sábado, 12 de marzo de 2011

ATREVERSE



Se me fue la alegría como un rumor de aguas por el lavadero de mis miserias. Neretva era el nombre del río en el que de ti supe y en el que empecé a flotar en tu aliento. Allí diste, entre campos minados, sentido a una vida rota, anhelo a mi laberinto, voz y música a un sueño que nacía. Pero no te vi, y no te puse cara.

Ya todo fueron ríos. A veces, también montañas. Como con Sarah. Otras, solo ríos. El río del barquero de Siddhartha, el río que no se cruza. El de la serpiente verde, el río de Goethe, el de la Pfeiffer, ma chérie. El río del Hermano Germinal y su ansiado remanso, que no llega. El río que duda ante el desierto, que no se atreve. Yo sí. Yo sí crucé los desiertos y en busca de tanto mar aprendí a amarte, a quererte, pero seguí sin poder poner cara a tu nombre.

La última vez que estuve en el Gólgota fui sólo para buscarte. Me desperté de la noche y lo supe. Y corrí a encontrarte. Llegaste tarde, como yo no he llegado luego siempre. Y así tampoco pude ponerte cara.

Cuando hace unos días resolví volver al Gólgota también era para buscarte. O para estar ahí, simplemente. A existir. Pero ya no puede ser así: yo sigo porque quiero en el río y sin derecho al descanso. Porque escogí seguir buscando. Sé donde lleva un viaje como este, sé qué es ser Nada. Sé del Laberinto. Y decido y lo elijo. Mañana, por fin, sabré tu Nombre.

He tenido mi Troya incendiada y saqueada. Pero Helena se fue con el Otro. He tenido mi odisea, mi viaje de vuelta, he sabido de Ítaca y adrede he pasado de largo. He tenido mi grial, mi Moby Dick, allá en Madras. Mañana viviré la cuarta historia, la del dios sacrificado. Mañana le pondré al fin Cara a tu nombre.