viernes, 11 de diciembre de 2009

RESERVA DEL 96



...Homero nace en siete ciudades.
Una doncella acaba de apresar
Al unicornio blanco.
Todo el pasado vuelve como una ola....
(Borges, La cifra)

Elegí tiempo y lugar y ese fue
del Jerte el valle con su esplendor de
cerezos blancos de nieve en invierno,
el resplandor florido en primavera,
licor rojo de frutos del verano,
la desnudez vertical del otoño.

No recuerdo el tiempo, sí los cerezos.
Y entre ellos cerezos se escurría una montaña
y la senda, que en otro tiempo
llevó a Almanzor a enfrentar con asombro
su destino. Y el camino trazaba
espirales en su ascenso, cada vez
más cansado y cada vez más feliz.
Extraña forma de la felicidad
que nos brinda el cuento inmortal,
a mitad de su último párrafo.

Así recuerdo la fuente
a mitad del tramo último,
anhelo esperanzado y el sol que subía
en veloz carrera conmigo mismo,
hasta la altiplanicie que domina
el crudo valle y en la que hubo éxtasis,
y lágrimas y mi abrazo y Su beso,
y el secreto de la Madre Tierra
penetrando humano corazón.

viernes, 20 de noviembre de 2009

MADRID, NI UNO NI DOS


No son los dientes cercenados

por la bosnia metralla

ni el blanco bigote

que a la cicatriz oculta.


No son los huesos que crujen

ni los que me duelen,

ni estos pies que anclan

este eje doblado que no centra.


No es el aire que siento es una falta,

ni las faltas que espero van al agua

la gota que en el párpado se forma

y toma raudo vuelo en mi mejilla.


No el temblor que arrastran estas manos

en letras que no veo, esa sombra

perdida en lontananza, que no sé

si es ave o pararrayos. Ni siquiera


es el recuerdo, cuando llama,

ni el olvido angustioso de tu ausencia,

ni tampoco es la muerte, silenciosa,

cuando silba en mi oído, las canciones de la infancia.


No, es sencillamente, un par de rodillas

enmieladas sobre botas puro cuero,

que me traen, entre Sol y santa Ana,

el aroma de un sueño que no ocurre.

sábado, 4 de julio de 2009

MEDIANOCHE EN PUNTO

He visto el Absoluto en tu ternura,

pero era mi ojo,

y no la Ternura,

nada vi, nada sin Ti.


He oído lo Eterno en tu confianza,

pero era mi oreja,

y no la Confianza,

nada oí, nada sin Ti.


He acariciado el Aroma en tus palabras,

pero era mi olfato,

y no la Palabra,

nada olí, nada sin Ti.


He gustado el Sabor en tus labios,

mas era mi paladar,

y no tu Boca,

nada besé, nada sin Ti.


He sentido tu Cuerpo entre mis brazos,

pero eran mis dedos,

y no el Universo,

nada soy, nada sin Ti.


Pero el Absoluto y lo eterno del aroma al que sabe tu Cuerpo,

no requiere ojo ni oído ni olfato ni sabor en mis manos,

y los hombres dirán, olvidando mis cenizas,

que me fui sin enterarme.

viernes, 3 de julio de 2009

VENERABLE ROSA (sobre un poema de Aloys Blumauer)

Hombres buenos, que en su esencia se aman,
y se afanan en un quehacer fraterno,
te mandan estos pensamientos, hechos recuerdo.
Rosas cuidabas para tus Hermanos,
rosas te damos, ahora de vuelta,
honrad Hermanos esta acción de gracias.

Si queréis que en vuestro rostro la inocencia
tan hermosa sea como el resplandor de rosas,
no olvidéis entonces a la Naturaleza,
pues cada aroma con que adorna a su Hija
y que al humano ojo no cautiva
vive, solo, en sus maternales manos.

Pero la alegría se arropa en un esplendor de Rosas
y esta felicidad ya nada te la hurta,
pequeña y soñadora, jardinera.
Y rosas aún más hermosas que las que te damos
se entrelazan en tu vida, más allá de tu sueño,
y éstas nunca, nunca, se van a marchitar.

jueves, 25 de junio de 2009

Noche de san Juan, 2009

Donde tú estás, presente,
ahí hay puentes,
y hay Luz,
plenitud,
y tu mirar, distante, me refleja.

Pero donde Tú estás, ausente
de mí, Ser esencial,
hay cavernas,
Vacío,
y tu Luz hace mi instante transparente.

¿Eres Tú el resplandor
(me pregunto
en La Catedral
cercenada, hirviente)
o el recuerdo de tu Ausencia?

Eres, sí, carrera de gigantes,
copa de vino audaz
que termina
siempre
en el Sueño de la Vida rota.

miércoles, 6 de mayo de 2009

CORDÓN

“…hurí del edén, no llores;
vete con tus caballeros.”…
(José Zorrilla)

Como perro muerto humareda de tabaco.
No como ciudad misteriosa que exploré con nueve años
No como nieve de su sierra, alta como la vida
No como palacio nazarí, ni los jardines regios
No como ilusión de un día de vacaciones.

Como un paseo de tristes entre río y piedras
Bosque y monte, piedra pura
Como el valle en el ocaso, como la desenfilada
Como cuando Padre la mostraba con el dedo
Y mirábamos La Luna.

Hoy lo entiendo: la escalera abajo arriba
Es el puente fuera adentro
Y en el Fondo, caos y cosmos
Que es suyo y es tuyo y es mío: Lo somos.
Al fin fuiste Tú, quien a mí llevó Granada.

lunes, 4 de mayo de 2009

EL BLUES DE LA ESTACIÓN


Amanece, justo amanece cuando el tren va entrando en los larguísimos túneles-caverna de la estación de Sevilla. A medio camino desde mi cercano apeadero, sentado y mirando a mediodía, había localizado al avión de la mañana que sobrevoló la vía justo cuando pasábamos por su vertical. Con el buen humor, que ese juntarnos en tres de las cuatro dimensiones me había brindado, saltaba al andén camino de la oficina, esa otra caverna en la que estaría encerrado hasta la tarde, propiciando que otros siguieran siendo ricos, procurando que no fuera a costa de la sed de los que no lloran.
Los rótulos indicadores de los trenes, llegadas y salidas, lucían con furia su orgullo matutino; al compás de una megafonía loca como el mundo que procuraba guiarnos como hormigas a nuestro triste destino. El vestíbulo, inmenso, altísimo, de la estación terminaba con todo resto de resistencia, haciéndonos sentir pequeños, miserables. Algún dios despertaba de su sueño, éramos su duermevela pugnando por traspasar la realidad.
De golpe estaba en Madras Central, en las interminables colas que a diez metros de las taquillas se convertían en una papilla de indios, buscando yo un billete para Gangotri, donde Siva me llamaba desde las últimas lluvias. Todo lo que en Sevilla santa Justa era orden aquí era como el universo al segundo del big bang; lo que allí era luz e información, aquí era ruido y trenes cancelados; lo que allí columnas de hormigas rumbo a explotaciones de lujo, aquí eran montones humanos de pie, montones humanos sentados, montones humanos tumbados, unos enteros, otros sin piernas, otros sin brazos, y el olor, el olor por todas partes…..
Cuando todo fue inaguantable salí casi corriendo y mandé al coche a la estación de autobuses. Más colas, más papillas, más ruido, más montones y montones y montones, y el olor, siempre, siempre. Pero conseguí un billete para el bus de medianoche.
Subí rogando en voz alta que el equipo de video no funcionara, al menos el sonido, y un dios escuchó mi ruego y lo averió a las tres o cuatro horas de viaje (a las nueve de la mañana hicimos una parada de hora y media para que repararan el equipo, con el entusiasmo de todo el pasaje, que contribuyó económicamente).
Amanecía cuando el conductor anunció la siguiente parada: ¡Kurukshetra! El punto desde el que Brahma creó el universo, el lugar del mito de Siva y Sati; pero, sobre todo, sobre todo, es el campo de los Kurus, donde Arjuna no entendió la vida e hizo a Krisna, su chófer, la pregunta cuyas respuestas están en la Bagwad Gita, el gran (entre muchísimos) regalo de India a Occidente.
Los pasajeros estaban alteradísimos y el autobús paró allí, en pleno campo, en mitad de ninguna parte pues el sol se elevaba tras la ciudad que así se mantenía al margen. Los indios rezaban pero yo estaba saliendo de Sevilla santa Justa al aire fresco de la mañana y me detuve para recordar aquel campo en India en el que no había papillas, ni montones, ni ruidos, ni olores; el campo en el que Arjuna contempló dos ejércitos enormes preparados para una batalla que nunca tuvo lugar porque se dio cuenta a tiempo de que el auténtico enemigo estaba en su propio interior.
Nosotros también, y por ello seguiremos aquí, en este lugar geométrico, a disposición de los Hermanos, y no nos rendiremos nunca, deje lo que deje esta primavera.

jueves, 5 de marzo de 2009

ANORAK

Me acuerdo de la angustia bajo la lluvia al no encontrar transporte para casa el día que partíamos a Tánger. No aparecía ningún taxi y el autobús no llegaba, y cuando por fin lo hizo iba tan lleno que ni abrió la puerta de subida.

Todo eran novedades ese día, y no precisamente de las buenas. Había salido del colegio una hora antes, por primera vez en mi historia, para poder llegar a casa a tiempo del traslado al aeropuerto, al avión, y a Tánger. En cuanto salí del colegio todo se complicó. La lluvia era torrencial, cosa habitual en primavera, pero interminable. Por primera vez me habían provisto de paraguas en casa, esa mañana, al salir y ver mi madre los nubarrones, y presentir que su amenaza se descargaría en el peor de los momentos. Y el paraguas era un castigo. A su pesar tenía el anorak empapado, no digamos pantalones y cartera – mi hermosa y nueva cartera de cuero -. Además me ocupaba una mano, y como la otra sostenía la cartera no me quedaba ninguna libre para agitarla cuando presentía que un vehículo era un taxi libre – la lluvia no dejaba ver el piloto verde encendido -, o tal vez la luz verde había decidido ese día desaparecer de la tierra para dejar morir la esperanza. Porque el anorak tenía capucha pero aun así yo estaba con el pelo empapado y la cara como una catarata, y entre el agua y el viento no había forma de distinguir los vehículos en la calle, y aunque pasara un taxi estaba condenado a no verlo. Y desde luego que junto al borde de la acera se había formado ya un gran charco, donde salpicaban los coches sin parar y que convertía el acercarse a la calzada en una aventura suicida. Naturalmente que Antonio, el viejo con pata de palo que vendía cupones y atendía el teléfono de la parada de los taxis, que se acordaba de cuando la calle de mi casa era un huerto, ya se había marchado y...¡el teléfono! ¡El teléfono! Me abalancé sobre él y me sobrevino la certeza de que no funcionaría, de que no era posible que funcionara porque a pesar de mis nueve años ese día estaba aprendiendo perfectamente que cuando las cosas deciden salir mal no hay quien las pare.

Y en ese momento sonó el teléfono. Quedé paralizado oyéndolo sonar, partiéndome de risa por que hubiera alguien que en esas condiciones llamara a la parada esperando que hubiera un taxi libre, dejando caer la cartera al suelo para secarme un instante la cara, más que nada para sentir la caricia del viento con agua rozando mi piel y golpeando el plástico de la capucha del anorak, produciendo un sonido rítmico que contrastaba perfectamente con el del timbre del teléfono.

Tres días después, aun más asustado que entonces, al levantarse el dromedario (conmigo encima) en Cabo Espartel, sentí ese mismo viento en esa misma capucha, pero era un viento más seco y más virgen, y la capucha cubría una cabeza más vieja y más sabia.

jueves, 19 de febrero de 2009

CONCEDO IMPOSIBLE SOÑAR

El dolor a veces llega maquillado por el sueño
Cuando sueño con restos de rimmel en el baño
Ese baño imposible en el fondo del mar Rojo
Como rojo tu pulóver de alto cuello
Como Esfinge que no miras
Ni te puedes sentir en su sombra reflejada.

No hay niebla en Egipto. Sólo sal, arena y
Tu memoria sangrando, y mi olvido taponando
Construyendo de nuevo la infatigable realidad
De un sueño decorado, de un dolor.

jueves, 12 de febrero de 2009

EN EL FONDO DEL PECHO


En tu luz aprendo cómo amar
Tu danza en el fondo de mi pecho
En tu belleza, cómo poemar.

Ni con todo el cuerpo derecho
Pueden saber cual es el hecho
En tu luz aprendo cómo amar.

Mis despojos, yermo deshecho
Hollín y abono a los cuervos echo
En tu belleza, cómo poemar.

Para vivir tenemos el nicho
Para amar pulimos el brillo
En tu luz aprendo cómo amar.

Para morir nos queda el lecho
Para amar nada sino los hechos
En tu belleza, cómo poemar.

Nadie ve en el fondo de tu pecho
Cuervos cantando, ese es mi provecho
En tu luz aprendo cómo amar
En tu belleza, cómo poemar.

lunes, 2 de febrero de 2009

EL FUEGO DE SAN SILVESTRE


Vitriol y destino del hombre
En su buscar pura tiniebla
Llama final, vela sin sombra.

Lengua de luz fijada en nada
Refugio que es, aun sin tejado
Vitriol y destino del hombre.

Vela, si se extingue es vana
Vida, si se mantiene, gana
Llama final, vela sin sombra.

Caverna, profunda y helada
Presos con la luz aún vedada
Vitriol y destino del hombre.

Vela, si se consume es buena
Vida que se prolonga es vana
Llama final, vela sin sombra.

Una locura ya vencida
Una caverna desvelada
Vitriol y destino del hombre
Llama final, vela sin sombra.