domingo, 3 de octubre de 2010

SOBRE UN POEMA DE BORGES




CAZORLA, 1977

El joven caballero contempla las ruinas del abrasado castillo de La Iruela. Comparte alrededor de una improvisada hogera su última salchicha con su camarada de armas. Y, a pesar de todo, deciden subir a la sierra, a pie.
Pero allí el caballero no halló lo que buscaba, sino:

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.


SEVILLA ESTE, 2010.

El caballero, ya viejo y desdentado, recuerda ese tiempo en que quiso servir para ser útil, y ser útil, para servir. Despacio, comprende las brasas en La Iruela y sabe que son las suyas. Que es por sus pecados que todo le ha salido mal, y que así seguirá siendo y que entrará, más temprano que tarde, en el infierno que otros han forjado para él.

Pero sonríe: sabe que no se rendirá, nunca.




Se está muriendo a chorros
pero no puede morirse de una vez
porque tú existes.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

SUEÑO

como dos violines
como tu paso
tus andares

al soplo del otoño
como esos pies
que no te gustan

como las arrugas
y el tabaco

como mis dientes
destrozados
y mi tripa
y mis pies que no me gustan

como mi asfixia por la noche

como el viento batido
por tus pies,
herméticos,

como las arrugas
de mis manos
las que escriben
las que dicen
medianoche
mi tabaco

con tus dientes
el beso diente a diente
con mi tripa

con mi asfixia por la noche

con tu magnifica sonrisa
con tus ojos transparentes
con ese volverse atrás,

en esa foto, que no fue hecha para mí.

sábado, 25 de septiembre de 2010

EL CANTERO SOLO LLORA DOS VECES

No supe el aroma
pero lo intuí
pues de tus labios llegaba
una música que no era para mi
el cálido teléfono
y el no estar yo,
yo, al otro lado del hilo
daba a la noche
un carácter mágico
que no podía ser
ignorado como no es posible que
un Amor en Sirio
y otro en Aldebarán
se conozcan, cómo es posible que se junten.

El saber de ti
aunque lejos inaccesible
dio vigor a mis alas
que empezaron a batir
el aire el sentir
lo que podría ser
dio fuerza
a mi corazón cansado
cansado por la soledad
y me hizo girar a ti
y oír tu palabra
tras la que yo a decirte iba.

Todo me invitó
a ser un hombre mejor
y el acariciar de verdad tus labios
aún en la imposible distancia
me trajo el aroma
el aroma incierto
de tu cuerpo enamorado,
y en el mío.

domingo, 19 de septiembre de 2010

VIDRIERA





Sudábamos
pero llegó la luz
Sudamos
pero llegó la Luz
Sudamos
y llegaron las engracias
y sudando nos fuimos
al ágape merecido
y allí estabas tú, Vidriera,
extraña forma de Vida.

jueves, 16 de septiembre de 2010

CIMIENTO




Empezaron un café y se fueron al bizcocho
empezaron una cena y se fueron a un café
empezaron un jardín y se fueron a una cena
empezaron una cena y lo hicieron, otra vez.

Y desde un mundo lo vieron muy adentro
y muy adentro lo vieron una cena
y sin la cena se fueron al bizcocho
y sin café no se hacía por la mañana.

Volvieron a empezar con el bizcocho
volvieron a probar con el café
volvieron a pensar en esa cena
volvió ese mundo a hacerse, solo una vez.

Él pensó de nuevo en su llamada
y en café con bizcochos de verdad,
él volvió a pensar en su regazo
ella volvió a acariciar sus piernas otra vez.

JANO




Llama, llama otra vez más despacito
que no me enteré
que estoy con la música
que no estoy aquí

Estoy con la Boheme y con Becaud
¿Llamas?

¡¡Ah!!

¿¿ Me llamas a mi??
Pero si estoy en ti,
con el café y con los pistachos

y al volver a la casa te encontré
y quisiste reposar en mi regazo
y me despierto
y el sueño es al revés

y ¿llamé?

VERTICAL




Tomar tu mano es una imposibilidad técnica.
Pero sentirla es un sueño entre las mías
que construyo al ritmo del recuerdo

que puedo imaginar tu caricia
sobre tus piernas cruzadas
a mi ladito en la mesa

que puedo ver ese cabello cayendo
azaroso en las manos de mi hueco
que te acecha entretanto

mas no entre el ruido
ni tampoco en el silencio
de la tarde que rompía

un clamor de aves, devolviendo
esa larga mañana sin verano,
desayuno y testigo mudo

de mis sueños, de tus anhelos
ahí naciendo ese deseo, que me lleva,
imposibilidades técnicas aparte,

a construir el sueño de tus manos.

jueves, 9 de septiembre de 2010

DIVERTIMENTO EN LA LUNA NUEVA




Como me inquieta que seas una ausencia,
Nada más frío que un teléfono mudo,
Nada me mueve si apretado el nudo
Tampoco me sosiega tu apariencia.

Sin dejarme llegar a esa querencia
De Lugones supe no ser boludo,
De Gabo que no todo es macanudo
Sobre mi mesilla, esa ambivalencia.

Más que las noches son los días tan largos
Con mi cincel esperando tu mazo,
Olas y adioses se quedaron parcos.

Soy árbol al que no llega tu brazo,
De tus dedos, aún con sabor amargo
Añoro cada gesto, soy yo el cerezo.

(Fotografía de J. Bauluz)

lunes, 6 de septiembre de 2010

THE SUMMER LEAVES´RE TURNING TO THE COLOUR OF HER HAIR





Al promediar la tarde de aquel día,
Cuando iba mi habitual adiós a darte,
Fue una vaga congoja de dejarte
Lo que me hizo saber que te quería.

(L. Lugones)


Tornan nuevas
De imaginarlas contigo
En el Silencio
Te echo de menos, sin haber estado
Y me quedo
Con tu fuego y mi ceniza
Ceniza enamorada
Madeja desllevada
Laberinto nuevo
Teseo

martes, 24 de agosto de 2010

CONCLUSIONES (ÚLTIMA LUNA DEL VERANO)





En el corazón de la noche
A la luz de la luna
Un barquito a la deriva
Ni sacudido por la brisa
Ni movido por las olas.

(Dogen)

viernes, 6 de agosto de 2010

DAS WUNDER IN YUSTE

Die Sonne, das Licht, der Gott.
Mich berührend,
Der neue Tag hebt sich an.









Un jardín con surcos y vocales me regalas
Esta vez me dejas que espere las señales
Viendo adentro lo que escucho, no lo siento
Tus palabras, tus palabras; un jadeo caballo viento.

viernes, 9 de julio de 2010

ESQUERIA

Lanza tu canto al viento, melodía
Grabada al fuego en el limes de la vía
En esta playa en que ahora te despides

Funámbulo en raíles viste al túnel
Surcado del azar y del destino, voluntad
Y fui yo, Odiseo, quien te dio la vida

En el cuadro entraste desde el rito
Enmarcado en escuadra y hacia afuera
A esa playa en que ahora te despides

Y en el barco aquel de la ventura
Con mesana de noble y verde pino
Fui yo, Odiseo, quien te dio la vida

Ancho el mar, larga la arribada
Pie en la tierra sin cruces sin espadas
En esta playa en que ahora te despides

La nave en el tajo se ha quemado
Sobre el puente ante el túnel, derribado,
En esta playa en que ahora te despides
Fui yo, Odiseo, quien te dio la vida

lunes, 21 de junio de 2010

NAUSICAA

Media vida sin flor,
sé que eres tú,
y que te ocultas en la ciénaga,
y que mandas tu semilla
en las alas
de traidora abeja
al más salvaje prado.

Y yo aquí sin flor,
sé que eres tú,
que te mueres en el prado,
salvaje,
que haces tuya esa tierra
en la que no estoy.

Muerta esa flor,
sé que eres tú,
a lo lejos, a lo lejos
nace un sueño
que tampoco es mío,
pero que a ti te lleva
a tu Shangri-La.

Muere ¿qué flor?
Hay un vientre que jadea
bajo mis manos,
todo gira y gira y es así,
que eres sola la flor,
que muere siempre, entre mis manos,
mientras te espero, en Shangri-La.

jueves, 10 de junio de 2010

EL TALLER

Ellos han ansiado el poder y siguen haciéndolo, aun ostentándolo, pues se han entregado al mismo y se han sentido investidos por él desde que llegaron a los talleres. Nosotros no podemos hacer nada, ni siquiera pactar la preservación de la Luz, pues con el poder no se puede pactar, ya que el pacto sería el compromiso del débil, que arriesga lo único que tiene, con el fuerte que nada pierde al incumplirlo, y que al hacerlo así ni siquiera puede quedar deshonrado por unos principios de los que nada ha comprendido en su intento de rápida trascendencia.

Así instauran una cultura mandarinesca y sin entrañas, culminación de un pecado de intelectualidad moderna que trata de mostrar a los poderosos como primeros padres de los hombres y mujeres del taller, toda vez que no han sabido engendrarlos, tal vez porque no han sabido reconstruirse a sí mismos.

La consecuencia ha sido que han forzado a los obreros a renunciar a la razón, no ya a la razón dialéctica, sino a la razón de Heráclito y de Anaximandro, a la razón que se hace la primera pregunta filosófica, la primera pregunta con sentido. Pero como no se puede vivir sin razón (como la razón no tiene sentido si no enamora a la vida) ha habido que recurrir a la razón restringida, como mediación y como consuelo. Y en vez de tener como fundamento la amarga medicina de Heráclito que nos despierta para entrar en razón, nuestro edificio tiene que plegarse a ser la medicina suave que da fuerzas, que mantiene mientras sea posible, pero que también señala un límite que a la postre no será respetado por los ostentadores del poder.

Y el obrero va a fracasar frente al poder, su tragedia es que puede, en el mejor de los casos, someter la historia a esa razón restringida a la que ha tenido que entregarse por estar la otra secuestrada por el poder. Por eso solo podrá garantizar a la razón su media vida entre el poder y el estruendo del mundo, pues la razón entera, como la verdad entera, evadidas del secuestro, ya no son de este mundo.

El obrero ha comenzado a hablar en los talleres según que los sabios, clásicos, se iban apagando. Pues ya no queda el antiguo sabio oriental y griego, el sabio modelo de quietud y aplacamiento, ese resquicio modesto por donde se filtra la luz del mundo en una luz más pura....el filósofo de la Caverna.

Sin el apoyo de dicha sabiduría el poder se ha opuesto al obrero, que es lo único que puede combatirlo, y para ello el obrero ha de estar siempre trampeando con el poder, siempre a vueltas con él, siempre en un límite peligroso por ser pequeña la distancia entre el poder y el enfrentamiento que el obrero soporta. Por ello será grande la tentación que algunos sentirán de intentarlo, de tratar de arrebatar el poder a los que lo ostentan, sin que para nada sirva la experiencia de los intentos de los otros que terminaron en amargo fracaso.

El obrero tendrá que buscar la Luz en otra parte, lejos del taller en el que la lluvia generó tanta humedad que extinguió las luces. Y ello devendrá una Odisea tras la que recuperará la antigua fe de Heráclito de la razón como medida entre contrarios, como armonía entre contrarios. Razón que es medida y armonía, verdadera medida que no puede encontrarse en un dogma, sino en un obrero concreto que percibe con su armonía interior la armonía del mundo.

Se trata, pues, de un arte. La ética se resuelve en estética y como toda estética resulta inefable. Es esta ética una razón impersonal que no deja lugar a preguntas sobre la injusticia del poder. La razón ha quedado desvalida y por ello ya no se diferencia de la vida, coincide con ella y por lo mismo no sirve ni para explicarla ni para trascenderla, todo lo más para soportarla. Dignamente. Lo más parecido a la libertad personal, pero más conmovedor porque su horizonte se mantiene lejano y por ello abierto, siendo así una dignidad a la desesperada. Ante la inexorabilidad de la muerte y del poder humano se encuentra, entre una fe que se extingue y otra que llega, la razón nuestra, la Razón desvalida.

miércoles, 9 de junio de 2010

ALREDEDOR DE M.ZAMBRANO (2)

Con el trabajo en el taller vamos descubriendo que hay en el mundo otras realidades no racionales, tales que en ocasiones cubren de gris nuestras humanas aspiraciones, pues no entendemos cómo bregar con ellas. Por otra parte las realidades concretas, las que mueven todo nuestro instrumental de racionalidad, en realidad nos dirigen hacia un fin que no hemos proyectado y del que casi siempre ni somos conscientes. El mal es que el racionalismo formado a partir de la Ilustración ha perfilado una idea del hombre que no nos permite contemplar la imagen del funcionamiento real de la vida. Y como esa idealización no es suficiente para anular la realidad diaria se ha terminado formando en el hombre una mala conciencia: la de la adolescencia (espiritual) permanente.

Así vemos que el idealismo racional impera en la burguesía intelectual, y lo hace de forma dogmática, sin ese ir a la ventura del auténtico filósofo que se entrega muy conscientemente al riesgo de la aventura del pensamiento. De modo que el racionalismo se convierte en una barrera que impide al hombre vivir la experiencia de forma íntegra, pues no reconoce la realidad, pero por otra parte le ofrece una máscara tras la que ocultarse y salvar la apariencia. Se constituye pues en una doble trampa.

De este fatal idealismo racional queda como residuo el culto al espíritu, que esconde engaños refinadísimos, pues se trata de una espiritualidad vacía ya que el modelo ha sido dado por la razón, y por ello le falta algo que la inteligencia sola no puede dar: una intuición del hombre, un proyecto de humanidad que no sea proyecto pensado, obtenido por idealización de lo que ya ha devenido residual.

Tal intuición la inteligencia sola no lo puede ofrecer, y de ello han carecido los proyectos de humanidad derivados de la Ilustración, lo que los ha hecho infecundos y a veces perjudiciales, y ello por ser proyectos construídos sólo por la razón. Las sociedades se piensan o se sueñan, pero no se intuyen; el hombre se piensa o se imagina, y, a lo sumo, se presiente.

Hay que esperar a que estos presentimientos sean algo más, a que el hombre vaya siendo otro, a que vaya apareciendo su realidad, para que sobre ella se forje la intuición del nuevo proyecto de ser hombre, la imagen del hombre nuevo superando el idealismo limitado por el racionalismo e imponiendo su realidad a todos los caprichos de la inteligencia, barriendo esas limitaciones y esas imágenes captadas con los residuos del pasado.

martes, 8 de junio de 2010

EL SILENCIO EN OCCIDENTE

Siguiendo a María Zambrano diremos que la vida es un diálogo entre el mundo y el alma, más aun, que no es más que un apasionado diálogo. El calificativo es fundamental aquí, pues describe el ritmo que cobra el asunto en la realidad, cuando se vive, no cuando solo se mira la apariencia. Y además, esa pasión, en tanto que parte esencial del diálogo, en tanto que parte conformadora del mismo, necesariamente debe estar presente en ambas partes dialogantes, necesariamente ha de definir y establecer una vía de doble sentido por la que la pasión corra, del diálogo al mundo, del mundo al alma, y así recurrentemente.

Por ello es al quedarnos solos, al sentirnos solos radicalmente, cuando aprendemos qué quiere decir que algo exista o no exista en la realidad. Al cesar el diálogo la vida queda en suspenso, y alma y mundo se miran frente a frente, sin reconocerse, pues es la propia vida quien les ha unido. Entonces el alma discierne lo que es real de lo que no lo es, pero al mundo necesariamente, por simetría, le ha de ocurrir lo mismo respecto al alma que a esta respecto al mundo.

Y a este cesar el diálogo que, si es apasionado, es la vida, le llamamos silencio. Solo en él podremos discernir la realidad.

miércoles, 28 de abril de 2010

COUNTING THE BEATS ( R. Graves, 1951))


You, love, and I,
(He whispers) you and I,
And if no more than only you and I
What care you or I?

Counting the beats,
Counting the slow heart beats,
The bleeding to death of time in slow heart beats,
Wakeful they lie.

Cloudless day,
Night, and a cloudless day,
Yet the huge storm will burst upon their heads one day
From a bitter sky.

Where shall we be,
(She whispers) where shall we be,
When death strikes home, O where then shall we be
Who were you and I?

Nor there but here,
(He whispers) only here,
As we are, here, together, now and here,
Always you and I.

Counting the beats,
Counting the slow heart beats,
The bleeding to death of time in slow heart beats,
Wakeful they lie.

viernes, 11 de diciembre de 2009

RESERVA DEL 96



...Homero nace en siete ciudades.
Una doncella acaba de apresar
Al unicornio blanco.
Todo el pasado vuelve como una ola....
(Borges, La cifra)

Elegí tiempo y lugar y ese fue
del Jerte el valle con su esplendor de
cerezos blancos de nieve en invierno,
el resplandor florido en primavera,
licor rojo de frutos del verano,
la desnudez vertical del otoño.

No recuerdo el tiempo, sí los cerezos.
Y entre ellos cerezos se escurría una montaña
y la senda, que en otro tiempo
llevó a Almanzor a enfrentar con asombro
su destino. Y el camino trazaba
espirales en su ascenso, cada vez
más cansado y cada vez más feliz.
Extraña forma de la felicidad
que nos brinda el cuento inmortal,
a mitad de su último párrafo.

Así recuerdo la fuente
a mitad del tramo último,
anhelo esperanzado y el sol que subía
en veloz carrera conmigo mismo,
hasta la altiplanicie que domina
el crudo valle y en la que hubo éxtasis,
y lágrimas y mi abrazo y Su beso,
y el secreto de la Madre Tierra
penetrando humano corazón.

viernes, 20 de noviembre de 2009

MADRID, NI UNO NI DOS


No son los dientes cercenados

por la bosnia metralla

ni el blanco bigote

que a la cicatriz oculta.


No son los huesos que crujen

ni los que me duelen,

ni estos pies que anclan

este eje doblado que no centra.


No es el aire que siento es una falta,

ni las faltas que espero van al agua

la gota que en el párpado se forma

y toma raudo vuelo en mi mejilla.


No el temblor que arrastran estas manos

en letras que no veo, esa sombra

perdida en lontananza, que no sé

si es ave o pararrayos. Ni siquiera


es el recuerdo, cuando llama,

ni el olvido angustioso de tu ausencia,

ni tampoco es la muerte, silenciosa,

cuando silba en mi oído, las canciones de la infancia.


No, es sencillamente, un par de rodillas

enmieladas sobre botas puro cuero,

que me traen, entre Sol y santa Ana,

el aroma de un sueño que no ocurre.

sábado, 4 de julio de 2009

MEDIANOCHE EN PUNTO

He visto el Absoluto en tu ternura,

pero era mi ojo,

y no la Ternura,

nada vi, nada sin Ti.


He oído lo Eterno en tu confianza,

pero era mi oreja,

y no la Confianza,

nada oí, nada sin Ti.


He acariciado el Aroma en tus palabras,

pero era mi olfato,

y no la Palabra,

nada olí, nada sin Ti.


He gustado el Sabor en tus labios,

mas era mi paladar,

y no tu Boca,

nada besé, nada sin Ti.


He sentido tu Cuerpo entre mis brazos,

pero eran mis dedos,

y no el Universo,

nada soy, nada sin Ti.


Pero el Absoluto y lo eterno del aroma al que sabe tu Cuerpo,

no requiere ojo ni oído ni olfato ni sabor en mis manos,

y los hombres dirán, olvidando mis cenizas,

que me fui sin enterarme.

viernes, 3 de julio de 2009

VENERABLE ROSA (sobre un poema de Aloys Blumauer)

Hombres buenos, que en su esencia se aman,
y se afanan en un quehacer fraterno,
te mandan estos pensamientos, hechos recuerdo.
Rosas cuidabas para tus Hermanos,
rosas te damos, ahora de vuelta,
honrad Hermanos esta acción de gracias.

Si queréis que en vuestro rostro la inocencia
tan hermosa sea como el resplandor de rosas,
no olvidéis entonces a la Naturaleza,
pues cada aroma con que adorna a su Hija
y que al humano ojo no cautiva
vive, solo, en sus maternales manos.

Pero la alegría se arropa en un esplendor de Rosas
y esta felicidad ya nada te la hurta,
pequeña y soñadora, jardinera.
Y rosas aún más hermosas que las que te damos
se entrelazan en tu vida, más allá de tu sueño,
y éstas nunca, nunca, se van a marchitar.

jueves, 25 de junio de 2009

Noche de san Juan, 2009

Donde tú estás, presente,
ahí hay puentes,
y hay Luz,
plenitud,
y tu mirar, distante, me refleja.

Pero donde Tú estás, ausente
de mí, Ser esencial,
hay cavernas,
Vacío,
y tu Luz hace mi instante transparente.

¿Eres Tú el resplandor
(me pregunto
en La Catedral
cercenada, hirviente)
o el recuerdo de tu Ausencia?

Eres, sí, carrera de gigantes,
copa de vino audaz
que termina
siempre
en el Sueño de la Vida rota.

miércoles, 6 de mayo de 2009

CORDÓN

“…hurí del edén, no llores;
vete con tus caballeros.”…
(José Zorrilla)

Como perro muerto humareda de tabaco.
No como ciudad misteriosa que exploré con nueve años
No como nieve de su sierra, alta como la vida
No como palacio nazarí, ni los jardines regios
No como ilusión de un día de vacaciones.

Como un paseo de tristes entre río y piedras
Bosque y monte, piedra pura
Como el valle en el ocaso, como la desenfilada
Como cuando Padre la mostraba con el dedo
Y mirábamos La Luna.

Hoy lo entiendo: la escalera abajo arriba
Es el puente fuera adentro
Y en el Fondo, caos y cosmos
Que es suyo y es tuyo y es mío: Lo somos.
Al fin fuiste Tú, quien a mí llevó Granada.

lunes, 4 de mayo de 2009

EL BLUES DE LA ESTACIÓN


Amanece, justo amanece cuando el tren va entrando en los larguísimos túneles-caverna de la estación de Sevilla. A medio camino desde mi cercano apeadero, sentado y mirando a mediodía, había localizado al avión de la mañana que sobrevoló la vía justo cuando pasábamos por su vertical. Con el buen humor, que ese juntarnos en tres de las cuatro dimensiones me había brindado, saltaba al andén camino de la oficina, esa otra caverna en la que estaría encerrado hasta la tarde, propiciando que otros siguieran siendo ricos, procurando que no fuera a costa de la sed de los que no lloran.
Los rótulos indicadores de los trenes, llegadas y salidas, lucían con furia su orgullo matutino; al compás de una megafonía loca como el mundo que procuraba guiarnos como hormigas a nuestro triste destino. El vestíbulo, inmenso, altísimo, de la estación terminaba con todo resto de resistencia, haciéndonos sentir pequeños, miserables. Algún dios despertaba de su sueño, éramos su duermevela pugnando por traspasar la realidad.
De golpe estaba en Madras Central, en las interminables colas que a diez metros de las taquillas se convertían en una papilla de indios, buscando yo un billete para Gangotri, donde Siva me llamaba desde las últimas lluvias. Todo lo que en Sevilla santa Justa era orden aquí era como el universo al segundo del big bang; lo que allí era luz e información, aquí era ruido y trenes cancelados; lo que allí columnas de hormigas rumbo a explotaciones de lujo, aquí eran montones humanos de pie, montones humanos sentados, montones humanos tumbados, unos enteros, otros sin piernas, otros sin brazos, y el olor, el olor por todas partes…..
Cuando todo fue inaguantable salí casi corriendo y mandé al coche a la estación de autobuses. Más colas, más papillas, más ruido, más montones y montones y montones, y el olor, siempre, siempre. Pero conseguí un billete para el bus de medianoche.
Subí rogando en voz alta que el equipo de video no funcionara, al menos el sonido, y un dios escuchó mi ruego y lo averió a las tres o cuatro horas de viaje (a las nueve de la mañana hicimos una parada de hora y media para que repararan el equipo, con el entusiasmo de todo el pasaje, que contribuyó económicamente).
Amanecía cuando el conductor anunció la siguiente parada: ¡Kurukshetra! El punto desde el que Brahma creó el universo, el lugar del mito de Siva y Sati; pero, sobre todo, sobre todo, es el campo de los Kurus, donde Arjuna no entendió la vida e hizo a Krisna, su chófer, la pregunta cuyas respuestas están en la Bagwad Gita, el gran (entre muchísimos) regalo de India a Occidente.
Los pasajeros estaban alteradísimos y el autobús paró allí, en pleno campo, en mitad de ninguna parte pues el sol se elevaba tras la ciudad que así se mantenía al margen. Los indios rezaban pero yo estaba saliendo de Sevilla santa Justa al aire fresco de la mañana y me detuve para recordar aquel campo en India en el que no había papillas, ni montones, ni ruidos, ni olores; el campo en el que Arjuna contempló dos ejércitos enormes preparados para una batalla que nunca tuvo lugar porque se dio cuenta a tiempo de que el auténtico enemigo estaba en su propio interior.
Nosotros también, y por ello seguiremos aquí, en este lugar geométrico, a disposición de los Hermanos, y no nos rendiremos nunca, deje lo que deje esta primavera.

jueves, 5 de marzo de 2009

ANORAK

Me acuerdo de la angustia bajo la lluvia al no encontrar transporte para casa el día que partíamos a Tánger. No aparecía ningún taxi y el autobús no llegaba, y cuando por fin lo hizo iba tan lleno que ni abrió la puerta de subida.

Todo eran novedades ese día, y no precisamente de las buenas. Había salido del colegio una hora antes, por primera vez en mi historia, para poder llegar a casa a tiempo del traslado al aeropuerto, al avión, y a Tánger. En cuanto salí del colegio todo se complicó. La lluvia era torrencial, cosa habitual en primavera, pero interminable. Por primera vez me habían provisto de paraguas en casa, esa mañana, al salir y ver mi madre los nubarrones, y presentir que su amenaza se descargaría en el peor de los momentos. Y el paraguas era un castigo. A su pesar tenía el anorak empapado, no digamos pantalones y cartera – mi hermosa y nueva cartera de cuero -. Además me ocupaba una mano, y como la otra sostenía la cartera no me quedaba ninguna libre para agitarla cuando presentía que un vehículo era un taxi libre – la lluvia no dejaba ver el piloto verde encendido -, o tal vez la luz verde había decidido ese día desaparecer de la tierra para dejar morir la esperanza. Porque el anorak tenía capucha pero aun así yo estaba con el pelo empapado y la cara como una catarata, y entre el agua y el viento no había forma de distinguir los vehículos en la calle, y aunque pasara un taxi estaba condenado a no verlo. Y desde luego que junto al borde de la acera se había formado ya un gran charco, donde salpicaban los coches sin parar y que convertía el acercarse a la calzada en una aventura suicida. Naturalmente que Antonio, el viejo con pata de palo que vendía cupones y atendía el teléfono de la parada de los taxis, que se acordaba de cuando la calle de mi casa era un huerto, ya se había marchado y...¡el teléfono! ¡El teléfono! Me abalancé sobre él y me sobrevino la certeza de que no funcionaría, de que no era posible que funcionara porque a pesar de mis nueve años ese día estaba aprendiendo perfectamente que cuando las cosas deciden salir mal no hay quien las pare.

Y en ese momento sonó el teléfono. Quedé paralizado oyéndolo sonar, partiéndome de risa por que hubiera alguien que en esas condiciones llamara a la parada esperando que hubiera un taxi libre, dejando caer la cartera al suelo para secarme un instante la cara, más que nada para sentir la caricia del viento con agua rozando mi piel y golpeando el plástico de la capucha del anorak, produciendo un sonido rítmico que contrastaba perfectamente con el del timbre del teléfono.

Tres días después, aun más asustado que entonces, al levantarse el dromedario (conmigo encima) en Cabo Espartel, sentí ese mismo viento en esa misma capucha, pero era un viento más seco y más virgen, y la capucha cubría una cabeza más vieja y más sabia.

jueves, 19 de febrero de 2009

CONCEDO IMPOSIBLE SOÑAR

El dolor a veces llega maquillado por el sueño
Cuando sueño con restos de rimmel en el baño
Ese baño imposible en el fondo del mar Rojo
Como rojo tu pulóver de alto cuello
Como Esfinge que no miras
Ni te puedes sentir en su sombra reflejada.

No hay niebla en Egipto. Sólo sal, arena y
Tu memoria sangrando, y mi olvido taponando
Construyendo de nuevo la infatigable realidad
De un sueño decorado, de un dolor.

jueves, 12 de febrero de 2009

EN EL FONDO DEL PECHO


En tu luz aprendo cómo amar
Tu danza en el fondo de mi pecho
En tu belleza, cómo poemar.

Ni con todo el cuerpo derecho
Pueden saber cual es el hecho
En tu luz aprendo cómo amar.

Mis despojos, yermo deshecho
Hollín y abono a los cuervos echo
En tu belleza, cómo poemar.

Para vivir tenemos el nicho
Para amar pulimos el brillo
En tu luz aprendo cómo amar.

Para morir nos queda el lecho
Para amar nada sino los hechos
En tu belleza, cómo poemar.

Nadie ve en el fondo de tu pecho
Cuervos cantando, ese es mi provecho
En tu luz aprendo cómo amar
En tu belleza, cómo poemar.

lunes, 2 de febrero de 2009

EL FUEGO DE SAN SILVESTRE


Vitriol y destino del hombre
En su buscar pura tiniebla
Llama final, vela sin sombra.

Lengua de luz fijada en nada
Refugio que es, aun sin tejado
Vitriol y destino del hombre.

Vela, si se extingue es vana
Vida, si se mantiene, gana
Llama final, vela sin sombra.

Caverna, profunda y helada
Presos con la luz aún vedada
Vitriol y destino del hombre.

Vela, si se consume es buena
Vida que se prolonga es vana
Llama final, vela sin sombra.

Una locura ya vencida
Una caverna desvelada
Vitriol y destino del hombre
Llama final, vela sin sombra.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

VUELVE A CASA, VUELVE, POR NAVIDAD


La soledad, amor mío, es buena.

Ella es, tu nombre mi amor, misteriosa.

Y está sin ti sola, pero es Una.

Hermanos, por fin, al fin, buena nueva

Ella nueva, mano firme, misteriosa,

La soledad, amor mío, es buena.

Mi cuello, tus palabras, brisa clara,

Alas mi cuello muere, de mariposa,

Y está sin ti sola, pero es Una.

Sumas tú todo y eres la suma

Cual roce de acacia me das tu rosa

La soledad, amor mío, es buena.

Tu llanto, amor mío, mi deseo frena

Queda la noche, fría como la losa

Y está sin ti sola, pero es Una.

Tu risa, ahora lo sé, es tan pura

Que me sacas, Amor, de esta mi fosa

La soledad, amor mío, es buena

Y está sin ti sola, pero es Una.

lunes, 26 de mayo de 2008

VEINTISIETE DE OCTUBRE


Íbamos de Sevilla a Los Palacios por la carretera de Carmona a Morón, es decir, por la vía húmeda, cuando el amanecer nos desbordó. Paramos y bajamos. En el oriente las nubes estaban bajas y eran gris claro, de tamaño mediano, como individualidades en el gran baile cósmico que nos regalaba su presencia. Entre las nubes se dejaba ver un cielo azul brillante, con tonos anaranjados en la parte terrestre.

En occidente el cielo estaba totalmente nublado, gris muy oscuro pero con un tono amarillo que le prestaban las luces de la ciudad grande. Aquí no había individuación, sino un conjunto obedeciendo como un todo los dictados de la naturaleza que era él mismo. El viento alto empujaba con fuerza el frente nuboso, que daba la impresión de desgajarse, de querer dejar de ser un todo, de buscar la diferenciación, la posibilidad expresiva que tenían sus compañeras en el oriente.

Una suave brisa nos acariciaba también, haciéndonos partícipes de la impermanencia de todo aquéllo. ¡ Cuánta belleza, tanto más por ser fugaz ! Y tantos matices coexistiendo en esa transitoriedad. El viento y el propio orto hacían cambiar los volúmenes y los colores de la escena. Y el conjunto es un todo, pero fugaz, y no porque se hará de día o se irán las nubes o ambas cosas; sino porque pocas veces gozamos de ocasiones como esta, de enfrentar el misterio donde menos lo esperamos y tener la oportunidad y el coraje de parar y bajar. Durará poco tiempo, y entendemos por qué nosotros también.

Nos deseamos en la casa serrana, con grandes cristaleras que permitan contemplar el amanecer completo mientras desayunamos y lo comentamos. Unas cosas son y otras no.

Y yo estaba solo, claro.

martes, 6 de mayo de 2008

MANO CON DOS CARAS


De pronto viene, bocanada triste ,
el cuerpo queda, cortado y bronco,
y el ánimo escapa, veloz a no sé dónde,
se asienta en el alma, nostalgia no sé qué.

Mapa de borrosos recuerdos,
desenfocados por la mente cautiva
en el deseo de algo o de alguien,
huimos y pensamos, y ya no somos.

Lo que ni es ni ha sido,
pero amalgama el espejo
en el que toca mirarse,
observarse, reparar someramente

en las nuevas cicatrices,
en las nuevas heridas,
en los sueños rotos
por el desamor que triunfa.

Mi mano siente entonces
tu mano
siente todas las manos
o
siente todas las veces
la mano
acariciada con ternura
el dolor,desprendido,
de lo que hubiera
podido ser, una vida feliz.

Quizá no importa: hay un refugio
último en el que sí habita el tigre,
en el que los hombres caminan
por montañas infinitas y blancas,
en el que los libros son todos
viejos y huelen a sabiduría,
en el que el sol se pone
para no ponerse,
en el que el tiempo es,
circular.

Entonces,
en ese preciso instante,
dos cachorros juegan
con el cervatillo que su madre
para ellos capturó, y lo devoran,
después.

La bofetada contundente
me devuelve al mundo,
a la partida, al peón de dama
que cree dominar el centro.
Olvido el sueño y su recorrido
perpetuo del infierno al cielo
y me hallo en el justo centro,
el real, pensando y sintiendo,
que yo no soy sólo esto.
Y comprendo que es mía la sombra
que te oculta el sol, y que ahí seguirá
estando mientras dure
la maldición del ángel
que optó por luchar,

contra el Dios.

sábado, 15 de marzo de 2008

LA VIE MAUDITE


Saber,
que a mis palabras
las lleva tu aliento,
un viento que no es otro
que el color de lo que siento.

Sentir,
que no hay locura
aunque llueva hacia el cielo,
y de la tierra brote
la raíz del firmamento.

Separado
de las aguas
y poniendo rumbo al fuego,
se congelan las ideas
y amalgaman estos ojos.

Y así me miro nuevo
con el gris de mis cabellos,
los fantasmas de la nada
que se esconden tras los sueños.

UNA COLUMNA ROMANA


Como yo lo hago ahora, ¿quién en otro tiempo, en ti apoyado, contemplaba el horizonte desde el que volvía a su morada? ¿Cómo eran su rostro y su mirada, qué pensamientos se agolpaban en su mente? ¿Qué baños y masajes le esperaban, qué manjares? ¿Cuántos hijos le salieron al encuentro?

¿Qué manos temblaron en sus hombros, qué cabellos acariciaron su cuello? ¿Cuánto duró el escalofrío que le recorrió, voraz, en ese instante? ¿Pensó entonces en la muerte? ¿O se dejó llevar, sencillamente, por la promesa del gozo y de la paz? ¿Cuales fueron sus primeras palabras?

Apoyado en la barandilla del bar de la terraza del Accord, otra vez me hago preguntas. ¿Dónde está la columna en cuyo interior está encerrado el universo? ¿De quien son las manos en cuyas palmas se apoya la eternidad de Blake? ¿De qué arbusto, en el camino a Kallipuram, saltará el tigre en cuya piel los dioses dibujaron la fórmula que construye los mundos?

Esas preguntas me hago, aquí en Madras, bajo un cielo en el que nunca hay estrellas, pero sólo yo no veo sino el resplandor de la ciudad. Con un calor que no se acaba nunca, pero sólo yo siento el calor. En una playa que no huele a mar, y en la que sólo yo acaricio las olas, que nada saben de las estrellas marinas. En las tormentas de medianoche, y el aroma de la lluvia, que jamás brota.

En Madras, olvidada la costumbre de las respuestas, la mirada vuelta a occidente, como Ulises. Sin baños ni manjares ni cabellos en mi cuello. Sin tigres ni columnas. El viento de la noche me trae la voz, esa voz deseada, que tampoco ha muerto. Y me envuelve en el silencio, y se disuelve en un momento, como el azahar de primavera.

Y sueño con Tu Nombre, anima vagula, blandula…

lunes, 11 de febrero de 2008

CONTEMPLACIÓN DE UNA ESTILOGRÁFICA


Contemplo la vieja y nueva Waterman y pienso que si la espada o el arco son una extensión del brazo del tirador, también la pluma lo es de la mano del poeta, viejo y nuevo, que te escribe. Y si en el ejercicio del tiro devengo arma, proyectil, disparo, blanco, y es todo uno y lo mismo; así también en el ejercicio poético soy la pluma y la tinta que se extiende sobre tu piel, y el papel y el blanco transformándose en canción, y el rumor del viento que nos lleva a tu corazón, a esa sangre que se extiende sobre tus regalos, velando en mi mente la percepción del amor que te guió al elegirlos para mi. Ningún fuego ajeno puede destruirlo, ninguna Faber Castell puede sustituirla. La nueva y vieja Waterman que emerje del lago de sus propias cenizas, y emprende vuelo con el viento que no hay en Madras, donde tampoco estás tú.

lunes, 16 de julio de 2007

MARINA




Mientras
mis pasos sin ritmo me llevan al final de la playa,
poseído,
mis pensamientos me fascinan
por un instante
el vacío del mundo sin mí,
se asoma al vientre y me hace respingar,
mientras siete olas dan en la rompiente,
me saludan en la playa
una
a
una
que se adelanta más acá de la marcada orilla,
me sorprende haciéndome subir con rapidez
para que el agua no me sienta,
para que el mar no sienta
como pienso
así también a veces,
uno de los siete pensamientos
rompe con más fuerza y me recuerda que no soy más,
que su consciencia.

viernes, 25 de mayo de 2007

DECONSTRUCCIÓN DEL AMOR




Y sin embargo I


Cómo no saborear ese silencio
que se esconde detrás de tu sonrisa.

Cómo no dejarse palpar, en la noche clara,
por el gorgojeo ansioso de tus ojos.

Cómo no sentir el frescor de la existencia
en la tibieza de tus manos, cuando regresas
de madrugada.

Cuando roza mis labios una lágrima de amor
y va ganándome el terreno entre los pliegues
de tu pecho.

Como si una mariposa fugaz realizase su destino
eterno cada vez que a tu infinito estrecho
entre las manos.

Cada vez que un destino humano se acoge
en nuestro seno,
cada vez que tu palabra me señala el camino
hacia lo nuevo.

Ah, y sin embargo…


Y sin embargo II

Esa sensación de tristeza que creí que era mía
esa añoranza de cosas que están del lado de afuera
esa vivencia implícita del lado oscuro de la vida,

y el sonido del sol más allá de la montaña
y el zumbido de las flores, revoloteando, alegres,
recordando a este yo olvidado de mi cuerpo
que no hay más realidad que la que miro desde adentro.

Todo el frescor del aquí y ahora convertido
en un viejo problema,
todo el no saber qué más, todo el dilema.

Todo ésto se diluye cuando abrazo tu ilusión
según va el espejo, poco a poco, devolviéndome tu aroma
y una bruma cerrada va envolviendo el recuerdo
y el futuro.

Y sin embargo…


Gijón, 23 de Marzo de 1993.

miércoles, 23 de mayo de 2007

OTRO POEMA SÁNSCRITO (VAIDDOKA)



Hari Visnu, victorioso,
Creyendo se trate del oscuro borde de su escote,
Trata de apartar el reflejo de su rostro,
Oscuro como nube de tormenta,
Del dorado globo que es el seno de Rada.

Como quiera que la dama se le ríe,
Oculta su rostro, avergonzado.

miércoles, 4 de abril de 2007

TRES PERLAS SÁNSCRITAS


1. De Vallana:

Decir que ella volverá a mis ojos deleitar

es loca verborrea.

Pensar que ella mi esposa pronto será

es tan imposible como lo es suponer

que pueda un elefante en mis manos contenerse (*).

Mas ya esto mismo es mucho:

que en uno y el mismo eon han sido creados

tanto ella la de plana frente,

como yo, y con mérito bastante

para verla a ella.


2. De Viryamitra:

Fugaces miradas de tus ojos,

Los que se alargan hasta tu oreja,

Más oscura que el loto,

Suficientes que fueron para hurtar un corazón.

Qué necesidad hay, querida amiga,

De ese empeño que pretende trenzar tu suelto pelo,

De mostrar el pliegue tintado de tu brazo,

Y marcado con las uñas del amante.


3. De Kalidasa:

Cuando está conmigo

El silencio aflora

Tanto como palabras,

Y los ojos, cerrados, ven.

Nuestros cuerpos se entrelazan,

Y en ese intercambio,

Lo confieso,

Nada está prohibido.




(*) Aquí recordé a Blake, claro. Fueron los primeros versos que leí en el British Council de Sevilla:

To see a World in a Grain of Sand
And a Heaven in a Wild Flower,
Hold Infinity in the palm of your hand
And Eternity in an hour.

EQUINOCIO DE VERANO


Nunca he lamentado tanto no tener la cámara a mano. Ojalá fuera pintor….pero al oficio me atengo y trataré con las palabras describir esa escena imposible que me sorprendió esta mañana de verano en Madras.

Un rato antes había adelantado a la moto. Mi conductor, como siempre, hizo sonar el claxón para advertir de su maniobra y el del otro vehículo mantuvo velocidad y rumbo para facilitarla.

Era un indio joven, y detrás viajaba una mujer, más joven aun. El tráfico de motos en Chennai es más intenso que el de coches, y he visto todo tipo de cosas y seres, en calidad y cantidad, a bordo de las motos. Pero no estaba preparado, tan de mañana, para lo que me fue dado contemplar.

Ella llevaba un sari simple verde, hermoso, como todos, y montaba la trasera de la moto, a la inglesa. Él iba ciertamente concentrado en la conducción del vehículo, para lo que aquí se requiere de toda la atención posible, al no haber señales de regulación del tráfico, ni más regla de comportamiento en la vía urbana que la prudencia y la tolerancia.

Tal vez fuera para conciliar el sueño matinal, pero lo que yo vi en ese rostro tiernamente apoyado en la espalda del conductor, con los ojos entrecerrados, con una leve y feliz sonrisa; no fue ciertamente señal de una persona cansada, sino de un amor perfecto que incluso en esa incómoda situación (el peligroso viaje en moto de casa a donde fuera) encontraba ocasión y forma de expresarse.

Tras adelantarles me recliné en mi asiento trasero y cerré yo también los ojos para recrearme en la escena. Pasado un rato un giro del coche lo sentí desacostumbrado y abrí los ojos. En mitad de una intersección de calles amplias dos vehículos parados obstaculizaban levemente el tráfico y los conductores los rodeaban con un pequeño giro. Me volví para verlo por la ventana trasera del coche.

El conductor de un motocarro de pasajeros hablaba acaloradamente con el de una furgoneta de reparto. No discutían, solo que había muchos énfasis en la conversación. Se habían encontrado en mitad del cruce y habían parado para contarse algo que sin duda no podía esperar, o no podría decirse nunca sino en ese momento. Los demás vehículos hacían sonar la bocina, anunciadora de su presencia, y rodeaban el obstáculo. Como siempre en India.

Me volví hacia delante pero esta vez no me dio tiempo a cerrar los ojos. En sentido contrario a nuestra marcha, avanzando hacia el cruce obstaculizado, nos cruzábamos con un vehículo no tan habitual: un hombre pedaleaba y remolcaba un carrito en el que se sentaba un niño de unos seis años. Perfectamente vestido, con su camisa azul y blanca a rayas, representativa de algún colegio, sus pantalones cortos, sus calcetines blancos, y su mirada de hombre que conoce su lugar en el mundo, al menos el que ocupaba en esos momentos.

El que pedaleaba, aupado sobre el sillín, era un hombre mayor, delgadísimo, de pelo y barba blancos, descalzo como tantos habitantes de esta ciudad. Limpio, también, como todos los indios, pero no inmaculado como su cargamento. El rostro crispado denotaba un gran esfuerzo, y también una gran determinación por llevar al niño a su destino.

Fue en ese instante en el que lamenté no llevar la cámara, aun sabiendo que se trataba de una escena imposible para mi: la que tendría lugar, tráfico arriba de mi coche, unos minutos más tarde, si es que confluían, en la intersección del taxi y la camioneta, el bicicarro del niño y el anciano, y la moto con la mujer enamorada.

domingo, 26 de noviembre de 2006

SUCEDIÓ EN MI LOGIA


Helios conduce su cuádriga de oriente a occidente, trazando la carrera del día. Por sus orígenes está subordinado a divinidades lunares, lo que es propio de la temprana mitología griega y, antes de que Apolo tomara su lugar como dios de la armonía y de la luz, el sol era secundario en relación con la luna. Helios ni siquiera es olímpico, sólo es hijo de un titán (Hiperión).

Faetón es uno de los siete hijos que tiene con la ninfa Roda (otro es Actis, fundador de Heliópolis, capital del bajo Egipto antes de serlo Menfis). Faetón, en su infancia, era muy criticado por hacerse nombrar "hijo del sol" y al llegar a la adolescencia parte en busca de su padre al descubrir la divinidad de ese sol del que se sabe hijo.

Helios rebosa felicidad al hallar a su hijo y le promete lo que desee. Faetón pide conducir un día el carro solar, para mostrar a sus hermanas sus habilidades, deseo alentado por su propia madre, todas ellas de carácter lunar. Helios se opone pero termina cediendo ante la insistencia de su hijo. Las hermanas preparan el tiro de la cuádriga y Faetón arranca pero no tiene fuerza ni habilidad para manejar el carro, que es llevado muy alto, provocando heladas en la tierra, y luego demasiado bajo, causando incendios. Zeus, enfurecido, lanza el rayo que arroja a Faetón a la tierra donde es consumido por las llamas.

Analicemos esto a fondo. Helios simboliza al sol que da lugar a las estaciones, la agricultura, la productividad de la tierra. La mitología griega traspone siempre la productividad exterior en productividad interior: los frutos vegetales simbolizan estados del alma o del espíritu.

Faetón sale en busca de su padre cuando, llegado a la adolescencia, se da cuenta de sus facultades, de ser depositario de algo divino, y de poder hacer uso de ello. Va a buscar al padre para averiguar cómo es este hacer uso de lo divino que hay en él, es decir, cómo utilizar sus capacidades solares, sus capacidades productivas. Faetón quiere producir, pues. Si hubiera sido hijo de Apolo, sus cualidades solares serían las de la armonía, del perfeccionamiento espiritual. Pero al ser hijo de Helios su cualidad solar es externa, y así lo es también su ansia productiva: va desde fuera hacia adentro, y no brota de la raiz del ser para trascenderlo en el mundo.

Pero es que además Faetón comienza su búsqueda del padre impulsado por los insultos y desconfianzas de sus conciudadanos. Así, su impulso productivo no es espiritual, sino que tiene su origen en el deseo de brillar y de imponerse en el mundo. Es un impulso vanidoso.

Así cuando Faetón pide a su padre la promesa de concederle lo que desee, no le parece mucho pedir las riendas del carro solar, cegada su inteligencia al creer que con querer basta para poder. El sol es luz, calor y fertilidad. Faetón tiene derecho a querer dar a los hombres esta luz y esta fertilidad. Pero como mortal que es debe recibir primero la iluminación espiritual y luego dejarse trascender por ella y reflejarla para iluminar el mundo. Esto es proceder de dentro hacia fuera, siguiendo la vía iniciática.

Pero la vanidad de Faetón le hace eludir todo paso intermedio en su ambición por dar al mundo, y con sus solas fuerzas, la fuente de toda luz. La vanidad le lleva a ponerse a la altura de su padre, ser divino e inmortal que simboliza el ciclo sin fin de iluminación y fecundación. No se conforma con ser el hijo mortal de un dios, quiere Faetón igualarse a la divinidad y creer que esto es posible es el exceso de vanidad del ser con mediocres ambiciones espirituales: querer iluminar espiritualmente, querer ser un guía espiritual, creerse capaz de combatir el error y llegar a ambicionar la salvación del mundo (del mundo de cada cual).

La productividad bien entendida es, como hemos dicho, la formación de uno mismo. Si no somos perseverantes en esta formación perdemos el norte, y cuando la productividad interior no es suficiente empezamos, erróneamente, a buscar la obra externa antes de haber acabado la interna, y es el triunfo de la vanidad.

El caballo simboliza el deseo impetuoso, pero el caballo alado, como los del carro de Helios, simboliza el deseo elevado, el deseo que ha sido pulido y transformado de metal impuro en anhelo solar y aúreo. Antes de pretender guiar la cuádriga Faetón hubiera debido aprender a domar los caballos, a pulir sus propias aspiraciones.

Helios pide a su hijo que renuncie a su desbocado deseo, pero Faetón no escucha la voz de su padre, el dios solar, el espíritu. Como siglos después escribiera Schiller: contra la insensatez los propios dioses luchan en vano. Helios cede el paso a Faetón, el espíritu es impotente frente al deseo absurdo, frente al velo de la ignorancia, y se produce la tragedia. Faetón arranca el carro y hace surgir al sol, pero esta verdad que Faetón trae se aparta de su camino natural pues la hoja de ruta de Faetón es la del error. El carro se acerca demasiado a la tierra, la verdad que trae Faetón está contaminada de metal terrestre y la luz se transforma en llama devoradora que en vez de fecundar incendia la tierra.

Zeus, símbolo supremo del espíritu, lanza el rayo. El relámpago iluminador, que es esclarecimiento espiritual, se transforma, si este espíritu es ultrajado, en el rayo que todo los destruye. Con él Faetón es arrojado del carro y del camino de la luz, cayendo a tierra y pereciendo en las llamas que él mismo ha producido.

Las llamas se expanden y abrasan la tierra y sus habitantes. Faetón no es el único en sufrir el castigo. El error se expande, el error esencial, el error sobre el sentido de la vida, expresado por el espíritu falso, echa raices en los hombres y los confunde. El error separa arbitrariamente a los hombres, o bien los agrupa parcialmente en su deseo erróneo y destructivo, que deviene así fanatismo.

Y este error esencial, sobre el sentido de la vida, creado por el deseo vanidoso del falso héroe del espíritu, de naturaleza improductiva, es transformado en destrucción y sufrimiento que pueden alcanzar el mundo entero, formando un círculo vicioso a través de las generaciones. Alerta, pues.

viernes, 20 de octubre de 2006

LOS DOS SOLES




La mañana del día de la apostasía transcurría de manera rutinaria. Era a mitad de una semana hasta el momento llena de sobresaltos, sobre todo en el trabajo, lo que le había hecho temer que este sería un día de tensión, que tendría que ir deprisa a la ciudad, cumplir el trámite, y volver a la carrera para no contrariar a los que tanto molestaba que se ausentara del despacho y no estuviera siempre disponible.

Pero los compañeros estaban muy ocupados para reparar en su marcha, hacía un buen día de sol, sin calor, y el trayecto a la ciudad fue rápido y sin incidentes. Encontró plaza de aparcamiento en un sitio cercano al palacio arzobispal, así que desconectó el teléfono y se encaminó con tranquilidad, gozando de la mañana como pocas veces lo podía hacer.

En la ciudad vieja recorrió calles llenas de recuerdos de juventud, dobló esquinas tras las que había perseguido no pocos sueños, escuchó a los mismos pájaros de entonces y definitivamente el sol que lucía en el cielo era el que le había acariciado el rostro tantas veces, imaginando él que sus rayos fueran las manos de esa amante anónima que no había nunca dejado de buscar, y lo seguía haciendo, consciente de que no existía, de que no había existido nunca, o de que ya no existía, tras la mezcla de recuerdos reflejo de un vago, pero único, conocimiento.

Estaba ya muy cerca del palacio y era aun muy temprano para la cita, cuando reparó en la catedral. Era la misma, también, pero algo había cambiado. Siempre que pasaba cerca no dejaba de entrar en ella, lo había hecho desde niño, fascinado por la magnitud de las distancias y la armonía de las proporciones y el sonido de la luz en la piedra y en las vidrieras. Allí había escuchado conciertos memorables, de los que dejan una huella en el vientre; había recorrido sus rincones comunes y no comunes en pos de rastros que le significaran las claves del trabajo interior, del conocimiento de sí mismo, y las había encontrado y hecho uso de ellas, y transmitido a sus ayudantes en los arcanos.

Y lo seguiría haciendo mientras los edificios estuvieran allí, pero hacía treinta y tres años había perdido la fe, y todas sus vivencias en la catedral estaban, en cierto modo, como todo en su vida, marcadas por la contradicción entre no ser creyente pero sí ser oficialmente miembro de la iglesia. Hoy esto iba a cambiar, así pues tenía la ocasión de hacer una visita a la catedral que sería la última en su condición de miembro de la iglesia.

Pensaba esto mientras trasponía el umbral de oriente, pues no se había ni planteado la posibilidad de no entrar en el templo. No había casi nadie, ni locales ni turistas, lo que agradeció con creciente emoción y se detuvo a contemplar las bóvedas de la nave de septentrión. Y entonces lo escuchó.

Era un rumor grave y clamoroso, pero de un nivel sonoro bajo, por lo que no le prestó atención, asociándolo inconscientemente a alguna celebración religiosa, de las que debía haber varias a lo largo de la mañana. Pero esta vez algo era distinto y al rodear un pilar en la parte occidental de la nave se dio cuenta de qué era lo nuevo: estaban cantando en latín. Inmediatamente pensó que debía tratarse de una misa, y aunque el canto cesó no le fue difícil encontrar el lugar en el que, efectivamente, se celebraba el evento: en el mismo altar mayor de la catedral de la tierra de María santísima, ocho ancianos sacerdotes concelebraban una misa en latín. Era cierto, y los fieles la seguían, y había sitio libre en los bancos.

No lo dudó y tomó asiento. Esto era una novedad, y de las grandes. ¡Menuda manera de despedirse de la religión oficialmente! Calculó que tendría el tiempo justo hasta la comunión para cruzar luego al palacio arzobispal, apenas a unos pasos. Pero quedarse hasta la comunión era importante. Había comulgado muchas veces desde su apostasía natural, por obligaciones diversas, como en la primera comunión de su propio hijo, donde no se tragó la ostia que conservaba como un fetiche personal.

Llegado el momento se adelantó para estar de los primeros en la fila. Sólo uno de los celebrantes repartía la comunión, pero le flanqueaban otros dos, uno con la bandeja y otro vigilante adicional. Cuando le llegó el turno colocó las manos para que el sacerdote depositara la ostia en ellas, temiendo que el anciano le quisiera obligar a recibir la forma directamente de sus manos en los labios. No fue así, pero ante la severísima mirada del tercer sacerdote no tuvo más elección que metérsela él mismo en la boca, tras lo que abandonó la celebración y tan pronto dobló la esquina se la sacó y la mantuvo en la mano para que secara antes de guardarla en el bolsillo. Al salir de la catedral le recibió el sol en su camino hacia el meridiano, y lo agradeció también.

Llegó cinco minutos antes, pero en el arzobispado le esperaban. Rápidamente le condujeron a una sala sobria donde el documento estaba preparado. El notario de la Curia lo leyó y ambos firmaron ambas copias. Había dejado de ser creyente.

Al salir a la calle pensó en celebrarlo pero a esa hora sólo podía ser con un café y un cruasán, y así lo hizo en la cafetería de la avenida. Llegaba el tiempo de la frugalidad, después de tanto exceso, la asignatura pendiente estaba aprobada, aunque con cinco pelado, y podía irse tranquilamente al Liceo a aprender francés para leer a Stendhal. Podía ser feliz.

jueves, 28 de septiembre de 2006

SEE UND KNOBLAUCH


Te he buscado donde sale el Sol
¿estabas donde se pone?
Te he soñado de noche, indurmiendo,
¿duermes de día?
Te he sentido de día, invigiliando,
¿sueñas de noche?
Yo sí sueño de día y de noche y
sueño con el cariño de tu cuerpo y
con el amor de tu mente y
en la nostalgia de tu alma,
ahí donde esté, lejana…
¿Dónde estás y cuándo?

Déjame asirme al cabo que no echaste
solo quiero sentir el calor de tu vientre,
el sol en tu cabello y la ternura, fugaz,
de una mirada al fondo de mi alma
náufraga en el torrente de mi vida.
Pero tendrías:
la belleza del paso de Tornavaca,
nueces, uvas y queso,
la nieve en Suiza y el café de Bruselas.
Las coplas del Sur, el otoño en Asturias,
el verdor del Neretva. Las librerías de Londres
y un crucero por el Nilo.
El canto de los pájaros de Aquisgrán,
las columnas de Bamberg y los puentes del Sena,
uno a uno.
La libertad: busco a la mujer que me espera
sin que tú y yo lo supiéramos.

Apareces en el sueño de mi vida
un recuerdo fugaz de una mañana
y en mi sueño reflejado en esa esquina
que doblabas con desgana y en tu rastro
se pierde mi ser errante, en tu mirada.
Quiero olvidarme despacio en lo profundo
de la claridad de tus ojos y navegar
al son de tu sonrisa entre dos aguas
emergiendo solamente en tu silencio;
tomando al fin entre mis brazos
el sueño de los sueños que mi piel tiñe
del color del sol, del aroma de tu pelo
al mecerse entre mi aliento.
Sin ti no estará nunca completo mi sueño.

El viento. El viento que silba.
Ahí está. Y detrás: Ay, no lo sé.
Sí sé qué sería. Pero no.
El viento silba.
Tras la puerta. Pero las ventanas.
Aquí y allá. Contigo y sintigo.
Ay amor, mis palabras y mi viento
te lo llevas al compás de un quejido
que no oyes.
Oculto tras la roca te observo, y me muero.

No te puedo esperar detrás de mis palabras
no te puedo buscar escondida en mi mirada.
Ni quedarme aquí, de mi suerte enamorado.
Entonces surge tras un instante de silencio:
con la luna de mayo
este pájaro voló
y se perdió.
Tras un sueño; inalcanzable.
No te vayas de mi sueño todavía,
no te vayas del temblor de mis labios
en esta madrugada fría;
no te vayas del dolor, no te vayas del recuerdo,
no me dejes, mi amor, perdido en el olvido.
Déjame ser aquél en el que piensas,
sentir tu sueño mío,
rozar mi sinrazón con un anhelo
por el que mi vida pueda
valer la pena un día.

En Tomares, apurado por el humo y mi bebida,
confieso y manifiesto
que esta vez él ha podido conmigo,
que ya son veinte días entre la bruma y la esperanza,
y que me sobrepasa la vida, y se me hace corta.
Que se termina la primavera y no
he cumplido mi tarea, que el tiempo se me acaba;
que quizá no haya más sol tras este invierno,
y que él, esta vez, ha podido conmigo.
Que lo he intentado todo, mas en vano,
que a pesar de tantos años y pesares
frente a ti me siento cada día
como ante el silencio se siente
el niño enamorado.
Porque esta vez él ha podido conmigo
y no me rebelo ni me hago trizas
sino que me dejo fluir con el viento lentamente
al rincón en que te intuyo.
Mas acaso él me devuelva la pelota
y pueda mañana beber mi alma de tu alma enamorada,
acaso él no haya sido, después de todo,
quien de verdad pudo esta vez conmigo;
acaso no sea esta vez Amor culpable
sino tan solo mi torpeza aspirando a tu regazo.

jueves, 17 de agosto de 2006

MITO, LOGOS Y ÉTICA: SU CONFLUENCIA EN LA VÍA INICIÁTICA


Hace años, en una de nuestras primeras planchas en la que tratábamos de examinar el carácter constructivo de los trabajos, y reflexionando concretamente sobre el volumen de la ley sagrada, escribíamos: "En el principio era el verbo, y el verbo estaba con Dios, y el verbo era Dios. Todo se hizo por el verbo y sin él no se hizo nada de cuanto existe. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Creo que todos nos hemos estremecido al leerlo por vez primera……la idea y la palabra. Para cada idea existe una palabra (o conjunto de palabras) que la evoca, y a través de la cual se expresa la idea. Luego estudiando las palabras llegamos, en última instancia, a las ideas, conocemos las ideas."

Estábamos entonces muy lejos de reconocer que en la segunda parte de esta reflexión está la esencia del trabajo hermenéutico en su aspecto analítico: de la palabra a la idea. Pero en lo que hoy estamos en completo desacuerdo es en la primera parte de nuestra reflexión: lejos de estremecernos emocionalmente por unas misteriosas palabras que entonces no entendíamos, hoy las reconocemos como la otra cara del trabajo hermenéutico: el aspecto sintético. Cómo mediante el uso de la palabra, escrita, como herramienta, vamos construyendo un mundo, el mundo de nuestra realidad, porque es lo que pensamos, lo que soñamos (dormidos o despiertos) lo que influye en nuestra alma, lo que configura nuestra biografía y lo que en suma nos hace mejores o más felices. En el comienzo de este trabajo hermenéutico está siempre la idea. Después el verbo va al encuentro de la idea. Y después el verbo ya no es nuestro: nos trasciende, es de todo el mundo, que puede aplicar el análisis hermenéutico para recuperar la idea original.

Y es con este ánimo con el que hay que entender lo que diremos a continuación. Porque creemos que hay una continuidad histórica entre el mundo mítico griego y la filosofía tal como se entiende en Grecia a partir de Platón y Aristóteles. Más aún, creemos que el nexo entre uno y otra queda establecido por la obra de Hesíodo, que es el primero que puede ser nombrado filósofo, antes de los presocráticos. Más aún, creemos que hay una lectura psicológica profunda de toda la mitología griega que la convierte en un mapa de la vía iniciática. Y creemos finalmente que todo este conglomerado forma el sustrato teórico en el que se configura el concepto racional de la ética y sobre el que, en definitiva, se estructura el espacio de reflexión ética que es la francmasonería moderna.

En la Grecia clásica la conciencia originaria válida para todo su tiempo no se encuentra en una tradición de tipo religioso o político, aunque más tarde se desarrollarían plenamente, sino en el mundo de la épica de Homero. Este es el lenguaje que originalmente entienden todos los pueblos helenos, por lo que parece lógico que la filosofía hubiera brotado de la poesía. Y tan es así, efectivamente, que su primer paso es tratar de diferenciarse precisamente de la poesía. Y tal es el trabajo de Hesíodo de Ascra, el poeta de la Teogonía y Los trabajos y los días, en los que la forma sigue siendo la tradicional, pero en los que existe un pensamiento creciendo en el seno de estas obras que terminará estallando en idea.

Ya al principio, cuando las Musas hablan a Hesíodo, lo hacen de una manera diferente a como lo hacen a Homero. A este le ayudan a relatar acontecimientos que no caben en memoria humana alguna, por prodigiosa que fuera. Pero a Hesíodo le dicen claramente que le van a ayudar a exponer la Verdad, como antagonista de lo aparente de los relatos de Homero.

Hesíodo comienza preguntándose qué fue lo primero que existió, es decir, se pregunta por la historia, y de esta forma se desliza claramente hacia la filosofía. Y a este principio Hesíodo lo llama Caos, que significa el espacio en el que tiene lugar todo el curso de los acontecimientos. Volviendo a la Biblia, si recordamos la primera frase del Génesis: "en el principio creó Dios los cielos y la tierra", vemos que, mientras el Génesis comienza por una acción primera, Hesíodo y todos los griegos después de él, por una primera realidad. O sea muy cerca del principio del evangelio de Juan, que citábamos al principio de esta plancha.

Pero la Teogonía, en todo lo demás, ya no habla de objetos, sino que el lapso de tiempo entre el principio del Caos y el presente va siendo llenado por una sucesión ininterrumpida de generaciones de dioses. El objeto del relato de Hesíodo no es informar sobre los dioses de una fe, sino exponer una visión total del mundo, en forma de una extensa genealogía de dioses. Lo importante es la idea de esta Totalidad, y no el concepto de los dioses. Las numerosas figuras nombradas en la Teogonía no son traídas al relato porque sean dioses, sino que son llamados dioses porque los aspectos por ellos representados no pueden faltar en una visión que pretende describir la totalidad. La posibilidad de aparecer como dios en la Teogonía la tienen solamente los poderes que están por encima del hombre, es decir, los dioses representan aquellas fuerzas naturales que abarcan la totalidad de la realidad y que no están bajo el control del hombre. De la descripción hesiódica quedan excluidos el hombre mismo y todas las realidades y objetos que están bajo su dominio, o sea su entorno habitual de minerales, vegetales y animales. El tema de la Teogonía, pues, es el Todo, pero por tal se entiende lo que está por encima del hombre y se le opone, sin que esté a su disposición, y por ello se le llama dios. Y esta indisponibilidad se extiende a dos aspectos diferentes. Aparece claramente en las tres sustancias originarias, que para Hesíodo son el Caos, la Tierra y el Eros. La Tierra es el espacio en el que se desenvuelve toda vida, el fundamento indestructible del Todo objetivo. El Eros es la fuerza que hace surgir las generaciones de los dioses y que mantiene en curso el devenir del mundo. Y Eros es también el que se apodera del interior del hombre. No pueden separarse el aspecto cosmológico del aspecto psicológico en la inteligibilidad del Eros de Hesíodo, que es el mismo que describirá siglos después Platón en el diálogo del Banquete y que le servirá para empujar al hombre fuera de la caverna en el famoso relato del que más adelante trataremos.

En la Teogonía Tierra y Eros representan dos tipos distintos de poderes superiores. La Tierra son las cosas que no puede dominar la mirada del hombre; el Eros son los poderes de los que no puede adueñarse el alma humana. La Teogonía junta, pues, bajo el nombre de dioses, poderes interiores y exteriores, materiales y espirituales. La épica de Homero, y más tarde la tragedia griega, nos muestra cómo actúan estas fuerzas impulsoras de la vida que se llaman dioses. Pero lo importante es que Hesíodo nos muestra su Totalidad como compuesta de los dos ámbitos de realidad no disponibles de inmediato para el hombre: las cosas que no puede dominar y las pasiones que no puede controlar.

Así, Verdad, Principio y Totalidad son tres ideas que señalan el peso filosófico de la Teogonía. Constituyen un sendero al final del cual emergerá la idea del ser, centro absoluto de la filosofía.

Es en la tragedia griega donde el mito se desarrolla con toda su fuerza creando páginas que se encuentran entre las más impresionantes de la literatura universal. En ellas encontramos un sin fin de dioses, héroes y hombres envueltos en situaciones que, aparentemente, nada tienen que ver unas con otras excepto la presencia continua del combate heroico. Pero hay mucho más: la exégesis de los mitos pone al descubierto un común denominador cuya lectura se refiere siempre al universo del espíritu del hombre y a su lucha entre el impulso hacia lo elevado, lo sublime, el conocimiento; y la fuerza de atracción de lo bajo, la pasión incontrolada y destructora. Y esto se expresa siempre mediante un lenguaje simbólico que vamos a presentar con un ejemplo: el mito de Prometeo.

La Teogonía de Hesíodo se cierra, precisamente, con el comienzo del reinado de Zeus en el Olimpo. Pero Zeus no es el señor desde el principio, sino el tercero. El dios más antiguo es Urano, esposo de la Tierra. Tiene muchos hijos pero, temeroso por su señorío, no los deja salir del interior de la tierra. Los hijos se rebelan y Cronos, el más joven, arrebata el poder a su padre valiéndose de malas artes, y convirtiéndose en el segundo rey dios. Pero ha cometido injusticia y teme, a su vez, a sus propios hijos, de modo que los va devorando a medida que nacen. Solo Zeus, de nuevo el más joven, se salva, merced a una artimaña, salva también a sus hermanos del vientre de su padre y precipita a este al mundo subterráneo. Así Zeus se convierte en el tercer señor. Ahora bien, al encerrar a su padre en el Tártaro, Zeus se ha hecho también culpable y tiene motivos para temer a sus hijos, dados los antecedentes de su propio proceder y del de su padre Cronos y su abuelo Urano. Devora entonces a su esposa Metis con su hijo nonato y el hijo nace de él mismo y es Palas Atenea. Tenemos pues un mismo motivo, repetido tres veces, del padre que peca contra sus hijos, y del hijo que se afirma en la existencia, defendiéndose legítimamente y, sin embargo, haciéndose a su vez culpable por los medios usados para ello. Con culpa se gana la vida y precisamente por esa misma culpa se pierde. Es como la maldición de las generaciones, hasta que el advenimiento del reinado olímpico de Zeus simboliza el triunfo del espíritu y el momento histórico de la llegada del ser consciente.

Prometeo no es un dios, es un descendiente tardío de los titanes (los hijos de Urano), y, como tal, está abocado a oponerse al espíritu, a Zeus. Pero Prometeo es, ante todo, un creador: se sirve para ello de tierra cenagosa. La tierra simboliza los deseos terrestres, el barro simboliza la trivialidad. Y cuando se trata de dar vida a su criatura, caracterizada como aquello que siempre estará expuesto a lo trivial, el titán no ve otro medio más que recurrir al principio espiritual, que no está a su disposición. Para conseguirlo debe buscarlo en la región olímpica, que simboliza el ideal evolutivo, el objetivo supremo hacia el cual tiende el deseo esencial y su impulso de espiritualización: el fuego del Olimpo. Pero sin Zeus, el fuego pierde su significación de fuerza espiritual: el fuego robado por Prometeo simboliza el intelecto reducido a no ser más que el medio de satisfacción de los deseos múltiples cuya exaltación es contraria al sentido evolutivo de la vida, a la voluntad de Zeus. Esta voluntad no se opone a la animación del hombre mediante la ayuda del fuego-intelecto, es decir, a la creación evolutiva del ser consciente. La victoria en la Teogonía de Zeus sobre el dios titán, Crono, ya significa que el ser consciente está animado por la llama, ardiendo en deseos de continuar la evolución hacia una mayor lucidez. Y el robo del fuego, símbolo de la superintelección trivial y exaltada, no es castigado porque Zeus sea celoso, sino porque el espíritu, previendo las consecuencias funestas, se opone a toda trivialidad. Los hombres, en tanto que criaturas de Prometeo, formados de cieno y animados por el fuego robado, repiten la revuelta del titán y no harán sino pervertirse.

El fuego simboliza el intelecto no solamente por permitir la simbolización de la espiritualización (la luz) y la sublimación de las pasiones (el calor), así como, por otro lado, la perversión (cualidad destructora del fuego), sino que, en el plano real de la historia de la evolución humana, el descubrimiento de la forma de hacer fuego desempeña un papel predominante, ligado a la eclosión del intelecto bajo su forma tanto positiva como negativa. Todo esfuerzo por cambiar el ambiente natural de acuerdo con las necesidades materiales del hombre (tarea del intelecto utilitario que evolucionará hasta la técnica y la organización social) tiene su origen en el fuego. Alrededor del fuego se reunían los hombres, gracias al fuego se volvieron sociables. Y así es como se desarrolla el lenguaje, condición previa a la existencia de una verdadera civilización humana. El dominio del fuego marca un paso decisivo, si no el más importante, de la intelección progresiva que, cada vez más, separará de su condición animal a ese ser consciente, capaz de vencer las dificultades inmediatas de la naturaleza ambiente. Sin embargo, incluso el ser consciente sigue siendo tributario de la naturaleza elemental, al estar expuesto a los hechos fundamentales de toda vida: nacimiento, vejez, enfermedad, muerte. Y es sobre todo el temor frente al misterio inevitable de la muerte lo que obligará a la criatura prometeica a olvidar completamente la llamada del espíritu, la orientación hacia el sentido de la vida. Así se desarrollará la imaginación religiosa, comenzando por el culto animista del antepasado divinizado y llegando hasta la creación de la divinidad-padre, guía de todos los hombres. A esta divinidad el hombre sacrificará, en la llama purificadora, las primicias de los bienes materiales, expresando simbólicamente el abandono frente a toda exaltación respecto de los deseos relacionados con la tierra. Pero esta promesa simbólica no se realiza nunca y el fuego robado, el fuego destructivo (las pasiones), guiado por la vanidad del intelecto en estado de rebeldía, y su capacidad de invención, hará que los hombres se crean parecidos a los dioses y, olvidándose del espíritu, se trivialicen. Y la actividad ingeniosa del intelecto se mostrará insuficientemente previsora cuando el espíritu ya no la guía. El intelecto retrógado, junto con la multiplicación insensata de los deseos, conduce a la exaltación imaginativa y a la ceguera afectiva. La perversión de los sentimientos que de ello resulta empujará a los hombres a discutir entre sí sobre los bienes materiales, y hará que reine la destrucción, en vez de la comodidad buscada.

En el mito Prometeo enseña a los hombres a burlarse de los dioses y los sacrificios sangrientos, aconsejándoles guardar para sí la mejor parte y no ofrecer a los dioses más que las partes menos valiosas y los huesos. El sacrificio de los bienes terrenales tiene el valor de la promesa de una vida conforme a la ley del espíritu. Y engañados por el regalo del titán, por la ilusión del fuego robado, los hombres se sienten tentados de engañar a los dioses. Pero, según el funcionamiento del orden universal, la tentación se volverá contra ellos. Ultrajados por la ofensa del titán-intelecto los dioses envían a los mortales un azote: Pandora, mujer creada de modo artificial, y en consecuencia privada de espíritu, pero dotada de los encantos más seductores. Pandora simboliza la tentación perversa, la seducción trivial a la que sucumbe el ser consciente cuando, olvidando el espíritu, abusa del intelecto. Pandora es el artificio seductor que construye el hombre mediante la ayuda de los deseos exaltados, es el símbolo de la imaginación exaltada, cuya aparición es la consecuencia legal (o sea, la voluntad de Zeus) de la intelección en estado de rebeldía (o sea el robo del fuego). Es decir, que el fuego no puede ser robado a Zeus (el intelecto no puede rebelarse contra el espíritu) sin que la imaginación perversa aparezca según las leyes inherentes a la naturaleza humana. Si el fuego está separado de la luz, si el intelecto no está guiado por el espíritu clarividente, pierde su lucidez previsora, queda ciego y se vuelve perversamente imaginativo.

Prometeo (que etimológicamente significa pensamiento previsor) tiene un hermano, Epitemeo (que significa actuar sin reflexionar), es decir, es el símbolo del intelecto trivializado, bestializado, que no se deja guiar más que por los deseos del momento. Prometeo posee la suficiente capacidad previsora para desconfiar del regalo de Zeus-espíritu, es decir, los hombres provistos de inteligencia utilitaria desprecian ese amor exaltado del falso regalo del espíritu, que no va a ser sino la imaginación perversa que hace del exaltado un falso iluminado. Será el hermano simbólico de Prometeo quien sucumba a la tentación. Su vanidad y audacia lo engañan, haciéndole recibir el azote monstruoso como el más deseable de los regalos. Epimeteo se casa con Pandora: el intelecto, cegado a causa de la exaltación, desposa, es decir, elige, la exaltación imaginativa. La consecuencia de estos funestos esponsales no puede ser sino el desencadenamiento de la perversión. Pandora trae consigo un regalo destinado a quien se deje seducir: la caja de Pandora es el símbolo del subconsciente, que encierra todas las formas de perversión, y que encima va a ser recibida por Epimeteo, por la conciencia ciega. Cuando para festejar la boda Pandora abre la caja y los vicios escapan y se expanden por la tierra, resultan ser de tres categorías: los que son consecuencia de la deformación del espíritu, la vanidad del intelecto en rebeldía; los que son consecuencia de la deformación sensual, representada por Pandora, la mujer que carece de vida animada; y los que son consecuencia de la disgregación social, cuando el hombre, en vez de poner a trabajar el intelecto, animado por el espíritu, al dominio de las fuerzas naturales, agrupando a los hombres en un esfuerzo colectivo hacia una vida comunitaria; se pervierte y aparece el deseo de transferir a otros la dificultad del trabajo, lo que en suma decidirá el drama de la lucha social, la aparición de la tendencia dominante: la separación de los hombres en oprimidos y opresores.

Prometeo, a pesar de haber resistido la fascinación de Pandora, no va a escapar al castigo, porque Prometeo es Epimeteo mismo: el intelecto que desfallece bajo su aspecto ciego, inseparable del estado de rebeldía contra el espíritu. Así Prometeo es castigado por el espíritu, padece el castigo de la trivialidad: es encadenado a una roca que lo sujeta a la tierra. Es Hefesto, divinidad del fuego, quien es encargado por Zeus de ejecutar su sentencia: el intelecto rebelado ante el espíritu es castigado por el propio intelecto: lleva el castigo en sí, error y castigo forman una unidad. Prometeo es visitado a diario por un águila que le devora el hígado. El hígado corroído es el símbolo de la culpabilidad rechazada, el águila que atormenta figura el espíritu negativo, la vanidad culpable. El águila, en tanto símbolo de la culpabilidad rechazada, es un brote de la vanidad y la trivialidad, que es lo que caracteriza la situación del ser intelectualizado pero tambaleante. En otras palabras, si Prometeo estuviese totalmente trivializado, desprovisto de toda aspiración respecto del espíritu, entonces no conocería la mordedura de la culpabilidad ni sería roído por el águila. Consumada la trivialidad, totalmente seducido y cegado por la imaginación (como es el caso de Epimeteo), aceptaría su encadenamiento a la tierra sin remordimiento. Pero el intelecto en estado de rebeldía, por el contrario, a pesar de las cadenas, no está en completo estado de muerte espiritual. El espíritu viene a visitarlo. El águila, en su acepción positiva, como lucidez penetrante, es uno de los atributos de Zeus. El intelecto rebelde, que sufre en su oposición al sentido de la vida, culpable frente al espíritu, acusa a la vida y a su sentido, acusa al espíritu de su propia culpabilidad. Prometeo encadenado vocifera sus acusaciones contra el cielo, contra Zeus. Y es Hércules, criatura de Prometeo, pero hombre heroico, vencedor simbólicamente divinizado, triunfador sobre la trivialidad, quien va a liberar al intelecto encadenado. Mata al águila con sus flechas, símbolo del espíritu iluminador, y así el remordimiento puede morir, siempre que la falta sea expiada: que cese la acusación falsa y nazca el remordimiento salvador, que permitirá al intelecto resucitar de la trivialidad a la vida del espíritu.

Y esta reconciliación entre Zeus y Prometeo hace que las causas de la culpa inicial se disipen. De esta forma el fuego traído a los hombres conserva su significación positiva, resaltando que el intelecto en sí no es nada, no tiene existencia durable, porque no es capaz de hacer cosas duraderas. Unido al espíritu adquiere un rasgo de naturaleza espiritual, una forma evolutiva; trivializado, en cambio, no es más que prisionero de lo imaginario. El intelecto, separado del espíritu se transforma siempre en trivialidad, o en neurosis, si sus proyectos son irrealizables, es decir, en perversidad y perversión. Así la suerte de Prometeo simboliza la historia esencial del género humano: el camino que conduce de la inocencia animal (inconsciente), a través de la intelección (consciente) y el peligro de sus implicaciones (el subconsciente) hacia la eclosión de la vida superconsciente (el Olimpo). Y por ello el centauro Quirón, símbolo de lo trivial, ofrece a Zeus su inmortalidad para que Prometeo la reciba.

Deucalión, el hijo de Prometeo, arroja piedras tras de sí, de las que nacen los hombres. La tierra en forma de piedra es símbolo de los deseos terrenales trivializados. Y Deucalión, al cumplir ese gesto simbólico de arrojar las piedras tras de sí, renuncia a la exaltación trivial de sus deseos. El ser formado por Prometeo de arcilla y animado por el fuego robado padece una petrificación trivial; ahora el alma, solidificada, se reanima gracias a la renuncia sublime simbolizada por el lanzamiento de la piedra. Los hijos de Deucalión, espiritualmente creados de este modo, vivirán bajo el signo de esta realización.

Pero la disminución del sufrimiento hará que las nuevas generaciones se olviden del espíritu. Y así, el intelecto vencido no es más que pasajeramente vencido, y los ciclos de elevación y caída se repiten y, de diluvio en diluvio, el ser consciente, el hombre, la humanidad, continua a través de su culpabilidad vanidosa su camino de ascensión evolutiva, la divinización de Prometeo: esfuerzo evolutivo de sublimación y de espiritualización de íntimas motivaciones, causa esencial de toda actividad humana.

A estas alturas de nuestro trazado ya están perfilados todos los elementos estructurales que lo componen, pero para hacer más patente el tercero de ellos vamos a recurrir al filósofo del símbolo por excelencia, al creador de la hermenéutica, al académico que hizo suya con una potencia desconocida antes y después el hecho de que el conocimiento es luz y que la expresó en el mito que quizá tenga mayor riqueza intelectual por su profundidad, sus ramificaciones y la riqueza de su múltiples interpretaciones: el relato del prisionero de la caverna.

Platón dibuja un hueco cavernario (un Caos en la terminología hesiódica) compuesto de cuatro espacios: en el primero, el más profundo, hay unos personajes encerrados desde niños. Frente a ellos está la pared de la gruta en la que se reflejan las sombras. Detrás de los prisioneros e invisible para ellos hay un segundo espacio, el de la simulación y el engaño. Por él circulan unos personajes tras un muro de la misma altura que sus cabezas y sobre el que hacen desfilar objetos, cuyas sombras ven los prisioneros en la pared del primer espacio. El tercer espacio lo ocupa una hoguera, cuya luz proyecta la sombra de los objetos sobre la pantalla final de la caverna, a cuya inevitable visión estamos condenados. Por último, existe un cuarto espacio, que representa la salida hacia la realidad iluminada, hacia el propio sol. Y en este escenario resulta que uno de los personajes situados en el fondo de la caverna escapa del primer espacio en el que está confinado. Platón relata la dificultad de la ascensión hacia la luz, hacia la puerta de la caverna, el dolor de los ojos acostumbrados a la oscuridad, el asombro de ir, poco a poco, descubriendo todo el montaje escénico de la caverna, los deseos de volver al punto de partida, tan cómodo en el fondo; la duda de si es mejor la luz cegadora y dolorosa que la apacible oscuridad, el deslumbramiento y la imposibilidad de ver, una vez escapado de la caverna y enfrentado con el sol que ilumina árboles y montañas y casas, los recuerdos de su prisión, la felicidad, el regreso, la discusión con los que no lograron liberarse, la muerte final. Creo que desgraciadamente hoy vivimos en un mundo de mitos mucho más tristes, más empobrecedores, corrompidos por el lucro, disimulados por palabras huecas, dirigidos y manipulados por orquestadores siniestros o ignorantes. Lo que Platón cuenta no es arcaico, es un mito claro y presente, en el que se mezclan la memoria y el deseo, de los que Eliot decía que estaba hecha la vida. Memoria como lo que hemos sido; deseo como estímulo hacia lo que querríamos ser. Y entre ambos, la inteligencia, como órgano selectivo que orienta nuestras aspiraciones e interpreta nuestro pasado. Con ello, la memoria y el deseo sitúan a la conciencia, a la inteligencia reflexiva, más allá de la simple sucesión de instantes que marca nuestro destino temporal.

Porque Platón relata en el mito lo que pasaría si un prisionero fuera liberado de las cadenas que lo atan al primer espacio de la caverna, pero nada dice del libertador, del que cortaría las cadenas. Así, los ojos del contemplador histórico, que levanta el telón del mito y nos lo muestra, están fuera del tiempo que está implícito en el texto, en el lenguaje del texto. La comunicación de la escritura, el sentido de lo dicho, se congrega en torno a unas ideas que se han convertido ya en historia, que han perdido compromiso y urgencia para ganar significación. El bloque homogéneo y clausurado para siempre del mensaje escrito, arrastra consigo un tiempo perfecto y acabado ya. Y así el lector puede realizar la suprema interpretación del texto: lo que es objeto se hace sujeto a través del puente del lenguaje. La experiencia ganada, las perspectivas entrevistas, los sueños realizados, inyectan una nueva forma de vida y circulan, a través de los ojos encadenados del lector, hacia el fondo de la caverna del texto. Pero estos ojos son los verdaderos libertadores. La conciencia histórica permite a todo lector, a todo hombre, descubrir en la voz escrita la sombra de un simulacro, no sólo del que Platón nos habla, sino de un simulacro pleno: aquel que, en el telón de fondo de la caverna, dejase reflejar la experiencia completa sin el muro del engaño. Un reflejo sin muro, que dejase ver el movimiento de los personajes que transportan objetos simuladores de la vida, y que indicase que las palabras se transportan, a su vez, sobre el río de los hombres. Entonces el fuego cercano de la realidad, las experiencias, las ideas que pueblan el mundo, serían capaces de convertir el sueño en vida y la ficción en historia.

Y no basta con soltar la cadena, con sentir la posibilidad de caminar. La libertad vacía no existe. La libertad existe como elemento libertador, como camino que asciende y que permite descubrir la trampa y la miseria. Pero aún así, el prisionero escapado puede, aún descubriendo la falsedad, la hoguera, los hombres ante ella, el desfile de las sombras inertes, puede, con todo, aceptar esa media realidad. El estoicismo y el escepticismo fueron, más tarde en la filosofía helenística, ejemplos de esa sumisión a la sombra reconocida como limitación. En este punto la libertad se concreta en Eros, para evitar la parálisis de la resignación. En el diálogo del Banquete Platón expresa esta contradictoria libertad que sólo es posible si se obliga a sí misma. Eros es hijo de la pobreza y de la osadía, de la miseria y de la búsqueda de plenitud. Podría quedar cerrado en la melancólica sabiduría del esfuerzo inútil, del regreso a la tiniebla acostumbrada. Pero la fuerza de la eterna insatisfacción le hace caminar hasta la salida. La libertad se ha interiorizado. Es en el mismo hombre prisionero donde reside, bajo la forma concreta de Eros, de camino e impulso, de carencia y plenitud.

Y la liberación del prisionero no se hace sin más. Todas sus etapas están marcadas por el esfuerzo y el dolor, lo que parece referirse a la antinaturalidad del conocimiento, en oposición a la apacible tranquilidad de la vida en el fondo de la caverna. Sin embargo la lucha por vencer todo tipo de resistencia en el saber ofrece el aliciente más intenso de la vida, su logro más importante. Nadie puede rechazar este proyecto de liberación, ningún hombre escapado ya de la propia caverna de su animalidad, en un nivel de evolución histórica, puede negarse a la ascensión..

El problema es que el dolor y las dificultades no son de índole individual o subjetivos. La salida de la caverna, de los marcos de la sensibilidad cerrada en sí misma, tropieza no con la oposición de la naturaleza, sino, sobre todo, con la de la sociedad. Porque en la historia, en la vida colectiva, ha surgido una nueva naturaleza social, un magma de presiones, falsedades, engaños e intereses, que pasean sus objetos por encima del muro que separa los dos mundos de la caverna.

El impulso ético, sin embargo, consiste en mantener el ideal de una superación y en la profunda creencia de que el conocimiento es ascensión y liberación. Las dos aspiraciones fundamentales de la vida humana y por las que tal vez merezca la pena que esta siga "fluyendo entre el silencio de las esferas", son la inteligencia y el amor. Y ello es lo que motiva ese equilibrio que los griegos llamaron felicidad. Pero la felicidad del conocimiento está enturbiada siempre, cuando se sale del estrecho dominio de lo privado, del viejo símbolo de la torre de marfil. El amor irrumpe en el prisionero liberado, bajo la forma de recuerdo, felicidad, solidaridad.. Cualquier otro destino preferiría el prisionero liberado antes que vivir entre sombras, aunque ello le reportara privilegios huecos y sombríos. Cualquier destino preferiría menos el de renunciar a aquel que va implícito en la esencia de la vida intelectual: la comunicación de los conocimientos, la solidaridad.

Así el regreso del prisionero evadido y que ha conocido el mundo real es aún más doloroso que su liberación, precisamente porque ha asimilado un saber que podría parecer una razón sin esperanza, camino como va, ahora, de la tiniebla. Pero el impulso que le empuja hacia la oscuridad ya no es Eros, sino Philia. No es pasión por el conocimiento, que, de alguna forma, ya posee. No es simple inteligencia lo que culmina el desarrollo de una vida humana, ni fruición por una sabiduría que no pudiera ser compartida, sino ampliar el dominio de lo inteligible, en una conciencia colectiva que le da realidad y sentido. El primer libertador no tenía otra misión que soltar y empujar un poco en los momentos de duda y desfallecimiento. Es el proceso limpio de la inteligencia que aporta, inicialmente, la esperanza de la razón. Pero convertido en historia, el libertador tiene que luchar también contra la historia misma. Desde el momento en que arrastra consigo la claridad aprendida, hasta el reino de la confusión y de la violencia, no puede ya sólo desatar, sino convencer. Porque no es contagiosa la sabiduría, sino el deseo; pero el deseo es ya, en una sociedad corrompida, el deseo de la sombra, el espíritu de la ofuscación. Y no le van a servir las palabras, acostumbrados como están los prisioneros a la voz que les llega de los paseantes de simulacros, con un lenguaje sin fundamento.

Y sin embargo, hay que volver. La caverna es la historia y ya nada es real fuera de ella. En el relato de Platón hay un final dramático para el ideal de progreso. La risa de los encadenados es la primera defensa que esa historia, sostenida en la pseudonaturaleza de lo social, hace de los privilegios oscuros de la estupidez. La violencia y la muerte han sido los dos únicos recursos de los que no tienen recursos. Con ellas enmudece la voz y parece extinguirse la claridad.
Pero sólo momentáneamente. La vida humana es vida porque siempre hay un prisionero liberado, y siempre hay un sol esperando.