martes, 20 de septiembre de 2011

MENGUANTE EN SEVILLA




te veo. cierro ojos y te veo.
no sé qué parte de tu cuerpo veo.
si las piernas rezagadas o estiradas,
si el valle en tu cintura
si nuestras entrelazadas manos.

te oigo. cierro oreja y te oigo.
no sé qué parte de tu cuerpo oigo.
si tus labios cuando miran a mis ojos,
y dicen sí, si tus piernas al dejarse llevar
a la deriva
por el ritmo que contiene
la vida toda.

te huelo. cierro napia y te huelo.
no sé qué parte de tu cuerpo huelo.
si el aroma inencontrable en tu cabello
o el frescor de tus labios en los míos
medianoche diciendo que sí.

te gusto. cierro lengua y te gusto.
no sé qué parte de tu cuerpo gusto.
Si esos labios cantores que ya no
pueden decir sí o la pierna entrelazada
que deja de decir no.

te toco. cierro manos y te toco.
no sé qué parte de tu cuerpo toco.
si tus piernas estiradas que se callan
y esperan o el lóbulo de tu oreja
que protege tu cabello.

te beso. cierro mi boca y te beso.
no sé qué parte de tu cuerpo beso.
Si tu mirada en Aínsa perdida en lontananza
o tu sonrisa en Valderrobres invitando a postre eterno.

te soy. cierro mi mente y te soy.
no sé qué parte de tu ser soy.
Tal vez cabello y piernas,
cintura y labios,
lo que beso lentamente
con mi lengua enamorada.

O quizá tu corazón,
que beso sin usura de mis labios,
sin aliento en mis pulmones,
sin esperanza en mi carne,
pero tan tuyo que sé que ahora,
en este preciso instante

sin ojos
sin orejas
sin napìa
sin lengua
sin manos
sin beso
sin ser

soy tú: tu corazón que duerme y que me invita a te soñar, a ser.

Somos.