miércoles, 1 de diciembre de 2010

DE ANDORRA LA VELLA AL BURGO DE OSMA

La nevada continuó con suavidad durante toda la mañana, impregnando el aire, la tierra y el espíritu. Pasado mediodía se transformó en lluvia y luego en silencio, pero para entonces ya habíamos bajado mucho de cota y estábamos en Lérida.

Cuando pasamos por Zaragoza íbamos bien retrasados y ya era de noche. La Z-40 se comportó muy bien, como uno espera de un distribuidor de tráfico en España: nos equivocamos tres veces, y solo tras otras tantas medias vueltas o vueltas completas a despistadas rotondas, fue que conseguimos enfilar la carretera de Soria.

Otro tanto había pasado unos días antes para salir de Barcelona, donde la ciudad había luchado, con similares armas, para tratar de que no marcháramos. Allí completamos muchas más rotondas, con indicadores contradictorios, tratando de intuir cual sería el verdadero antes de entrar equivocadamente en una autopista sin cambios de sentido. Pero fue en Zaragoza cuando entendí por qué la guía de carreteras del año 2009 que había comprado el día antes de la partida, tenía, precisamente, precio de saldo. Le faltó poco para echarse a volar por la ventanilla, juro que si no la ayudé fue por motivos ecológicos. La sombra del GPS planea sobre mi, pero seguiré resistiendo: una cosa son tres euros en inútiles mapas de papel y otra 300 en una voz capaz de meterme por caminos de cabra sin perder su flema ni un instante.

El trayecto, en fin, fue de los más duros de mi vida al volante, nueve horas para algo que en verano y de día habría hecho en la mitad o menos. Saliendo de Huesca, tras una pequeña subida, apareció la niebla, voraz, que durante unos 30 km nos obligó al paso de la tortuga, que no caracol. Más adelante un cartel anunció que estábamos en puerto de montaña a 1000 metros de altura. Aquello era como un sueño infernal, pero a cero grados.

Ya en Soria las condiciones mejoraron y pudimos coger velocidad, completando la etapa sin más novedad y llegando a destino a tiempo para el aperitivo y la cena que, como juré el día anterior, fue frugal: huevos con papas y beicon. Mañana será otro día.