martes, 3 de mayo de 2011

LOUGH FINN



Hice el viaje a media mañana y era como si lo estuvieras contando. Según me había ido acercando al lago la bruma se hacía tan densa que cuando arribé ya no se veía nada, solo el susurro de los duendes indicándome el camino hacia las aguas.

Aguas de Bronwyn, aguas de la espada que espera en mi casa el grabado pendiente que sé que un día hará, con mágica mano, el hada que ahora tú eres.

Estaba en casa, tu presencia se me metía en mi alma más punzante que la humedad, pero también estaba en el lugar sagrado en el que tú habías tomado las decisiones importantes de tu vida, y algunas de ellas me incluían. Ahora era mi turno, porque no había otro remedio que enfrentar la realidad cara a cara, y plantarse. Y la realidad era que tú no ibas a estar allí para compartirlo. Ya no, nunca. Pero allí sí, allí sí estabas, así que te pedí ayuda.

Todas las preguntas, viejas y nuevas, habían hallado su respuesta en los últimos días, desde que recibí la espada y tu carta. Pero sabía que era solo la apariencia, pues lo esencial, lo vital, estaba ahí, pero oculto, velado.

La pregunta real es por qué apareciste en mi vida. ¿Para volver a enseñarme la pasión, tan repudiada en la Orden? No, ya había pasión en mi vida, la hubo, y mucha, durante todo el año pasado. Pasión solitaria y estéril, pero pasión, esa lección ya estaba aprendida.

¿Por qué te busqué? Sí, como reacción a esa esterilidad y a esa soledad. Pero, ¿por qué te encontré? Bueno, tal vez por mi insistencia y porque los dados salieron buenos. Pero, ¿por qué fue luego tan rápido, tan profundo y tan total? Todas las posibles vivencias posibles, entre un hombre y una mujer, en unas pocas semanas, y luego la Nada. ¿Qué mensaje, qué lección me estaba dando la Naturaleza mediante este cielo y este infierno? ¿Y por qué? ¿Qué tenía yo que aprender?

Recordé los viajes en India, tan parecidos por desalentadores: Nepal, los tigres, la llegada del monzón, la biblioteca de Pondycherry, el gurú ajedrecista, la Casa Rusia. Ahí también había habido inquietud, desaliento, angustia, pero había habido esperanza. Y aquí no, ya no.

¿Debía volver a cuidar a una mujer enferma a la que no amo, pero por la que vendí mi alma al diablo hace no sé cuantos años? ¿Es eso lo que me quiso decir Mefistófeles con ese dolor lacerante en Albolote, viajando de Almería a san Roque? Podría ser, pero nada tiene ello que ver contigo. Es otra cosa la verdad. ¿Por qué estoy aquí ahora? Otra vez tan lejos de todo y de todos, buscando respuestas, solo conmigo y con mi piedra vieja y bruta.

Así tu mano. No podía verte entre la bruma pero era tu mano que tan bien conozco. La besé, y tú me acariciaste la cabeza. Iba a decirte algo cuando detrás de mi sonó un ruchh i donaog kerry briach, o algo así. Me volví esperando ver al duendecillo pero el que allí estaba era el guardabosques. Sorry, Sir, le dije, y él tradujo: It is at the year’s end that the fisher can tell his luck. I am not here for any fishing, le dije, alarmado por una posible multa pero tranquilizándome porque no tenía ni sedal ni carrete. Y él: gronaugh burrt veigh, más o menos, y tradujo, esta vez sin yo pedirlo: The essence of a game is at its end.

Volviendo a la realidad le aclaré: My game did end here, it´s about a girl I loved, but she died. Y él: branaugh perry nughty, qué sé yo, y tradujo de nuevo: Though you should take a wife from Hell, yet she will bring you home.

No entendía nada de lo que estaba pasando (si hubiera sido un duende lo habria comprendido, claro) así que le invité: Sir, may you have a sit and a smoke with me? Se sentó y me ofreció su pitillera al verme sacar el camel azul, y callamos mientras liábamos los pitillos.

Fumamos en silencio, hablando sólo de cosas sin importancia: de donde veníamos, quienes éramos, a donde íbamos. Acabado el pito se levantó y se despidió con un amable gesto de cabeza. Antes de que la bruma se lo tragara le pedí: Master, may you tell me a fourth rate?

Thanks for the smoke, dijo, y echó a andar pero se volvió enseguida. Sé que sonreía, aunque ya no lo viera, mientras me dijo: The fire, watch the fire within. Y el duende desapareció.

Volví a sentir tu mano que esta vez acariciaba mi espalda pero al volverme no estabas. Tampoco había ya humedad. La bruma se disipaba. Y me entregué al llanto, al llanto de no entender nada y ser impotente, el llanto de Bosnia y de la India, el llanto del Vacie y de Vallecas.

Luego ya todo fue sol y fue la Luz. El lago se mostró en todo su esplendor. Sabía que tú estabas en mi fuego como yo estaba, para siempre, en tu agua. Volteé algunas piedras en busca de mi hada. No importó. Me fui de allí con tu luz, con tus ojos, con tu Alegría. Sé que no volveré a estar triste, sé que seré feliz, sé que tal vez no importe.

Sé de ti. Eres yo.