sábado, 1 de septiembre de 2012

LANCELOT DU LAC




                                                                                                       Para la Amatxu, i.m.

Lanzarote del Lago se irguió sobre su caballo y enfrentó con la mirada al caballero que custodiaba el puente. El otro no se movió ni azuzó su montura. Lanzarote se mantuvo firme. No tenía ganas de luchar más. Si era sólo hasta aquí hasta donde debía llegar, que así fuera. No pelearía por cruzar más puentes.

Pero la regla lo exigía. Arribado al extremo del camino y topado un caballero guardando puente, la regla exigía vencerlo y cruzarlo en toda su luz, o morir en el intento. Lanzarote estaba saturado de sangre, pero no parecía haber una salida. El otro no se inmutaba.

Abrió la boca para decir algo pero se contuvo. Recordó las palabras de su preceptor la primera vez que cabalgaron juntos: “Si tus palabras iluminan nuestra búsqueda de aventuras tal como la ilumina el día, si tu lenguaje es altivo como el venado, noble como el pavo real, humilde y sin timidez como esos conejos, entonces habla.” (1) Optó por callar. Pero el otro también callaba.

Tenía que hacer algo. No quería matar a ese hombre, no quería siquiera desarmarlo y enviarlo a rendir pleitesía a su dama la Reina, seguramente ya cansada de dádivas y presentes caballerescos, sedienta de amor real, aliento de pasión humana.

Así era. Pasión humana. Huir de esa pasión era lo que lo había traído hasta aquí, y enfrentarla era lo que debía llevarlo de nuevo al nido que la Reina había construído para ellos, para ambos, para los dos. Tenía que volver. Lo sabía desde que tomaron Jerusalén, desde que tomó los hábitos sufís del guerrero que mató en combate singular ante el santo sepulcro, que lo miró desafiante desde su agonía y le señaló con la mirada la entrada de la cueva. Entra, si te atreves, le dijo desde el azul de sus ojos moribundos. Y él entró.

El sepulcro estaba vacío. Había un perro a su entrada, pero no lo guardaba. Había una fuente a su lado, pero con tres caños. Y había una escalera tras una puerta baja de madera, sin cerrojo, una escalera que bajaba al corazón de las tinieblas. Se sentía como el Sol cuando deja la constelación del Canis Minor para refugiarse en Aries y convertirse en el vengador del asesino del Maestro. Cuando la eclíptica corta a los equinoccios y Aldebarán brilla como al comienzo de los tiempos, y el Sagitario se hunde tras el Sol como Orfeo bajando al Hades a encarar su destino, buscando.

Entró en el túnel sin dudarlo. Si la Vida lo había puesto en ese lugar geométrico no era para especular. Allí estaba su primer mar, el Cantábrico, con sus ocasos en los que siempre al caer la Luz alumbra nuevas tierras, hasta Finisterre donde todo acaba y quedan las aguas solas, y estaba la plaza de Central Station en Madras, con sus muchedumbres apiladas como diez mil millones de hormigas y los niños devorando el vómito del hermano, y la araña que danzaba su tela en el amanecer del despacho asturiano diciéndole: no hay paraíso ni para mi ni para ti, estaba el laberinto de Chartres con el coro gregoriano escondido tras la columna que contiene todo el universo, estaban los espejos que no había mirado y los que le habían mirado, estaba el viaje de Telémaco al oriente en busca de su padre, estaba el hombre que escribió la primera frase en castellano, y la vela que le iluminaba el rostro, y la sombra de la pluma que arrojaba esa vela, y la cera derretida, estaban las promesas incumplidas, estaban los muertos clamando venganza, estaban los puñales dormidos aguardando el final del invierno, estaban los tréboles quemados y las velas de cáñamo infladas por el Euro llevándole siempre a occidente, un poco, un poquito más.

Pero no estaba su Reina, y él la quiso, y su deseo fue pasión. Había anochecido y el caballero seguía en el mismo lugar, guardando el mismo puente. No había sido un sueño. Lanzarote miró arriba y pronunció la palabra. Al instante una estrella encendió el cielo y brilló fugazmente, como la chispa del pedernal, para que el alma de ese hombre constelara en el espejo de sí misma.

Lanzarote hizo dar vuelta a la montura, y picó espuelas.


(1): John Steinbeck: Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros



jueves, 30 de agosto de 2012

¿QUIÉN NECESITA DOS PULMONES?



En su espléndido y utilísimo libro Cómo dejar de intentar dejar de fumar en un fin de semana, Herbert Allesrauchen nos refiere una extraordinaria anécdota protagonizada por su compatriota y colega Albert Einstein. Al parecer, en sus últimos cursos en el MIT, el anciano profesor refería que “…esa noche me desperté de nuevo con la constante gravitatoria en el centro del cerebro y, además, con tremendas ganas de fumar. Estuve hora y media dando vueltas y vueltas en la cama, pensando lo más agudamente que podía en el tema: levantarme, o no hacerlo, en busca de mis cuadernos de ecuaciones y, sobre todo: ¿serían unos pitillos de burley mezclado con virginia, o una buena pipa de cavendish a la cereza con unas hebrillas de latakia? El problema era de los más agudos que he enfrentado en mi vida, pues era consciente que de mi bienestar físico esa madrugada dependían muchas cosas importantes. Me levanté antes del alba, y, en contra de mi costumbre, opté por los pitillos y me concentré en la constante y en su lugar en el tensor energía-impulso de las ecuaciones. Un par de horas y seis pitos más tarde tenía un sistema que relacionaba el espacio-tiempo con la energía y la cantidad de movimiento del universo, y sin necesidad de constante gravitatoria alguna. Las atracciones entre los cuerpos pesados se explicaban por las deformaciones locales del espacio, y la gravedad de Newton era un caso particular cuando el espacio, localmente, se comporta como euclídeo. Una semana después presenté el artículo que más tarde se conocería con el nombre de teoría general de la relatividad.”

¿Imaginan dónde estaríamos ahora si Einstein hubiera dejado de fumar una semana o unos años antes de este momento? No sólo no habría viajes espaciales, tampoco energía solar, ni teléfonos móviles, ni ordenadores, ni cirugía láser, ni música electrónica, y un largísimo etcétera sólo comparable a una hipotética situación de la humanidad sin fuego.

Pero Einstein, hombre sobrio donde los hubiera, era un sibarita pobre, capaz de apreciar el infinito placer de saciar la sed con un vaso de agua ingerido despacito, de una gota de rocío arcoirisada en el jazmín de la mañana, o de unas caladas suaves al pitillo liado con una mezcla de tabacos ideada por nuestra experiencia dirigiendo a nuestra inteligencia y a nuestra voluntad, trabajando todos a una.

Todas las decisiones importantes que he tomado en la vida han sido precedidas por el encendido de un pitillo, amigo fiel que nos ayuda a ver las cosas en su verdadera dimensión y a darles por ello la importancia que tienen, que suele ser ninguna. Con ese desapego, fumando el pito como si fuera el último, es imposible equivocarse. E la nave va…     

miércoles, 22 de agosto de 2012

TE CONOCIERA DE TODA LA VIDA



Manolo Correcaminos hizo doble embrague y comenzó la maniobra de salida de la autovía a ciento veinte y cuesta abajo. A cien metros se presentía una curva cerrada a la derecha con sus señales de reducción de velocidad hasta los recomendados cuarenta. Igual tengo que frenar un poco ahora, anunció a su compañero mientras embragaba de nuevo y metía la tercera, disfrutando al ver que el otro hacía una mueca de asombro. Entró en la curva a ochenta pero ya bajando de vueltas, con un ligero temor de oír el chasquido de una biela centrifugada. Pero el Ibiza aguantó. Y no llegó ni a picar el freno.

Enfilaron la carretera de Mora más despacito, que había que disfrutar el paisaje. Aquí empezó todo, recordó Manolo en voz alta. Y a continuación pensó: hace ya tantos años. Se sintió joven y sonrió, y el otro entendió la sonrisa como regocijo del presente.

Fueron directamente al castillo y dio las últimas instrucciones a su ayudante: busca el ángulo, la distancia adecuada, la perspectiva, el punto de vista lo es todo. Muévete tú, el zoom, como si no existiera. No dudes en usar película menos sensible si necesitas más detalle, ya forzaremos luego el revelado. Y deja que el disparo se escape, como si estuvieras tirando al blanco, pues eso es precisamente lo que estarás haciendo, pero el blanco es tu propio corazón. Alguna te saldrá buena, quizás, sentenció para terminar.

Se fue caminando por la ribera, en busca del lugar en que el río que porta las heladas aguas de la sierra encuentra a su afluente con aguas del Escandón, que yace sólo a mil doscientos metros, y son por tanto más cálidas. O menos heladas, si cabe. Sólo en el norte de Alemania y en las fuentes del Ganga se había metido en aguas más frías, pero lo recordaba con un estremecimiento que nada tenía que ver con la temperatura: allí Bronwyn había salido de las profundidades de las aguas, y allí quedó él también hechizado, hace ya tantos años, más que el propio autor de su diccionario de símbolos.

Los tiempos del señor de la guerra habían pasado pero el lugar permanecía virgen al tacto, inasible e inefable, como lo había sido la otra vez. El mismo claro con la misma hierba, los mismos árboles con las mismas hojas, revoloteando el cielo en un mar de ventiladores que transformaban el calor en pura bendición. Allí ocurrió, allí ella dijo ven, y él fue, cien metros de cauce pisando descalzo todos los cantos puntiagudos del fondo, para acabar donde el agua era más cálida y más transparente, que no pudiera ocultar nada del baño secreto. Volvió a sonreír.

Recogió a su colega, maravillado por la resonancia de la sala húmeda del castillo, y satisfecho de que las imágenes hubieran salido a su encuentro, como buscando la transmutación de la luz en la química del revelado, donde Isis rendida desata su velo para mostrar la puerta del gran arcano. Pasaron el hotel, en el que aquella otra vez durmió diez noches breves, brevísimas, como las noches del que no tiene tiempo. En su terraza había desgranado los días y planeado los siguientes, y había contemplado durante horas las tormentas nocturnas del valle, gozando con el resplandor de los rayos mágicos que Zeus le lanzaba. Allí había recibido el mensaje, tras una de esas noches de tormenta: ven, y él pagó la cuenta y fue.

Tras el hotel estaba aún el monte de los repetidores de fibra óptica, con su suave pendiente y sus verdes pinos sobre la tierra de helechos. Esos pinos fueron los que aquel día le llamaron: ven, y subió hasta muy arriba desde donde contempló el valle todo y supo que, pasara lo que pasara, esa iba a ser su morada hasta la visita última de su muerte. Los pinos que le hablaron seguían allí, creciendo, la primera pareja bien erguida, cada cual con su copa, dando sombra a oriente o a occidente. La segunda pareja, más recogida, era un hervidero de ramas entrelazadas a troncos indistinguibles.

Ambas parejas compartían raíces, pero en la primera había dos pinos y en la segunda los dos que habían sido acabaron siendo uno. Yo también he crecido, les dijo, como me mandasteis. Quemé mi esquife y levanté un vergel donde antes todo era desierto. He vuelto para pagar la factura. Esta vez fueron los pinos los que sonrieron, auspiciados por un soplo de poniente, que hizo a los pájaros levantar vuelo. Acaba tu tarea, le susurraron, que no está completa, acábala y luego vuelve y te mandaremos otra.

Retornaron a la carretera para volver al pueblo. Les quedaban dos fotos por hacer, las dos luces. Una, el amanecer desde la fuente del Cubillo, que veía todos los días, otra, el ocaso desde la ermita templaria en la meseta del arcoíris donde sintió, el mismo día que se conocieron, tantas ganas de abrazarla, que el mundo se quebró y sepultó en las profundidades de esa tierra, abrupta, sobria, recia, hermosa.

Ese sería el sitio, allí volvía cada vez que pasaba un hito en el camino, cada vez que ascendía un escalón en el sueño de Jacob. Allí acudiría por última vez para su danza postrera, y la muerte se sentaría para verle, y él danzaría como araña su tela, danzaría sus triunfos y sus derrotas, sus felicidades y sus desamparos, sus asombros y sus incredulidades.

Y el viento será suave y dulce, y el sol no le quemará desde su occidente, ni aún al enfrentarlo cara a cara, pues ya no lo verá más, ni despierto ni en sueños, cuando alargue la mano y abrace al primer pino, ese pino que desde siempre estuvo ahí, creciendo en su interior.


sábado, 18 de agosto de 2012

LUNA NUEVA EN LEO


El silencio
me ha sobrecogido
esta mañana,
y tus palabras fueron así
duras y frías como el acero.
No importa,
pero no puedo templar ese acero,
como no pude con el de Botha.
El viento es mucho y cálido,
pero tú duermes
mientras yo sueño,
y no puedo revenir ese acero,
como no pude con el de Banja Luka. 
Tampoco están los gatos,
ladrones de alegrías,
soñadores de días,
y no puedo recocer ese acero,
como no puedo contarte
dónde voy en las noches sin luna.
Pero si tú no lo preguntas
el arco reenciende y se ceba.
Cuando la mujer llora,
o grita,
o duerme,
la pregunta nunca es: ¿por qué?
No sé, mi Amor,
cual es la pregunta,
pero tengo, tenemos,
la respuesta.

sábado, 11 de agosto de 2012

UN POEMA DE LAUGHLIN


Where does she go
when she closes her eyes
when we are making love?

She is there by my side
yet she isn´t there

If I touch her she trembles
but says nothing

One night I asked her
where it was she travelled

This time she smiled and
answered don´t be worried

I´ll never be far from you
the land I visit

Is the land of the poems
you have written for me.



UN POEMA DE CORTÁZAR




Ahora escribo pájaros.
No los veo venir, no los elijo,
de golpe están ahí, son esto,
una bandada de palabras
posándose
una
a
una
en los alambres de la página,
chirriando, picoteando, lluvia de alas
y yo sin pan que darles, solamente
dejándolos venir. Tal vez
sea eso un árbol
o tal vez
el amor.

martes, 7 de agosto de 2012

REFLEXIÓN ANTE UNA GOTA DE SANGRE







El aldabonazo lo irritó. Siguió leyendo a la luz de la lumbre hasta que sonó el segundo, y éste lo inquietó. Llevó los ojos al manuscrito, a sabiendas de que no podría concentrarse y, como temía, hubo un tercer golpe. Entonces escuchó con mucha atención pero con menos esperanza que la de Pandora al hacer el equipaje. No hubo más.

Se levantó despacio y marchó hacia la puerta. Al otro lado un hombre con gorro frigio le tendió la mano. Él la estrechó y reconoció los signos. Le franqueó el paso sin mediar palabra y el otro entró. Sólo tras cerrar la puerta y ofrecer asiento al visitante se presentaron. El café y un poco de conversación trivial les llevaron al motivo de la visita. Va a haber una iniciación, dijo el hombre con el gorro frigio entre las manos. Queremos que sea en tu casa. Asintió en silencio y condujo al hombre a los aposentos que desde hacía años tenía asignados para esta ocasión. Después volvió a la biblioteca, desechó el volumen en el que había trabajado y escogió La Ilíada. El gato lo miró y le hizo un guiño.

Al día siguiente, mientras trabajaba en el jardín, llegó el segundo hombre. Soy el Orador, dijo como presentación, y fiscal soberano del cuarto grado del Magisterio. Le condujo a los aposentos de la planta alta y después les mostró el templo a los dos visitantes. Así se ocuparían ellos de los preparativos y le dejarían en paz. Otros trabajos le reclamaban.

La noche era de luna nueva en Aries, la luna de nisán, y en ella llegó el tercer hombre. Soy el Cubridor, anunció, aunque a estas alturas él ya lo sabía. Ahora pasaba casi todo el tiempo en la cocina. Entregado al más noble de los oficios de la construcción, dar sin recibir. Los otros recogían el muérdago y destilaban el licopodio, las vías que les habían sido trazadas.

A mediodía en punto del otro día apareció el cuarto hombre, el Hermano Terrible. Lo llevó a la mejor de las habitaciones y le facilitó el manuscrito con los viejos rituales. El Experto se instaló en la biblioteca para estudiarlos desgranándolos hasta la médula.

El quinto día llegó el Hermano Hospitalario con el tronco de la Viuda. Se saludaron con afecto. Habían pasado muchos años pero parecía que hubiera sido una semana antes que se hubieran despedido. El Hospitalario le hizo compañía en la cocina, y no corrigió ni uno solo de los pésimos cortes que daba a pepinos y zanahorias para adornar las ensaladas.

El sábado llegó el sexto hombre. Los otros cinco visitantes le saludaron con veneración y él sonrío al ver a su viejo amigo velándose en la sombra. Maestro, dijo, con una ligera inclinación de cabeza sin dejar de mirar sus ojos. Que la Luz sea contigo, respondió el otro, y se dirigió al templo sin atender la escalera de subida a los aposentos reservados.

El séptimo día descansaron y después llegó la mujer. El Hermano Terrible la recibió  y la condujo a la Cámara secreta. La ceremonia duró tres horas y al terminar la nueva Hermana invocó al espíritu ante su cadáver mientras los Hermanos Vigilantes le pedían que se levantara. Pero se mantuvo firme y no cedió a la tentación.

Desde la primera capa de nubes miró abajo y vio a la mujer rubia recogiendo la pirámide. Ella también sonreía. Se habían emplazado doscientos mil años más tarde ante las estalactitas del Monasterio de Piedra y ambos sabían que él estaría allí, esperándola.

Ahora era su turno de construir el camino.

domingo, 22 de julio de 2012

CRÓNICAS INDIAS. ANEJO 1.

Histórica filmación de Baldomero Buñuelo en la época en que, tras naufragar la nave en la que viajaba con Miguel Sandocán, arribó a Madras la víspera de que la ciudad fuera bombardeada por el Emden.



domingo, 8 de julio de 2012

1995




A veces el dolor es grande y se va haciendo más grande y asistimos como a un desfile de dolores que vienen y se van pero el dolor se queda. Anida. La vida se va haciendo más y más pequeña y el dolor lo puede todo. No es un sentimiento, no es un nervio, es una energía desbordada que acaba en la cascada de nuestra pequeña vida y lo anega todo en un baño de sangre. La sangre es el dolor, la sangre vertida en todos los valles y en todas las riberas en las que alguna vez nos paramos y miramos atrás. Desde la atalaya vemos la vida como los dioses ven el dolor humano, pero desde los muelles y los caminos que han sido y han marcado rumbos en nuestras vidas la luz no existe y solo está el dolor.

Sabemos lo que hicimos y por qué lo hicimos y la razón nos exime de culpa, pero el eterno retorno de los sueños nos dice muy veladamente que la razón es sólo una parte, y no la definitiva. El dolor perdura y nos recuerda que la conciencia sólo crece en el pozo que se hunde hasta el corazón de la tierra seca como el fuego, pero que allí sí quema hasta los últimos rescoldos de nuestra felicidad. Las llamas purifican y por eso tienen que doler.

Y aún puede ser peor: cuando intuimos, cuando sabemos que la horrible mañana de un domingo cualquiera puede ser la antesala de la tarde y la noche más terrible, como cuando el diablo se decide a cruzar el arcoíris del fin del mundo.

Así fue hace diecisiete años, y ahora el dolor vuelve. Vuelve de noche, y vuelve también de día. Los fantasmas rondan la casa, la toman y la ceden, como la ciudad de entonces. Nos matarán y nos echarán al fondo de la tierra para olvidar que ni siquiera el dolor pudo con ellos.

Pero nos sobreponemos. Los corazones renacen y el dolor remite. Siempre es así, todos los años. Sueño los ojos de angustia infinita de la mujer al separarse de su hombre, que esa noche estaba muerto, y ambos lo sabían. Sueño los ojos asombrados del niño que no sentía más que el ruido y que esa tarde ya no tenía piernas. Sueño la mujer expulsada de su casa vertiendo lágrimas por el futuro sin futuro de sus hijos, a sabiendas de que en cuanto cruzara la frontera la iban a matar, y algo peor. Sueño la sonrisa del hombre que voló un bar de copas para avisarme lo que me iba a ocurrir si no me iba. Y vivo, sobre todo vivo mi dolor y mi rabia cuando antes de pasar el control del aeropuerto de Split me volví y pensé que aún estaba a tiempo de quedarme y luchar. Pero no lo hice.

Tengo todavía las tres fotos del horror en Mostar durante mi primer fin de semana. Y la carta que la madre de mi intérprete bosnia me mandó desde Málaga cuando llegó con el pasaporte que yo le había tramitado. Recuerdo la sonrisa triunfal del aduanero cuando le di la tercera botella de whisky y me dejó pasar sin abrir el maletero que escondía a la mujer sin casa. Y, sobre todo, recuerdo aquella mañana de domingo en el campo de refugiados de Dubrovnic cuando el pastor vasco que había militado en la Armilla me enseñó cómo curar el dolor: el tropel de niños, limpios como el agua de la fosa séptica que vertía en sus lavabos, que se le acercaron corriendo, y el amor infinito con el que, uno a uno, los levantaba y los lanzaba al aire, para recoger suavemente su caída con sus brazos fuertes y tiernos, que también habían matado. La vida es así.

sábado, 7 de julio de 2012

UN POEMA DE CARLOS PELLICER



En una de esas tardes
sin más pintura que la de mis ojos,
te desnudé
y el viaje de mis manos y mis labios
llenó todo tu cuerpo de rocío.

Aquel mundo amanecido por la tarde,
con tantos episodios sin historias,
fue silenciosamente abanderado
y seguido por pueblos de ansiedades.

Entre tu ombligo y sus alrededores
sonreían los ojos de mis labios
y tu cadera,
esfera en dos mitades,
alegró los momentos de agonía
en que mi vida huyó para tu vida.

Estamos tan presentes,
que el pasado no cuenta sin ser visto.
No somos lo escondido;
en el torrente de la vida estamos.

Tu cuerpo es lo desnudo que hay en mí
toda el agua que va rumbo a tus cántaros.
Tu nombre, tu alegría…
Nadie lo sabe;
ni tú misma a solas.


jueves, 5 de julio de 2012

UN POEMA DE GERARDO DIEGO










Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.

(creado en una celda del monasterio la noche del cuatro de julio de 1924)

lunes, 25 de junio de 2012

EL SECRETO DEL UNICORNIO


Yo, Oliveiro de Hadoque, Soberano caballero plenipotenciario del grado 18º de la Orden Rosacruz, Maestro elegido del rito francés, Intérprete de jeroglíficos y Patriarca de Isis de la Orden de Memphis-Mizraim, desde la distancia que me dan mis 81 años de edad que celebro durante mi exilio en Rodas, de donde ya nunca saldré, quiero dar testimonio de los extraños acontecimientos acaecidos tras nuestra iniciación en los Grandes Misterios.

El saco de Troya había quedado muy atrás, lo mismo que la travesía entre Scila y Caribdis, cuando nuestra lógica implacable nos llevó otra vez a los confines del Universo, a una tierra recia y sobria, sabia y hermosa como solo lo pueden ser las tierras altas en las que las heladas son perpetuas pero el sol es implacable. Nepal, creo, lo llamaban.

Nos llevó allí nuestra ambición por saber más que nadie, nuestro anhelo de cumplir en cuerpo y alma la promesa hermética de la conquista del lugar geométrico reservado a los dioses todos. No llevamos herramienta alguna, mas juro por la salvación de mi alma que tampoco nos entregamos a la rapiña, sino que allí, sin más manos que las nuestras ni más planos que nuestras mentes, construímos el mayor de los laboratorios que en el mundo han sido.

Todo estaba allí, atanores y alambiques, destiladores y sublimadores, trampas Erlenmeyer y disolventes de reflujo. Éramos Maestros perfectos, cada uno en su arte, y juntos nos sentíamos capaces de tomar el cielo por asalto. ¿No había caído Troya?

Y lo hicimos. Creamos el Golem y el Homúnculo, obtuvimos elixires y polvos de proyección, fabricamos el más puro de los oros y le insuflamos el espíritu mercurial de los que no mueren. Nos acercamos a los dioses más que cualquier mortal desde Hércules. Y pagamos por ello.

Tras la gran explosión desperté otra vez en Tierra Santa. Era el año 6127 de la verdadera luz, y reconocimos al instante el templo de Salomón que seguramente nosotros mismos habíamos edificado, cinco mil años antes, o más.

Allí me encontré, solo y sin nada más que el pijama de la noche anterior. A mi alrededor todo era como siempre lo había sido: envidias, codicia, vanidad, usura, hipocresía. No me fue difícil adaptarme y pasar por uno de ellos. Aprendí la lengua y su manera de contar. Les enseñé un par de trucos de proyección astral y me gané sus corazones sedientos de justicia.

Levanté un imperio de sueños e ilusiones y dejé que se llenara de renegados de todo el mundo. No hice mal a nadie, lo juro, ni quité vida alguna, aunque me crucé con muchos de los que se puede decir que el mundo estaría mucho mejor sin ellos. Yo sólo señalaba con el dedo, ellos venían y lo miraban, sin atender a la luna que mi dedo señalaba. No soy culpable de su ceguera.

Entonces me retiré a las cavernas de Galilea y me hice contador de historias. Me gané el afecto sincero de los que acudían a mi atraídos por leyendas de oro y se sentían honrados al escuchar cómo lo habíamos fabricado siglos atrás. Ninguno me preguntó donde estaba ese oro, ninguno dudó jamás de mis palabras.

Ella apareció una mañana con su padre, el hombre que trabajaba el hierro. Nada más tomar los tres asiento sentí dos cosas. Una, que el hombre sabía de metales tanto como yo. Otra, que la mujer había sido puesta en ese lugar geométrico para trabajar conmigo el arte hermético. Había que empezar de nuevo, otra obra, otras tierras.

Acepté el desafío. La mujer era hermosa y dulce como una diosa, mas también habilísima en el manejo de yunques y hornillos. Sabía regular el fuego para dar ese punto justo de calor que la Obra requiere. Sabía mirarme a los ojos (hacía años que nadie se atrevía) y traspasar mi corazón. Y en las noches sin luna me entregaba su cuerpo y tomaba el mío como sólo los humanos saben hacerlo. 

Jamás la mentí. Fui transparente como un niño, tal vez fui niño otra vez a su vera. Contesté todas sus preguntas, ocultando todo lo que no preguntaba. Pero ella aprendió a leer mi corazón y al tiempo lo oculto quedó latente y disponible, sin más que ella hubiera sabido que yo no era más que un triste vagabundo muriendo a chorros, y que el resto no era más que literatura.

Los usos y costumbres de aquella sociedad no me dejaban opción, si quería asumir mi destino y poner otra vez manos a la obra. Fui circuncidado la noche en que Jano bifronte mira al sur, de un año que ya no recuerdo. Cumplido el ritual, enterrado el prepucio en el interior de la tierra, fui aceptado por ellos como uno más de la Orden de los Elegidos y pude desposar a la que más tarde conocería el mundo por el nombre de Reina de Saba.

Así pasó y así lo cuento. Sentado en la biblioteca de mi casa contemplo a mi dama que duerme para escapar del calor y del cansancio de una noche de amor. No me arrepiento de nada. Hay otras troyas por delante, y no son la mía, pero las asumo con el gusto del guerrero viejo cuando huele la pólvora o escucha el silbido del sable saliendo de su vaina.

¿Dejar las pasiones a las puertas del templo? ¿La vanidad, la ambición, la envidia? A ellas siempre hemos de cerrar el puente levadizo, no sólo el templo. Pero mi Pasión, Hermanos, quiero dejarla libre para que llene el universo.

He dicho.

domingo, 10 de junio de 2012

GERMINAL









Estas noches suceden
a un recuerdo de esos
que otras veces
nos asaltan improviso
sin saber
si es sueño o es vigilia
lo que en la sombra
rememoran.

Siento entonces otras noches
que mirándonos
al cielo purísimo
de las playas del Sur
repletas de estrellas,
y de arenas que mojaban
los pasos en las huellas
de la noche.

Aquellos reales sueños
nos llevaron
a los mares y a los montes,
a las fuentes sedientas
a mitad de la escalada,
al capeo de temporales Finisterre
cuarenta años antes del desierto
y arribarlo desde tierra.

Y los pozos verticales
conectando realidades,
uniendo almas que queremos
dejar de ser
con el vientre generoso
de la tierra que nunca
dice no.

Pero también nos han llevado
al sitio vivo desde dentro, 
esperanza,
a la desolación de la tiniebla
de las muertes inocentes,
a templar nuestros huesos
en la sangre quemada
los que no abandonan Troya.

El viaje es siempre
sin retorno,
pero hoy deseo volver,
volver contigo, Amor, 
a ser aquellas noches tan azules.

jueves, 10 de mayo de 2012

TE QUIERO




Aínsa. Hic situ est. Me llevaste allí como el gran deseo del universo brotando de tu vientre, sabiendo que era largo viaje y que la vuelta sería dura, de noche, por escarpadas carreteras, y que te tocaría conducir a ti. Pero me llevaste. Aparcamos lejos y me tomaste la mano hacia la entrada, como tú habías ya hecho, pero yo no. Paseamos por el pueblo en silencio, como tú ya habías hecho, yo no. Nos asomamos  al mirador en el que tú habías estado, pero yo no, y salimos despacito del pueblo, como tú habías hecho, pero yo no. Anochecía. Busqué un banco y preferiste el muro al pie del acantilado. Mis opciones eran sentarme delante o detrás de ti.  Si lo hacía delante podría decirte mirando tus ojos tantas cosas que quería que supieras, pero si me sentaba atrás podría dejar a mi corazón latir despacito buscando tu compás. Y me senté atrás. Ya lo había hecho pero tú no. Te dije cuánto ansiaba abrazarte y tomaste mi brazo y lo cruzaste sobre tu pecho. Me estremecí al intuir tu carne bajo el suéter y callé. Pasaron los minutos. Yo había estado allí, en ese lugar geométrico, pero tú no. Y lo dije. Te lo dije. Lo hice mirando al occidente de la lontananza, y sin dejar tiempo al azoramiento añadí: ¿buscamos un sitio para cenar? Y allí que nos fuimos, entrando otra vez en la ciudad, entre tristes y felices. Y el camino de vuelta fue muy duro, y conducías tú. Y esa noche dormí turbio y soñé que era allí donde moría y que mi última caricia era tu dedo en mi nariz escribiendo sit tibi terra levis.

AMOR DE LONTANANZA




Ya se va el frío, Amor, ya se va.
Se evade el hielo de las ramblas
y exudan su nieve las cumbres,
se van los vientos cortantes
como sílabas inconclusas.
Se van los fríos, Amor, se van
y se llevan mi soberbia de gallito
diciéndote, pues, que no hace frío.

Como las caricias, Amor,
como las caricias idas.
Ya no son. Pero estuvieron.
Nos pusieron  el alma en carne
de gallina, y se fueron.
Y nos queda el regusto
de aquello que,
alguna vez,
pudo haber sido.

Como la ilusión, Amor, todo se va.
Como el cobijo de las noches
bajo el edredón,
cuando el universo
entero estaba helado,
menos nuestro corazón.

Nos queda, Amor,
acariciando el frío,
el sabor a merengue y chocolate,
lontananza nuestra en Sarrión.


jueves, 26 de abril de 2012

EL ÚLTIMO TEXTO DE ANDRÉ GORZ



La cuestión de la salida del capitalismo nunca ha sido tan de actualidad : se plantea hoy de una manera novedosa y con la necesidad urgente de una radicalidad nueva. Debido a su propio desarrollo, el capitalismo ha alcanzado un límite interno y externo que es incapaz de superar y que le convierte en un sistema que sobrevive gracias a subterfugios a la crisis de sus categorías fundamentales : el trabajo, el valor, el capital.
La crisis del sistema se manifiesta tanto a nivel macro-económico como a nivel micro-económico. La principal causa es el cambio radical tecno-científico que introduce una ruptura en el desarrollo del capitalismo y arruina, con sus repercusiones, la base de su poder y su capacidad para reproducirse. Intentaré analizar esta crisis primero bajo la perspectiva macro-económica [1], y segundo a través de sus efectos en el funcionamiento y la gestión de las empresas [2].
[1] La informatización y la robotización han permitido producir cada vez más mercancías con cada vez menos trabajo. El coste del trabajo por unidad de producto no ha dejado de disminuir y el precio de los productos tiende a bajar. Sin embargo, cuanto más disminuye la cantidad de trabajo para una producción particular, más tiene que aumentar el valor producido por trabajador -su productividad- para que la masa de beneficio no disminuya. Obtenemos por tanto esta paradoja aparente : cuanto más aumenta la productividad, más tiene que aumentar ésta para evitar que el volumen de beneficio disminuya. La carrera hacia la productividad tiende a acelerarse, los recursos humanos a reducirse, la presión sobre el personal a endurecerse, el nivel y la masa salarial a disminuir. El sistema evoluciona hacia un límite interno donde la producción y la inversión en la producción dejan de ser lo suficiente rentables.
Las cifras prueban que se ha alcanzado este límite. La acumulación productiva de capital productivo no ha dejado de experimentar una regresión. En los Estados-Unidos, las 500 empresas del índice Standard & Poor’fs disponen de 631 millones de millones de reservas líquidas ; la mitad de los beneficios de las empresas americanas proviene de operaciones en los mercados financieros. En Francia, la inversión productiva de las empresas del CAC 40 ni siquiera aumenta cuando sus beneficios se multiplican.
Puesto que la producción ya no es capaz de valorizar todos los capitales acumulados, una parte creciente de ellos se queda bajo la forma de capital financiero. Se constituye una industria financiera que no deja de refinar el arte de hacer dinero comprando y vendiendo solamente diversas formas de dinero. El dinero mismo es la única mercancía que produce la industria financiera a través de operaciones cada vez más arriesgadas y cada vez menos controlables en los mercados financieros. La masa de capital que la industria financiera drena y gestiona supera desde luego la masa de capital que valoriza la economía real (el total de los activos financieros representa 160.000 millones de millones de dólares, es decir de tres a cuatro veces el PIB mundial). El “valor” de este capital es puramente ficticio ; descansa en gran parte sobre el endeudamiento y el “good will”, es decir sobre anticipaciones : la Bolsa capitaliza el crecimiento futuro, los beneficios futuros de las empresas, el futuro alza de los precios inmobiliarios, las ganancias que podrán aportar las reestructuraciones, fusiones, concentraciones, etc.. Las cotizaciones de la Bolsa se hinchan de capitales y de sus plus-valías futuras : los bancos incitan a las familias a comprar (entre otras cosas) acciones y certificados de inversión inmobiliaria, a acelerar así el alza de las cotizaciones, a pedir prestado a sus bancos importes crecientes en la medida que aumenta su capital ficticio bursátil.
La capitalización de las anticipaciones de beneficios y crecimiento mantiene un endeudamiento creciente, alimenta la economía en liquidez, debidos al reciclaje bancario de plus-valías ficticias, y permite a los Estados-Unidos un “crecimiento económico” que, basado en el endeudamiento interno y externo, es claramente el motor principal del crecimiento mundial (incluso del crecimiento chino). La economía real se convierte en un apéndice de las burbujas especulativas sustentadas por la industria financiera. Hasta el inevitable momento en que las burbujas estallan, arrastran a los bancos hacia bancarrotas en cadena que amenazan de colapsar el sistema mundial de crédito, y que amenazan a la economía real de una depresión severa y prolongada (la depresión japonesa dura ya quince años).
Siempre podremos culpar a la especulación, a los paraísos fiscales, a la opacidad y a la falta de control de la industria financiera (en particular los “hedge funds”), pero la amenaza de depresión, incluso de colapso que pesa sobre la economía mundial, no se debe a la falta de control : se debe a la incapacidad del capitalismo de reproducirse. Sólo se perpetua y funciona sobre bases ficticias cada vez más precarias. Pretender la redistribución, a través del impuesto, de las plus-valías ficticias de las burbujas precipitaría exactamente lo que intenta evitar la industria financiera : la desvalorización de masas gigantescas de activos financieros y la quiebra del sistema bancario. La “reestructuración ecológica” sólo puede agravar la crisis del sistema. Es imposible evitar una catástrofe climática sin romper de manera radical con los métodos y la lógica económica que impera desde hace 150 años. Si prolongamos la tendencia actual, se multiplicará el PIB mundial por un factor 3 o 4 hasta el 2050. Sin embargo, según el informe del Consejo sobre el Clima de la ONU, las emisiones de CO2 tendrán que disminuir de un 85% hasta esta fecha para limitar el calentamiento climático a 2ºC máximo. Más allá de 2ºC, las consecuencias serán irreversibles y no controlables.
Por tanto el decrecimiento es un imperativo de superviviencia. Pero supone otra economía, otro estilo de vida, otra civilización, otras relaciones sociales. Sin estas premisas, sólo se podrá evitar el colapso a través de restricciones, racionamientos, repartos autoritarios de recursos característicos de una economía de guerra. Por tanto la salida del capitalismo tendrá lugar sí o sí, de forma civilizada o bárbara. Sólo se plantea la cuestión del tipo de salida y su ritmo con el cual va a tener lugar.
Ya conocemos la forma bárbara. Prevalece en varias regiones de África, dominadas por jefes de guerra, por el saqueo de las ruinas de la modernidad, las masacres y tráfico de seres humanos, en un panorama de hambrunas. Los tres Mad Max eran novelas de anticipación. _En cambio, no se suele plantear una forma civilizada de salida del capitalismo. La evocación de la catástrofe climática que nos amenaza conduce generalmente a considerar un necesario “cambio de mentalidad”, pero la naturaleza de este cambio, las condiciones que lo hacen posible, los obstáculos que hay que saltar parecen desafiar la imaginación. Proyectar otra economía, otras relaciones sociales, otros métodos y medios de producción y otros modos de vida se tacha de “irrealista”, como si la sociedad de la mercancía, del asalariado y del dinero fuera infranqueable. En realidad una multidud de indicios convergentes sugieren que ya se ha iniciado esta superación y que las probabilidades de una salida civilizada del capitalismo dependen ante todo de nuestra capacidad de distinguir las tendencias y las prácticas que anuncian su factibilidad.
[2] El capitalismo debe su expansión y su dominación al poder que ha adquirido en un siglo, tanto en la producción como en el consumo. Al privar primero a los obreros de sus medios de trabajo y de sus productos, se ha garantizado progresivamente el monopolio de los medios de producción y ha conseguido subsumir el trabajo. Con la especialización, la división y la mecanización del trabajo en grandes instalaciones, los trabajadores se convirtieron en los apéndices de las megamáquinas del capital. Se tornó así imposible para los productores apropiarse de los medios de producción. Gracias a la eliminación del poder de aquéllos sobre la naturaleza y el destino de los productos, se ha asegurado al capital el cuasi-monopolio de la oferta, es decir el poder de anteponer en todos los ámbitos las producciones y los consumos más rentables, así como el poder de crear los gustos y deseos de los consumidores y la manera con la que iban a satisfacer sus necesidades. Este poder es el que la revolución informacional empieza a agrietar.
En un primer momento, el objetivo de la informatización fue la reducción de los costes de producción. Para evitar que esta reducción de costes conllevara la correspondiente baja de los precios de las mercancías, había que, en la medida de lo posible, sustraerlas a las leyes del mercado. Esta sustracción consistía en conferir a las mercancías cualidades incomparables gracias a las que parecen no tener equivalente y dejan de ser por tanto simples mercancías.
El valor comercial (el precio) de los productos tenía, por lo tanto, que depender más de sus cualidades inmateriales no medibles que de su utilidad (valor de uso) sustancial. Estas cualidades inmateriales -el estilo, la novedad, el prestigio de la marca, la rareza o “exclusividad”- tenía que conferir a los productos un estatuto comparable al de las obras de arte. Éstas últimas tienen un valor intrínseco : no existe ningún patrón que permita establecer entre ellas una relación de equivalencia o “precio justo”. No son por tanto verdaderas mercancías. Su precio depende de la rareza, de la reputación del creador, del deseo del comprador eventual. Las cualidades inmateriales incomparables proporcionan a la empresa productiva el equivalente de un monopolio y la posibilidad de asegurarse una renta de novedad, rareza, exclusividad. Esta renta esconde, compensa y a menudo sobrecompensa la disminución del valor en su aceptación económica que la reducción de los costes de producción genera para los productos en tanto que mercancías por esencia intercambiables entre sí según la relación de equivalencia. De un punto de vista económico, la innovación no crea valor : es el medio para crear una rareza fuente de renta y conseguir un sobreprecio en detrimento de los productos competidores. La parte de la renta en el precio de una mercancía puede ser diez, veinte o cincuenta veces más grande que su coste de producción, y no sólo se aplica a los artículos de lujo ; también se aplica a los artículos del día a día como zapatillas de deporte, camisetas, móviles, discos, pantalones vaqueros, etc..
Sin embargo, la renta no tiene la misma naturaleza que el beneficio : no corresponde a la creación de un aumento de valor, de una plus-valía. Redistribuye la masa total del valor a favor de las empresas rentistas y en detrimento de los otros ; no aumenta esta masa [1].
Cuando el incremento de la renta se convierte en la meta determinante de la política de las empresas -más importante que el beneficio que, por su parte, choca con el límite interno que hemos indicado antes- la competencia entre empresas descansa ante todo sobre su capacidad y rapidez de innovación. De ella depende ante todo la amplitud de su renta. Por tanto intentan superarse con el lanzamiento de nuevos productos o modelos o estilos, con la originalidad del diseño, con la inventiva de sus campañas de marketing, con la “personalización” de sus productos. La aceleración de la obsolescencia, que va de la mano con la menor durabilidad de los productos y de la menor facilidad para repararlos, se convierte en el medio decisivo para aumentar el volumen de ventas. Obliga a las empresas a inventar continuamente necesidades y deseos nuevos, a atribuir a las mercancías un valor simbólico, social, erótico, a difundir una “cultura del consumo” que apuesta por la individualización, singularización, rivalidad, envidia, es decir, lo que he llamado en otro escrito la “socialización antisocial”.
En este sistema todo se opone a la autonomía de los individuos ; a su capacidad de reflexionar juntos sobre sus objetivos y necesidades comunes ; de concertarse sobre la mejor manera de eliminar el despilfarro, de ahorrar recursos, de elaborar juntos, como productores y consumidores, una norma común de lo suficiente -lo que Jacques Delors llamaba una “abundancia frugal”. Sin duda alguna, la ruptura con la tendencia del “producir más, consumir más” y la redefinición autónoma de un modelo de vida que aspira a hacer más y mejor con menos, supone la ruptura con una civilización donde no se produce nada de lo que se consume y no se consume nada de lo que se produce ; donde los productores y consumidores están separados y donde cada uno se opone a sí mismo ya que es siempre lo uno y lo otro a la vez ; donde todas las necesidades y todos los deseos se centran en la necesidad de ganar dinero y el deseo de ganar más ; donde la posibilidad de autoproducción para el autoconsumo parece fuera de alcance y ridículamente arcaico - sin razón.
Sin embargo, la “dictadura de las necesidades” pierde fuerza. La influencia que las empresas ejercen sobre los consumidores se vuelve más débil a pesar del aumento exponencial de los gastos para el marketing y la publicidad. La tendencia a la autoproducción gana de nuevo terreno gracias al peso creciente que tienen los contenidos inmateriales en la naturaleza de las mercancías. El monopolio de la oferta escapa poco a poco al capital.
No era difícil privatizar y monopolizar contenidos inmateriales mientras los conocimientos, ideas, conceptos utilizados en la producción y concepción de las mercancías se definían en función de máquinas y de artículos en los que se incorporaban para un uso concreto. Máquinas y artículos se podían patentar y la posición de monopolio quedaba protegida. La propiedad privada de los conocimientos y de los conceptos se hacía posible, ya que eran inseparables de los objetos que les materializaban. Eran un componente del capital fijo.
Pero todo cambia en el momento en que los contenidos inmateriales no son inseparables de los productos que los contienen, ni siquiera de las personas que los poseen ; cuando acceden a una existencia independiente de todo uso particular y se convierten en susceptibles de ser reproducidos en cantidades ilimitadas por un coste ínfimo, tras su traducción en programas. Entonces se pueden convertir en un bien abundante que, por su disponibilidad ilimitada, pierde cualquier valor de cambio y cae en el dominio público como bien común gratuito - salvo si se consigue impedirlo al prohibir el acceso y el uso ilimitados para los cuales está hecho.
El problema que enfrenta “la economía del conocimiento” proviene del hecho de que la dimensión inmaterial de la que depende la rentabilidad de las mercancías no es, en la edad de la informática, de la misma naturaleza que éstas últimas : no es propiedad privada ni de las empresas ni de sus colaboradores ; no tiene un carácter privatizable y no puede por consiguiente convertirse en una verdadera mercancía. Sólo se puede disfrazar de propiedad privada y mercancía al reservar su uso exclusivo a través de artimañas jurídicas o técnicas (códigos de acceso secretos). No obstante este disfraz no cambia nada a la realidad de bien común del bien así disfrazado : sigue siendo una no-mercancía no vendible cuyo acceso y uso libres están prohibidos porque permanecen siempre posibles, porque le amenaza las “copias ilícitas”, las “imitaciones”, los usos prohibidos. Incluso el autodenomidado propietario no los puede vender, es decir transferir la propiedad privada a otro, como lo haría con una verdadera mercancía ; sólo puede vender un derecho de acceso o de uso “bajo licencia”.
Así la economía del conocimiento se basa en una riqueza cuya vocación es la de ser un bien común, y los patentes y copyrights que debieran privatizarlo no cambian nada : la era de la gratuidad se expande de manera irrefrenable. La informática y el Internet atacan las bases del reino de la mercancía. Todo lo que se traduce en lenguaje numérico y reproducible, comunicable sin gastos tiende irresistiblemente a convertirse en un bien común, incluso en un bien común universal cuando es accesible a todos y utilizable por todos. Cualquiera puede reproducir con su ordenador contenidos inmateriales como el diseño, planes de construcción o de montaje, fórmulas y ecuaciones químicas ; inventar sus propios estilos y formas ; imprimir textos, grabar discos, reproducir tablas. Más de 200 millones de referencias están actualmente accesibles bajo licencia “creative commons”. En Brasil, donde la industria del disco comercializa 15 nuevos discos al año, los jóvenes de las favelas graban 80 discos por semana y los difunden en la calle. Las tres cuartas partes de los ordenadores fabricados en 2004 se construyeron en favelas con los componentes de materiales desechados. El gobierno apoya a las cooperativas y agrupaciones informales de autoproducción para el auto-abastecimiento. Claudio Prado, que dirige el departamento de cultura numérica en el ministerio de Cultura de Brasil, hace poco : “El empleo es una especie en vía de extinción Tenemos la intención de saltarnos esta fase sin interés del siglo XX para pasar directamente del siglo XIX al siglo XXI”. Por ejemplo se ha apoyado oficialmente la autoproducción de ordenadores : se trata de favorecer la “apropiación de las tecnologías por los usuarios con un objetivo de transformación social”. La próxima etapa será lógicamente la autoproducción de medios de producción. Volveré sobre este tema.
Lo importante por el momento es que la principal fuerza productiva y la principal fuente de rentas caen progresivamente en el dominio público y tienden hacia la gratuidad ; que la propiedad privada de los medios de producción y por tanto el monopolio de la oferta son cada vez menos posibles ; que por consiguiente la influencia del capital sobre el consumo se relaja y éste puede tender a emanciparse de la oferta mercantil. Se trata aquí de una ruptura que ataca la base del capitalismo. La lucha emprendida entre los “programas propietarios” y los “programas libres” (libre, “free”, es también el equivalente en inglés de “gratuito”) ha sido el inicio del conflicto central de esta época. Se extiende y se prolonga en la lucha contra la mercantilización de las riquezas primas -la tierra, las semillas, el genoma, los bienes culturales, los saberes y las competencias comunes que constituyen la cultura cotidiana y que son las condiciones previas a la existencia de una sociedad. Del resultado de esta lucha dependerá que la salida del capitalismo tenga lugar de forma civilizada o bárbara.
Salir del capitalismo implica necesariamente nuestra emancipación de la influencia que ejerce el capital sobre el consumo y de su monopolio sobre los medios de producción. Significa restablecer la unidad del sujeto de la producción y del sujeto del consumo y retomar la autonomía en la definición de nuestras necesidades y de su modo de satisfacción. El obstáculo insalvable que el capitalismo había colocado en este camino era el carácter mismo de los medios de producción que había creado : constituían una megamáquina donde todos eran sirvientes y que nos dictaba qué fines perseguir y qué vida llevar. Este periodo llega a su fin. Los medios de autoproducción high-tech convierten la megamáquina industrial en virtualmente obsoleta. Claudio Prado alega “la apropriación de las tecnologías” porque todos pueden apropiarse la clave común de todas : la informática. Porque, como lo pedía Iván Illich, “cada uno puede utilizarla sin dificultad tan a menudo o tan poco como lo desea” sin que el uso que hace de ella usurpe la libertad de otros de hacer lo mismo” ; y porque este uso (se trata de la definición de Illich de las herramientas conviviales) “estimula la realización personal” y amplía la autonomía de todos. La definición que Pekka Himanen da de la Etica Hacker es bastante parecida : un modo de vida que antepone “la felicidad de la amistad, del amor, de la libre cooperación y de la creatividad personal”.
Las herramientas high-tech existentes o en curso de desarrollo, generalmente comparables a periféricos de ordenadores, apuntan hacia un futuro donde prácticamente todo lo necesario y deseable podrá ser producido en talleres cooperativos o comunales ; donde las actividades de producción se podrán combinar con el aprendizaje y la enseñanza, con la experimentación y la investigación, con la creación de nuevos gustos, perfumes y materiales, con la invención de nuevas formas y técnicas agrícolas, de construcción, de medicinas, etc.. Los talleres comunales de autoproducción estarán interconectados a escala global y podrán intercambiar o poner en común sus experiencias, invenciones, ideas, descubrimientos. El trabajo será productor de cultura, la autoproducción un modo de plenitud.
Dos circunstancias abogan en favor de este tipo de desarrollo. La primera es que existe bastante más know-how, talento y creatividad de lo que la economía capitalista es capaz de utilizar. Este excedente de recursos humanos sólo puede ser productivo en una economía donde la creación de riqueza no se someta a criterios de rentabilidad. La segunda es que “el empleo es una especie en vía de extinción”.
No digo que estas transformaciones radicales vayan a tener lugar. Sólo digo que por primera vez podemos querer que se realicen. Los medios existen, así como la gente que los ponen en práctica metódicamente. Es probable que sean los sur-americanos o sur-africanos los primeros que decidan recrear en los suburbios desheredados de las ciudades europeas los talleres de autoproducción de su favela o de su township de origen.
André Gorz, el 17/09/2007.
Traducción y revisión de Florent Marcellesi y Lara Pérez Dueñas.

Notas

[1] El valor trabajo es una idea de Adam Smith, que veía en el trabajo la sustancia común de todas las mercancías y pensaba que éstas se intercambiaban según la cantidad de trabajo que contenían.
El valor trabajo no tiene nada que ver con lo que entenderíamos hoy en día y que (en el caso de Dominique Méda y otros) se tendría que designar como trabajo valor (valor moral, social, ideológico, etc.).
Marx afinó y siguió trabajando en la teoría de A. Smith. Simplificando al máximo, se puede resumir la noción económica de la manera siguiente : una empresa crea valor al producir una mercancía vendible con trabajo para cuya remuneración pone en circulación (crea, distribuye) poder adquisitivo.
Si su actividad no aumenta la cantidad de dinero en circulación, no crea valor. Si su actividad destruye empleo, destruye valor. La renta de monopolio consume el valor creado en otras partes y se lo apropia.


miércoles, 25 de abril de 2012

UN TEXTO DE MARCO AURELIO (fragmentos)




Animula vagula, blandula,
Hospes comesque corporis,
Quae nunc abibis in loca
Pallidula, rigida, nudula
Nec, ut solis, dabis iocos.......




Al despuntar la aurora, hazte estas consideraciones previas: me encontraré con un indiscreto, un ingrato, un insolente, un mentiroso, un envidioso, un insociable. Todo eso les acontece por ignorancia de los bienes y de los males. Pero yo, que he observado que la naturaleza del bien es lo bello, y que la del mal es lo vergonzoso, y que la naturaleza del pecador mismo es pariente de la mía, porque participa, no de la misma sangre o de la misma semilla, sino de la inteligencia y de una porción de la divinidad, no puedo recibir daño de
ninguno de ellos, pues ninguno me cubrirá de vergüenza; ni puedo enfadarme con mi pariente ni odiarle. Pues hemos nacido para colaborar, al igual que los pies, las manos, los párpados, las hileras de dientes, superiores e inferiores. Obrar, pues, como adversarios los unos de los otros es contrario a la naturaleza. Y es actuar como adversario el hecho de manifestar indignación y repulsa.


Esto es todo lo que soy: un poco de carne, un breve hálito vital, y el guía interior. ¡Deja los libros! No te dejes distraer más; no te está permitido. Sino que, en la idea de que eres ya un moribundo, desprecia la carne: sangre y polvo, huesecillos, fino tejido de nervios, de diminutas venas y arterias. Mira también en qué consiste el hálito vital: viento, y no siempre el mismo, pues en todo momento se vomita y de nuevo se succiona. En tercer lugar, pues, te queda el guía interior. Reflexiona así: eres viejo; no consientas por más tiempo que éste sea esclavo, ni que siga aún zarandeado como marioneta por instintos egoístas, ni que se enoje todavía con el destino presente o recele del futuro.

A todas horas, preocúpate resueltamente, como romano y varón, de hacer lo que tienes entre manos con puntual y no fingida gravedad, con amor, libertad y justicia, y procúrate tiempo libre para liberarte de todas las demás distracciones. Y conseguirás tu propósito, si ejecutas cada acción como si se tratara de la última de tu vida, desprovista de toda irreflexión, de toda aversión apasionada que te alejara del dominio de la razón, de toda hipocresía, egoísmo y despecho en lo relacionado con el destino. Estás viendo cómo son pocos los principios que hay que dominar para vivir una vida de curso favorable.

¡Te afrentas, te afrentas, alma mía! Y ya no tendrás ocasión de honrarte. ¡Breve es la vida para cada uno! Tú, prácticamente, la has consumido sin respetar el alma que te pertenece, y, sin embargo, haces depender tu buena fortuna del alma de otros.

No te arrastren los accidentes exteriores; procúrate tiempo libre para aprender algo bueno y cesa ya de girar como un trompo. En adelante, debes precaverte también de otra desviación. Porque deliran también, en medio de tantas ocupaciones, los que están cansados de vivir y no tienen blanco hacia el que dirijan todo impulso y, en suma, su imaginación.

Es preciso tener siempre presente esto: cuál es la naturaleza del conjunto y cuál es la mía, y cómo se comporta ésta respecto a aquélla y qué parte, de qué conjunto es; tener presente también que nadie te impide obrar siempre y decir lo que es consecuente con la naturaleza, de la cual eres parte.