la pasión, tan repudiada en la Orden? No, ya había pasión en mi vida, la hubo, y mucha, durante todo el año pasado. Pasión solitaria y estéril, pero pasión, esa lección ya estaba aprendida.
¿Por qué te busqué? Sí, como reacción a esa esterilidad y a esa soledad. Pero, ¿por qué te encontré? Bueno, tal vez por mi insistencia y porque los dados salieron buenos. Pero, ¿por qué fue luego tan rápido, tan profundo y tan total? Todas las posibles vivencias posibles, entre un hombre y una mujer, en unas pocas semanas, y luego la Nada. ¿Qué mensaje, qué lección me estaba dando la Naturaleza mediante este cielo y este infierno? ¿Y por qué? ¿Qué tenía yo que aprender?
Recordé los viajes en India, tan parecidos por desalentadores: Nepal, los tigres, la llegada del monzón, la biblioteca de Pondycherry, el gurú ajedrecista, la Casa Rusia. Ahí también había habido inquietud, desaliento, angustia, pero había habido esperanza. Y aquí no, ya no.
¿Debía volver a cuidar a una mujer enferma a la que no amo, pero por la que vendí mi alma al diablo hace no sé cuantos años? ¿Es eso lo que me quiso decir Mefistófeles con ese dolor lacerante en Albolote, viajando de Almería a san Roque? Podría ser, pero nada tiene ello que ver contigo. Es otra cosa la verdad. ¿Por qué estoy aquí ahora? Otra vez tan lejos de todo y de todos, buscando respuestas, solo conmigo y con mi piedra vieja y bruta.
Así tu mano. No podía verte entre la bruma pero era tu mano que tan bien conozco. La besé, y tú me acariciaste la cabeza. Iba a decirte algo cuando detrás de mi sonó un ruchh i donaog kerry briach, o algo así. Me volví esperando ver al duendecillo pero el que allí estaba era el guardabosques. Sorry, Sir, le dije, y él tradujo: It is at the year’s end that the fisher can tell his luck. I am not here for any fishing, le dije, alarmado por una posible multa pero tranquilizándome porque no tenía ni sedal ni carrete. Y él: gronaugh burrt veigh, más o menos, y tradujo, esta vez sin yo pedirlo: The essence of a game is at its end.
Volviendo a la realidad le aclaré: My game did end here, it´s about a girl I loved, but she died. Y él: branaugh perry nughty, qué sé yo, y tradujo de nuevo: Though you should take a wife from Hell, yet she will bring you home.
No entendía nada de lo que estaba pasando (si hubiera sido un duende lo habria comprendido, claro) así que le invité: Sir, may you have a sit and a smoke with me? Se sentó y me ofreció su pitillera al verme sacar el camel azul, y callamos mientras liábamos los pitillos.
Fumamos en silencio, hablando sólo de cosas sin importancia: de donde veníamos, quienes éramos, a donde íbamos. Acabado el pito se levantó y se despidió con un amable gesto de cabeza. Antes de que la bruma se lo tragara le pedí: Master, may you tell me a fourth rate?
Thanks for the smoke, dijo, y echó a andar pero se volvió enseguida. Sé que sonreía, aunque ya no lo viera, mientras me dijo: The fire, watch the fire within. Y el duende desapareció.
Volví a sentir tu mano que esta vez acariciaba mi espalda pero al volverme no estabas. Tampoco había ya humedad. La bruma se disipaba. Y me entregué al llanto, al llanto de no entender nada y ser impotente, el llanto de Bosnia y de la India, el llanto del Vacie y de Vallecas.
Luego ya todo fue sol y fue la Luz. El lago se mostró en todo su esplendor. Sabía que tú estabas en mi fuego como yo estaba, para siempre, en tu agua. Volteé algunas piedras en busca de mi hada. No importó. Me fui de allí con tu luz, con tus ojos, con tu Alegría. Sé que no volveré a estar triste, sé que seré feliz, sé que tal vez no importe.
Sé de ti. Eres yo.
lunes, 2 de mayo de 2011
DERRY
Que sean unos labios pequeños
mas como los tuyos
que me coman en silencio
sin dejar migaja.
Que sean unos brazos pequeños
mas como los tuyos
que se dejen acunar
lentamente
que suavemente rocen
mi cabeza
cuando por el otro lado se estiran al misterio
sabedores de que como arriba así es abajo.
Que sen unos ojos pequeños
mas saltones como los tuyos
alegres en el otoño
provocativos en la nieve
incansables en la lluvia
y azules, tristes,
cuando no hay luz sobre la almohada.
Y que miren a los míos
guiñando porque saben que es verdad.
Que sea pequeña, pequeña,
como hoy lo eres tú, mi Amor
que no te hacen falta tacones
para besar mis labios
pero sí para tocarme coronilla
cuando dices que ya no hay más.
Que sean unos pequeños dedos
como los tuyos
que se agiten siempre y que vacilen
entre la copa y la verdad
y que sabiamente elijan
como tú lo hiciste
al decidir juntarlos con los míos.
Que sean unos senos pequeñitos
como los tuyos
que brinque ahí el universo
entre mis manos sedientas de aventura.
Que la sombra cuando llegue
no olvide nunca que si algo en ti he amado
mi Amor, más tu voz y más tu alma,
ha sido el misterio de tus senos.
Que sean pequeñas las caderas
como las tuyas, mi Amor
que mis brazos torpes no la abarquen
que se ría siempre mi grandura
que caiga también desfallecido
como tú lo hiciste con los míos.
Que sean pequeñas las orejas
como las tuyas,
que me pierda yo en ellas al amarlas
y que me digan todo de una vez.
Que sean la fuente de cosquillas
y de la vida y del amor.
Que sean largos sus cabellos
como los tuyos, mi Sarah,
que sean rojos e irlandeses
que puedan a cuatro vientos decir
que son del Odiseo y de su barca
y si no te hundes tú, tampoco
tampoco yo.
Que tenga dulces pantorrillas
como las tuyas
que allí se pierda mi mano
perezosa, sin querer subir
que el mundo sea siempre
un mundo aún por descubrir.
Que tenga un hermoso ombligo
como el que tu tienes, Amor
que sea el centro de mis besos
que sea el lugar desde el que sabes
que te amo
que cuando te miro tontamente
es, que pienso en ese ombligo.
Que tenga una hermosa nuca,
como la tuya
sobre todo
que tenga una hermosa nuca
pues si mis besos te dicen Amor
es ahí, cuando, tras la ducha
me dices que te peine
y nada hay entonces para mi, Amor mío,
en todo el Universo,
más que tu nuca y mis besos,
mis besos en el corazón.
SEVILLA A DERRY
No miré
bajo las piedras
no son mías,
mis piedras
tampoco entre los árboles
pero ellos sí son
pues ahí está
tu mirada misteriosa
invitándome a desvelarla
invitándome a tu fiesta
let´s go´n party again
Sarah, mi Sarah, ¿cómo me has hecho esto?
Si yo estaba contento con los duendes
si yo era feliz con las historias
si yo era un hombre entero de recuerdos
si tú ya estabas en todas mis esquinas.
Daga final entra en mi carne, pero ya
fría, dulce, satisfecha, sedienta.
¿Qué hemos hecho, Amor, qué hicimos?
No lo sé, pero recojo las piedras de a una
cantos rodados del río de tu Derry
ahí te siento, ahí estás, ahí eres
fantasma, el fantasma abisal de mi deseo.
jueves, 28 de abril de 2011
NEVER SURRENDER
Mi querida amiga, Amor mío:
Preparo ya el equipaje para el último viaje, ligero como el de mi Hermano Antonio, sé bien que allí tú me vas a dar todo lo que precise.
No te preocupes, hago mías tus palabras, y no me rendiré, yo tampoco, nunca....
No sé qué pozo me espera, pero sí sé que es pozo, y sé que allí te voy a encontrar y que volveré a mi tierra de sol en la que tú deberías estar pero no.
Te buscaré acá, debajo de las piedras hasta hallar la roca fecunda que me ofreciste. No me rendiré, nunca.
Amor mío, siento en mi alma tus besos y en mi corazón tus caricias, y en mi cuerpo entero late tu cabecita acodada entre mis torpes brazos. No me rendiré, nunca.
Porque en tan poco tiempo construímos un mundo, un mundo maravilloso, ¿y si hubiéramos sido tres? El diablo movió ficha, y nos tocó a los dos.
Y te quiero, Amor, te quiero aquí conmigo en esta noche oscura que se me va de las manos, vacías manos.
Tus caricias entre el chablis y mis manos, cuando no sabías qué coger primero, el roce de tu mejilla, tu mirada transparente, esos ojos que eran míos, como tuyos eran los que te miraban desde este lado del espejo. ¿Lo recuerdas?
Sí, claro que lo sabes, que sabes que mi mirada era franca y enamorada, porque nunca, Amor mío, me había nadie aceptado tal soy, con mis defectos enteros. Hasta aceptaste mi máscara de sueño.
Tus canciones a ti me traen, y escucho en mi silencio tu voz que me hace llegar palabras que no volveré a oír. ¿Oyes tú las mías?
No sé, mi Amor, qué pasará ahora, también yo estoy partido entre dos mundos. Porque tú no eres.
Pero vives, conmigo, y no me rendiré, nunca, nunca.
Porque te amo, mi Sarah.
Preparo ya el equipaje para el último viaje, ligero como el de mi Hermano Antonio, sé bien que allí tú me vas a dar todo lo que precise.
No te preocupes, hago mías tus palabras, y no me rendiré, yo tampoco, nunca....
No sé qué pozo me espera, pero sí sé que es pozo, y sé que allí te voy a encontrar y que volveré a mi tierra de sol en la que tú deberías estar pero no.
Te buscaré acá, debajo de las piedras hasta hallar la roca fecunda que me ofreciste. No me rendiré, nunca.
Amor mío, siento en mi alma tus besos y en mi corazón tus caricias, y en mi cuerpo entero late tu cabecita acodada entre mis torpes brazos. No me rendiré, nunca.
Porque en tan poco tiempo construímos un mundo, un mundo maravilloso, ¿y si hubiéramos sido tres? El diablo movió ficha, y nos tocó a los dos.
Y te quiero, Amor, te quiero aquí conmigo en esta noche oscura que se me va de las manos, vacías manos.
Tus caricias entre el chablis y mis manos, cuando no sabías qué coger primero, el roce de tu mejilla, tu mirada transparente, esos ojos que eran míos, como tuyos eran los que te miraban desde este lado del espejo. ¿Lo recuerdas?
Sí, claro que lo sabes, que sabes que mi mirada era franca y enamorada, porque nunca, Amor mío, me había nadie aceptado tal soy, con mis defectos enteros. Hasta aceptaste mi máscara de sueño.
Tus canciones a ti me traen, y escucho en mi silencio tu voz que me hace llegar palabras que no volveré a oír. ¿Oyes tú las mías?
No sé, mi Amor, qué pasará ahora, también yo estoy partido entre dos mundos. Porque tú no eres.
Pero vives, conmigo, y no me rendiré, nunca, nunca.
Porque te amo, mi Sarah.
miércoles, 27 de abril de 2011
Se non è vero è ben trovato
Nunca me concediste la palabra
por no querer salir de tu palacio
oh pusilanimidad de una hembra
que tan solo ahorró el final sacrificio
preferiste enroscarte cual culebra
sin dejar ocasión para mi oficio
no me diste opción, más que la ginebra
y con ello hiciste tu propio juicio
mas, si tiraras de tu propia fibra
dejando a tu sentir que actúe despacio
verías la luz que guardo en tu penumbra
levantar podríamos el edificio
si osaras tú perder esa vértebra
tendríamos, tú y yo, el goce del silencio.
martes, 26 de abril de 2011
Darling, my One,
let me hear your voice
again
let me dream on your tender
that never let me down
let me think that it´s all over
but no blue
let me feel your legs
on my face
telling me that a broken soul
has no rest
on a broken heart
let me imagine
that your treasure
will live
let me go on
with my camels
with my drinks
to these that they left from you
let me go on
do whisper at my ear go on
let me feel your tongue
inside my heart
so that I know
it´s always true
after the storm
and before the sun
I can´t I can´t miss you
let me hope you, forever
so you do
PALABRAS COMO ESPADAS
Hoy monté tu espada
en la pared
de mi cuarto
estrictamente vertical,
para que allí guarde,
como tu dormido gesto
lo hace
del otro lado de este laberinto
sin espejos. Sí, Amor,
me llegó esta mañana tu palabra,
tan perdida,
y mía la hice,
como tú a mí bajo la lluvia,
diez mil veces.
Ahora sí sé qué quiero,
y la pregunta dónde,
y la respuesta cómo.
Ahora sí, espérame,
espera mi palabra de vuelta
sin vuelta atrás.
Volará a tu Norte mi palabra,
irá contigo allí, mi Cielo.
Y con mis ojos tú verás
lo que darme quisiste.
No puedes vivir en mi, Amor,
pero yo lo sé pero no.
Como la espada has nacido
de las aguas. Yo del fuego
y así somos aire ahora
antes de retornar conmigo
a tu Tierra. Tu tierra del Norte,
de la que tanto me hablaste,
y ahora son mías tus palabras,
ya soy, ya, quien debes ser.
Y sé por qué te marchaste
tus dedos en mi espalda
diciendo que no, tu gesto
de silencio y tu sonrisa
diciendo hasta siempre.
Ahora sé por qué son piedras
las piedras y huecas las rocas
en que me anidó tu corazón.
Ahora entiendo por qué
precisamente ahí
fue que invitaste a quedarse a mi semilla.
Ahora sé de tu fruto
que en lo hondo
es la gran promesa de la Luz.
A tu cielo apunta nuestra espada
y desde tu atalaya, Amor mío,
verás siempre crecer estas espigas.
lunes, 11 de abril de 2011
DRESSING RED
Otra vez a lomo
de tu fiel don Hipo
otra vez es la jauría
cuyo ladrido
desborda tu sentir
a la caza a la caza
pero esta vez , Amor mío,
yo soy el zorro y tú la lady, lady, lady Marian.
No me pillarás no
ya me esconda
bajo una seta irlandesa
o tras un olivo nerjense
no me pillarás no
por muy zorro que yo sea
o por mucho que cabalgues tu Babieca
yo sé de madrigueras
a las que no llegan los tiros
como tú.
Pero si desmontas
y dejas en la grupa la escopeta
y te acercas a mirar ese helecho
con gotas de rocío de primavera
entonces, mi Amor, de nuevo,
te daré ese susto
desde el otro lado de tu espejo,
pues yo no tengo.
¿Y dónde tu espejo, donde tú, lady, mylady Marian?
Te sigo te persigo
en la bruma entre san Roque y Medina
y ya en Sevilla, te sigo, a ti, a ti, queriendo....
Lady, lady, lady mine.
martes, 5 de abril de 2011
UN POEMA DE LUGONES
ALMA VENTUROSA
Al promediar la tarde de aquel día,
cuando iba mi habitual adiós a darte,
fue una vaga congoja de dejarte
lo que me hizo saber que te quería.
Tu alma, sin comprenderlo, ya sabía...
Con tu rubor me iluminó al hablarte,
y al separarnos te pusiste aparte
del grupo, amedrentada todavía.
Fue silencio y temblor nuestra sorpresa;
mas ya la plenitud de la promesa
nos infundía un júbilo tan blando,
que nuestros labios suspiraron quedos...
Y tu alma estremecíase en tus dedos
como si se estuviera deshojando.
(Leopoldo Lugones)
Al promediar la tarde de aquel día,
cuando iba mi habitual adiós a darte,
fue una vaga congoja de dejarte
lo que me hizo saber que te quería.
Tu alma, sin comprenderlo, ya sabía...
Con tu rubor me iluminó al hablarte,
y al separarnos te pusiste aparte
del grupo, amedrentada todavía.
Fue silencio y temblor nuestra sorpresa;
mas ya la plenitud de la promesa
nos infundía un júbilo tan blando,
que nuestros labios suspiraron quedos...
Y tu alma estremecíase en tus dedos
como si se estuviera deshojando.
(Leopoldo Lugones)
viernes, 1 de abril de 2011
ME VISITÓ TU ALEGRÍA
Hoy has estado con tu alegría. Aquí. Lo sé, lo he sentido desde la Rosa que no es ni rosa ni malva ni blanca pero los tres. Como si brincaras jugando a escapar de mis manos. Como cuando me sentías triste y no preguntabas por qué sino decías: let´s have a drink, y yo: no, cuando se me pase. Entonces callábamos hasta que empezabas a hablarme de una tierra lejana habitada por hadas y duendecillos y me contabas una historia. Y yo te escuchaba con atención como niño antes de dormirse. Tú cambiabas las historias y reinventabas los finales para hacerlo real, como yo hacía hace años con JA y mis historias griegas.
Y así viraba mi tristeza del negro al blanco como en el laboratorio y se revelaba en dicha. Dicha tranquila, como ahora. Siempre era el ocaso. Y al llegar la noche la saudade dejaba paso a la alegría, como hoy tras la Rosa. Y te decía: let´s have this drink now. Y tú: uno por ti y uno por mí, y reíamos recordando a Marian y a IJ en su mano a mano. Y mis manos, ya otra vez sabias, te buscaban y te encontraban y no hacían falta más palabras.
Hoy no estás. Pero Eres. Y yo no estoy alegre. Pero sí feliz.
lunes, 28 de marzo de 2011
SARAH MÍA
Un hombre viejo y una mujer
miran la vida palante
desafiándola
que se van
palaaustralia
si hace falta
pero está lejos, Amor mío,
y Tú no estás
padecirme lo contrario
adonde yo miro, adonde
sin la sonrisa cómplice de los tuyos?
domingo, 27 de marzo de 2011
AZAHAR
Pues claro
que es contigo
que la tomo
la copa
contigo
no voy más
a llorar,
han montado
el río que a ti me lleva.
Como el Liffey,
que no ví
Contigo
como tu corazón
mis tinieblas,
que me llevan
a otras partes
del mundo
a otros tragos
y a otros olvidos.
No te pierdo porque sé
que me quieres. En presente.
No me da vergüenza.
No me achantaré,
cogeré tu mano
y que la gente
murmure lo que quiera.
Brindo por mis dolores,
pero me tomo contigo,
aunque no estés,
la penúltima,
y en ese último trago...nos vemos.
Tú y yo.
jueves, 24 de marzo de 2011
UN POEMA DE E. E. CUMMINGS
somewhere i have never travelled, gladly beyond
any experience,your eyes have their silence:
in your most frail gesture are things which enclose me,
or which i cannot touch because they are too near
your slightest look will easily unclose me
though i have closed myself as fingers,
you open always petal by petal myself as Spring opens
(touching skilfully,mysteriously)her first rose
or if your wish be to close me, i and
my life will shut very beautifully ,suddenly,
as when the heart of this flower imagines
the snow carefully everywhere descending;
nothing which we are to perceive in this world equals
the power of your intense fragility:whose texture
compels me with the color of its countries,
rendering death and forever with each breathing
(i do not know what it is about you that closes
and opens;only something in me understands
the voice of your eyes is deeper than all roses)
nobody,not even the rain,has such small hands
VERSIÓN DE LULA FORTUNE Y SIR JOHN MORE
en algún lugar al que nunca viajé, por fortuna más allá
de toda experiencia, tus ojos tienen su silencio:
en tu gesto más delicado hay cosas que me cierran,
o que no puedo tocar porque están demasiado cerca.
tu más ligera mirada me libera fácilmente
aunque como unos dedos yo me haya cerrado,
me abres siempre, pétalo a pétalo, como abre la primavera
(rozando diestra, misteriosa) su rosa primera
o si tu deseo es cerrarme, yo y mi vida
nos cerraremos con hermosura, súbitamente,
como cuando el corazón de esta flor imagina
la nieve que cae con cuidado por todas partes;
nada que podamos percibir en este mundo iguala
el poder de tu intensa fragilidad: esa textura suya
me obliga con el color de sus tierras,
trayendo muerte y eternidad en cada respiración
(no sé qué es lo que hay en ti que cierra
y abre; sólo algo en mí comprende que la voz
de tus ojos es más profunda que todas las rosas)
nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas
any experience,your eyes have their silence:
in your most frail gesture are things which enclose me,
or which i cannot touch because they are too near
your slightest look will easily unclose me
though i have closed myself as fingers,
you open always petal by petal myself as Spring opens
(touching skilfully,mysteriously)her first rose
or if your wish be to close me, i and
my life will shut very beautifully ,suddenly,
as when the heart of this flower imagines
the snow carefully everywhere descending;
nothing which we are to perceive in this world equals
the power of your intense fragility:whose texture
compels me with the color of its countries,
rendering death and forever with each breathing
(i do not know what it is about you that closes
and opens;only something in me understands
the voice of your eyes is deeper than all roses)
nobody,not even the rain,has such small hands
VERSIÓN DE LULA FORTUNE Y SIR JOHN MORE
en algún lugar al que nunca viajé, por fortuna más allá
de toda experiencia, tus ojos tienen su silencio:
en tu gesto más delicado hay cosas que me cierran,
o que no puedo tocar porque están demasiado cerca.
tu más ligera mirada me libera fácilmente
aunque como unos dedos yo me haya cerrado,
me abres siempre, pétalo a pétalo, como abre la primavera
(rozando diestra, misteriosa) su rosa primera
o si tu deseo es cerrarme, yo y mi vida
nos cerraremos con hermosura, súbitamente,
como cuando el corazón de esta flor imagina
la nieve que cae con cuidado por todas partes;
nada que podamos percibir en este mundo iguala
el poder de tu intensa fragilidad: esa textura suya
me obliga con el color de sus tierras,
trayendo muerte y eternidad en cada respiración
(no sé qué es lo que hay en ti que cierra
y abre; sólo algo en mí comprende que la voz
de tus ojos es más profunda que todas las rosas)
nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas
sábado, 19 de marzo de 2011
LUNA DE PRIMAVERA
(...gata valiente de piel de tigre
con voz de rayo de luna llena...)
(J. Sabina)
Tenía claro no viajar más solo pero no ha habido más remedio. Rumbo a oriente, en Antequera salió la luna casi llena y se fue alzando en el cielo. Llegando a Granada desapareció tras un risco y cuando volvió lo hizo en una recta tal que le daba el sol poniente por el retrovisor. Ahí estábamos, tú y yo, tan lejos, tan cerca.
¿Te acuerdas de la luna? No la pillamos llena, tú y yo, en nuestro periplo eterno por el mundo buscando pequeñeces. Queríamos verla en Sevilla, la siguiente, la próxima, la primera tras el equinoccio, la luna de Nissan.
En Sevilla ya hay azahar floreciendo, quizá en unos días a mi vuelta ya esté regalando su aroma. No a ti, mi Amor, y cómo me va a doler a mí, como ya me duele hoy. Llegó la primavera, pero tú te quedaste en el invierno. Y yo sigo.
Me duele mucho hoy, Amor, y tú no estás para mirarme de reojo, para sonreír con ojos entornados, para buscar el Macorina en el youtube y pasar tu brazo por mi cintura hasta diluir mi mirada perdida en el infinito, lo que siempre conseguías antes de a la de tres.
¿Te acuerdas? Fue en Santiago, tras la lluvia y el sol que nunca se puso para nosotros en el final de la tierra. Tú soñabas con Sevilla y yo con Dublín. Lo echamos a suertes y salió Sevilla. Pero todo salió mal.
Hoy me duele, Amor, me duele tu ausencia más que nunca. Mañana y pasado mañana los queridos Hermanos diluirán, a veces sin saberlo, a veces sabiéndolo, todo mi dolor que no tengo derecho a expresar pues es un Dolor universal que todos sentimos mucho y muchas veces. Pero a mi me duele el mío, el de ahora, y al escribirte te tengo más cerca, tu ausencia se vuelve presencia, y... ¿qué?
Me dicen que es cuestión de tiempo y quienes me lo dicen no es solo porque me quieren: saben que es así. Yo también lo sé. Pero hoy, aquí tan lejos de todas partes, cada vez que oigo un ruido miro a mi derecha esperando verte salir de la ducha, y sonreír. Y no puedo creer que no sea cierto.
Algún día yo me iré también. Y se quedarán los pájaros cantando...
con voz de rayo de luna llena...)
(J. Sabina)
Tenía claro no viajar más solo pero no ha habido más remedio. Rumbo a oriente, en Antequera salió la luna casi llena y se fue alzando en el cielo. Llegando a Granada desapareció tras un risco y cuando volvió lo hizo en una recta tal que le daba el sol poniente por el retrovisor. Ahí estábamos, tú y yo, tan lejos, tan cerca.
¿Te acuerdas de la luna? No la pillamos llena, tú y yo, en nuestro periplo eterno por el mundo buscando pequeñeces. Queríamos verla en Sevilla, la siguiente, la próxima, la primera tras el equinoccio, la luna de Nissan.
En Sevilla ya hay azahar floreciendo, quizá en unos días a mi vuelta ya esté regalando su aroma. No a ti, mi Amor, y cómo me va a doler a mí, como ya me duele hoy. Llegó la primavera, pero tú te quedaste en el invierno. Y yo sigo.
Me duele mucho hoy, Amor, y tú no estás para mirarme de reojo, para sonreír con ojos entornados, para buscar el Macorina en el youtube y pasar tu brazo por mi cintura hasta diluir mi mirada perdida en el infinito, lo que siempre conseguías antes de a la de tres.
¿Te acuerdas? Fue en Santiago, tras la lluvia y el sol que nunca se puso para nosotros en el final de la tierra. Tú soñabas con Sevilla y yo con Dublín. Lo echamos a suertes y salió Sevilla. Pero todo salió mal.
Hoy me duele, Amor, me duele tu ausencia más que nunca. Mañana y pasado mañana los queridos Hermanos diluirán, a veces sin saberlo, a veces sabiéndolo, todo mi dolor que no tengo derecho a expresar pues es un Dolor universal que todos sentimos mucho y muchas veces. Pero a mi me duele el mío, el de ahora, y al escribirte te tengo más cerca, tu ausencia se vuelve presencia, y... ¿qué?
Me dicen que es cuestión de tiempo y quienes me lo dicen no es solo porque me quieren: saben que es así. Yo también lo sé. Pero hoy, aquí tan lejos de todas partes, cada vez que oigo un ruido miro a mi derecha esperando verte salir de la ducha, y sonreír. Y no puedo creer que no sea cierto.
Algún día yo me iré también. Y se quedarán los pájaros cantando...
martes, 15 de marzo de 2011
AHORA QUE ESTAMOS SOLOS
Mi querida amiga, Amor mío,
Ahora que estamos solos puedo por fin hablarte desde la intimidad y el silencio. Pues que han pasado muchas cosas, y tu recuerdo me ayuda a comprenderlas y a valorarlas con la objetividad que la situación requiere.
Seguro que esta forma mía y nueva de hablarte te sorprenda, pero no puedo menos que recordarte lo que acordamos, tú y yo, Amor, cuando tras apurar el chablis que te había ofrecido, descubriste que todo lo que yo te había contado, todo lo que te había dicho, todas las cosas, gratas e ingratas, que te había confesado, eran pura verdad.
Pensamos entonces en lo que nos había pasado, días antes, en la carretera, ¿recuerdas?, cuando nos perdimos en la montaña y al ponerse muy fea la cosa con la nieve nos dimos cuenta de que a poco que empeoraran nos íbamos a matar. Los dos. Y por la noche, ya tranquilos, nos lo contamos y resultó que ambos sentimos lo mismo: dios mío, dios mío, no quiero, no quiero, no quiero perderte.
Lo que son las cosas, mi Amor. Pero voy a tu pregunta y te digo que hay un fuego que no está alimentado por el encantamiento ni por la superficialidad de los enamorados. Ese es mi fuego, como sé que también era el tuyo, el fuego fatal cuyas ascuas no pueden ser apagadas nunca por la rutina ni por el aburrimiento, que no podemos extinguir ni nosotros mismos, porque es un fuego robado del cielo por manos humanas, y los dioses odian eternamente a esos ladrones.
Eso fui yo, Amor mío, un ladrón de pasiones que ni fueron mías, ni lo son ahora, porque allí y entonces las compartí contigo, Amor, y aquí y ahora son el listón alto en el que te guardo sólo para mi. Ese fuego arderá en mi corazón, porque yo así lo quiero, Amor mío, y no quiero apagarlo, ni puedo, por más que me traiga o me robe la vida.
Cuando te conocí, mi Amor, era yo tierra fértil y virgen, pero absolutamente horizontal, como una gran fundación de hormigón esperando quien la levantara. Y ahí pusiste tú, Amor mío, tu vertical, y llegó a tal profundidad que nada he sufrido en la vida que pueda acercarse a lo que contigo viví. Si tengo que entrar en el desierto, que la sed me abrase, ya. Si tengo que hacerme a la mar que se lleve mi remo, ya. Si tengo que pasar de nuevo por la delicia del amor, recuérdame tú, amiga del alma y del corazón, lo que es el chablis y las manzanas y tu almohada perfumada junto a mi máscara moribunda. Recuérdame quien eres, para que yo no baje nunca el listón, porque sólo contigo escribí la canción, la más hermosa del mundo.
Ahora que estamos solos puedo por fin hablarte desde la intimidad y el silencio. Pues que han pasado muchas cosas, y tu recuerdo me ayuda a comprenderlas y a valorarlas con la objetividad que la situación requiere.
Seguro que esta forma mía y nueva de hablarte te sorprenda, pero no puedo menos que recordarte lo que acordamos, tú y yo, Amor, cuando tras apurar el chablis que te había ofrecido, descubriste que todo lo que yo te había contado, todo lo que te había dicho, todas las cosas, gratas e ingratas, que te había confesado, eran pura verdad.
Pensamos entonces en lo que nos había pasado, días antes, en la carretera, ¿recuerdas?, cuando nos perdimos en la montaña y al ponerse muy fea la cosa con la nieve nos dimos cuenta de que a poco que empeoraran nos íbamos a matar. Los dos. Y por la noche, ya tranquilos, nos lo contamos y resultó que ambos sentimos lo mismo: dios mío, dios mío, no quiero, no quiero, no quiero perderte.
Lo que son las cosas, mi Amor. Pero voy a tu pregunta y te digo que hay un fuego que no está alimentado por el encantamiento ni por la superficialidad de los enamorados. Ese es mi fuego, como sé que también era el tuyo, el fuego fatal cuyas ascuas no pueden ser apagadas nunca por la rutina ni por el aburrimiento, que no podemos extinguir ni nosotros mismos, porque es un fuego robado del cielo por manos humanas, y los dioses odian eternamente a esos ladrones.
Eso fui yo, Amor mío, un ladrón de pasiones que ni fueron mías, ni lo son ahora, porque allí y entonces las compartí contigo, Amor, y aquí y ahora son el listón alto en el que te guardo sólo para mi. Ese fuego arderá en mi corazón, porque yo así lo quiero, Amor mío, y no quiero apagarlo, ni puedo, por más que me traiga o me robe la vida.
Cuando te conocí, mi Amor, era yo tierra fértil y virgen, pero absolutamente horizontal, como una gran fundación de hormigón esperando quien la levantara. Y ahí pusiste tú, Amor mío, tu vertical, y llegó a tal profundidad que nada he sufrido en la vida que pueda acercarse a lo que contigo viví. Si tengo que entrar en el desierto, que la sed me abrase, ya. Si tengo que hacerme a la mar que se lleve mi remo, ya. Si tengo que pasar de nuevo por la delicia del amor, recuérdame tú, amiga del alma y del corazón, lo que es el chablis y las manzanas y tu almohada perfumada junto a mi máscara moribunda. Recuérdame quien eres, para que yo no baje nunca el listón, porque sólo contigo escribí la canción, la más hermosa del mundo.
sábado, 12 de marzo de 2011
MI INICIACIÓN
Yo no era nada, y nada es como se espera, sabiendo solo esto me levanté temprano ese día. Con tiempo de sobra. Una ducha purificadora, un frugal desayuno para romper el que llevaba observando una semana. Preparar la ropa, vestirme en silencio como si fuera la última vez, dejar en orden los pequeños detalles de la casa, regocijarme en todo ello, y sobre todo la voluntad de no correr....hicieron que el tiempo se me echara encima.
Salí con justeza, apenas 15 minutos para llegar a una logia donde sabía que la puntualidad era un requisito imprescindible, más para mi, como visitante, por deferencia, más para mi, que me creía visitante indeseado o al menos ignorado. Quince minutos, como los treinta segundos de la canción que anexo, que en su día me inspiró para que naciera este cuaderno de bitácora.
Se me ocurrió un camino alternativo y tuve suerte, una vez más. A las once menos cinco pude decirme que si encontraba aparcamiento rápidamente llegaría a la hora en punto....y así fue.
La puntualidad, como casi siempre en nuestra Orden, es un mito, y tuve ocasión de saludar con tranquilidad a la VM y al 1ºV, y a muchos, muchísimos HH que me recibieron con un calor extraordinario. Gracias a todos.
La primera plancha era de una HH AA que escribía por vez primera tras su iniciación: Ante mazo y cincel, la piedra espera y sonríe. Tal era el título, y aquí me desbordé. El trazado era excepcional, y era yo. Yo, pequeño aprendiz de pulidos y desbastes, yo, MM del REAA me hallaba, en esas palabras pequeñas y nobles, en lo que nunca había podido ser y que allí había ido a buscar: ponerle cara a mi Soledad, pero allí estaba: la Soledad no tiene nombre, solo sonríe y espera.
La segunda plancha era un soberbio trazado de un H que se marcha a Palestina con los chicos de Barenboim. Compañeros y maestros repulieron el trazado y yo había hilvanado un argumento que estaba a punto de dejar caer, pero me pudo la modestia, creía yo, en realidad la vanidad de dejar para el final mi intervención, así luciría más. Me la pisó en la suya el 2ºV, joven y sabio, y sentí que estaba bien así, pero me quedó la cuestión de que si me hubiera adelantado en el uso de la palabra habría sido yo quien se la habría pisado a él. Todo iba bien
Luego intervino el 1ºV e hizo una alusión a mi persona, lo que me obligó (me permitió, lo estaba deseando) a hablar un poco sobre el tema y coronarlo con la llamada al Amor que debe estar (a mi entender) delante de todo en nuestra Orden. Y mientras hablaba sobre la Esperanza y el Amor te vi, como eres, Soledad, y empecé a saber de tu verdadero Nombre. Todo se iba aclarando.
En la cadena de unión miré, como siempre, hacia arriba, a la Vertical. Y ahí vi tu rostro, Soledad. Tú bajabas tu listón y yo mantenía el mío. Tú quedas ahí y yo aquí. Así está bien. Tú serás feliz y yo no, pero yo le he puesto cara a tu Nombre, Soledad.
En bien general de la Orden tuve palabras directas para que fueran entendidas como una llamada y una petición de Paz, Piedad y Perdón (sic M. Azaña). Creo que así fue, la despedida de la VM y del 1ºV fueron más íntimas que los saludos de antes de la tenida.
Ahora este blog acaba su ciclo. Ya no hay fantasmas en mi vida, hace tiempo que no tengo insomnio, y desde hoy ya no estoy solo. Sé de tu Nombre, Soledad, y Te he puesto cara. Y a pesar de todo, no estoy solo.
Gracias a todos los que me habéis leído, vuestro esfuerzo ha conseguido esto: que no esté solo, que os tenga míos, que le haya puesto cara al Nombre, que Soledad sea Amor y que el Amor reine entre los Hombres. Que, roto yo al fin, haya hallado lo que de verdad vale la pena: la Pasión.
La pasión en soledad de un hombre feliz.
ATREVERSE
Se me fue la alegría como un rumor de aguas por el lavadero de mis miserias. Neretva era el nombre del río en el que de ti supe y en el que empecé a flotar en tu aliento. Allí diste, entre campos minados, sentido a una vida rota, anhelo a mi laberinto, voz y música a un sueño que nacía. Pero no te vi, y no te puse cara.
Ya todo fueron ríos. A veces, también montañas. Como con Sarah. Otras, solo ríos. El río del barquero de Siddhartha, el río que no se cruza. El de la serpiente verde, el río de Goethe, el de la Pfeiffer, ma chérie. El río del Hermano Germinal y su ansiado remanso, que no llega. El río que duda ante el desierto, que no se atreve. Yo sí. Yo sí crucé los desiertos y en busca de tanto mar aprendí a amarte, a quererte, pero seguí sin poder poner cara a tu nombre.
La última vez que estuve en el Gólgota fui sólo para buscarte. Me desperté de la noche y lo supe. Y corrí a encontrarte. Llegaste tarde, como yo no he llegado luego siempre. Y así tampoco pude ponerte cara.
Cuando hace unos días resolví volver al Gólgota también era para buscarte. O para estar ahí, simplemente. A existir. Pero ya no puede ser así: yo sigo porque quiero en el río y sin derecho al descanso. Porque escogí seguir buscando. Sé donde lleva un viaje como este, sé qué es ser Nada. Sé del Laberinto. Y decido y lo elijo. Mañana, por fin, sabré tu Nombre.
He tenido mi Troya incendiada y saqueada. Pero Helena se fue con el Otro. He tenido mi odisea, mi viaje de vuelta, he sabido de Ítaca y adrede he pasado de largo. He tenido mi grial, mi Moby Dick, allá en Madras. Mañana viviré la cuarta historia, la del dios sacrificado. Mañana le pondré al fin Cara a tu nombre.
jueves, 10 de marzo de 2011
KÖNIGIN KALT
Yo sé yo sé yo que tengo que bajar y ya de este tren al que me subí en marcha pasando por Zafra y mirando al infinito. Yo sé que no has comprendido, es mucho más triste de lo que tú supones. Me bajo ya, me bajo sí, me bajo de este tren que ojalá a ti te lleve a tu Ítaca. Yo sí que lo he comprendido: tú quieres llegar, no viajar. Mi Ítaca está más allá, por eso no se podían encontrar nunca.
Voy solo, pero voy a vivir. Porque mi idea es de carne hay gotas de sangre en mi alfombra nueva. Soy pasión, no listón bajado por un juez de marcas. No lloro, no respiro, mi sombra no te machacará. Adiós, Viaje extinguido, pero qué bonito que fue, qué, lo que pudo haber sido.
jueves, 3 de marzo de 2011
ODISEA
Estoy solo. Cuantas espadas forjé: óyeme.
En la mar sin tu barco pero tus labios.
Los límites y la no-certeza.
Este tierno trigo no es cabello,
esta mirada azul no me conmueve.
Sol que eres, sol, mi grito es tuyo.
Sol que no dejas luna ni senos
Sol que no dejas sombra, ni anhelos
vela que no dejas brisa, a mi vera
tienes lo que no será, será lo que
no tengo
llevar tu sonrisa hasta mi esquife
robar al tiempo un soplo del levante
saber que el viento es ya propicio
y ya seas clepsidra, calipso
o el movimiento, que tu esperanza
sea, una vez más, el faro de mi vida.
Cuantas sonrisas forjé, mas no
la que te levantó, mujer en Troya.
sábado, 26 de febrero de 2011
MI PRIMAVERA
primavera no es
esta luz de lujo que presagia
otro equinoccio habitando otros sueños
el susurro florido de tu voz ardiente
el ardor inexplicable de tus senos suaves
la suavidad susurrante de tus manos abiertas
el cielo con tus ojos y la tierra de los míos
la tierra con tus manos y el agua de las mías
el agua de tus labios y las sed en los míos
primavera no es
esta luz de lujo que presagia
otro equinoccio habitando otros sueños
no es tampoco la promesa del verano
primavera es....así,
así de cerquita
a tu vera
ahorita
mismo
así de tenue
tu presencia
ahorita
mismo
así de pletórica
tu esperanza
ahorita,
pero ahorita mismo.
miércoles, 23 de febrero de 2011
POEMA DE SALINAS
Dame tu libertad.
No quiero tu fatiga,
no, ni tus hojas secas,
tu sueño, ojos cerrados.
Ven a mí desde ti,
no desde tu cansancio
de ti. Quiero sentirla.
Tu libertad me trae,
igual que un viento universal,
un olor de maderas
remotas de tus muebles,
una bandada de visiones
que tú veías
cuando en el colmo de tu libertad
cerrabas ya los ojos.
¡Qué hermosa tú libre y en pie!
Si tú me das tu libertad me das tus años
blancos, limpios y agudos como dientes,
me das el tiempo en que tú la gozabas.
Quiero sentirla como siente el agua
del puerto, pensativa,
en las quillas inmóviles
el alta mar. La turbulencia sacra.
Sentirla,
vuelo parado,
igual que en sosegado soto
siente la rama
donde el ave se posa
el ardor de volar, la lucha terca
contra las dimensiones en azul.
Descánsala hoy en mí: la gozaré
con un temblor de hoja en que se paran
gotas del cielo al suelo.
La quiero
para soltarla, solamente.
No tengo cárcel para ti en mi ser.
Tu libertad te guarda para mí.
La soltaré otra vez, y por el cielo,
por el mar, por el tiempo,
veré cómo se marcha hacia su sino.
Si su sino soy yo, te está esperando.
(Pedro Salinas, Razón de amor, 1398 a 1438)
miércoles, 16 de febrero de 2011
ALGO SE ESTÁ COCIENDO....
A veces pelo rojo en tu mejilla,
fugaz lágrima deslizada hacia la mía
y juntos miramos delante hacia los ríos
y los montes, y tu mar que me susurra.
Y a veces tu nariz que mira arriba
y se encuentra en la mía que te esperaba,
en el aroma de la copa y el sabor
apurando hasta el final en la bebida.
Otras veces descubro tus orejas
y me oyen desde muy y muy cerquita
y mi voz entonces se desborda
al recogerla como propia en tu regazo.
Mas cuando son tus labios los que miran
y con dulzura se detienen en los míos,
nada entonces me dices ni hace falta
y sin usura tu aliento se enreda en mi cabello.
Y cuando es tu cuerpo entero el que se ríe,
a la caza de caricias desusadas,
es entonces el mío que se estremece
en el cobijo de la sombra de tus ojos.
Y cuando son tus ojos, tuyos, que sonríen
construyendo mis adentros, arco iris
entonces es mi mano, es la mía
que se lanza de nuevo a por las tuyas.
viernes, 11 de febrero de 2011
SARAH
Si tu rostro no fuera la dulzura
si tu nombre no fuera la belleza
si tu alma no fuera la verdad
y tu corazón la poesía.
Si no hubiera escondido entre tu sueño
una chispa de luz que sé muy mía
y no pudiera sentir, al romper el día,
cómo cuaja en mi ser el deseo de tu esperanza.
Si no hubiera, en fin, clavadas en mi vida
tantas cosas que son tan solo tuyas
si no pudieras ser la fuente de mi sangre
sé, que me iría quemando lentamente
y que el viento arrastraría mis cenizas
al lugar donde estuvieras.
jueves, 10 de febrero de 2011
UN POEMA DE SALINAS
No quiero que te vayas
dolor, última forma
de amar. Me estoy sintiendo
vivir cuando me dueles
no en ti, ni aquí, más lejos:
en la tierra, en el año
de donde vienes tú,
en el amor con ella
y todo lo que fue.
En esa realidad
hundida que se niega
a sí misma y se empeña
en que nunca ha existido,
que sólo fue un pretexto
mío para vivir.
Si tú no me quedaras,
dolor, irrefutable,
yo me lo creería;
pero me quedas tú.
Tu verdad me asegura
que nada fue mentira.
Y mientras yo te sienta,
tú me serás, dolor,
la prueba de otra vida
en que no me dolías.
La gran prueba, a lo lejos,
de que existió, que existe,
de que me quiso, sí,
de que aún la estoy queriendo.
(Pedro Salinas, La voz a ti debida, 1933)
martes, 1 de febrero de 2011
EL EXILIO DE HELENA
El Mediterráneo tiene un sentido trágico solar, que no es el mismo que el de las brumas. Ciertos atardeceres-- en el mar, al pie de las montañas--, cae la noche sobre la curva perfecta de una pequeña bahía y, desde las aguas silenciosas, sube entonces una plenitud angustiada. En esos lugares se puede comprender que si los griegos han tocado la desesperación ha sido siempre a través de la belleza y de lo que ésta tiene de opresivo. En esa dorada desdicha culmina la tragedia. Nuestra época, por el contrario, ha alimentado su desesperación en la fealdad y en las convulsiones. Y por esa razón, Europa sería innoble, si el dolor pudiera serlo alguna vez.
Nosotros hemos exiliado la belleza; los griegos tomaron las armas por ella. Primera diferencia, pero que viene de lejos. El pensamiento griego se ha resguardado siempre en la idea de límite. No ha llevado nada hasta el final --ni lo sagrado ni la razón--, porque no ha negado nada: ni lo sagrado, ni la razón. Lo ha repartido todo, equilibrando la sombra con la luz. Por el contrario, nuestra Europa, lanzada a la conquista de la totalidad, es hija de la desmesura. Niega la belleza, del mismo modo que niega todo lo que no exalta. Y, aunque de diferentes maneras, no exalta más que una sola cosa: el futuro imperio de la razón. En su locura, hace retroceder los límites eternos y, enseguida, oscuras Erinias se abaten sobre ella y la desgarran. Diosa de la mesura, no de la venganza, Némesis vigila. Todos cuantos traspasan el límite reciben su despiadado castigo.
Los griegos, que se interrogaron durante siglos acerca de lo justo, no podrían entender nada de nuestra idea de la justicia. Para ellos, la equidad suponía un límite, mientras que nuestro continente se convulsiona en busca de una justicia que pretende total. Ya en la aurora del pensamiento griego, Heráclito imaginaba que la justicia pone límites al propio universo físico. "El sol no rebasará sus límites, y si lo hace, las Erinias, defensoras de la justicia, darán con él." Nosotros, que hemos desorbitado el universo y el espíritu, nos reímos de esa amenaza. Encendemos en un cielo ebrio los soles que queremos. Pero eso no impide que los límites existan y que nosotros lo sepamos. En nuestros más locos extravíos, soñamos con un equilibrio que hemos dejado atrás y que ingenuamente creemos que volveremos a encontrar al final de nuestros errores. Presunción infantil y que justifica que pueblos niños, herederos de nuestras locuras, conduzcan hoy en día nuestra historia.
Un fragmento, también atribuido a Heráclito, enuncia simplemente:"Presunción, regresión del progreso". Y muchos siglos después, del efesio, Sócrates, ante la amenaza de una condena a muerte, no reconocía más superioridad que ésta: lo que ignoraba, no creía saberlo. La vida y el pensamiento más ejemplares de estos siglos concluyen con una orgullosa confesión de ignorancia. Olvidando eso, hemos olvidado nuestra nobleza. Hemos preferido el poderío que remeda la grandeza: primero, Alejandro, y después los conquistadores romanos que nuestros autores de manuales, por una incomparable bajeza de alma, nos enseñan a admirar. También nosotros hemos conquistado, hemos desplazado los límites, dominado el cielo y la tierra. Nuestra razón ha hecho el vacío. Y, al fin solos, concluimos nuestro imperio en un desierto. Cómo poder imaginarnos, pues, ese equilibrio superior en el que la naturaleza mantenía la historia, la belleza, el bien, y que llevaba la música de los números hasta la tragedia de la sangre? Nosotros volvemos la espalda a la naturaleza, nos avergonzamos de la belleza. Nuestras miserables tragedias arrastran olor de oficina y la sangre que derraman tiene color de tinta de imprenta.
Por eso es indecoroso proclamar hoy que somos hijos de Grecia. A menos que seamos hijos renegados. Colocando la historia en el trono de Dios, avanzamos hacia la teocracia tal como hacían aquellos a quienes los griegos llamaban bárbaros y combatieron a muerte en las aguas de Salamina. Si se quiere captar bien la diferencia, hay que volverse hacia el filósofo de nuestro ámbito que es verdadero rival de Platón. "Solo la ciudad moderna --se atreve a escribir Hegel-- ofrece al espíritu el terreno en el que puede adquirir conciencia de sí mismo". Vivimos, así pues, en el tiempo de las grandes ciudades. Deliberadamente, el mundo ha sido amputado de aquello que constituye su permanencia: la naturaleza, el mar, la colina, la meditación de los atardeceres. Solo hay conciencia en las calles, porque solo en las calles hay historia, ese es el decreto. Y como consecuencia, nuestras obras más significativas dan fe de esa misma elección. Desde Dostoievski, buscar paisajes en la gran literatura europea es inútil. La historia no explica ni el universo natural que había antes de ella ni la belleza que está por encima de ella. Ha decidido ignorarlos. Mientras que Platón lo contenía todo --el sinsentido, la razón y el mito--, nuestros filósofos no contienen más que el sinsentido o la razón, porque han cerrado los ojos al resto. El topo medita.
Fue el cristianismo el que empezó a sustituir la contemplación del mundo por la tragedia del alma. Pero al menos se refería a una naturaleza espiritual y, a través de ella, conservaba cierta seguridad. Muerto Dios, no quedan más que la historia y el poder. Desde hace mucho tiempo, todos los esfuerzos de nuestros filósofos no han ido dirigidos más que reemplazar la noción de naturaleza humana por la de situación, y la antigua armonía por el impulso desordenado del azar o el movimiento implacable de la razón. Mientras que los griegos marcaban a la voluntad los límites de la razón, nosotros hemos puesto, como broche, el impulso de la voluntad en el centro de la razón, que se ha vuelto asesina. Para los griegos, los valores eran preexistentes a toda acción, y marcaban, precisamente, sus límites. La filosofía moderna sitúa sus valores al final de la acción. No están, sino que se hacen, y no los conoceremos del todo más que cuando la historia concluya. Con ellos, desaparecen también los límites, y, como las concepciones acerca de lo que habrán de ser aquéllos difieren, y como no hay lucha que, sin el freno de esos mismos valores, no se prolongue indefinidamente, hoy los mesianismos se enfrentan y sus clamores se funden con el choque de los imperios. Según Heráclito, la desmesura es un incendio. El incendio se extiende, Nietzsche ha sido superado. Europa no filosofa a martillazos, sino a cañonazos.
Sin embargo, la naturaleza está siempre ahí. Opone sus cielos tranquilos y sus razones a la locura de los hombres. Hasta que también el átomo se encienda y la historia concluya con el triunfo de la razón y la agonía de la especie. Pero los griegos nunca dijeron que el límite no pudiera franquearse. Dijeron que existía y que quien osaba franquearlo era castigado sin piedad. Nada en la historia de hoy puede contradecirlos.
Tanto el espíritu histórico como el artista quieren rehacer el mundo. Pero el artista, obligado por su naturaleza, conoce sus límites, cosa que el espíritu histórico desconoce. Por eso el fin de este último es la tiranía, mientras que la pasión del primero es la libertad. Todos cuantos luchan hoy por la libertad, combaten en último término por la belleza. No se trata, claro está, de defender la belleza por sí misma. La belleza no puede prescindir del hombre y no daremos a nuestro tiempo su grandeza y su serenidad más que siguiéndolo en su desdicha. Nunca más volveremos a ser solitarios. Pero igualmente cierto es que el hombre tampoco puede prescindir de la belleza, y eso es lo que nuestra época aparenta querer ignorar. Se tensa para alcanzar el absoluto y el imperio, quiere transfigurar el mundo antes de haberlo agotado, ordenarlo antes de haberlo comprendido. Diga lo que diga, deserta de este mundo. Ulises puede elegir con Calipso entre la inmortalidad y la tierra de la patria. Elige la tierra y, con ella, la muerte. Una grandeza tan sencilla nos resulta hoy ajena. Otros dirán que carecemos de humildad. Pero esa palabra, en cualquier caso, es ambigua. Semejantes a esos bufones de Dostoievski que se jactan de todo, suben a las estrellas y acaban por exhibir su miseria en el primer lugar público, a nosotros lo único que nos falta es ese orgullo del hombre que es observancia de sus límites, amor clarividente de su condición.
"Odio mi época", escribía antes de su muerte Saint-Exupéry, por razones que no están demasiado alejadas de las que he expuesto. Pero, por perturbador que sea ese grito viniendo precisamente de alguien como él --que amó a los hombres por lo que tienen de admirable--, no vamos a apropiárnoslo. Y, sin embargo, qué tentador puede resultarnos, en ciertos momentos, darle la espalda a este mundo sombrío y descarnado! Pero esta época es la nuestra, y no podemos vivir odiándonos. Ha caído así de bajo tanto por el exceso de sus virtudes como por la grandeza de sus defectos. Lucharemos por aquella de sus virtudes que viene de antiguo. Qué virtud? Los caballos de Patroclo lloran a su dueño muerto en la batalla. Todo se ha perdido. Pero se reanuda el combate, ahora con Aquiles, y la victoria llega al final, porque la amistad acaba de ser asesinada: la amistad es una virtud.
La ignorancia reconocida, el rechazo del fanatismo, los límites del mundo y del hombre, el rostro amado, la belleza en fin, tal es el terreno en el que volveremos a reunirnos con los griegos. En cierta manera, el sentido de la historia de mañana no es aquel que se cree. Está en la lucha entre la creación y la inquisición. Pese al precio que hayan de pagar los artistas por sus manos vacías, se puede esperar su victoria. Una vez más, la filosofía de las tinieblas se disparará por encima del mar destellante. Oh pensamiento del Mediterráneo! La guerra de Troya se libra lejos de los campos de batalla! También esta vez los terribles muros de la ciudad moderna caerán para entregar, "alma serena como la calma de los mares", la belleza de Helena.
(Albert Camus, El verano, 1948, Alianza Cien, Madrid, 1996.)
Nosotros hemos exiliado la belleza; los griegos tomaron las armas por ella. Primera diferencia, pero que viene de lejos. El pensamiento griego se ha resguardado siempre en la idea de límite. No ha llevado nada hasta el final --ni lo sagrado ni la razón--, porque no ha negado nada: ni lo sagrado, ni la razón. Lo ha repartido todo, equilibrando la sombra con la luz. Por el contrario, nuestra Europa, lanzada a la conquista de la totalidad, es hija de la desmesura. Niega la belleza, del mismo modo que niega todo lo que no exalta. Y, aunque de diferentes maneras, no exalta más que una sola cosa: el futuro imperio de la razón. En su locura, hace retroceder los límites eternos y, enseguida, oscuras Erinias se abaten sobre ella y la desgarran. Diosa de la mesura, no de la venganza, Némesis vigila. Todos cuantos traspasan el límite reciben su despiadado castigo.
Los griegos, que se interrogaron durante siglos acerca de lo justo, no podrían entender nada de nuestra idea de la justicia. Para ellos, la equidad suponía un límite, mientras que nuestro continente se convulsiona en busca de una justicia que pretende total. Ya en la aurora del pensamiento griego, Heráclito imaginaba que la justicia pone límites al propio universo físico. "El sol no rebasará sus límites, y si lo hace, las Erinias, defensoras de la justicia, darán con él." Nosotros, que hemos desorbitado el universo y el espíritu, nos reímos de esa amenaza. Encendemos en un cielo ebrio los soles que queremos. Pero eso no impide que los límites existan y que nosotros lo sepamos. En nuestros más locos extravíos, soñamos con un equilibrio que hemos dejado atrás y que ingenuamente creemos que volveremos a encontrar al final de nuestros errores. Presunción infantil y que justifica que pueblos niños, herederos de nuestras locuras, conduzcan hoy en día nuestra historia.
Un fragmento, también atribuido a Heráclito, enuncia simplemente:"Presunción, regresión del progreso". Y muchos siglos después, del efesio, Sócrates, ante la amenaza de una condena a muerte, no reconocía más superioridad que ésta: lo que ignoraba, no creía saberlo. La vida y el pensamiento más ejemplares de estos siglos concluyen con una orgullosa confesión de ignorancia. Olvidando eso, hemos olvidado nuestra nobleza. Hemos preferido el poderío que remeda la grandeza: primero, Alejandro, y después los conquistadores romanos que nuestros autores de manuales, por una incomparable bajeza de alma, nos enseñan a admirar. También nosotros hemos conquistado, hemos desplazado los límites, dominado el cielo y la tierra. Nuestra razón ha hecho el vacío. Y, al fin solos, concluimos nuestro imperio en un desierto. Cómo poder imaginarnos, pues, ese equilibrio superior en el que la naturaleza mantenía la historia, la belleza, el bien, y que llevaba la música de los números hasta la tragedia de la sangre? Nosotros volvemos la espalda a la naturaleza, nos avergonzamos de la belleza. Nuestras miserables tragedias arrastran olor de oficina y la sangre que derraman tiene color de tinta de imprenta.
Por eso es indecoroso proclamar hoy que somos hijos de Grecia. A menos que seamos hijos renegados. Colocando la historia en el trono de Dios, avanzamos hacia la teocracia tal como hacían aquellos a quienes los griegos llamaban bárbaros y combatieron a muerte en las aguas de Salamina. Si se quiere captar bien la diferencia, hay que volverse hacia el filósofo de nuestro ámbito que es verdadero rival de Platón. "Solo la ciudad moderna --se atreve a escribir Hegel-- ofrece al espíritu el terreno en el que puede adquirir conciencia de sí mismo". Vivimos, así pues, en el tiempo de las grandes ciudades. Deliberadamente, el mundo ha sido amputado de aquello que constituye su permanencia: la naturaleza, el mar, la colina, la meditación de los atardeceres. Solo hay conciencia en las calles, porque solo en las calles hay historia, ese es el decreto. Y como consecuencia, nuestras obras más significativas dan fe de esa misma elección. Desde Dostoievski, buscar paisajes en la gran literatura europea es inútil. La historia no explica ni el universo natural que había antes de ella ni la belleza que está por encima de ella. Ha decidido ignorarlos. Mientras que Platón lo contenía todo --el sinsentido, la razón y el mito--, nuestros filósofos no contienen más que el sinsentido o la razón, porque han cerrado los ojos al resto. El topo medita.
Fue el cristianismo el que empezó a sustituir la contemplación del mundo por la tragedia del alma. Pero al menos se refería a una naturaleza espiritual y, a través de ella, conservaba cierta seguridad. Muerto Dios, no quedan más que la historia y el poder. Desde hace mucho tiempo, todos los esfuerzos de nuestros filósofos no han ido dirigidos más que reemplazar la noción de naturaleza humana por la de situación, y la antigua armonía por el impulso desordenado del azar o el movimiento implacable de la razón. Mientras que los griegos marcaban a la voluntad los límites de la razón, nosotros hemos puesto, como broche, el impulso de la voluntad en el centro de la razón, que se ha vuelto asesina. Para los griegos, los valores eran preexistentes a toda acción, y marcaban, precisamente, sus límites. La filosofía moderna sitúa sus valores al final de la acción. No están, sino que se hacen, y no los conoceremos del todo más que cuando la historia concluya. Con ellos, desaparecen también los límites, y, como las concepciones acerca de lo que habrán de ser aquéllos difieren, y como no hay lucha que, sin el freno de esos mismos valores, no se prolongue indefinidamente, hoy los mesianismos se enfrentan y sus clamores se funden con el choque de los imperios. Según Heráclito, la desmesura es un incendio. El incendio se extiende, Nietzsche ha sido superado. Europa no filosofa a martillazos, sino a cañonazos.
Sin embargo, la naturaleza está siempre ahí. Opone sus cielos tranquilos y sus razones a la locura de los hombres. Hasta que también el átomo se encienda y la historia concluya con el triunfo de la razón y la agonía de la especie. Pero los griegos nunca dijeron que el límite no pudiera franquearse. Dijeron que existía y que quien osaba franquearlo era castigado sin piedad. Nada en la historia de hoy puede contradecirlos.
Tanto el espíritu histórico como el artista quieren rehacer el mundo. Pero el artista, obligado por su naturaleza, conoce sus límites, cosa que el espíritu histórico desconoce. Por eso el fin de este último es la tiranía, mientras que la pasión del primero es la libertad. Todos cuantos luchan hoy por la libertad, combaten en último término por la belleza. No se trata, claro está, de defender la belleza por sí misma. La belleza no puede prescindir del hombre y no daremos a nuestro tiempo su grandeza y su serenidad más que siguiéndolo en su desdicha. Nunca más volveremos a ser solitarios. Pero igualmente cierto es que el hombre tampoco puede prescindir de la belleza, y eso es lo que nuestra época aparenta querer ignorar. Se tensa para alcanzar el absoluto y el imperio, quiere transfigurar el mundo antes de haberlo agotado, ordenarlo antes de haberlo comprendido. Diga lo que diga, deserta de este mundo. Ulises puede elegir con Calipso entre la inmortalidad y la tierra de la patria. Elige la tierra y, con ella, la muerte. Una grandeza tan sencilla nos resulta hoy ajena. Otros dirán que carecemos de humildad. Pero esa palabra, en cualquier caso, es ambigua. Semejantes a esos bufones de Dostoievski que se jactan de todo, suben a las estrellas y acaban por exhibir su miseria en el primer lugar público, a nosotros lo único que nos falta es ese orgullo del hombre que es observancia de sus límites, amor clarividente de su condición.
"Odio mi época", escribía antes de su muerte Saint-Exupéry, por razones que no están demasiado alejadas de las que he expuesto. Pero, por perturbador que sea ese grito viniendo precisamente de alguien como él --que amó a los hombres por lo que tienen de admirable--, no vamos a apropiárnoslo. Y, sin embargo, qué tentador puede resultarnos, en ciertos momentos, darle la espalda a este mundo sombrío y descarnado! Pero esta época es la nuestra, y no podemos vivir odiándonos. Ha caído así de bajo tanto por el exceso de sus virtudes como por la grandeza de sus defectos. Lucharemos por aquella de sus virtudes que viene de antiguo. Qué virtud? Los caballos de Patroclo lloran a su dueño muerto en la batalla. Todo se ha perdido. Pero se reanuda el combate, ahora con Aquiles, y la victoria llega al final, porque la amistad acaba de ser asesinada: la amistad es una virtud.
La ignorancia reconocida, el rechazo del fanatismo, los límites del mundo y del hombre, el rostro amado, la belleza en fin, tal es el terreno en el que volveremos a reunirnos con los griegos. En cierta manera, el sentido de la historia de mañana no es aquel que se cree. Está en la lucha entre la creación y la inquisición. Pese al precio que hayan de pagar los artistas por sus manos vacías, se puede esperar su victoria. Una vez más, la filosofía de las tinieblas se disparará por encima del mar destellante. Oh pensamiento del Mediterráneo! La guerra de Troya se libra lejos de los campos de batalla! También esta vez los terribles muros de la ciudad moderna caerán para entregar, "alma serena como la calma de los mares", la belleza de Helena.
(Albert Camus, El verano, 1948, Alianza Cien, Madrid, 1996.)
jueves, 20 de enero de 2011
SARAH
Mi querida amiga, Amor mío:
No hay espejos en mi casa, como sabes, y bien que nos divertíamos en los hoteles del río y la montaña al vernos reflejados y saber que allí no podíamos, porque no hay espejos en mi casa. Tú decías que es por mi borgiano pensamiento laberíntico y yo reía y decía que tú eras Dylan Thomas british style. No lo aguantabas y me arrojabas la manzana, yo la miraba y te decía que ese era el sentido de todo laberinto: ser esférico, circular, y entonces todo empezaba otra vez entre nosotros y éramos dos para ser solo uno.
Estabas aquí, conmigo, esta mañana, soñándote mientras besabas mi espalda y recorrías con tu lengua sabrosa los pliegues de mi columna deteniéndote justamente ahí donde nace la serpiente. Yo me volvía y te besaba y te decía riendo que fuéramos a mirarnos, tal somos, al espejo del baño y al del dormitorio en el que me veo ahora, mientras esto escribo, pero solo.
Solo. En esta suite que te esperaba, que quería saber de ti, que te echa de menos, que sufre porque querría haber cambiado cartas y que tú fueras la que estuviera aquí, y yo en el infinito, mirándote y sabiéndote capaz de ser feliz.
Pero te tocó a ti, Amor, Amor mío, te tocó a ti. Ella está aquí ahora, a mi izquierda, casi al alcance de mi brazo extendido, pero no....y sonriendo me dice que todavía no ha venido a por mi. Sé que eso es bastante, sé que es lo que tú esperas de mi, allí donde estés, pero se me hace tan, tan difícil. ¿Qué es la vida? ¿Qué es la Vida sin ti? No, no lo sé.
Me miro en el espejo. Un matecoca en una mano y un pitillo en la otra. Sin mi whisky, sin tu whiskey, solo y sobrio, en el quinto pino, ante el espejo, mi mismo. Te recuerdo como en la fotografía, sol atrás, vino blanco, labios codiciosos, cabello rojo como mi fuego, sonrisa cómplice, no sabías, ojos tan tuyos y tan grises como la loba que fuiste para este oso torpe que te ama más que a su propia vida.
Pero, ¿eres? ¿o eres sombra en una sombra que es la mía? No lo sé, Amor mío, pero sí que si hay un cielo tú me lo diste, y si una felicidad contigo la he vivido. Vuelve, vuelve a mi, Amor mío, desde tu cielo, vuelve como mi Beatrice a tu Dante, dame con un guiño una esperanza. Una mirada, un beso tuyo en mi espalda desnuda, convertirán a este Goethe que nunca he sido en el Ulises que siempre Dante fue. Lo sabíamos, hazlo realidad, ahora, ahora.
Sin ti no soy nada, Amor mío, polvo, polvo. Sé que no estás, pero sé que puedes soplar en este polvo que soy y convertirlo en la rosa que Tú eres.
jueves, 30 de diciembre de 2010
EL SONETO DE QUEVEDO
Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora a su afán ansioso lisonjera;
Mas no, de esotra parte, en la ribera,
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
Venas que humor a tanto fuego han dado,
Medulas que han gloriosamente ardido:
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora a su afán ansioso lisonjera;
Mas no, de esotra parte, en la ribera,
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
Venas que humor a tanto fuego han dado,
Medulas que han gloriosamente ardido:
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado
WHEN YOU ARE OLD
When you are old and grey and full of sleep,
And nodding by the fire, take down this book,
And slowly read, and dream of the soft look
Your eyes had once, and of their shadows deep;
How many loved your moments of glad grace,
And loved your beauty with love false or true,
But one man loved the pilgrim soul in you,
And loved the sorrows of your changing face;
And bending down beside the glowing bars,
Murmur, a little sadly, how Love fled
And paced upon the mountains overhead
And hid his face amid a crowd of stars.
(by W.B. Yeats)
And nodding by the fire, take down this book,
And slowly read, and dream of the soft look
Your eyes had once, and of their shadows deep;
How many loved your moments of glad grace,
And loved your beauty with love false or true,
But one man loved the pilgrim soul in you,
And loved the sorrows of your changing face;
And bending down beside the glowing bars,
Murmur, a little sadly, how Love fled
And paced upon the mountains overhead
And hid his face amid a crowd of stars.
(by W.B. Yeats)
jueves, 23 de diciembre de 2010
THE SEED AND THE SORROW
no sé si la alegría en tus palabras
o esa cruz que luces entre senos
estandarte grande y bagatela
que tan íntimo llegó a mis manos
no sé si el horizonte fluído y campechano
o el color de tu mejilla sonrosada
desde antes, mucho antes
desde que el color derritió esa nieve
no sé si la nieve o su reflejo
en tus ojos de imprecisa mirada
lo que creció lentamente entre
mis manos de nieve en anegada ribera
no sé, en fin, con qué ojos me miraste
en el teléfono hablando primaveras
pero sé, amor, mi gran sorpresa
al saber que no eras solo una
y el sol en Capricornio se nos vuela
y la luna fugándose hasta enero
no me importa, amor, que no me importa
mas tampoco mis noches serán para ti sólo.
o esa cruz que luces entre senos
estandarte grande y bagatela
que tan íntimo llegó a mis manos
no sé si el horizonte fluído y campechano
o el color de tu mejilla sonrosada
desde antes, mucho antes
desde que el color derritió esa nieve
no sé si la nieve o su reflejo
en tus ojos de imprecisa mirada
lo que creció lentamente entre
mis manos de nieve en anegada ribera
no sé, en fin, con qué ojos me miraste
en el teléfono hablando primaveras
pero sé, amor, mi gran sorpresa
al saber que no eras solo una
y el sol en Capricornio se nos vuela
y la luna fugándose hasta enero
no me importa, amor, que no me importa
mas tampoco mis noches serán para ti sólo.
viernes, 17 de diciembre de 2010
UN POEMA DE CORTÁZAR
Te desnudé entre llantos y temblores
sobre una cama abierta a lo infinito,
y si no tuve lástima del grito
ni de las súplicas o los rubores,
fui en cambio el alfarero en los albores,
el fuego y el azar del lento rito,
sentí nacer bajo la arcilla el mito
del retorno a la fuente y a las flores.
En mis brazos tejiste la madeja
rumorosa del tiempo encadenado,
su eternidad de fuego recurrente;
no sé qué viste tú desde tu queja,
yo vi águilas y musgos, fui ese lado
del espejo en que canta la serpiente.
(De Salvo el crepúsculo, 1985 post.)
sobre una cama abierta a lo infinito,
y si no tuve lástima del grito
ni de las súplicas o los rubores,
fui en cambio el alfarero en los albores,
el fuego y el azar del lento rito,
sentí nacer bajo la arcilla el mito
del retorno a la fuente y a las flores.
En mis brazos tejiste la madeja
rumorosa del tiempo encadenado,
su eternidad de fuego recurrente;
no sé qué viste tú desde tu queja,
yo vi águilas y musgos, fui ese lado
del espejo en que canta la serpiente.
(De Salvo el crepúsculo, 1985 post.)
jueves, 16 de diciembre de 2010
UN POEMA DE ANTONIO MACHADO
Los árboles conservan
verdes aún las copas,
pero del verde mustio
de las marchitas frondas.
El agua de la fuente,
sobre la piedra tosca
y de verdín cubierta,
resbala silenciosa.
Arrastra el viento algunas
amarillentas hojas.
¡El viento de la tarde
sobre la tierra en sombra!
(De Soledades, galerías y otros poemas, pieza XC)
verdes aún las copas,
pero del verde mustio
de las marchitas frondas.
El agua de la fuente,
sobre la piedra tosca
y de verdín cubierta,
resbala silenciosa.
Arrastra el viento algunas
amarillentas hojas.
¡El viento de la tarde
sobre la tierra en sombra!
(De Soledades, galerías y otros poemas, pieza XC)
miércoles, 15 de diciembre de 2010
UN POEMA DE ALEIXANDRE
EL SILENCIO
Miró. Miró por último y quiso hablar.
Unas borrosas letras sobre sus labios aparecieron.
Amor. Sí, amé. He amado. Amé, amé mucho.
Alzó su mano débil, su mano sagaz, y un pájaro
voló súbito en la alcoba. Amé mucho, el aliento aún
decía.
Por la ventana negra de la noche las luces daban su
claridad
sobre una boca, que no bebía ya de un sentido
agotado.
Abrió los ojos. Llevó su mano al pecho y dijo:
Oídme.
Nadie oyó nada. Una sonrisa oscura veladamente puso
su dulce máscara
sobre el rostro, borrándolo.
Un soplo sonó. Oídme. Todos, todos pusieron su
delicado oído.
Oídme. Y se oyó puro, cristalino, el silencio.
(De Nacimiento último, 1953)
martes, 14 de diciembre de 2010
UN POEMA DE JUAN RAMÓN
COLORES, IDEAS
Los colores que saca la luz a los cuerpos,
me levantan, me escitan, no me dejan morir;
las ideas que saca la sombra a las almas,
me perturban, me escitan, no me dejan vivir.
¿Para qué estas ideas, para qué estos colores,
que nos cambian de sombra y de luz?
¿Dónde estaban?
No estaban.
¿Su destino es lucir y sombrar el morir?
Mi destino es morir el sombrar y el lucir.
( De Una colina meridiana, 1942-1950)
miércoles, 8 de diciembre de 2010
EPÍLOGO
piedrecita
piedrecita pequeña
en mi bolsillo
piedra grande
grande
en mi maleta
¿cual es
la que conmigo
vino?
¿con cual
de ellas compartí
mi Vuelta?
mi maleta se hizo
pequeña
y ya no cabes
mi bolsillo se hace
grande
y te abarca
sonríe
y ríe un día
sólo para mi
todo
todo no tendrás
pero sí
ese puente
roto
tras cuya mano
te espero
infinito
si me quieres asir
piedrecita pequeña
en mi bolsillo
piedra grande
grande
en mi maleta
¿cual es
la que conmigo
vino?
¿con cual
de ellas compartí
mi Vuelta?
mi maleta se hizo
pequeña
y ya no cabes
mi bolsillo se hace
grande
y te abarca
sonríe
y ríe un día
sólo para mi
todo
todo no tendrás
pero sí
ese puente
roto
tras cuya mano
te espero
infinito
si me quieres asir
SINTRA A SEVILLA
Nos despedimos de Lisboa con ternura, pero sea lo que sea en que haya de convertirse este descubrimiento debe germinar en el largo invierno, no nos iluminaremos hasta la primavera, si superamos la prueba de la tierra.
Me detengo en Quinta Regaleira para dejar tarjeta de visita y echar un rápido vistazo. Y, sobre todo, para atar un cabo de mi ovillado hilo de Ariadna. Que sepan que acechamos, que sepan que, más temprano que tarde, iremos.
Otra parada en Evora para visitar la magnífica catedral, asignatura pendiente desde la primavera. Y otra en la pousada de Vila Vizosa, para tomar el aperitivo....Y, por fin, en Zafra, para comprar el jamón, también asignatura pendiente, desde el medio del verano, cuando el big bang que dio comienzo a este universo. Pero, ¡estaba todo cerrado! Menos mal, no habría sabido qué diablos hacer con el bendito jamón.
Ya en destino me encuentro la casa impecable. Cayo se ha portado. Bromeo con él sobre lo hastiado que me tienen estos viajes a provincias. Tal vez sí hay un futuro para mi....
Mañana hará cincuenta y dos años de mi primera luz. Creo que me siento mejor. Y sé que me siento más joven, mucho más joven....
Me detengo en Quinta Regaleira para dejar tarjeta de visita y echar un rápido vistazo. Y, sobre todo, para atar un cabo de mi ovillado hilo de Ariadna. Que sepan que acechamos, que sepan que, más temprano que tarde, iremos.
Otra parada en Evora para visitar la magnífica catedral, asignatura pendiente desde la primavera. Y otra en la pousada de Vila Vizosa, para tomar el aperitivo....Y, por fin, en Zafra, para comprar el jamón, también asignatura pendiente, desde el medio del verano, cuando el big bang que dio comienzo a este universo. Pero, ¡estaba todo cerrado! Menos mal, no habría sabido qué diablos hacer con el bendito jamón.
Ya en destino me encuentro la casa impecable. Cayo se ha portado. Bromeo con él sobre lo hastiado que me tienen estos viajes a provincias. Tal vez sí hay un futuro para mi....
Mañana hará cincuenta y dos años de mi primera luz. Creo que me siento mejor. Y sé que me siento más joven, mucho más joven....
martes, 7 de diciembre de 2010
LISBOA
Lisboa es un misterio vivo, pues que todos sus barrios son un verdadero laberinto. Nadie sabe dónde empiezan o terminan, si de abajo a arriba o de arriba a abajo, el Chiado o la Alfama. El rectangular Rossío acaba siendo recorrido en espirales o en curvas semejantes, y siempre tenemos la impresión de estar buscando un centro. No son laberintos a la manera del cretense, con su monstruo y su tesoro. Son laberintos de catedral gótica, de los que han sobrevivido pocos, Chartres, por ejemplo, fotografiado, creo, en otra entrada de ésto. Laberintos hechos para recorrerlos íntegros alrededor del centro geométrico, pero sin llegar nunca a él. Nunca del todo.
En el hermetismo el laberinto es la serpiente. Entrelazada en el caduceo, o en el árbol de la vida, o mordiendo su propia cola. Todo ello tiene su sentido teórico y práctico, no solo aplicable a los seres individuales, sino también a los colectivos, como una ciudad o un país, como Lisboa o Portugal. ¿Acaso su historia no está jalonada de arrojos que irradian en espiral a todo el mundo?
He venido a Lisboa más veces que a París, Londres y Roma juntas, o sea, muchas. Ni que decir tiene que siempre hay algo aquí que me conmueve, me sorprende, me afecta en lo personal, me llena de felicidad, en fin, si no fuera así no volvería siempre que puedo. En una de estas visitas, sobre el 90 o 91 (recuerdo que vivía entonces en Asturias y que mi padre no faltaba), me planté en la iglesia de los Jerónimos, haciendo un esfuerzo metaespiritual, convencido por un colega lisboeta. El lugar, un tanto jocosamente, me gustó, y desde entonces no he dejado de darme una vuelta por Belém cada vez que vengo.
En esta ocasión también lo hice y, mientras deambulaba en torno al coro, me hallé inesperadamente ante el laberinto hecho piedra, serpiente tallada en una de las dos grandes columnas. Corrí (literalmente) hacia la otra y allí estaba otra vez la serpiente. Dos serpientes, arriba, discretamente protegiendo a Camoes y a Vasco de Gama, en el lugar del que partían, hace seiscientos años, las expediciones a Oriente, a Goa, a Kerala, a lo que luego fue mi Madras, a las Indias todas. Y también el lugar al que retornaban dichas expediciones, con sus riquezas materiales, y con sus riquezas espirituales, que precisamente el hermetismo se cuidó de proteger y perdurar.
El laberinto me había entregado, suavemente, su enigma. Sin necesidad de monstruo, ni espada, ni tesoro resplandeciente. Recordé mi equipaje, y que allí estaba, siguiendo el consejo que me fue otorgado justo antes de partir, el ovillado hilo de Ariadna. Podía volver a casa, ahora entendía el sentido de esta vuelta.
En el hermetismo el laberinto es la serpiente. Entrelazada en el caduceo, o en el árbol de la vida, o mordiendo su propia cola. Todo ello tiene su sentido teórico y práctico, no solo aplicable a los seres individuales, sino también a los colectivos, como una ciudad o un país, como Lisboa o Portugal. ¿Acaso su historia no está jalonada de arrojos que irradian en espiral a todo el mundo?
He venido a Lisboa más veces que a París, Londres y Roma juntas, o sea, muchas. Ni que decir tiene que siempre hay algo aquí que me conmueve, me sorprende, me afecta en lo personal, me llena de felicidad, en fin, si no fuera así no volvería siempre que puedo. En una de estas visitas, sobre el 90 o 91 (recuerdo que vivía entonces en Asturias y que mi padre no faltaba), me planté en la iglesia de los Jerónimos, haciendo un esfuerzo metaespiritual, convencido por un colega lisboeta. El lugar, un tanto jocosamente, me gustó, y desde entonces no he dejado de darme una vuelta por Belém cada vez que vengo.
En esta ocasión también lo hice y, mientras deambulaba en torno al coro, me hallé inesperadamente ante el laberinto hecho piedra, serpiente tallada en una de las dos grandes columnas. Corrí (literalmente) hacia la otra y allí estaba otra vez la serpiente. Dos serpientes, arriba, discretamente protegiendo a Camoes y a Vasco de Gama, en el lugar del que partían, hace seiscientos años, las expediciones a Oriente, a Goa, a Kerala, a lo que luego fue mi Madras, a las Indias todas. Y también el lugar al que retornaban dichas expediciones, con sus riquezas materiales, y con sus riquezas espirituales, que precisamente el hermetismo se cuidó de proteger y perdurar.
El laberinto me había entregado, suavemente, su enigma. Sin necesidad de monstruo, ni espada, ni tesoro resplandeciente. Recordé mi equipaje, y que allí estaba, siguiendo el consejo que me fue otorgado justo antes de partir, el ovillado hilo de Ariadna. Podía volver a casa, ahora entendía el sentido de esta vuelta.
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