miércoles, 4 de septiembre de 2024

Noli me tangere (II)

 

La lectura de cercanía se hace contrastando la imagen con el fondo ante el que se sitúa. Por tanto, si cambiamos o reinterpretamos el fondo, la lectura cambia.

Nosotros hemos eliminado el fondo religioso. Podríamos utilizar ahora un fondo político, como el de José Rizal, o buscar otro más adecuado a lo que tenemos por delante. Esto es lo que vamos a hacer, en paralelo con el examen de las imágenes pequeñas. Es decir, vamos a examinar estas imágenes y, a la vez, definir un fondo con el que todo se contraste de la mejor manera. Vamos a construir la lectura de cercanía, vamos a hacer que sea también una escritura. Vamos a construir la realidad. Como en la vida real.

Veamos las figuras de Jesús de Nazaret y María de Magdala. Podemos seguir suponiendo que de ellas se trata, tras confirmar que la ciudad pintada en segundo plano es, efectivamente, Jerusalén. Justo a la derecha de las figuras está representado el tabernáculo, que albergó al arca de la alianza en el templo de Salomón de Jerusalén. Ni el tabernáculo ni el templo existían cuando Lorraine pintó su cuadro (fueron destruídos por los romanos hacia el año 70, en el curso de la guerra de los judíos. Flavio Josefo relata magistralmente la destrucción del templo en su libro sobre esta guerra). Pero sí existía (en la propia Biblia) una minuciosa descripción del templo, con todas sus medidas, y en ella se basaban los pintores cuando colocaban a Jerusalén en sus cuadros, lo que se hacía con gran frecuencia (la iglesia cristiana era el mayor mecenas de las artes).

Vemos que Jesús viste una túnica azul, color del iniciado en los misterios mayores, porta una pala y está tocado por un sombrero que parece yelmo de Mambrino, pero que bien pudiera ser parasol de jardinero. La pala revela que el lugar ni es huerto ni bosque, sino jardín, es decir, lugar en el que se siembra, se cultiva y se aprecia.

Más interesante aun es la figura de María. Lleva vestido blanco, color del que aun no ha sido iniciado en los misterios, y tiene delante una copa, como un cáliz o grial, depositado sobre la tierra. Jesús y María están dialogando, y Jesús está a unos dos metros de María, es decir, inaccesible a los brazos de ella. Descartado, pues, que María haya podido tocar a Jesús. ¿Cómo, entonces, la exclamación “no me toques más”?

Con ayuda del diccionario de raíces indoeuropeas, profundizamos el significado de “tangere”. Y, ¡eureka!, uno de los usos del término es retener. Así, noli me tangere sería “no me retengas”, más bien que “no me toques”.

Cobran sentido las palabras que, en el evangelio de Juan, le dice Jesús a María: no me retengas, que aún no estoy en la casa de mi padre. Y, para nosotros, van a cobrar más sentido aun, tras examinar las otras dos figuras del cuadro.  

Noli me tangere (I)

 


Ya la propia frase da un poco de miedo. No me toques, y en latín. Como para no tomárselo en serio.

Pero no debemos quedarnos en la apariencia. Creo que lo primero es desposeer a la expresión, y a todo lo que aquí escribimos, del fondo religioso en el que, aparentemente, se inscribe el tema tratado. Crearemos entonces un nuevo fondo.

El independentista filipino José Rizal utiliza la lapidaria frase como título de su primera novela. Como oftalmólogo que era, sabía que esa expresión se usaba para referirse al cáncer de párpados. En su novela, el cáncer es el gobierno colonial español, y el “noli me tangere”, la actitud del pueblo filipino, que no terminaba de atreverse a atacar ese incómodo cáncer.

Ya más animado por este descubrimiento, me pongo a examinar los muchos cuadros que, con este título, se han pintado. Todos representan la resurrección del Cristo, tal como la relata Juan de Patmos en su evangelio. En todos hay dos figuras grandes y centrales, Jesús de Nazaret y María de Magdala, bien iluminadas, y rodeadas de diversos elementos que indican o inducen un apogeo o una exaltación. Me refiero a cuadros de grandes pintores, como Fra Angélico o Tiziano, por citar sólo dos de ellos.

En el Städel también hay un Noli me tangere, y es el primer cuadro al que me aproximé el pasado sábado. Su autor se llamó Claude Le Lorrain o Claudio di Lorena, nació en Chamagne, en los Vosgos, en 1600, y murió en Roma en 1682. Fue uno de los pintores que más impulsaron la pintura de paisajes, independizándola de motivos religiosos o de otra índole.

Su Noli me tangere no tiene nada de barroco, como correspondería al siglo XVII. Es más bien un cuadro idílico, arcádico, acaso romántico. Nada que tenga parecido con los otros cuadros que he citado. En este las figuras principales, y únicas, no son centrales, sino laterales, no están iluminadas y son de pequeño tamaño. El cuadro es grande y hay que verlo de lejos para apreciar el conjunto, pero desde ahí las figuras son casi inapreciables. Hay que acercarse, y mucho, para verlas bien. El cuadro, pues, requiere de una segunda lectura, la lectura de la cercanía.

Hay un jardín, o un huerto, o un bosque, la ciudad en segundo plano y al fondo las montañas. Amanece, el viento del norte mece bien los árboles y ya hay algunas aves en el cielo. A la izquierda hay dos pequeñas figuras y a la derecha otras dos. Todo muy idílico. Ya solo por esto el cuadro merece reconocimiento como un gran paisaje. Pero hay más, hay la lectura de cercanía.