No son los dientes cercenados
por la bosnia metralla
ni el blanco bigote
que a la cicatriz oculta.
No son los huesos que crujen
ni los que me duelen,
ni estos pies que anclan
este eje doblado que no centra.
No es el aire que siento es una falta,
ni las faltas que espero van al agua
la gota que en el párpado se forma
y toma raudo vuelo en mi mejilla.
No el temblor que arrastran estas manos
en letras que no veo, esa sombra
perdida en lontananza, que no sé
si es ave o pararrayos. Ni siquiera
es el recuerdo, cuando llama,
ni el olvido angustioso de tu ausencia,
ni tampoco es la muerte, silenciosa,
cuando silba en mi oído, las canciones de la infancia.
No, es sencillamente, un par de rodillas
enmieladas sobre botas puro cuero,
que me traen, entre Sol y santa Ana,
el aroma de un sueño que no ocurre.