jueves, 30 de diciembre de 2010

EL SONETO DE QUEVEDO

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora a su afán ansioso lisonjera;

Mas no, de esotra parte, en la ribera,
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
Venas que humor a tanto fuego han dado,
Medulas que han gloriosamente ardido:

Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado

WHEN YOU ARE OLD

When you are old and grey and full of sleep,

And nodding by the fire, take down this book,

And slowly read, and dream of the soft look

Your eyes had once, and of their shadows deep;

How many loved your moments of glad grace,

And loved your beauty with love false or true,

But one man loved the pilgrim soul in you,

And loved the sorrows of your changing face;

And bending down beside the glowing bars,

Murmur, a little sadly, how Love fled

And paced upon the mountains overhead

And hid his face amid a crowd of stars.


(by W.B. Yeats)

jueves, 23 de diciembre de 2010

THE SEED AND THE SORROW

no sé si la alegría en tus palabras
o esa cruz que luces entre senos
estandarte grande y bagatela
que tan íntimo llegó a mis manos

no sé si el horizonte fluído y campechano
o el color de tu mejilla sonrosada
desde antes, mucho antes
desde que el color derritió esa nieve

no sé si la nieve o su reflejo
en tus ojos de imprecisa mirada
lo que creció lentamente entre
mis manos de nieve en anegada ribera

no sé, en fin, con qué ojos me miraste
en el teléfono hablando primaveras
pero sé, amor, mi gran sorpresa
al saber que no eras solo una

y el sol en Capricornio se nos vuela
y la luna fugándose hasta enero
no me importa, amor, que no me importa
mas tampoco mis noches serán para ti sólo.

viernes, 17 de diciembre de 2010

UN POEMA DE CORTÁZAR

Te desnudé entre llantos y temblores
sobre una cama abierta a lo infinito,
y si no tuve lástima del grito
ni de las súplicas o los rubores,

fui en cambio el alfarero en los albores,
el fuego y el azar del lento rito,
sentí nacer bajo la arcilla el mito
del retorno a la fuente y a las flores.

En mis brazos tejiste la madeja
rumorosa del tiempo encadenado,
su eternidad de fuego recurrente;

no sé qué viste tú desde tu queja,
yo vi águilas y musgos, fui ese lado
del espejo en que canta la serpiente.

(De Salvo el crepúsculo, 1985 post.)

jueves, 16 de diciembre de 2010

UN POEMA DE ANTONIO MACHADO

Los árboles conservan
verdes aún las copas,
pero del verde mustio
de las marchitas frondas.

El agua de la fuente,
sobre la piedra tosca
y de verdín cubierta,
resbala silenciosa.

Arrastra el viento algunas
amarillentas hojas.

¡El viento de la tarde
sobre la tierra en sombra!

(De Soledades, galerías y otros poemas, pieza XC)

miércoles, 15 de diciembre de 2010

UN POEMA DE ALEIXANDRE





EL SILENCIO

Miró. Miró por último y quiso hablar.
Unas borrosas letras sobre sus labios aparecieron.
Amor. Sí, amé. He amado. Amé, amé mucho.
Alzó su mano débil, su mano sagaz, y un pájaro
voló súbito en la alcoba. Amé mucho, el aliento aún
decía.
Por la ventana negra de la noche las luces daban su
claridad
sobre una boca, que no bebía ya de un sentido
agotado.
Abrió los ojos. Llevó su mano al pecho y dijo:
Oídme.
Nadie oyó nada. Una sonrisa oscura veladamente puso
su dulce máscara
sobre el rostro, borrándolo.
Un soplo sonó. Oídme. Todos, todos pusieron su
delicado oído.
Oídme. Y se oyó puro, cristalino, el silencio.

(De Nacimiento último, 1953)

martes, 14 de diciembre de 2010

UN POEMA DE JUAN RAMÓN




COLORES, IDEAS

Los colores que saca la luz a los cuerpos,
me levantan, me escitan, no me dejan morir;
las ideas que saca la sombra a las almas,
me perturban, me escitan, no me dejan vivir.

¿Para qué estas ideas, para qué estos colores,
que nos cambian de sombra y de luz?
¿Dónde estaban?

No estaban.
¿Su destino es lucir y sombrar el morir?
Mi destino es morir el sombrar y el lucir.

( De Una colina meridiana, 1942-1950)

miércoles, 8 de diciembre de 2010

EPÍLOGO

piedrecita
piedrecita pequeña
en mi bolsillo

piedra grande
grande
en mi maleta

¿cual es
la que conmigo
vino?

¿con cual
de ellas compartí
mi Vuelta?

mi maleta se hizo
pequeña
y ya no cabes

mi bolsillo se hace
grande
y te abarca

sonríe
y ríe un día
sólo para mi

todo
todo no tendrás
pero sí

ese puente
roto
tras cuya mano

te espero
infinito
si me quieres asir

SINTRA A SEVILLA

Nos despedimos de Lisboa con ternura, pero sea lo que sea en que haya de convertirse este descubrimiento debe germinar en el largo invierno, no nos iluminaremos hasta la primavera, si superamos la prueba de la tierra.

Me detengo en Quinta Regaleira para dejar tarjeta de visita y echar un rápido vistazo. Y, sobre todo, para atar un cabo de mi ovillado hilo de Ariadna. Que sepan que acechamos, que sepan que, más temprano que tarde, iremos.

Otra parada en Evora para visitar la magnífica catedral, asignatura pendiente desde la primavera. Y otra en la pousada de Vila Vizosa, para tomar el aperitivo....Y, por fin, en Zafra, para comprar el jamón, también asignatura pendiente, desde el medio del verano, cuando el big bang que dio comienzo a este universo. Pero, ¡estaba todo cerrado! Menos mal, no habría sabido qué diablos hacer con el bendito jamón.

Ya en destino me encuentro la casa impecable. Cayo se ha portado. Bromeo con él sobre lo hastiado que me tienen estos viajes a provincias. Tal vez sí hay un futuro para mi....

Mañana hará cincuenta y dos años de mi primera luz. Creo que me siento mejor. Y sé que me siento más joven, mucho más joven....

martes, 7 de diciembre de 2010

LISBOA

Lisboa es un misterio vivo, pues que todos sus barrios son un verdadero laberinto. Nadie sabe dónde empiezan o terminan, si de abajo a arriba o de arriba a abajo, el Chiado o la Alfama. El rectangular Rossío acaba siendo recorrido en espirales o en curvas semejantes, y siempre tenemos la impresión de estar buscando un centro. No son laberintos a la manera del cretense, con su monstruo y su tesoro. Son laberintos de catedral gótica, de los que han sobrevivido pocos, Chartres, por ejemplo, fotografiado, creo, en otra entrada de ésto. Laberintos hechos para recorrerlos íntegros alrededor del centro geométrico, pero sin llegar nunca a él. Nunca del todo.

En el hermetismo el laberinto es la serpiente. Entrelazada en el caduceo, o en el árbol de la vida, o mordiendo su propia cola. Todo ello tiene su sentido teórico y práctico, no solo aplicable a los seres individuales, sino también a los colectivos, como una ciudad o un país, como Lisboa o Portugal. ¿Acaso su historia no está jalonada de arrojos que irradian en espiral a todo el mundo?

He venido a Lisboa más veces que a París, Londres y Roma juntas, o sea, muchas. Ni que decir tiene que siempre hay algo aquí que me conmueve, me sorprende, me afecta en lo personal, me llena de felicidad, en fin, si no fuera así no volvería siempre que puedo. En una de estas visitas, sobre el 90 o 91 (recuerdo que vivía entonces en Asturias y que mi padre no faltaba), me planté en la iglesia de los Jerónimos, haciendo un esfuerzo metaespiritual, convencido por un colega lisboeta. El lugar, un tanto jocosamente, me gustó, y desde entonces no he dejado de darme una vuelta por Belém cada vez que vengo.

En esta ocasión también lo hice y, mientras deambulaba en torno al coro, me hallé inesperadamente ante el laberinto hecho piedra, serpiente tallada en una de las dos grandes columnas. Corrí (literalmente) hacia la otra y allí estaba otra vez la serpiente. Dos serpientes, arriba, discretamente protegiendo a Camoes y a Vasco de Gama, en el lugar del que partían, hace seiscientos años, las expediciones a Oriente, a Goa, a Kerala, a lo que luego fue mi Madras, a las Indias todas. Y también el lugar al que retornaban dichas expediciones, con sus riquezas materiales, y con sus riquezas espirituales, que precisamente el hermetismo se cuidó de proteger y perdurar.

El laberinto me había entregado, suavemente, su enigma. Sin necesidad de monstruo, ni espada, ni tesoro resplandeciente. Recordé mi equipaje, y que allí estaba, siguiendo el consejo que me fue otorgado justo antes de partir, el ovillado hilo de Ariadna. Podía volver a casa, ahora entendía el sentido de esta vuelta.

SANTIAGO A SINTRA

Viaje largo, pero con buen tiempo y autopista. Con los habituales errores de la señalización local llegamos sin más novedad hacia la siete de la tarde hora local.

La ciudad es tal como la habíamos imaginado, y lo avanzado del día y el cansancio acumulado nos aconsejan economizar fuerzas y eludir las interminables cuestas que rodean el centro. Como tampoco hay ganas de coger el coche optamos por el aperitivo y la cena, que, pasado el desmadre gallego, fue de nuevo frugal: sopa rica de pescado y bacalao macerado en vino de Oporto, con la garrafa de blanco de la casa y crepés de azúcar y canela. Café, sin.

Sin embargo la proximidad del Sur me hace recordar vivamente muchas cosas y, sobre todo, muchas personas que quedaron difusas cuando subí Despeñaperros. Mientras siga allá, en el profundo Sur, forman parte importantísima de mi vida, pues la conforman, y con tanto poder como las cosas nuevas que he encontrado y, algunas, comprendido. Ello hace aflorar una vieja inquietud, la del contraste de lo viejo con lo nuevo, la de aferramiento a lo que siempre estuvo ahí pues la única forma de zafarse es destruirlo, y eso no lo queremos, a veces.

Pero quedan dos días, que quizá me hagan menos ignorante, y algo de luz me sea dado vislumbrar.

lunes, 6 de diciembre de 2010

FINISTERRE

Por Santiago hay que pasear indiferente al mal tiempo, como los ingleses y los rusos. Aceptado esto encontramos una ciudad cuya parte vieja, aunque mercantilmente adaptada a las masas, conserva un aire natural que permite vivirla como si no hubiera comercio ni turismo. La afluencia de bares y restaurantes no precisamente orientados a turistas tiene mucho que ver con ello, y a pesar del corto tiempo que aquí he estado creo que estoy en lo cierto. La comunidad estudiantil, probablemente, aporta la otra mitad de la naranja.

Por la tarde continuamos hacia el oeste hasta que ya no podemos más, pues la tierra llega a su fin. Finisterre es un cabo alargado hacia el sur, cuyo último pueblo se llama, curiosamente, san Roque. El día está lluvioso pero fieles a su cita, Sol y Luna, en Sagitario, se sumergen juntos, muy juntos, como uno dentro de la otra, en las agitadas aguas del Oceáno. No se ve nada, todo es gris y lluvia, pero yo siento que están ahí, descendiendo. Su gravedad se transmite perfectamente a mis centros nerviosos, donde por mi parte he dejado bien dispuesto, arreglado, perfumado y envuelto, todo aquello que las dos luces deben llevarse consigo al fondo del mar.

La noche cae muy lentamente, a pesar de lo gris del día el ocaso parece ser eterno. Y yo me voy sintiendo liberado de un lastre que no permitía a la red ocupar su lugar justo entre dos aguas. Ahora sí, ahí queda, a la espera, con el lastre justo para que no se mueva de su profundidad tan trabajosamente ajustada.

Y así estoy yo, en tierra, pensando si será lenguado o merluza. No da igual, pero sea lo que sea, que sea a la gloria de Tu nombre.

domingo, 5 de diciembre de 2010

PONFERRADA A SANTIAGO

Diana a las once y media, desayuno de chocolate y churros para engrasar y tirando para Galicia. El tiempo es bueno y el trayecto corto, así que llegamos de día a tiempo para un paseo por el Santiago viejo. La cena tan frugal como habitualmente. El día pasa, sin más, ligero, sin lastre, acariciándome tiernamente, como calma chicha antes de la tormenta. Porque huele, huele a lluvia.

viernes, 3 de diciembre de 2010

PONFERRADA

Me asomo a la ventana al despertar y por vez primera luce un sol esplendoroso, pero queda el blanco de la nevada de anoche. En el parque de enfrente, labrado en la nieve, un mensaje: Alberto y Bea. Anoche, antes de bajar a cenar, vi a Alberto desde esta misma ventana cuando comenzaba su trabajo, aunque no sabía lo que estaba haciendo. Son letras grandísimas, de tres o cuatro metros, hermosamente entrelazadas. Debió llevarle varias horas concluirlo, en el frío de la noche. ¿Cuantas noches esperó Alberto la gran nevada para expresar sus sentimientos hacia Bea? ¿Por qué eligió ese modo de hacerlo? ¿Le habrá aceptado Bea? ¿Qué sentido tiene un amor así? ¿Pero es que importa el sentido si el amor es en realidad Amor? Esas preguntas me hago y pienso en la noche sublime de Alberto y Bea....¡Qué inocente todo! Pero qué bonito.....

Como hacía buen tiempo y el frío era soportable decidimos que el día fuera tranquilo. Por la vieja Ponferrada, de la iglesia al museo, del museo a la basílica, de la basílica a otra iglesia. Despacito, y entre visita y visita, paradita en los perfectamente aclimatados tugurios de la zona para el tinto y la tapita. Comida frugal, desde luego y ¡ay, que lentejitas....!

Por la tarde, el castillo templario. Grande, fascinante, misterioso. Pienso en aquellos hombres, tan distintos a mi por creencias y por armas, pero tan iguales en la necesidad de luchar cuando la injusticia se hace presente y, a pesar de las derrotas, no rendirnos nunca, nunca...

A la salida del castillo, como sorpresa de despedida, una exposición de libros viejos, muy, muy viejos, Beatos de Liébana casi todos. Papel o pergamino escrito e iluminado hace más de mil años. ¡Qué hermosos grabados, qué color, qué escenas! Algunos, muchos, surrealistas, oníricos, me recuerdan al CG Jung del libro rojo. No creo que esos monjes se limitaran a copiar y copiar, más bien que ellos tenían también su Filemón escondido en su particular cámara de reflexión y fueron capaces de sacarlo, estudiarlo, dialogar con él, y ponerlo en el pergamino. Recuerdo la exposición de textos de alquimia en Pondicherry, hace ya tanto tiempo, allá, en el oriente. Aquello fue un hito, un punto y aparte. ¿Qué sucederá ahora? ¿Conmigo? ¿Quien soy, qué quiero ser, dónde he de llegar?

A la vuelta, buscando el aparcamiento, nos perdemos, para variar y ¡bingo! encontramos por casualidad la versión local del Caracol, aquí llamado Lobos y Lobas. El apacible ambiente, la música, las personas, la propietaria, sus amigos, los parroquianos,...en fin, que de allí al hotel a la ducha y a cenar, frugalmente, algo, y para allá que vamos otra vez, que mañana es sábado y no hay que madrugar.

BURGO DE OSMA A PONFERRADA

Nos desayunamos con la catedral del Burgo de Osma, gótica ella, para compensar un poco del silencio románico. O eso creíamos, porque la iglesia estaba desierta y tuvimos ocasión de gozar del raro privilegio de pasear una catedral gótica en solitario. El silencio era más grande que en los pequeños edificios románicos, pero era igual de profundo y absorbente. La mente también se rebelaba y zumbaba, pero entre zumbido y zumbido me percataba de que Ello estaba ahí, manifestándose, de que por fin había luz, y circulaba. Todo estaba bien, al fin.

El paso a través del cañón del río Lobos fue magnífico. Subimos y subimos, otra vez hasta los mil y pico metros, y, ya arriba, paramos en un mirador, desierto, desde luego. Caminé con cuidado hasta el borde del cañón y allí apareció el milagro en forma de águila planeando, pasando tan a mi lado que casi la acariciaba, que vi cómo su ojo me ignoraba, y me vino a la mente aquel poema:

...si alguna vez me ves
mirándote a los ojos
y descubres en los míos
un deje de amor
no retires tus fusiles
ni creas que he cambiado
sabe, simplemente,
que puedes contar conmigo...

El águila pasó, pero había muchas más en el cielo.

En Santo Domingo de Silos estaba todo cerrado, pero no importó. Estábamos en el lugar en el que los monjes, los mismos que traducían a Aristóteles y Avicena (bueno, este algo después) se dieron cuenta que la lengua nueva que hablaba el pueblo en la frontera podía ser escrita con los mismos grafismos que el viejo latín. Aquí nació el castellano, que hoy es español y mundial, el lenguaje con el que mejor juego e investigo los símbolos, con el que me transmito, a mí mismo, mis emociones, mis pasiones, y que sea por mucho tiempo.

El resto del viaje fue trivial, excepto porque conducir con la nevada en contra, formando un túnel ante los ojos que absorbía y mareaba, me trajo la memoria de la escena final de 2001, odisea del espacio, no me habría extrañado despertar de pronto en otro tiempo y en otro lugar, ¿sería yo mismo? Por ejemplo en una suite, con la cámara espacial al lado, escuchando mi propia respiración 40 años después, renaciendo niño a un universo nuevo. Quizá fue así.

Llegamos, una vez más, tarde a la meta, pero, también una vez más, a tiempo para el aperitivo. La cena, frugal esta vez: menú del día, con crema de marisco y albóndigas a la jardinera, café incluido. Y un pacharán, para la digestión y para desembotar la mente, de tanta y tanta inocente blancura.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

CAMPOS DE SORIA

Hoy ha seguido nevando pero entre mediodía y el ocaso el tiempo ha dado tregua, lo que hemos aprovechado para movernos, que de eso se trata en todo viaje, más en este. Camino de Soria paramos en el alto de Villaciervos, a más de mil metros, donde la blancura nos invade por completo. La nevada no es muy alta, y el blanco alterna con el marrón de las hierbas que sobresalen por encima. El tiempo nuboso impide ver las montañas, y nos sentimos envueltos por una cúpula de blancura, nieve en la tierra, nubes en el cielo, niebla en el horizonte, que reduce el mundo a los 500 metros a donde alcanza la vista y que, por la maravilla de la ósmosis, capaz de purificar hasta el agua más salada, permite que el color blanco entre en nuestras almas y se remanse en ellas. La vivencia es de paz, íntegra, casi absoluta.....algo le falta para realmente ser absoluta, y no sé qué es, pero me reafirmo en la sensación que tuve a mitad de la etapa prólogo, cuando algo en mí se rompió, algo físico, y síquico, y espiritual, y supe que estaba bien así, que no había que recoger los trocitos para emprender nada nuevo con ellos, que la pieza central del puzzle era en realidad un hueco, y que ese hueco recién se estaba creando. A su alrededor, como en los cuadrados mágicos de 49 piezas, podía girar el universo entero.

El paseo por la vieja Soria fue tal como lo hubiera imaginado si en ello me hubiese entretenido. Ahí también todo era apacible, los viejos olmos deshojados me hacían guiños sin parar, las voces de Gustavo, de Antonio, de Gerardo, susurraban tras cada esquina. El sábado viene el Betis a jugar con el Numancia, pero ese día ya estaré lejos. ¡Qué contraste! ¡Qué lejos me parece el Guadalquivir, parco en aguas frente al viejo Duero! Recuerdo los versos del Hermano, Oh Soria....y el entrañable jardín de la calle Dueñas donde yo también he olido florecer al limonero.

Pero Soria, sobre todo, es románica, como lo es Andorra; mas aquí es todo más sobrio y más profundo. Las viejas iglesias que hemos visitado no tienen iluminación artificial, de modo que son como eran hace mil años y más. Como el día está nublado casi no se ve nada en su interior, y como además estamos solos en cuanto dejamos de caminar y nos sentamos el silencio, íntegro, casi absoluto, trata de tomar posesión de nosotros para transmitirnos Eso de lo cual solo Él puede ser vehículo, Eso que somos y está bien adentro. La mente, como siempre, se asusta, y para protegerse produce ese peculiar zumbido que impide el acceso del Silencio. No es otra cosa nuestra Búsqueda, y me siento como si fuera pequeño, pequeño.....

Y para compensar el ayuno del mediodía decidimos que la cena sea de sopa castellana y cochinillo al horno, que el cuerpo también debe tener su alimento. Me voy, pues, en paz y en silencio, al ansiado apetitivo.

DE ANDORRA LA VELLA AL BURGO DE OSMA

La nevada continuó con suavidad durante toda la mañana, impregnando el aire, la tierra y el espíritu. Pasado mediodía se transformó en lluvia y luego en silencio, pero para entonces ya habíamos bajado mucho de cota y estábamos en Lérida.

Cuando pasamos por Zaragoza íbamos bien retrasados y ya era de noche. La Z-40 se comportó muy bien, como uno espera de un distribuidor de tráfico en España: nos equivocamos tres veces, y solo tras otras tantas medias vueltas o vueltas completas a despistadas rotondas, fue que conseguimos enfilar la carretera de Soria.

Otro tanto había pasado unos días antes para salir de Barcelona, donde la ciudad había luchado, con similares armas, para tratar de que no marcháramos. Allí completamos muchas más rotondas, con indicadores contradictorios, tratando de intuir cual sería el verdadero antes de entrar equivocadamente en una autopista sin cambios de sentido. Pero fue en Zaragoza cuando entendí por qué la guía de carreteras del año 2009 que había comprado el día antes de la partida, tenía, precisamente, precio de saldo. Le faltó poco para echarse a volar por la ventanilla, juro que si no la ayudé fue por motivos ecológicos. La sombra del GPS planea sobre mi, pero seguiré resistiendo: una cosa son tres euros en inútiles mapas de papel y otra 300 en una voz capaz de meterme por caminos de cabra sin perder su flema ni un instante.

El trayecto, en fin, fue de los más duros de mi vida al volante, nueve horas para algo que en verano y de día habría hecho en la mitad o menos. Saliendo de Huesca, tras una pequeña subida, apareció la niebla, voraz, que durante unos 30 km nos obligó al paso de la tortuga, que no caracol. Más adelante un cartel anunció que estábamos en puerto de montaña a 1000 metros de altura. Aquello era como un sueño infernal, pero a cero grados.

Ya en Soria las condiciones mejoraron y pudimos coger velocidad, completando la etapa sin más novedad y llegando a destino a tiempo para el aperitivo y la cena que, como juré el día anterior, fue frugal: huevos con papas y beicon. Mañana será otro día.