Por la noche llega el asalto del insomnio, regalo de cuando vivía entre humo y ruido. Entonces me siento y recuerdo y lo cuento. Solo.
martes, 7 de agosto de 2012
REFLEXIÓN ANTE UNA GOTA DE SANGRE
domingo, 22 de julio de 2012
CRÓNICAS INDIAS. ANEJO 1.
domingo, 8 de julio de 2012
1995
sábado, 7 de julio de 2012
UN POEMA DE CARLOS PELLICER
En una de esas tardes
sin más pintura que la de mis ojos,
te desnudé
y el viaje de mis manos y mis labios
llenó todo tu cuerpo de rocío.
Aquel mundo amanecido por la tarde,
con tantos episodios sin historias,
fue silenciosamente abanderado
y seguido por pueblos de ansiedades.
Entre tu ombligo y sus alrededores
sonreían los ojos de mis labios
y tu cadera,
esfera en dos mitades,
alegró los momentos de agonía
en que mi vida huyó para tu vida.
Estamos tan presentes,
que el pasado no cuenta sin ser visto.
No somos lo escondido;
en el torrente de la vida estamos.
Tu cuerpo es lo desnudo que hay en mí
toda el agua que va rumbo a tus cántaros.
Tu nombre, tu alegría…
Nadie lo sabe;
ni tú misma a solas.
jueves, 5 de julio de 2012
UN POEMA DE GERARDO DIEGO
lunes, 25 de junio de 2012
EL SECRETO DEL UNICORNIO
domingo, 10 de junio de 2012
GERMINAL
jueves, 10 de mayo de 2012
TE QUIERO
AMOR DE LONTANANZA
jueves, 26 de abril de 2012
EL ÚLTIMO TEXTO DE ANDRÉ GORZ
Las cifras prueban que se ha alcanzado este límite. La acumulación productiva de capital productivo no ha dejado de experimentar una regresión. En los Estados-Unidos, las 500 empresas del índice Standard & Poor’fs disponen de 631 millones de millones de reservas líquidas ; la mitad de los beneficios de las empresas americanas proviene de operaciones en los mercados financieros. En Francia, la inversión productiva de las empresas del CAC 40 ni siquiera aumenta cuando sus beneficios se multiplican.
Puesto que la producción ya no es capaz de valorizar todos los capitales acumulados, una parte creciente de ellos se queda bajo la forma de capital financiero. Se constituye una industria financiera que no deja de refinar el arte de hacer dinero comprando y vendiendo solamente diversas formas de dinero. El dinero mismo es la única mercancía que produce la industria financiera a través de operaciones cada vez más arriesgadas y cada vez menos controlables en los mercados financieros. La masa de capital que la industria financiera drena y gestiona supera desde luego la masa de capital que valoriza la economía real (el total de los activos financieros representa 160.000 millones de millones de dólares, es decir de tres a cuatro veces el PIB mundial). El “valor” de este capital es puramente ficticio ; descansa en gran parte sobre el endeudamiento y el “good will”, es decir sobre anticipaciones : la Bolsa capitaliza el crecimiento futuro, los beneficios futuros de las empresas, el futuro alza de los precios inmobiliarios, las ganancias que podrán aportar las reestructuraciones, fusiones, concentraciones, etc.. Las cotizaciones de la Bolsa se hinchan de capitales y de sus plus-valías futuras : los bancos incitan a las familias a comprar (entre otras cosas) acciones y certificados de inversión inmobiliaria, a acelerar así el alza de las cotizaciones, a pedir prestado a sus bancos importes crecientes en la medida que aumenta su capital ficticio bursátil.
La capitalización de las anticipaciones de beneficios y crecimiento mantiene un endeudamiento creciente, alimenta la economía en liquidez, debidos al reciclaje bancario de plus-valías ficticias, y permite a los Estados-Unidos un “crecimiento económico” que, basado en el endeudamiento interno y externo, es claramente el motor principal del crecimiento mundial (incluso del crecimiento chino). La economía real se convierte en un apéndice de las burbujas especulativas sustentadas por la industria financiera. Hasta el inevitable momento en que las burbujas estallan, arrastran a los bancos hacia bancarrotas en cadena que amenazan de colapsar el sistema mundial de crédito, y que amenazan a la economía real de una depresión severa y prolongada (la depresión japonesa dura ya quince años).
Siempre podremos culpar a la especulación, a los paraísos fiscales, a la opacidad y a la falta de control de la industria financiera (en particular los “hedge funds”), pero la amenaza de depresión, incluso de colapso que pesa sobre la economía mundial, no se debe a la falta de control : se debe a la incapacidad del capitalismo de reproducirse. Sólo se perpetua y funciona sobre bases ficticias cada vez más precarias. Pretender la redistribución, a través del impuesto, de las plus-valías ficticias de las burbujas precipitaría exactamente lo que intenta evitar la industria financiera : la desvalorización de masas gigantescas de activos financieros y la quiebra del sistema bancario. La “reestructuración ecológica” sólo puede agravar la crisis del sistema. Es imposible evitar una catástrofe climática sin romper de manera radical con los métodos y la lógica económica que impera desde hace 150 años. Si prolongamos la tendencia actual, se multiplicará el PIB mundial por un factor 3 o 4 hasta el 2050. Sin embargo, según el informe del Consejo sobre el Clima de la ONU, las emisiones de CO2 tendrán que disminuir de un 85% hasta esta fecha para limitar el calentamiento climático a 2ºC máximo. Más allá de 2ºC, las consecuencias serán irreversibles y no controlables.
Por tanto el decrecimiento es un imperativo de superviviencia. Pero supone otra economía, otro estilo de vida, otra civilización, otras relaciones sociales. Sin estas premisas, sólo se podrá evitar el colapso a través de restricciones, racionamientos, repartos autoritarios de recursos característicos de una economía de guerra. Por tanto la salida del capitalismo tendrá lugar sí o sí, de forma civilizada o bárbara. Sólo se plantea la cuestión del tipo de salida y su ritmo con el cual va a tener lugar.
El valor comercial (el precio) de los productos tenía, por lo tanto, que depender más de sus cualidades inmateriales no medibles que de su utilidad (valor de uso) sustancial. Estas cualidades inmateriales -el estilo, la novedad, el prestigio de la marca, la rareza o “exclusividad”- tenía que conferir a los productos un estatuto comparable al de las obras de arte. Éstas últimas tienen un valor intrínseco : no existe ningún patrón que permita establecer entre ellas una relación de equivalencia o “precio justo”. No son por tanto verdaderas mercancías. Su precio depende de la rareza, de la reputación del creador, del deseo del comprador eventual. Las cualidades inmateriales incomparables proporcionan a la empresa productiva el equivalente de un monopolio y la posibilidad de asegurarse una renta de novedad, rareza, exclusividad. Esta renta esconde, compensa y a menudo sobrecompensa la disminución del valor en su aceptación económica que la reducción de los costes de producción genera para los productos en tanto que mercancías por esencia intercambiables entre sí según la relación de equivalencia. De un punto de vista económico, la innovación no crea valor : es el medio para crear una rareza fuente de renta y conseguir un sobreprecio en detrimento de los productos competidores. La parte de la renta en el precio de una mercancía puede ser diez, veinte o cincuenta veces más grande que su coste de producción, y no sólo se aplica a los artículos de lujo ; también se aplica a los artículos del día a día como zapatillas de deporte, camisetas, móviles, discos, pantalones vaqueros, etc..
Sin embargo, la renta no tiene la misma naturaleza que el beneficio : no corresponde a la creación de un aumento de valor, de una plus-valía. Redistribuye la masa total del valor a favor de las empresas rentistas y en detrimento de los otros ; no aumenta esta masa [1].
Cuando el incremento de la renta se convierte en la meta determinante de la política de las empresas -más importante que el beneficio que, por su parte, choca con el límite interno que hemos indicado antes- la competencia entre empresas descansa ante todo sobre su capacidad y rapidez de innovación. De ella depende ante todo la amplitud de su renta. Por tanto intentan superarse con el lanzamiento de nuevos productos o modelos o estilos, con la originalidad del diseño, con la inventiva de sus campañas de marketing, con la “personalización” de sus productos. La aceleración de la obsolescencia, que va de la mano con la menor durabilidad de los productos y de la menor facilidad para repararlos, se convierte en el medio decisivo para aumentar el volumen de ventas. Obliga a las empresas a inventar continuamente necesidades y deseos nuevos, a atribuir a las mercancías un valor simbólico, social, erótico, a difundir una “cultura del consumo” que apuesta por la individualización, singularización, rivalidad, envidia, es decir, lo que he llamado en otro escrito la “socialización antisocial”.
En este sistema todo se opone a la autonomía de los individuos ; a su capacidad de reflexionar juntos sobre sus objetivos y necesidades comunes ; de concertarse sobre la mejor manera de eliminar el despilfarro, de ahorrar recursos, de elaborar juntos, como productores y consumidores, una norma común de lo suficiente -lo que Jacques Delors llamaba una “abundancia frugal”. Sin duda alguna, la ruptura con la tendencia del “producir más, consumir más” y la redefinición autónoma de un modelo de vida que aspira a hacer más y mejor con menos, supone la ruptura con una civilización donde no se produce nada de lo que se consume y no se consume nada de lo que se produce ; donde los productores y consumidores están separados y donde cada uno se opone a sí mismo ya que es siempre lo uno y lo otro a la vez ; donde todas las necesidades y todos los deseos se centran en la necesidad de ganar dinero y el deseo de ganar más ; donde la posibilidad de autoproducción para el autoconsumo parece fuera de alcance y ridículamente arcaico - sin razón.
Sin embargo, la “dictadura de las necesidades” pierde fuerza. La influencia que las empresas ejercen sobre los consumidores se vuelve más débil a pesar del aumento exponencial de los gastos para el marketing y la publicidad. La tendencia a la autoproducción gana de nuevo terreno gracias al peso creciente que tienen los contenidos inmateriales en la naturaleza de las mercancías. El monopolio de la oferta escapa poco a poco al capital.
No era difícil privatizar y monopolizar contenidos inmateriales mientras los conocimientos, ideas, conceptos utilizados en la producción y concepción de las mercancías se definían en función de máquinas y de artículos en los que se incorporaban para un uso concreto. Máquinas y artículos se podían patentar y la posición de monopolio quedaba protegida. La propiedad privada de los conocimientos y de los conceptos se hacía posible, ya que eran inseparables de los objetos que les materializaban. Eran un componente del capital fijo.
Pero todo cambia en el momento en que los contenidos inmateriales no son inseparables de los productos que los contienen, ni siquiera de las personas que los poseen ; cuando acceden a una existencia independiente de todo uso particular y se convierten en susceptibles de ser reproducidos en cantidades ilimitadas por un coste ínfimo, tras su traducción en programas. Entonces se pueden convertir en un bien abundante que, por su disponibilidad ilimitada, pierde cualquier valor de cambio y cae en el dominio público como bien común gratuito - salvo si se consigue impedirlo al prohibir el acceso y el uso ilimitados para los cuales está hecho.
El problema que enfrenta “la economía del conocimiento” proviene del hecho de que la dimensión inmaterial de la que depende la rentabilidad de las mercancías no es, en la edad de la informática, de la misma naturaleza que éstas últimas : no es propiedad privada ni de las empresas ni de sus colaboradores ; no tiene un carácter privatizable y no puede por consiguiente convertirse en una verdadera mercancía. Sólo se puede disfrazar de propiedad privada y mercancía al reservar su uso exclusivo a través de artimañas jurídicas o técnicas (códigos de acceso secretos). No obstante este disfraz no cambia nada a la realidad de bien común del bien así disfrazado : sigue siendo una no-mercancía no vendible cuyo acceso y uso libres están prohibidos porque permanecen siempre posibles, porque le amenaza las “copias ilícitas”, las “imitaciones”, los usos prohibidos. Incluso el autodenomidado propietario no los puede vender, es decir transferir la propiedad privada a otro, como lo haría con una verdadera mercancía ; sólo puede vender un derecho de acceso o de uso “bajo licencia”.
Así la economía del conocimiento se basa en una riqueza cuya vocación es la de ser un bien común, y los patentes y copyrights que debieran privatizarlo no cambian nada : la era de la gratuidad se expande de manera irrefrenable. La informática y el Internet atacan las bases del reino de la mercancía. Todo lo que se traduce en lenguaje numérico y reproducible, comunicable sin gastos tiende irresistiblemente a convertirse en un bien común, incluso en un bien común universal cuando es accesible a todos y utilizable por todos. Cualquiera puede reproducir con su ordenador contenidos inmateriales como el diseño, planes de construcción o de montaje, fórmulas y ecuaciones químicas ; inventar sus propios estilos y formas ; imprimir textos, grabar discos, reproducir tablas. Más de 200 millones de referencias están actualmente accesibles bajo licencia “creative commons”. En Brasil, donde la industria del disco comercializa 15 nuevos discos al año, los jóvenes de las favelas graban 80 discos por semana y los difunden en la calle. Las tres cuartas partes de los ordenadores fabricados en 2004 se construyeron en favelas con los componentes de materiales desechados. El gobierno apoya a las cooperativas y agrupaciones informales de autoproducción para el auto-abastecimiento. Claudio Prado, que dirige el departamento de cultura numérica en el ministerio de Cultura de Brasil, hace poco : “El empleo es una especie en vía de extinción Tenemos la intención de saltarnos esta fase sin interés del siglo XX para pasar directamente del siglo XIX al siglo XXI”. Por ejemplo se ha apoyado oficialmente la autoproducción de ordenadores : se trata de favorecer la “apropiación de las tecnologías por los usuarios con un objetivo de transformación social”. La próxima etapa será lógicamente la autoproducción de medios de producción. Volveré sobre este tema.
Lo importante por el momento es que la principal fuerza productiva y la principal fuente de rentas caen progresivamente en el dominio público y tienden hacia la gratuidad ; que la propiedad privada de los medios de producción y por tanto el monopolio de la oferta son cada vez menos posibles ; que por consiguiente la influencia del capital sobre el consumo se relaja y éste puede tender a emanciparse de la oferta mercantil. Se trata aquí de una ruptura que ataca la base del capitalismo. La lucha emprendida entre los “programas propietarios” y los “programas libres” (libre, “free”, es también el equivalente en inglés de “gratuito”) ha sido el inicio del conflicto central de esta época. Se extiende y se prolonga en la lucha contra la mercantilización de las riquezas primas -la tierra, las semillas, el genoma, los bienes culturales, los saberes y las competencias comunes que constituyen la cultura cotidiana y que son las condiciones previas a la existencia de una sociedad. Del resultado de esta lucha dependerá que la salida del capitalismo tenga lugar de forma civilizada o bárbara.
Salir del capitalismo implica necesariamente nuestra emancipación de la influencia que ejerce el capital sobre el consumo y de su monopolio sobre los medios de producción. Significa restablecer la unidad del sujeto de la producción y del sujeto del consumo y retomar la autonomía en la definición de nuestras necesidades y de su modo de satisfacción. El obstáculo insalvable que el capitalismo había colocado en este camino era el carácter mismo de los medios de producción que había creado : constituían una megamáquina donde todos eran sirvientes y que nos dictaba qué fines perseguir y qué vida llevar. Este periodo llega a su fin. Los medios de autoproducción high-tech convierten la megamáquina industrial en virtualmente obsoleta. Claudio Prado alega “la apropriación de las tecnologías” porque todos pueden apropiarse la clave común de todas : la informática. Porque, como lo pedía Iván Illich, “cada uno puede utilizarla sin dificultad tan a menudo o tan poco como lo desea” sin que el uso que hace de ella usurpe la libertad de otros de hacer lo mismo” ; y porque este uso (se trata de la definición de Illich de las herramientas conviviales) “estimula la realización personal” y amplía la autonomía de todos. La definición que Pekka Himanen da de la Etica Hacker es bastante parecida : un modo de vida que antepone “la felicidad de la amistad, del amor, de la libre cooperación y de la creatividad personal”.
Las herramientas high-tech existentes o en curso de desarrollo, generalmente comparables a periféricos de ordenadores, apuntan hacia un futuro donde prácticamente todo lo necesario y deseable podrá ser producido en talleres cooperativos o comunales ; donde las actividades de producción se podrán combinar con el aprendizaje y la enseñanza, con la experimentación y la investigación, con la creación de nuevos gustos, perfumes y materiales, con la invención de nuevas formas y técnicas agrícolas, de construcción, de medicinas, etc.. Los talleres comunales de autoproducción estarán interconectados a escala global y podrán intercambiar o poner en común sus experiencias, invenciones, ideas, descubrimientos. El trabajo será productor de cultura, la autoproducción un modo de plenitud.
Dos circunstancias abogan en favor de este tipo de desarrollo. La primera es que existe bastante más know-how, talento y creatividad de lo que la economía capitalista es capaz de utilizar. Este excedente de recursos humanos sólo puede ser productivo en una economía donde la creación de riqueza no se someta a criterios de rentabilidad. La segunda es que “el empleo es una especie en vía de extinción”.
No digo que estas transformaciones radicales vayan a tener lugar. Sólo digo que por primera vez podemos querer que se realicen. Los medios existen, así como la gente que los ponen en práctica metódicamente. Es probable que sean los sur-americanos o sur-africanos los primeros que decidan recrear en los suburbios desheredados de las ciudades europeas los talleres de autoproducción de su favela o de su township de origen.
Traducción y revisión de Florent Marcellesi y Lara Pérez Dueñas.
Notas
[1] El valor trabajo es una idea de Adam Smith, que veía en el trabajo la sustancia común de todas las mercancías y pensaba que éstas se intercambiaban según la cantidad de trabajo que contenían.El valor trabajo no tiene nada que ver con lo que entenderíamos hoy en día y que (en el caso de Dominique Méda y otros) se tendría que designar como trabajo valor (valor moral, social, ideológico, etc.).
Marx afinó y siguió trabajando en la teoría de A. Smith. Simplificando al máximo, se puede resumir la noción económica de la manera siguiente : una empresa crea valor al producir una mercancía vendible con trabajo para cuya remuneración pone en circulación (crea, distribuye) poder adquisitivo.
Si su actividad no aumenta la cantidad de dinero en circulación, no crea valor. Si su actividad destruye empleo, destruye valor. La renta de monopolio consume el valor creado en otras partes y se lo apropia.
miércoles, 25 de abril de 2012
UN TEXTO DE MARCO AURELIO (fragmentos)
jueves, 19 de abril de 2012
martes, 17 de abril de 2012
LA PRIMERA PROVOCACIÓN
¿Es la Francmasonería el modelo de espacio de reflexión ética del siglo XXI?
Reducimos el mundo, los hechos, a proposiciones lógicas, de acuerdo con el racionalismo del llamado siglo de las luces. Toda visión del mundo, en la descripción científica, puede ser reducida a proposiciones lógicas, toda teoría del funcionamiento del mundo puede reducirse a estructuras lógicas del tipo “si p es cierto, entonces q es cierto” o “ lo contrario de p es cierto si y sólo si q es cierto y r es cierto”. La lógica es la ciencia del razonar, y está perfectamente desarrollada. En filosofía nos lleva, para nuestro deleite, a paradojas como la del barbero de Russell; en pura lógica matemática, desafortunadamente, no es así. Ahí todo está perfectamente estructurado dando lugar a logros tales como la teoría de algoritmos o la de máquinas de Turing.
Wittgenstein lleva el tema al límite al postular que todo lo que podemos decir (pensar) del mundo, de los hechos del mundo, puede ser expresado mediante proposiciones o enunciados lógicos. Y así también la matemática, como metalenguaje, la física, como desarrollo matemático, y, en general, las otras ciencias de lo humano. Todo es formulable, o reducible, a enunciados de los que podemos inferir, dadas unas hipótesis de trabajo, si son verdaderos o falsos. Esto es aplicable a los hechos del mundo. Pero la ética –y la estética- no son, para Wittgenstein, hechos del mundo, y el razonamiento que sobre dichas materias se puede hacer sólo llega a lo relativo, a lo subjetivo, por ejemplo, a preguntar: ¿este coche es bueno? Sobre esto podemos construir un entramado lógico en el que formular preguntas y encontrar respuestas coherentes. Pero si vamos a lo absoluto, si nos preguntamos: ¿los derechos humanos son buenos? la cosa se complica y entramos en un terreno por todas partes resbaladizo en el que hemos de hacer equilibrios sin cesar para no caer. Y equilibrios de funambulista, porque no tenemos, desde un punto de vista lógico, dónde agarrarnos.
Necesitamos, si queremos razonar en lógica, una hipótesis de trabajo, que aceptamos como cierta y trabajamos a partir de ella, pero que, éticamente, nos deja indiferentes: nos da igual que la velocidad de la luz sea o no constante, por ejemplo. Pero en ética la asunción de cualquier hipótesis de trabajo no nos va a ser indiferente, siempre va a tocarnos el corazón. Por eso es importante entretenerse en delimitar el campo de lo ético y el campo de los hechos del mundo. Podemos aceptar los valores constitucionales o no hacerlo, y eso, ¿es banal o de verdad importa? Podemos aceptar o no los derechos humanos y eso ¿es banal o de verdad importa? Yo percibo una diferencia entre ambas cuestiones, que espero los HH\comprendan, aunque no compartan.
En todo caso es obvio que aquí la lógica no sirve. Creo que toda construcción ética propiamente dicha se realiza después de La república de Platón, y de modo parecido a como sucede con el mito de la caverna, lo que se propone no es lógico, no es logos, porque no puede ser pensado, no puede ser enunciado con proposiciones lógicas, no puede ser dicho, pero sí que puede salvar la barrera de la inefabilidad mediante el recurso a lo simbólico, que siempre, recordémoslo, tiene múltiples lecturas. Lo que pueda haber de lógica en un mito es refutable, pero el resto no, pues no es un hecho en el mundo, aunque sí es un hecho en el hombre.
Pero lo que como V\M\ de una R\L\ me preocupa es la perspectiva que se les puede dar de la francmasonería como un espacio de reflexión ética a los que acaban de llegar a nuestra Orden. Porque el camino masónico es muy largo y al principio es inevitable la percepción de contradicciones, reales o aparentes, en la doctrina, entendiendo por tal el tesoro masónico perceptible en los símbolos, en los rituales, en los propios Hermanos. Y digo esto a sabiendas de que yo mismo estoy al principio de mi carrera masónica, y que hay secretos que no me han sido confiados y que soy yo mismo y sólo yo el que ha de desvelar los misterios, iluminando con mi mirada perfeccionada el rostro oculto de Isis.
Porque, ¿cómo se puede reflexionar sobre la ètica? Me refiero a reflexionar constructivamente, no a especular. Especular solamente es estéril, es mirarnos en el espejo a nosotros mismos hablando cómodamente al orden y depositando en el tronco de la viuda la quinta parte de lo que gastamos en el ágape. Todavía no he entrado a definir qué es ético para mí, pero esto desde luego no. Cierto que especular, como dice la cita al principio de nuestro libro de arquitectura, también es mirar todo desde la atalaya, desde donde lo miran los propios dioses.
Con reflexionar nos referimos a aplicar a algo la razón, el logos, y, por ende, el lenguaje. Razonamiento y lenguaje van tan unidos como mazo y cincel. Volviendo a Wittgenstein reiteremos que el razonamiento lógico sólo puede referirse a los hechos del mundo, que son expresables mediante proposiciones. Es decir se trata de un razonamiento sin símbolos (no llamemos símbolos a los signos del lenguaje de la lógica), de un razonamiento asim-bólico, de un razonamiento dia-bálico, de un razonamiento diabólico en el que las dos mitades de la moneda se arrojan en direcciones opuestas para que de ninguna forma puedan unirse y reconstruir la moneda original, es decir, vivir el símbolo.
En su conferencia sobre ética dada en Cambridge hacia 1930, Wittgenstein demuestra que en todas las expresiones éticas que entrañen un valor absoluto, o un juicio de valores, subyace un mal uso del lenguaje. Y que, por tanto, para tratar de ética es preciso arremeter contra los límites del lenguaje, contra las paredes de nuestra propia jaula, lo que resulta absolutamente deseperanzado. Y que la ética, en tanto surge de la necesidad de hacer juicios de valor sobre las acciones humanas, no puede ser una ciencia, ni puede ser una rama de la filosofía, pues lo que pueda decir la ética no añade nada a nuestro conocimiento del mundo en sentido estricto.
Por consiguiente la ética está en el límite del lenguaje y la reflexión sobre ella también está en el límite del lenguaje, es decir, en el no-lenguaje, es decir, en el silencio y en el símbolo. Silencio versus lenguaje, símbolo versus razonamiento lógico. Es la meditación sobre los símbolos lo que nos permite la reflexión ética, pero una meditación que no es mero razonamiento lógico, que no puede serlo. Es la asimilación de lo simbólico, su vivencia y su incorporación a nuestro inventario humano, el consciente y el inconsciente. Y ¿cómo hacerlo? Cada cual debe hallar su método, pero es ciertamente un camino y no una tarea personal y única. Sólo mejorándonos a nosotros mismos podemos mejorar el mundo. Sólo tiene sentido el método masónico para mejorarnos a nosotros mismos. El resto viene por añadidura, pero el resto no es especular estérilmente, sino que es el ejemplo, la acción. “Por sus hechos los reconoceréis”, pero también “lo que haces te hace”. Luego es un proceso de realimentación, que nos mejora y mejora el mundo, o sea, los hechos sobre los que sí se puede reflexionar con lógica. De esta forma nuestro mensaje a la sociedad ha de estar basado en nuestros actos, nuestros hechos, sobre los que la sociedad profana sí es capaz de razonar y sacar conclusiones.
Este es el tema de trabajo que propongo en esta R\L\ para este curso. No lo he planificado plancha a plancha. He preferido recuperar la tradición de dejar libertad para que los HH\ trabajen a su aire, en la confianza de que los MM\ del taller sabremos dar el do de pecho y mostrar, clara y contundentemente, a AA\ y CC\, cómo el método funciona y la iniciación, debidamente trabajada, tiene un sentido ineludible que lleva a lo que todos aspiramos: la luz, la libertad, la fraternidad. Este es mi desafío para este curso. Si lo conseguimos habremos dado un paso más adelante en la brillante historia de nuestra logia. Si no, habré fracasado por elegir una forma de dirigir los trabajos que me desbordara. Sé que cuento con vosotros, Queridos Hermanos, y que seremos una pequeña, sencilla y contundente granada.