lunes, 2 de diciembre de 2013

ESPINA



Mi hermano recorrió, al fin este camino, que serpea calladamente entre los robles que amarillo cenicienta se reflejan en el río.

Mi hermano navegó, sin viento, sobre esas aguas que devuelven espumosas la esperanza de un día, de un ayer, de un momento.

Mi hermano forjó, callado, con el fuelle aventado por el canto dulce, triste y presuroso como el fuego escondido de tu alma.

Mi hermano silbó, lágrima viva, al apagarse su vida entre los labios que no habían nunca hollado su mirada.

Mi hermano sintió, como yo, que ni somos ni lo fuimos nunca más que el polvo errante al fondo del camino.

Mi hermano sonrió, al amor, y fundiéronse budas y giocondas al son del tambor de primavera, paso a paso y tiempo cero.

Mi hermano volvió, del exilio, para llorar en Soria y en Segovia y en Baeza y en Sevilla, como yo ahora, lo hago en Huesca.

Mi hermano y yo, de la mano, escribimos un día un verso triste que la vida tornó en luz, esperanza, felicidad ida.

Mi hermano se fue, para siempre, y se llevó consigo el deje azul de tu mirada en lontananza, y me dejó la suya, enamorada.

Y yo miré adentro, a mi hermano, y sentí que poseía, en el mío, la misma espina con la que su corazón ya nunca más fue corazón solo.

domingo, 10 de noviembre de 2013

TRAS LA VISITA DEL CHEF

Los imbéciles no quieren que se descubra la verdad, porque les molestaría. Los charlatanes tampoco, pues arruinaría sus artificios. Los sabios tampoco pues:

1º. Saber es poder y hay que apartar del poder a los indignos. Por ello las reservas de conocimiento se mantuvieron en Egipto durante milenios en los templos, inaccesibles a los no iniciados en los misterios. Esta herencia se ha transmitido oralmente, y sobre todo por la presencia y el ejemplo. Con símbolos, mitos, enigmas, siempre bajo el sello del secreto.

 2º. Porque conocer es una operación de vida y una manera de nacer. Y nada puede nacer fuera de una envoltura, de carne, de tierra, de misterio. Si se abre la semilla ya no germina. La ciencia oficial es ciencia muerta, desierto de arena y no puñado de simiente. El conocimiento de los sabios es una gaya ciencia con sabor de alegría y soplo de espíritu.

3º. Por el respeto a la dignidad del conocimiento. Es la vía real que debe aportar luz a las almas, exactitud a los pensamientos y justicia a los actos. Los hombres le han dado la vuelta utilizándola, sirviéndose de ella en vez de servirla.

4º. Porque los sabios aman la verdad y no hay amor sin pudor, sin velo de belleza. La verdad no ha de ser descubierta, sino revelada, recubierta de un velo luminoso.

Por ello se enseña por medio de los símbolos, los ritos y los mitos que constituyen la tradición única primordial. No explican el encadenamiento mecánico de las apariencias, sino las afinidades secretas y las analogías de las potencias y las virtudes, las correspondencias del número con el sonido, de las figuras con las leyes, del agua con la planta, la mujer y el alma; del fuego con el león, el hombre armado y el espíritu; de los astros con los ojos, las flores y los cristales de los metales y las gemas; de la germinación del oro en las minas con la de la verdad en el corazón del hombre.

Al ocultar los sabios su saber por escrúpulo, los charlatanes se aprovecharon para esconder su ignorancia bajo los mismos signos misteriosos. Los imbéciles los confundieron, creyendo tanto en unos como en otros.

 A medio camino entre imbéciles y charlatanes ha surgido la especie de los académicos, que asegura el triunfo definitivo de la conjura. Los imbéciles, instruidos por los académicos, han confundido una vez más a los sabios con los charlatanes, pero esta vez para no creer ni en unos ni en otros.

Los académicos enseñan que toda la verdad está en su ciencia y que todo lo que no pueden descubrir ni demostrar no existe. Ahora bien, no han enseñado, ni descubierto, ni demostrado nada acerca de la vida y la muerte, el bien y el mal; nada acerca del amor, del dolor y del sacrificio, acerca de la conducta del hombre y del destino del alma, acerca del sentido, la esencia y la salvación. A medida que descubren nuevos agujeros negros o nuevas partículas elementales, nuevas estructuras genéticas o nuevos semiconductores, se alejan y nos desvían de lo esencial. Y ahora la verdad está tan bien escondida que ya no se la busca.

Estaría totalmente perdida si no sobrevivieran algunos sencillos de espíritu para quienes la verdad existe. Recorren el mundo interrogando a la gente, los astros y las hierbas, interrogando al gran libro de la naturaleza, y hojeando los textos olvidados, interrogando a su corazón y a los dioses enterrados en las piedras. Saben que no tienen la verdad pero saben que ella es. Están tan hambrientos y sedientos de ella que saben seguirla por el rastro y reconocerla por el olor. Ante un hombre difamado, ante un acontecimiento absurdo, ante un grimorio ilegible, ante una piedra cúbica en una bóveda, se paran en seco y exclaman: Eureka.

Visitan el interior de la tierra y, rectificando, encuentran la joya oculta y la verdadera medicina.

lunes, 12 de agosto de 2013

PERSEIDAS





Tu piel, Vida mía, blanca piel.
Virgen negra en Chartres,
cuervos negros de mi vida,
catedrales, espacios.
Pero tu piel, Amor, sólo es a un tiempo.

Tus ojos, Amor mío, ojos azules.
Penélope en Itaca,
circes y calipsos de mi vida,
viajes, tormentas.
Pero tus ojos, Vida, nunca son tristes.

Tus manos, Vida mía, sabias tus manos.
Como el ave que despliega vuelo
al universo de tus aires.
Todos mis vuelos, todos, los vientos.
Pero tus manos, mi Amor, nunca se pliegan.

Tu corazón es mi vida, Vida mía.
Soplo rehilado por tu agua
como agua fuera borda fuera fuego.
Todos mis fuegos, todos son tuyos.
Corazón, mi Amor, nunca se apaga.

Tus labios, Vida mía, no los conozco.
Beso que es aire y que trae
tu rosa a mi mesilla en la mañana.
Sólo hay un fuego, Amor mío, y es todo tuyo.
Como son míos tus labios que no he besado.

martes, 23 de julio de 2013

RUTINA CERVANTINA

En esto, ya comenzaban a gorjear en los árboles mil suertes de pintados pajarillos, y en sus diversos y alegres cantos parecía que daban la norabuena y saludaban a la fresca aurora, que ya por las puertas y balcones del Oriente iba descubriendo la hermosura de su rostro, sacudiendo de sus cabellos un número infinito de líquidas perlas, en cuyo suave licor bañándose las yerbas, parecía asimesmo que ellas brotaban y llovían blanco y menudo aljófar; los sauces destilaban maná sabroso, reíanse las fuentes, murmuraban los arroyos, alegrábanse las selvas y enriquecíanse los prados con su venida. Mas apenas dio lugar la claridad del día para ver y diferenciar las cosas, cuando la primera que se ofreció a los ojos de Sancho Panza fue la nariz del escudero del Bosque, que era tan grande, que casi le hacía sombra a todo el cuerpo. Cuéntase, en efecto, que era de demasiada grandeza, corva en la mitad y toda llena de verrugas,...

(Quijote, parte II, capítulo XIV)

lunes, 15 de julio de 2013

DESPACIO, DESPACITO






Soñé con tu jardín de amanecidas. No sabía, no intuía, dónde estaba. Pero era hermoso el sueño, y me quedé en él. Y era radiante y tenía luz, mucha luz, que pintaba en el suelo sombras de colores que se tragaban las malas yerbas. Y había una escalera vieja y gris, de 24 escalones. Y llevaba a una puerta que era como la entrada a un cielo. Entré y un soplo de aire fresco me recibió en la cara porque el beso lo pusiste tú en mis labios, con dulzura, con serenidad, con templanza, con cariño. Yo quise más, pero no lo dije. Y me quedé sin miel, sin garza, sin alas, sin tu amor.

La otra puerta del jardín daba al valle custodiado por los molinos de mi espíritu ayudados por quijotes que desde las empinadas lomas de los montes vigilaban para que el desamor no entrara. Pero el viento se volvió agrio y llevó simiente de mala hierba a los valles que se anegaron de lágrimas y derribaron a los gigantes custodios, que no estaban bien enraizados. La maldad entró en el valle y se abrió paso hasta el jardín donde estabas tú, erguida y con tu mano levantada para parar el aluvión. Y entonces desperté. Y en mi mesilla estaba tu rosa recién abierta para mí.

jueves, 16 de mayo de 2013

UN POEMA DEL HERMANO MARTÍ

Cual de incensario roto huye el perfume
Así de mi dolor se escapa el verso:
Me nutro del dolor que me consume,
De donde vine, ahí voy: al Universo.

Cirio soy encendido en la tormenta:
El fuego con que brillo me devora
Y en lugar de apagarme me alimenta
El vendaval que al temeroso azora.

Yo nunca duermo: al despertarme, noto
En mí el cansancio de una gran jornada
Adonde voy de noche. cuando, roto
El cuerpo, hundo la faz en mi almohada.

¿Quién, cuando a mal desconocido postro
Mis fuerzas, me unge con la estrofa blanda,
Y de lumbre de amor me baña el rostro
Y abrir las alas y anunciar me manda?

¿Quién piensa en mí? ¿Quién habla por mis labios
Cosas que en vano detener intento?
¿De dónde vienen los consejos sabios?
¿Alónde va sin rienda el pensamiento?

Ya no me quejo, no, como solía,
De mi dolor callado e infecundo:
Cumplo con el deber de cada día
Y miro herir y mejorarse el mundo.

Ya no me aflijo, no, ni me desolo
De verme aislado en mi difícil lucha,
Va con la eternidad el que va solo,
Que todos oyen cuando nadie escucha.

Qué fue, no sé: jamás en mí di asiento
Sobre el amor al hombre, a amor alguno,
Y bajo tierra, y a mis plantas siento
Todo otro amor, menguado e importuno.

La libertad adoro y el derecho.
Odios no sufro, ni pasiones malas:
Y en la coraza que me viste el pecho
Un águila de luz abre sus alas.

Vano es que amor solloce o interceda,
Al limpio sol mis armas he jurado
Y subiré en la sombra basta que pueda
Mi acero en pleno sol dejar clavado.

Como una luz la férvida palabra
A los temblantes labios se me asoma:
Mas no haya miedo que las puertas le abra
Si antes el odio y la pasión no doma.

Qué fue, no sé: pero yo he dado un beso
A una gigante y bondadosa mano
Y desde entonces, por donde hablo, impreso
Queda en los hombres el amor humano.

Ya no me importa que la frase ardiente
Muera en silencio, o ande en casa oscura,
Amo y trabajo: así calladamente
Nutre el río a la selva en la espesura.
(Flores del destierro, 1878-1895)autógrafo

sábado, 4 de mayo de 2013

EL CAFÉ, SIN AZÚCAR





Yo tomaba café amargo desde el Metropole en place De Brouckère escuchando a Schubert pero cuando te conocí, Vida mía, y supe de la dulzura de tus labios y de la dulzura de tu vientre y que eras abeja incansablemente trabajando el panal de rica y dulce miel que yo tomaba en mis labios para soñar en los tuyos y salíamos sin que hubiera fiesta con zapatos de tacón y tu mirada era dulce y cavábamos el jardín para que fuera manantial de flores dulces y limpiábamos los pisos sin que hiciera falta cera porque tu sonrisa era dulce y las noches eran dulces y las mañanas eran dulces y todo era contigo y era dulce dulce dulce tres veces dulce y empalagoso como la Muerte. Por eso, Amor mío, me vuelvo al café amargo. Como la Vida misma.


viernes, 19 de abril de 2013

UN POEMA DE ALDA MERINI


Ambrosio, ningún carmen es tan devoto de Dios
como el carmen de la lujuria
que adora a los viejos como a panes ardientes
que los hace exultar y los hace creer en Dios.
Y dentro de sus ojos que han visto
el placer
y el absurdo riesgo de la muerte
saben que el Paraíso está hecho
de solitarias fronteras
y temen el infierno de la vida. 


(Versión de J. Aulicino)

Ambrogio, nessun carme è tanto devoto a Dio
come il carme della lussuria
che indora i vecchi come pani ardenti
che li fa esultare e li fa credere in Dio.
E dentro i loro occhi che hanno visto
il piacere
e l'assurdo periglio della morte
sanno che il Paradiso è fatto
di sole frontiere
e temono l'inferno della vita. 
 


(De Superba è la notte, Turín, 2000)

viernes, 22 de marzo de 2013

CONSAGRACIÓN



What is your substance, whereof are you made,
That millions of strange shadows on you tend?
Since every one hath, every one, one shade,
And you, but one, can every shadow lend.
Describe Adonis, and the counterfeit
Is poorly imitated after you;
On Helen's cheek all art of beauty set,
And you in Grecian tires are painted new:
Speak of the spring and foison of the year;
The one doth shadow of your beauty show,
The other as your bounty doth appear;
And you in every blessed shape we know.
   In all external grace you have some part,
   But you like none, none you, for constant heart. 


(Shakespeare, Sonnet 53)

lunes, 18 de marzo de 2013

MUCHOS AÑOS DESPUÉS



tú querías granada
no querías partir
sin vivir granada
yo lo sabía. No te llevé

hace unos años Albaicín
desde la Alhambra y me dolió
el mundo que era gris
pero la aurora y me dolió
el laberinto que salía
por levante pero sin rumbo
que estaba dentro
y lo sabía. Pero me fui

hace unos años yo viendo sangre
desde la Alhambra lloviendo sangre
del cielo coagulado
sobre mi vida
en el laberinto. Sólo hay el presente
dijiste, cuídalo mucho que
ahí pasarás el resto de tu vida

hace unos años remontévuelo
desde el presente de la Alhambra
que encara Albaicín. Volé y volé bajo,
muy bajito desde granada
dejé el laberinto en su molde, sucio y roto
quedó allí rondando el paseo de los tristes
y yo lo dejé y me fui de nuevo a la mar

Y Mariana apuró el chupito, y parió.

viernes, 1 de febrero de 2013

PORCELANA DE LIMOGES

Antes de empezar a mover la silla en cuyo respaldo apoyaba el edredón recién quitado del lecho supo que rozaría la mesilla y haría caer la lámpara de porcelana. Podría evitarlo dejándose caer y alargando el brazo, pero hacía tiempo había prometido no correr riesgos. La lámpara caería y se rompería, y deseó que no fuera un augurio. La Luna menguaba y el día era de san Cecilio, patrón de Granada. Boabdil le miraba desde su atalaya.

Al samurai le crujieron las tripas como al preparar un sepuku. Ya no confiarían en él. Las miradas de niños como de cachorros abandonados se clavaron en los recuerdos de su corazón. Allí también rompió una lámpara al amanecer. Y no pudieron volver a por más. Allí, en Sbrenica.

Los fantasmas retornaban y destrozaban el comienzo del día: el aire limpio, la aurora con Ayante rescatando el cuerpo de Patroclo, el sol subiendo y las aves cantando desayuno, el Amor desatado en un despertar dulce como la miel. Caricias infinitas, rotas por un crujido de madera anunciando porcelana cuarteada.

Unos minutos antes, aun tendido sobre el edredón que había cubierto el lecho nocturno, había visto dos estelas de aeroplano por la ventana. Un augurio moderno, pensó, mientras trataba de dilucidar si volaban en el mismo o en opuestos sentidos. No llegó a ello, pues las aves impusieron sentido al desayuno, y se habían levantado, y él había apoyado el edredón sobre el respaldo de la silla.

 ¿Cómo puede un hecho simple y trivial disparar tantos resortes, que la vida entera se haga pedazos? Como el niño al romper el juguete recién estrenado. Ni las lágrimas que tanto deseaba verter podrían arrastrar el pozo abierto por las hecatombes recordadas. Tantos laberintos, tantas riberas, tantas atalayas, tantos muelles de nunca más. Tantos sitios, tantos sacos, humo y sangre, azufre y viento.

Había un túnel desde la cocina afuera de la cerca, como en casi todas las casas del pueblo. Y los encerraron en la cocina, para solo tener que abrir el gas y no pasar por la angustia de disparar a un niño. La intérprete se lo dijo y fueron a por ellos, y los sacaron de uno en uno, pues el túnel no daba para más. Jalando de una cuerda, hilo de Ariadna en el laberinto del infierno.

 Al amanecer se acababa el tiempo y él quiso sacar dos niños a la par, en la última jalada. Y rompió la lámpara y ambos quedaron allá, mirándole con ojos sedientos de vida y velados por el asombro del cachorro abandonado. Lo sabían, y él también lo sabía. Salieron a galope de la casa y los dos niños se quedaron a enfrentar su destino. No los oyeron llorar.

Esto me llegó hoy, en Sarrión, cuando rompí la lámpara de porcelana de Limoges y sentí el miedo de que si había fallado allí, hace veinte años, también podría hacerlo hoy y aquí pero contigo. Y el dolor cubrió mi ánimo como si fueran los caballos de la Noche.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

El Silencio






Un dos tres…ooops, un dos tres…ooops, al tercer jalón el cordel quedó enganchado y Ulises se incorporó. Ahora tocaba tensar el arco, lo más difícil. Lo haría también en tres veces, tal le había enseñado su maestro de kyudo. Pero no estaban en el dojo, sino en sala cerrada repleta de enemigos que querían matarlo. Muchos enemigos con muchos metales. Había que ser muy rápido y muy preciso.

La cercanía del cordel a la nariz le trajo aroma de pino y su mente se disparó. Fue entre pinos que durmió la noche tras la última cena con Calipso. Soñó todo lo que había de pasarle en el viaje de retorno, y a pesar de ello embarcó al día siguiente.

Todo se consumó tal si hubiera sido predicho por la misma Sibila. Pero él había aguantado y al fin arribado a su isla. Sano y salvo, aunque sin los compañeros. Como ocurría en el sueño.

Y ahora era la hora de la verdad. Ulises comenzó el primer jalón y el aroma se desvaneció. El sonido del cordel al tensarse fue como tañido de arpa. Y trajo más recuerdos.

Así había cantado Circe para él, antes de ofrecerle la inmortalidad. En la noche tras el rechazo Ulises volvió a soñar. Soñó que los peligros no terminaban con el viaje, que había otros esperándole en su isla, tan grandes como los del mar, a pesar de ser humanos. Pero ignoró el agüero y se hizo otra vez a la mar.

Sintiendo el cordel entre los dedos Ulises dudó si había hecho bien. Si detrás de cada gran hazaña hay otra esperando antes de cobrar la recompensa, ¿no estaría en un laberinto? Sintió más temor de esta posibilidad que de los enemigos en el salón, que ya lo estaban reconociendo. Ya no había marcha atrás.

El roce del cordel al iniciar el segundo jalón le recordó la textura del vestido de Nausicaa, que apenas llegó a rozar entre sus dedos. En el sueño de aquella madrugada, tras relatar su realidad a los feacios, vio los peligros que le aguardaban si conseguía desenmascarar a los enemigos. Su padre, su propia Penélope, estaban más lejos de lo que la cercanía física aparentaba. Otra tarea sin cosechar la anterior, más del laberinto. Pero Ulises siguió adelante.

Y hasta aquí había llegado. El sonido opaco del tercer jalón rememoró el chasquido que le despertó en la playa de su isla. Su último sueño. En él vio y vivió lo que habría de suceder de superar las pruebas de los sueños anteriores. Vio al enemigo último, el más íntimo, cual cuchillo en la garganta, el más real, cual sueño de Escipión. Cuanto antes mejor, pensó para sí.

El tiro estaba listo. No había nada que apuntar, le había dicho el maestro de kyudo al comienzo de su aprendizaje. No hay mira ni alza en el arco. El tiro sale solo.

Ulises clavó la mirada en la punta de la flecha. El blanco quedó desenfocado, como tenía que ser. Concentró su ser. El blanco no importaba, ni el vuelo de la flecha, ni acertarle o no. El tiro era la vida y la flecha se fue, directa, al centro del blanco de su propio corazón.

Y el hombre viejo murió para que naciera el hombre nuevo.
  

martes, 4 de diciembre de 2012

CARICIAS DE MI GATO






cuando tú me dices, Amor,
cuando me ronda tu alegría,
y hay abrazos y me busca
algo del fondo en tu corazón

cuando veo pasar tu sombra
por delante tu sonrisa
que me rindió en el sitio,
me disipó otros vuelos

cuando imaginas la palabra
prohibida del futuro y me
la dices y hay una ternura
infinita lontananza de tus ojos

cuando lo piensas y lo dices
cuando lo sientes y lo dices
cuando preguntas y lo dices
cuando dices, yo soy

pero cuando marea baja
y el silencio, y no hay
sonrisa, y no te veo
y no te escucho

y no hay nada, pero duele
y no lo dices, y no sé
si lo sientes o piensas
y no sé si preguntas

si hay preguntas en la vida
si hay vida, sin preguntas
no sé, mi Amor, no lo sé
cuando no dices, no soy

martes, 20 de noviembre de 2012

DÁMELO EL RÍO






Dame tu frío, Amor, dámelo entero, que yo lo haga mío y lo deposite sobre las aguas para que se lo lleve el río.

El río de mi vida, Amor, el mismo río que acá me trajo, que me disolvió en las entrañas de la tierra en que moraba.

La misma tierra, Amor, la misma tierra que mañana habrá de cobijarme, el mismo fuego, Amor, que tú prendiste.

Aquí lo tienes, Vida, te lo devuelvo. Lo he cambiado de forma, pero te lo devuelvo. Con forma de camino.

En línea recta, mi Vida, recoge el frío. Ahora es de acero, Amor, y está templado, y en línea recta te lleva al túnel.

El mismo túnel, Amor, el mismo río. La misma Vida que tú me diste yo la he cambiado y ahora es un río.

No hay meta, Amor, cuando no hay Vida. No hay Vida, Amor, cuando no hay río. Yo la he cambiado, Vida,  y ahora es un túnel.

Ahora es un túnel, templado acero, ahora es un río. Ahora es la tierra, ahora es el fuego, dámelo entero.

Dámelo ahora, Amor, dámelo ahora. Dame la tierra, Amor, dámela ahora, entra en mi túnel y prende el fuego.

Que no se lo lleve el río.

lunes, 22 de octubre de 2012

ANOCHE PAVESE ME HIZO UN GUIÑO







Ven, dijo ella, ven a tu hueco en el nido, al jardín de mis delicias, a esta tierra de rocas pero de agua y tés silvestres y leonados buitres que sólo comen muérdago.

Pero él echó de menos el huerto azul con el cielo blanco y el pozo verde y se durmió en la placidez del solitario deseo y no vio pasar ni pájaro ni libertad. Y dijo: iré.

Ven, dijo ella, ven al hueco en mi regazo, al sabor de mis pies azules escondidos tras los pliegues de tu aliento, al suave duermevela de sedientos amantes, mi sed que no te abrase.

Pero él sintió nostalgia de la primavera y del cielo de Turín, e imaginaba una lúcida habitación al pie de la cual estaba el gato, y la dama lo observaba desde el desnudo balcón. Y dijo: voy.

Ven, dijo ella, ven aquí donde no hay remordimientos, ni vanas palabras, ni gritos sordos ni silencios. Aquí hay espejos que no reflejan rostros muertos ni labios cerrados queriendo hacerse oír.

Y él sintió una lágrima rodando hacia una teja rota vertiendo en gotera al pozo de su ausencia, y fue el dolor tan grande como el sabor de la esperanza que es vida y es la nada.

Y fue.




jueves, 18 de octubre de 2012

SONETO 29

Limpiando mi caja de Pandora literaria he encontrado una vieja conferencia que me pidieron hace un par de años sobre qué libro me llevaría a una isla desierta y me he encontrado con la sorpresa de que osé en ella citar a Shakespeare (reproduzco abajo el fragmento). Una avalancha de recuerdos me ha venido encima al caer en la cuenta de que mi ejemplar de los sonetos quedó en el Sur, espero que por poco tiempo. Entretanto me he entretenido en buscar y he encontrado esta maravilla que inserto al final, precedida del texto inmortal.

Así espero hoy la medianoche, en que mi Vida volverá a su compás.


EL FRAGMENTO.



Otras lenguas tienen otros privilegios, más antiguos o más modernos, pero diferentes.  En la lengua francesa, que conozco mal, es, a mi juicio Stendahl quien rompe moldes e inventa la estructura narrativa. En italiano lo fue Dante, mucho tiempo antes, quien, en La Comedia, crea un mundo que engloba la poesía y el arte de narrar, dos blancos de un tiro, por eso no hay nada como La Comedia.

En alemán es Goethe el que realiza este acto innovador, y lo hace también en poesía y en narrativa, pero en la obra de Goethe están ambas separadas, mientras que en la de Dante todo es uno y lo mismo. En inglés es Shakespeare quien lo hace, y aquí debemos detenernos un poco porque Shakespeare introduce otra variable en el sistema: el alma humana.

Shakespeare reinventa el hombre. Para el escritor el hombre se había definido en tiempos de la tragedia griega. Estos relatos, en los que lo divino se enlaza con lo humano para devenir mito y ser experimentable en uno mismo, fijan el modelo del ser humano hace unos dos mil quinientos años, y ese modelo se mantiene hasta que Shakespeare, en su monumental obra dramática, reinventa el ser humano y le dota de emociones y sentimientos que no existían en tiempo de los griegos, los celos, por ejemplo. Y este ser humano sigue siendo el mismo, y de ahí el mérito del escritor inglés.

Quiero citar otro logro de Shakespeare y es el poético: olviden a Quevedo, a Juan Ramón, y a cualquier otro, en cualquier lengua, incluido Dante Alighieri: nada hay como los sonetos de Shakespeare. Son unos ciento cuarenta, leyendo uno cada día, diez minutos antes del desayuno, en medio año habrán leído todos y habrán entendido qué cosa es la poesía.


EL TEXTO INMORTAL.

When, in disgrace with fortune and men's eyes,
I all alone beweep my outcast state
And trouble deaf heaven with my bootless cries
And look upon myself and curse my fate,
Wishing me like to one more rich in hope,
Featured like him, like him with friends possess'd,
Desiring this man's art and that man's scope,
With what I most enjoy contented least;
Yet in these thoughts myself almost despising,
Haply I think on thee, and then my state,
Like to the lark at break of day arising
From sullen earth, sings hymns at heaven's gate;
For thy sweet love remember'd such wealth brings
That then I scorn to change my state with kings.  


LA MARAVILLA FINAL.

jueves, 27 de septiembre de 2012

LA CARRERA DE LOS COMPAÑEROS




Llegaremos. Todos le creyeron. Lo había dicho el jefe, el hombre astuto de luenga cabellera. Se armaron y marcharon tras él. Adonde fuera.

Embarcaron. Se hicieron a la mar. Soplaron vientos propicios y soplaron malos vientos. Naufragaron una vez y otra. No les importó. Siguieron adelante con el remo por bandera.

Llegaremos. Resonaban las palabras en sus mentes y rondaba sus mentes la esperanza. No había El Dorado y no importaba. El tesoro lo llevaban dentro.

Encallaron. Crujió la madera como el mismo infierno. Chirriaron en sus goznes los palos y el velamen vino abajo. Pero aguantaron. Rescataron las armas y saltaron a tierra.

Caminaron. Había lluvia y había barro, pero avanzaron. Cada paso les acercaba un poco a la ciudad de Dios que los hombres habían construído en la tierra.

Acamparon frente a las murallas. Invitaron a los dioses a rendirse. Y se negaron a darles cuartel cuando rehúsaron. Tocaron a degüello. Y atacaron.  

Asediaron la ciudad. Derribaron las murallas. Sintieron la fiebre del saqueo y la lujuria del fuego. Tiraron abajo el puente e invocaron a los dioses que iban a morir.

Penetraron. Los dioses fueron presa del pánico. Los hombres eran libres. No había rayos para ellos. Sólo Hefesto sonrió haciendo un guiño al hombre astuto.

Hallaron el túnel que arrancaba de la cripta. No había luz al otro lado. Pero lo recorrieron hasta la puerta que accedía a la escalera de treinta y tres escalones.

Subieron y arriba el arcoíris  alumbrando el faro fin del mundo.

LA CARRERA DE ULISES








Al sentir el primer obús Ulises corrió como alma que persigue el diablo. Alejándose del resplandor, del humo y del estruendo. Al otro lado.

Le zumbaban los oídos y lagrimaban sus ojos. Tendido tras el parapeto trató de acomodarse a la situación: ellos tiraban, y tiraban a dar. Y estaban dando en el puente.

El puente que él estaba cruzando un minuto antes. El puente del arcoíris tendido hacia la libertad. El puente viejo como el mundo. Lo estaban volando.

Había que cruzarlo antes. Tenía que salir, correr, eludir las bombas, saltar los escombros, y llegar al otro lado. Entre humos y explosiones, sin ver ni oír nada. A ciegas.

Había habido tres morterazos entretanto. Uno al agua y dos más al puente, de lleno. Seguía en pie, pero no aguantaría mucho. Tenía que darse prisa. Le iba la vida en ello.

Calculó la secuencia: bomba, pausa, pausa, bomba….¡ahora! Ulises saltó y echó a correr protegiéndose los ojos con el antebrazo, sorteando obstáculos, cadáveres casi todos.

Uno, dos, tres….ocho, nueve, ¡al suelo!, bum, bum, ¡arriba!; uno, dos, tres….bum, bum, ¡arriba!, estaba ya a medio camino y el viejo puente aguantaba, ¡arriba, un poco más!

Ya corría con los ojos cerrados, ya el humo era fuego en su garganta, pero Ulises seguía adelante. Vio en sueños a Telémaco llorando ante su tumba y a Penélope desposando a su enemigo. ¡No!, no podía acabar así.

Dio el último salto y se sintió caer en tierra firme a la par que oía el derrumbe del puente. Lo había logrado. El llanto de su sueño le limpió ojos y garganta y se incorporó para mirar atrás.

Se había equivocado de orilla.




lunes, 3 de septiembre de 2012

AL ALBA, VIDA MÍA




Cu-cú, cu-cú
Quien fuera cuquillo
En la mañana
Y recibiera
De tus labios
Aliento
Para todo el día

Cu-cú, miau-miau
Quien fuera gatillo
En la mañana
Y recibiera
De tus manos
Tersura
Para todo el día

Miau-miau, pam-pam
Quien fuera ventana
En la mañana
Y recibiera
De tus dedos
Un toque
Para todo el día

Pam-pam, pam-pam
Fuera yo el cuco
En la mañana
Recibiendo
De tu quietud
El fuego
Para mis días sin luna

Pam-pam, cu-cú
Fueras tú el fuego
En la mañana
Recibiendo
El agua toda
De mis noches
Sin luna

Cu-cú, miau-miau
Fuera yo risas
En la mañana
Y recibiera
La noche toda
De tus ojos
De luna

Miau-miau, miau-miau
Fuera yo luna
En la mañana
Y recibiera
La risa toda
De tus labios
De fuego

Cu-cú, miau-miau
Pam-pam, pam-pam
Ya es de mañana
Y yo te diera
Noche, fuego y risas
Para tu cuello
De luna

sábado, 1 de septiembre de 2012

LANCELOT DU LAC




                                                                                                       Para la Amatxu, i.m.

Lanzarote del Lago se irguió sobre su caballo y enfrentó con la mirada al caballero que custodiaba el puente. El otro no se movió ni azuzó su montura. Lanzarote se mantuvo firme. No tenía ganas de luchar más. Si era sólo hasta aquí hasta donde debía llegar, que así fuera. No pelearía por cruzar más puentes.

Pero la regla lo exigía. Arribado al extremo del camino y topado un caballero guardando puente, la regla exigía vencerlo y cruzarlo en toda su luz, o morir en el intento. Lanzarote estaba saturado de sangre, pero no parecía haber una salida. El otro no se inmutaba.

Abrió la boca para decir algo pero se contuvo. Recordó las palabras de su preceptor la primera vez que cabalgaron juntos: “Si tus palabras iluminan nuestra búsqueda de aventuras tal como la ilumina el día, si tu lenguaje es altivo como el venado, noble como el pavo real, humilde y sin timidez como esos conejos, entonces habla.” (1) Optó por callar. Pero el otro también callaba.

Tenía que hacer algo. No quería matar a ese hombre, no quería siquiera desarmarlo y enviarlo a rendir pleitesía a su dama la Reina, seguramente ya cansada de dádivas y presentes caballerescos, sedienta de amor real, aliento de pasión humana.

Así era. Pasión humana. Huir de esa pasión era lo que lo había traído hasta aquí, y enfrentarla era lo que debía llevarlo de nuevo al nido que la Reina había construído para ellos, para ambos, para los dos. Tenía que volver. Lo sabía desde que tomaron Jerusalén, desde que tomó los hábitos sufís del guerrero que mató en combate singular ante el santo sepulcro, que lo miró desafiante desde su agonía y le señaló con la mirada la entrada de la cueva. Entra, si te atreves, le dijo desde el azul de sus ojos moribundos. Y él entró.

El sepulcro estaba vacío. Había un perro a su entrada, pero no lo guardaba. Había una fuente a su lado, pero con tres caños. Y había una escalera tras una puerta baja de madera, sin cerrojo, una escalera que bajaba al corazón de las tinieblas. Se sentía como el Sol cuando deja la constelación del Canis Minor para refugiarse en Aries y convertirse en el vengador del asesino del Maestro. Cuando la eclíptica corta a los equinoccios y Aldebarán brilla como al comienzo de los tiempos, y el Sagitario se hunde tras el Sol como Orfeo bajando al Hades a encarar su destino, buscando.

Entró en el túnel sin dudarlo. Si la Vida lo había puesto en ese lugar geométrico no era para especular. Allí estaba su primer mar, el Cantábrico, con sus ocasos en los que siempre al caer la Luz alumbra nuevas tierras, hasta Finisterre donde todo acaba y quedan las aguas solas, y estaba la plaza de Central Station en Madras, con sus muchedumbres apiladas como diez mil millones de hormigas y los niños devorando el vómito del hermano, y la araña que danzaba su tela en el amanecer del despacho asturiano diciéndole: no hay paraíso ni para mi ni para ti, estaba el laberinto de Chartres con el coro gregoriano escondido tras la columna que contiene todo el universo, estaban los espejos que no había mirado y los que le habían mirado, estaba el viaje de Telémaco al oriente en busca de su padre, estaba el hombre que escribió la primera frase en castellano, y la vela que le iluminaba el rostro, y la sombra de la pluma que arrojaba esa vela, y la cera derretida, estaban las promesas incumplidas, estaban los muertos clamando venganza, estaban los puñales dormidos aguardando el final del invierno, estaban los tréboles quemados y las velas de cáñamo infladas por el Euro llevándole siempre a occidente, un poco, un poquito más.

Pero no estaba su Reina, y él la quiso, y su deseo fue pasión. Había anochecido y el caballero seguía en el mismo lugar, guardando el mismo puente. No había sido un sueño. Lanzarote miró arriba y pronunció la palabra. Al instante una estrella encendió el cielo y brilló fugazmente, como la chispa del pedernal, para que el alma de ese hombre constelara en el espejo de sí misma.

Lanzarote hizo dar vuelta a la montura, y picó espuelas.


(1): John Steinbeck: Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros



jueves, 30 de agosto de 2012

¿QUIÉN NECESITA DOS PULMONES?



En su espléndido y utilísimo libro Cómo dejar de intentar dejar de fumar en un fin de semana, Herbert Allesrauchen nos refiere una extraordinaria anécdota protagonizada por su compatriota y colega Albert Einstein. Al parecer, en sus últimos cursos en el MIT, el anciano profesor refería que “…esa noche me desperté de nuevo con la constante gravitatoria en el centro del cerebro y, además, con tremendas ganas de fumar. Estuve hora y media dando vueltas y vueltas en la cama, pensando lo más agudamente que podía en el tema: levantarme, o no hacerlo, en busca de mis cuadernos de ecuaciones y, sobre todo: ¿serían unos pitillos de burley mezclado con virginia, o una buena pipa de cavendish a la cereza con unas hebrillas de latakia? El problema era de los más agudos que he enfrentado en mi vida, pues era consciente que de mi bienestar físico esa madrugada dependían muchas cosas importantes. Me levanté antes del alba, y, en contra de mi costumbre, opté por los pitillos y me concentré en la constante y en su lugar en el tensor energía-impulso de las ecuaciones. Un par de horas y seis pitos más tarde tenía un sistema que relacionaba el espacio-tiempo con la energía y la cantidad de movimiento del universo, y sin necesidad de constante gravitatoria alguna. Las atracciones entre los cuerpos pesados se explicaban por las deformaciones locales del espacio, y la gravedad de Newton era un caso particular cuando el espacio, localmente, se comporta como euclídeo. Una semana después presenté el artículo que más tarde se conocería con el nombre de teoría general de la relatividad.”

¿Imaginan dónde estaríamos ahora si Einstein hubiera dejado de fumar una semana o unos años antes de este momento? No sólo no habría viajes espaciales, tampoco energía solar, ni teléfonos móviles, ni ordenadores, ni cirugía láser, ni música electrónica, y un largísimo etcétera sólo comparable a una hipotética situación de la humanidad sin fuego.

Pero Einstein, hombre sobrio donde los hubiera, era un sibarita pobre, capaz de apreciar el infinito placer de saciar la sed con un vaso de agua ingerido despacito, de una gota de rocío arcoirisada en el jazmín de la mañana, o de unas caladas suaves al pitillo liado con una mezcla de tabacos ideada por nuestra experiencia dirigiendo a nuestra inteligencia y a nuestra voluntad, trabajando todos a una.

Todas las decisiones importantes que he tomado en la vida han sido precedidas por el encendido de un pitillo, amigo fiel que nos ayuda a ver las cosas en su verdadera dimensión y a darles por ello la importancia que tienen, que suele ser ninguna. Con ese desapego, fumando el pito como si fuera el último, es imposible equivocarse. E la nave va…     

miércoles, 22 de agosto de 2012

TE CONOCIERA DE TODA LA VIDA



Manolo Correcaminos hizo doble embrague y comenzó la maniobra de salida de la autovía a ciento veinte y cuesta abajo. A cien metros se presentía una curva cerrada a la derecha con sus señales de reducción de velocidad hasta los recomendados cuarenta. Igual tengo que frenar un poco ahora, anunció a su compañero mientras embragaba de nuevo y metía la tercera, disfrutando al ver que el otro hacía una mueca de asombro. Entró en la curva a ochenta pero ya bajando de vueltas, con un ligero temor de oír el chasquido de una biela centrifugada. Pero el Ibiza aguantó. Y no llegó ni a picar el freno.

Enfilaron la carretera de Mora más despacito, que había que disfrutar el paisaje. Aquí empezó todo, recordó Manolo en voz alta. Y a continuación pensó: hace ya tantos años. Se sintió joven y sonrió, y el otro entendió la sonrisa como regocijo del presente.

Fueron directamente al castillo y dio las últimas instrucciones a su ayudante: busca el ángulo, la distancia adecuada, la perspectiva, el punto de vista lo es todo. Muévete tú, el zoom, como si no existiera. No dudes en usar película menos sensible si necesitas más detalle, ya forzaremos luego el revelado. Y deja que el disparo se escape, como si estuvieras tirando al blanco, pues eso es precisamente lo que estarás haciendo, pero el blanco es tu propio corazón. Alguna te saldrá buena, quizás, sentenció para terminar.

Se fue caminando por la ribera, en busca del lugar en que el río que porta las heladas aguas de la sierra encuentra a su afluente con aguas del Escandón, que yace sólo a mil doscientos metros, y son por tanto más cálidas. O menos heladas, si cabe. Sólo en el norte de Alemania y en las fuentes del Ganga se había metido en aguas más frías, pero lo recordaba con un estremecimiento que nada tenía que ver con la temperatura: allí Bronwyn había salido de las profundidades de las aguas, y allí quedó él también hechizado, hace ya tantos años, más que el propio autor de su diccionario de símbolos.

Los tiempos del señor de la guerra habían pasado pero el lugar permanecía virgen al tacto, inasible e inefable, como lo había sido la otra vez. El mismo claro con la misma hierba, los mismos árboles con las mismas hojas, revoloteando el cielo en un mar de ventiladores que transformaban el calor en pura bendición. Allí ocurrió, allí ella dijo ven, y él fue, cien metros de cauce pisando descalzo todos los cantos puntiagudos del fondo, para acabar donde el agua era más cálida y más transparente, que no pudiera ocultar nada del baño secreto. Volvió a sonreír.

Recogió a su colega, maravillado por la resonancia de la sala húmeda del castillo, y satisfecho de que las imágenes hubieran salido a su encuentro, como buscando la transmutación de la luz en la química del revelado, donde Isis rendida desata su velo para mostrar la puerta del gran arcano. Pasaron el hotel, en el que aquella otra vez durmió diez noches breves, brevísimas, como las noches del que no tiene tiempo. En su terraza había desgranado los días y planeado los siguientes, y había contemplado durante horas las tormentas nocturnas del valle, gozando con el resplandor de los rayos mágicos que Zeus le lanzaba. Allí había recibido el mensaje, tras una de esas noches de tormenta: ven, y él pagó la cuenta y fue.

Tras el hotel estaba aún el monte de los repetidores de fibra óptica, con su suave pendiente y sus verdes pinos sobre la tierra de helechos. Esos pinos fueron los que aquel día le llamaron: ven, y subió hasta muy arriba desde donde contempló el valle todo y supo que, pasara lo que pasara, esa iba a ser su morada hasta la visita última de su muerte. Los pinos que le hablaron seguían allí, creciendo, la primera pareja bien erguida, cada cual con su copa, dando sombra a oriente o a occidente. La segunda pareja, más recogida, era un hervidero de ramas entrelazadas a troncos indistinguibles.

Ambas parejas compartían raíces, pero en la primera había dos pinos y en la segunda los dos que habían sido acabaron siendo uno. Yo también he crecido, les dijo, como me mandasteis. Quemé mi esquife y levanté un vergel donde antes todo era desierto. He vuelto para pagar la factura. Esta vez fueron los pinos los que sonrieron, auspiciados por un soplo de poniente, que hizo a los pájaros levantar vuelo. Acaba tu tarea, le susurraron, que no está completa, acábala y luego vuelve y te mandaremos otra.

Retornaron a la carretera para volver al pueblo. Les quedaban dos fotos por hacer, las dos luces. Una, el amanecer desde la fuente del Cubillo, que veía todos los días, otra, el ocaso desde la ermita templaria en la meseta del arcoíris donde sintió, el mismo día que se conocieron, tantas ganas de abrazarla, que el mundo se quebró y sepultó en las profundidades de esa tierra, abrupta, sobria, recia, hermosa.

Ese sería el sitio, allí volvía cada vez que pasaba un hito en el camino, cada vez que ascendía un escalón en el sueño de Jacob. Allí acudiría por última vez para su danza postrera, y la muerte se sentaría para verle, y él danzaría como araña su tela, danzaría sus triunfos y sus derrotas, sus felicidades y sus desamparos, sus asombros y sus incredulidades.

Y el viento será suave y dulce, y el sol no le quemará desde su occidente, ni aún al enfrentarlo cara a cara, pues ya no lo verá más, ni despierto ni en sueños, cuando alargue la mano y abrace al primer pino, ese pino que desde siempre estuvo ahí, creciendo en su interior.