A mi tumba llevaré
no tu sonrisa
dulce y luchadora,
las venas en tus
manos y la curva de tu espalda,
que de nuevo
siento como aquella vez primera.
Ni cuando, tu
mano en la mía,
señalamos los
mismos pinos y caminos,
que de nuevo
recorro como aquella vez primera.
Ni aún cuando
esas manos tuyas
dibujaban los
planos de nuestra biblioteca
en la que de
nuevo sueño, como aquella vez primera.
Ni siquiera
cuando unimos nuestras almas
para denunciar y
romper el poder y la injusticia,
lucha en que aún seguimos,
como aquella vez primera.
No será eso, no.
Será
el brillo de tus
ojos cada noche
cuando les bajas
a los gatos su comida.