Hombres buenos, que en su esencia se aman,
y se afanan en un quehacer fraterno,
te mandan estos pensamientos, hechos recuerdo.
Rosas cuidabas para tus Hermanos,
rosas te damos, ahora de vuelta,
honrad Hermanos esta acción de gracias.
Si queréis que en vuestro rostro la inocencia
tan hermosa sea como el resplandor de rosas,
no olvidéis entonces a la Naturaleza,
pues cada aroma con que adorna a su Hija
y que al humano ojo no cautiva
vive, solo, en sus maternales manos.
Pero la alegría se arropa en un esplendor de Rosas
y esta felicidad ya nada te la hurta,
pequeña y soñadora, jardinera.
Y rosas aún más hermosas que las que te damos
se entrelazan en tu vida, más allá de tu sueño,
y éstas nunca, nunca, se van a marchitar.