martes, 8 de junio de 2010

EL SILENCIO EN OCCIDENTE

Siguiendo a María Zambrano diremos que la vida es un diálogo entre el mundo y el alma, más aun, que no es más que un apasionado diálogo. El calificativo es fundamental aquí, pues describe el ritmo que cobra el asunto en la realidad, cuando se vive, no cuando solo se mira la apariencia. Y además, esa pasión, en tanto que parte esencial del diálogo, en tanto que parte conformadora del mismo, necesariamente debe estar presente en ambas partes dialogantes, necesariamente ha de definir y establecer una vía de doble sentido por la que la pasión corra, del diálogo al mundo, del mundo al alma, y así recurrentemente.

Por ello es al quedarnos solos, al sentirnos solos radicalmente, cuando aprendemos qué quiere decir que algo exista o no exista en la realidad. Al cesar el diálogo la vida queda en suspenso, y alma y mundo se miran frente a frente, sin reconocerse, pues es la propia vida quien les ha unido. Entonces el alma discierne lo que es real de lo que no lo es, pero al mundo necesariamente, por simetría, le ha de ocurrir lo mismo respecto al alma que a esta respecto al mundo.

Y a este cesar el diálogo que, si es apasionado, es la vida, le llamamos silencio. Solo en él podremos discernir la realidad.