jueves, 22 de junio de 2006

SUEÑOS, PUERTAS, TRADICIONES


Para crear sus raíces tradicionales, el ancestral pensamiento humano se desarrolla en un régimen nocturno, en el que el papel primordial está en la energía, la fuerza vital que produce el movimiento o cambio de las cosas. Se basa en el conocimiento simbólico y en la indistinción entre el hombre y el cosmos. La sociedad carece de historia, no tanto por la falta de medios para ello, como por el tradicional enfoque de la vida a partir de los mitos primigenios, que determinan toda la estructura de la existencia individual y colectiva, y en la que su devenir se sustrae a un significado tanto espacial como temporal, ya que los actos importantes se realizan de manera ritual, en la que los símbolos adquieren vida propia y capacidad de interacción con los individuos, que repiten los actos míticos realizados in illo tempore, de manera que su influencia se deja sentir en todos los ámbitos vitales, y constituye la guía de evolución de las personas y de las sociedades. La repetición ritual, unida a la multiplicidad de ciclos naturales, que condicionaban absolutamente la existencia, generó una temporización de los actos vitales basada en el retorno de lo mismo, en forma de su recreación y proyección en las cuestiones vitales.

Pero ya en los albores de la civilización griega surge la polis como centro de la vida de los hombres, y con ello empieza una cierta independencia de los ciclos naturales, al tener lo urbano y aleatorio incidencia crucial y directa sobre la vida humana. El mito griego, su interpretación, que no su relato, va teniendo como referencia cada vez más el psiquismo, hasta llegar a una descripción tan certera como bella de los conflictos anímicos que, siempre los mismos, pugnan por el control del ser humano. Así lo ha entendido la psicología profunda que aún hoy sigue interpretando los contenidos míticos helenos y que los ha dividido acertadamente en tres grupos: el combate contra lo superfluo, el combate contra lo perverso y la creación cósmica.

En estos últimos se encuentra, latente o manifiesto, el principio de la unidad de lo espiritual tanto en el ser como en su manifestación. Y es de este conocimiento, más práctico que teórico, en tanto que desarrollado en el terreno de lo místico, directamente enraizado con lo simbólico, a partir del cual, a nuestro juicio, se origina la filosofía griega, que es tanto como decir la filosofía occidental toda.

Según nuestra interpretación la filosofía no es una reacción contra la tradición, consumada como tal mediante la represión y desligación total del mito. Filosofía y tradición no son dos sistemas antitéticos de totalización del saber, irreductibles entre sí, procediendo el primero de la deformación y desfiguración del segundo. Y ello es así pues, después de los primeros escarceos filosóficos de la escuela de Mileto, y dejando aparte a los pitagóricos, claramente vinculados a lo simbólico y con tan penetrante y larga influencia pragmática en los siglos siguientes, es con Parménides con el que la filosofía griega deviene una metafísica y una ontología, y ello debido a los enunciados de este filósofo sobre el concepto del ente, cuya principal característica es su inmovilidad, con lo que la física, ciencia del movimiento, queda excluida como disciplina filosófica; hasta el punto de que todo el desarrollo filosófico hasta Platón y su teoría de las ideas, es un continuo intento de reconciliar la unidad del ente, del ser, con el movimiento, con el cambio. Pero todo ello siempre dando por válida la inmovilidad del ente, la unidad del ser, y ello solo puede tener su origen en una experiencia pragmática que por aquel entonces aún sería inseparable del filosofar.

Y son precisamente los intentos de expresar esta unidad los que llevaron a diferenciar el origen del problema filosófico (el ser), de la herramienta usada para ello (la especulación filosófica), recayendo mayor énfasis, con el paso de los siglos, sobre lo segundo que sobre lo primero, acabando en una separación total entre filosofía y mística, con muchas excepciones, pero siempre separadas de lo que, hasta hace poco, era la corriente oficial única del pensar filosófico.

El antecedente más claro de esta corriente es Aristóteles, en el que el pensamiento es ya claramente diurno: el lenguaje es desvinculado de sus orígenes y se reduce a logos puro, mientras que el pensamiento simbólico, tachado de impuro, es reemplazado por el pensamiento directo y por la lógica binaria basada en el principio de no contradicción. Este olvido de lo simbólico, y de su función de imbricación de los opuestos, va a acarrear a Aristóteles y con él a toda la filosofía occidental, un dualismo mecánico, al eliminar al demiurgo, elemento mediador en la filosofía platónica entre el mundo de las ideas y el mundo material. La filosofía deja así de ser una vía simbólica en busca del ser y del sentido de la vida para convertirse en una abstracción científica del qué de las cosas, en la que el ser se reduce a una forma pura o motor inmóvil teóricos y nada claros desde el punto de vista práctico.

Sin embargo platonismo y aristotelismo conviven y se complementan mutuamente durante muchos siglos, culminando en el XII (e.v.), de singulares aportaciones muchas de ellas nacidas en la civilización tricultural entonces existente en la península ibérica. Pero en el siglo XIII el aristotelismo es adoptado como doctrina oficial de la escolástica, con lo que se consuma la escisión entre lo sagrado y lo profano, al sustituir la fe a lo simbólico y desligarse a su vez aquélla de la razón. Se rompe, y de manera definitiva, el cordón umbilical por el que la tradición nutría a la filosofía. La otra filosofía, la que continua apegada a la tradición, es expulsada de las instancias oficiales y se convierte por ello en filosofía oculta, continuando un curso subterráneo, al margen de la cultura oficial, y por ello, las más de las veces, ajena e indiferente a lo que ocurre en la superficie, el devenir humano.

La física de Aristóteles se impone como modelo oficial para el conocimiento de la naturaleza, y es precisamente aquí donde el impulso dado a la razón en el Renacimiento encuentra un campo apropiado para practicar su fascinación por el método geométrico, logrando la ciencia natural tales descubrimientos en el hasta ahora casi inexplorado mundo material que no duda en desprenderse de la escolástica en tanto que supone un freno para el avance científico. Aparece Descartes y su gigantesco esfuerzo de renovar la filosofía de acuerdo con las exigencias de la ciencia, dando origen a la filosofía occidental en sentido estricto (y simbólico, añadiremos nosotros). El resto de la historia de la filosofía, por reciente, es más conocida, pero, mientras que los físicos van a seguir encontrando partículas elementales cada vez más pequeñas, agujeros negros cada vez más lejanos, y velocidades de eventos cada vez más altas, porque existen en el cosmos y son observables; los metafísicos también seguirán encontrando cada vez más problemas ontológicos sobre los que publicar, porque existen en la mente y son especulables. De esta manera la distancia entre filosofía y ciencia de lo material se hace cada vez mayor, y con ello las posibilidades de la primera de influir en la vida humana, de marcar camino, como antaño fue.

Pero recientemente aparece la hermenéutica como disciplina filosófica que viene a rellenar este vacío mediante la recuperación de lo simbólico y de su papel mediador en la vida humana. Ya las propias disciplinas científicas, enfrentadas a principios de este siglo que se acaba con sucesivas crisis que derribaron su estructura clásica hasta los propios cimientos, con la dificultad consiguiente de levantar el nuevo edificio de una ciencia que crecía con rapidez sobre una cimentación endeble; han derivado, como respuesta a esta crisis, en una serie de tendencias vanguardistas que convergen en la recuperación del tradicional principio de similitud. Aliándose con estas vanguardias la hermenéutica abriga un ambicioso proyecto: elaborar una interpretación totalizadora e integradora de la realidad acorde con la imagen tradicional o hermética del hombre y del cosmos, en la que queden implicados los conocimientos más recientes alcanzados por la ciencia. Este pensamiento hermético se caracteriza por su visión imbricadora de los opuestos, mediante la que desaparece la separación dual entre hombre y cosmos, entre cuerpo y espíritu, entre lo sagrado y lo profano, conceptos todos ellos que son penetrados y vehiculados hacia la realidad por una similitud interna que los cohesiona y que no es otra que el ente de Parménides, o sea la unidad esencial del ser. Pero ahora esta unidad no es un a priori, sino la meta de un proceso constructivo, que se realiza por mediación de un principio energético o volitivo, así en el cosmos como en el hombre.

Esta vía iniciática que propone la hermenéutica tiene por lo anterior un carácter universal, pero también, y sobre todo, un carácter individual, pues cada uno debe vivirla por sí mismo de una forma única e irrepetible. Se trata de un modo escalonado de comprender la realidad, según se avanza en su investigación, que no es otra cosa que la interpretación del recuerdo platónico de las cosas, quedando esta comprensión, otorgada por la interpretación, íntimamente vinculada al modo de ser de cada uno, puesto que el sentido oculto, místico, es una realidad viva que afecta en cada momento al que la reencuentra. Comprender la realidad quiere así decir implicarla en nuestro modo de ser, mediante un proceso de apertura que, guiado por la exigencia superior de la plenitud del sentido, lo reconduce a su significado arquetípico, a su verdad espiritual, a su sentido místico o esotérico. A partir del momento privilegiado en que el hermeneuta comprende una cosa, el conocimiento que le queda de la misma no es ya una explicación externa del fenómeno investigado, sino algo que surge en su propia alma en el tiempo de la interpretación, con lo que él mismo es reconducido a su verdadero ser. De esta manera la tradición, que consiste precisamente en la transmisión del sentido, cumple su función en la medida en que es recreada por el hermeneuta, que comprendiéndola la cumplimenta en su propia alma. La tradición implica una perpetua recreación y un nuevo nacimiento, siendo en cada nueva interpretación donde la tradición se recrea a sí misma mediante la libre inspiración creadora del intérprete. Y la regeneración del sentido esotérico es, a su vez, la propia regeneración espiritual del hermeneuta, un nuevo nacimiento de su alma. El plomo negro, tumba de Osiris, se asocia al huevo, que es en to pan (uno el todo); en las esferas del fuego se fija a éste y atrae a sí un alma nueva. Y en esto, dicen los textos, consiste el gran misterio.

lunes, 5 de junio de 2006

DOS POEMAS Y UNA ESPERANZA




- Oye: en la casa de al lado hay un tesoro.
- Pero si al lado no hay ninguna casa.
- Está bien: ¡ Construiremos una !
GROUCHO MARX


Si el río se lleva el tiempo del amor
y la fragancia de las rosas permanece
hasta que la disipa la llovizna escondida
entre los dulces secretos de tu cuerpo.

Si hay un huracán agazapado tras
el columpio del jardín, si ya se borraron
nuestras huellas en el césped. Si ya
sabemos que la música y el bullicio
de fiesta vienen de la casa de al lado.

Si es así, te digo, recojamos lo nuestro
de este lar y corramos, aliviados
del lastre de la rutina, y alcancemos
la caravana que se interna en el desierto
en busca –una vez más- de oasis que no existen.




CAMPANADAS A MEDIA NOCHE


He buscado tu nombre entre los huecos del silencio,
me ha dolido tu ausencia como azahar de primavera.
Ha regresado tu imagen desde los pliegues del olvido
y me he enfrentado a la nostalgia que se extiende
en el piélago inalterable que abrazan dos soles.

Ha sonado, una vez más, la campana de la muerte
en la torre de la iglesia. He vuelto a oír al gallo
taladrando la noche desierta de mis sueños.
No sé quién soy, amor mío. Pero más allá
de toda duda, a lomos del deseo, te llevaste
mi vida triste y cansada. Allí, lejos, reposa

desde entonces y crece como el musgo en las piedras
del arroyo. Allí, donde tantas veces te he buscado.


jueves, 4 de mayo de 2006

TRES GENERACIONES DE HADOQUES


Le reñí diciéndole que había que hacer las cosas despacio y bien. Y entonces entendí que yo era mi padre.

Que la vida es una continuidad infinita y que estos detalles son la manifestación de Dios en la tierra de los hombres, todos los cuales somos parte de Él.

Si yo hubiera sido niña, madre, sería tú. Pero no fue así.

Él vió en París la misma catedral que yo.

Él compuso sus artículos como yo mis poemas.

Él sabía lo que era pensar siempre en los demás. Yo lo intento.

Me haré viejo, si Dios quiere, y fumaré en pipa, al fin.

Añoraré el mar. Haré películas. Seguiré aprendiendo, siempre.

Cuando voy al cementerio no me siento un extraño, porque soy una parte real de la tumba de mi padre, como él lo es de mi vida cotidiana. Me habla y me guía en la noche y en la mañana y en la tarea de todos los dias.

No le puedo echar de menos. No se ha ido.

El mundo es mágico porque Dios así lo quiere. Bendita sea esta vida que me permite dar testimonio de él. Y a tí te lo debo, madre.

martes, 4 de abril de 2006

La tragedia de Sevilla


El colega y amigo que me visitaba por motivos profesionales conocía bien Sevilla, así que le cité en el museo arqueológico, un jueves con buen tiempo, a las seis de la tarde. Nos encontramos en la puerta y espontáneamente entramos en la sección de arqueología, recorriéndola al azar, parando aquí y allí; ante un mosaico en la sala de Venus, una estatua en la de Mercurio, las sepulturas con el escueto "Hic situ est. Sic terra tibi levis" y conversando desenfadadamente sobre lo que nos salía al paso -al de las piernas y al de las neuronas- como dos buenos amigos que hacía tiempo que no se veían. La conversación profesional podía esperar.

Le contaba yo que daría una caja de Valbuena quinto año por pasar diez minutos a solas con Monna Lisa en su hogar parisino y me respondía él cómo un día había empezado a pensar en latín en el museo capitolino de Roma contemplando cosas similares a las que aquí estábamos viendo, donde, por cierto, me dijo, también estamos solos.

Y así era y lo fue durante la hora larga que pasamos en el museo. No nos cruzamos con un alma. Que en Roma te encuentres con un museo vacío -entre decenas que hay- puede dar que pensar, pero que ocurra en Sevilla empezó a desasosegarme. Indiqué que ciertamente no había abandono por la administración del museo, estaba limpio, bien organizado, con un horario amplio. Además está inmejorablemente situado.

Aclaro que lo que me causaba inquietud no era la ausencia de turistas en el museo, sino la de paisanos. ¿Cómo es posible que en una ciudad de 700.000 habitantes nadie acuda al museo arquelógico un jueves a las seis? Mi amigo me lo aclaró: a Ellos no les interesa. Ir a museos no es una actividad económica, no interesa. Y además, es peligrosa. Venimos aquí y nos encontramos con Venus y Mercurio, fíjate si luego empezamos a indagar en la mitología y damos con Afrodita y Hermes y seguimos tirando del ovillo y terminamos leyendo a Homero y llegamos hasta la tragedia griega: las Bacantes, Edipo, Fedra; y caemos en la cuenta de que Ellos tienen ahí su sitio, que ya Sófocles y Eurípides les conocían y les dejaron inmortalizados en sus obras, que hoy y siempre se repiten en la vida real. No les interesa: los museos hay que mantenerlos, qué remedio, pero cuanta menos gente venga, mejor. La gente, a producir y a consumir, a mover dinero. Pensar, ¿para qué?

Terminé de asustarme. Al salir del museo ya había pasado el crepúsculo. Y recordé una tarde en la casa (y museo) de Karl Marx cuando le oí describir al fantasma del capital recorriendo el mundo y metiéndose en todos los poros de la sociedad. Ellos se encargan de que siga siendo así.

lunes, 27 de marzo de 2006

ANTORCHA DE PLASMA


Mientras esperaba que la naviera le asignara un barco el capitán recordaba cómo se había roto, por segunda vez, su tercer matrimonio. Pensaba que no sólo había tropezado tres veces, además una de ellas era al cuadrado. A la enésima potencia, le gustaba decir a ella, siempre sin sentido, para rematar alguna conversación absurda, de esas que uno siente que nunca deberían haber empezado.

Claro que era su matrimonio lo que no debería haber empezado. Al menos no con esa mujer. Al menos no la segunda vez. O la tercera. Ya nada estaba muy claro, ni siquiera si realmente la había querido, ni siquiera si acaso no podía ser cierto que no la hubiera dejado de amar en el lapso entre ambas bodas. O casi bodas. La primera con celebración religiosa en la iglesia, con él mismo, ateo radical, anticlerical convencido y practicante. Ella hubiera debido saber lo del ateísmo, pero no se fijaba por debajo de la superficie, nunca miraba debajo de la alfombra, si lo hubiera hecho habría visto la podredumbre en que había quedado convertida su vida y le habría abandonado a su suerte sin dudarlo. Pero lo dudó, y mucho. O más bien no lo aceptó, nunca lo aceptó, que pudiera haber una separación, una ruptura, que él pudiera irse o que ella tuviera que vivir sola.

La tercera vez, es decir la segunda con ella, desde luego había sido una huída hacia delante, empujado por la desesperación del fracaso de su relación con SK, See und Knoblauch, mar y ajo, la mujer rubia encontrada en un puerto del mar del Norte una tarde en la que el sol insistía en dejarse ver entre las nubes grises del otoño. En la época más baldía de su vida, animada sólo por el tercer hijo todavía demasiado chico para darse cuenta del desastre de padre que le había tocado, con los otros dos suficientemente mayores como para haberse olvidado de él. No había sido afortunado, desde luego, ni siquiera había sido acertado. Sólo un fuerte deseo insatisfecho por una relación fugaz en la que dejó pasar la ocasión, la ilusión, lo mejor de sí mismo que entonces todavía era capaz de sacar de sus entrañas casi cuando quisiera pero en esa ocasión abortado, muerto, perdido, el mayor de los ridículos, el hombre más aburrido del mundo. Ninguna mujer perdona ni olvida eso, y menos las que dicen que no lloran ni toleran el llanto. Pero el cabello y los labios plegándose como si dijeran un secreto (cuando hablaba de sus encantos y virtudes, la muy cabrona), la intuición de unos muslos perfectos, de unos senos pequeños, algo así como la amante del cantar de los cantares, como la llamó, desafortunadamente, en otra ocasión.

Se enamoró de ella como un adolescente cuando la vio encajarse la bata blanca tras el mostrador de radiología del trasatlántico en el que ambos trabajaban. Se quedó boquiabierto como el pasajero que orina en cubierta a barlovento, temblando y pensando en el bugre de cuatro kilos que había visto con CR en El Musel y cómo pararon, se miraron y sin decir una palabra dieron la vuelta, entraron en el chigre y lo pidieron de almuerzo. CR, carroñera, siempre alimentándose de lo que él iba dejando atrás, capaz de sacarle lo peor de sí mismo pero la mujer que más había amado en el mundo y la madre de sus tres hijos.

Y ahora no tenía mujer, ni destino, ni barco, y esperaba. La vida le había enseñado a no sentirse incómodo ni siquiera en situaciones, como la suya de ahora, que a otros habrían desesperado o al menos asustado. No tener barco era no tener trabajo y estar a la espera era jugar a cara y cruz. Pero esperaba. Era extraordinario cómo su contrato con la Bifas se iba aplazando, disolviendo. Las navieras noruegas eran sutiles en estos casos: como la antorcha de plasma, que debía transportar a Palos, no iba a estar terminada hasta dentro de un año, o le encontraban otro barco o le mantenían disponible hasta entonces. Sea lo que fuere, de momento no se haría cargo del transporte de la antorcha, y eso es lo que verdaderamente le fastidiaba. Había puesto grandes ilusiones en ese porte, único en el mundo, confirmación de un éxito profesional de cuya legitimidad realmente dudaba. Cierto que esto le traía al pairo, pero mandar un barco como el que habría de transportar la antorcha y conseguir que llegara a tiempo y sin daños era tarea suficientemente absorbente como para permitirle vivir unos años más. Como una prórroga, un regalo, un dar marcha atrás, de momento.

Él sabía bien que estaba en el límite. Que había sido siempre hombre de fronteras y que ya no había marcha atrás: o vivía en el límite o no había vida. El cerebro, la compleja red neuronal que había ocupado tantas horas de reflexión en alta mar, tantas notas, tantas vueltas en su mente, hasta convertirse en una pregunta perpetua. Esa mente iba a reventar en cuanto se quedara quieto, y ahora lo estaba. No aguantaría un año, no aguantaría la inactividad, o le asignaban un barco o se lo tendría que buscar él, pero en este caso no conseguiría un mando tan tentador como el de la antorcha y entonces también reventaría porque su motor estaba ahora tarado para ir a toda máquina y si ralentizaba se iría al garete, bielas y manivelas y hélices serían centrifugadas hasta el último confín del universo, si tal cosa podía aun existir para él.

No aguantaría mucho tiempo tantas horas diarias de oficina, por más que no dejaba de levantarse, de ir a por café, al lavabo, simplemente a dar una vuelta por el laberinto de pasillos y despachos para estirar las piernas y sobre todo para que ella, la mente fronteriza, no se volviera loca. Pero no duraría mucho. La situación que hubiera debido ser transitoria se alargaba más y más, dejándole sin barco y sin noticias, sin idea de lo que le esperaba, pero sin cejar en el empeño de oponerse al desánimo.

Consiguió útiles de escritura y acceso a la biblioteca, con lo que recargó baterías de buena manera. Aprovechó para anotar sus reflexiones sobre el tiempo, el espacio, el mundo, los hombres y los dioses, y en ordenarlas, pensando siempre en el libro que nunca terminaba de empezar o en cualquiera que pudiera leerlo en el futuro. Sabía de lo irrelevante de todo ello, pues no era presuntuoso, pero tenía una clara necesidad de hacerlo así y de todas formas le ayudaba a clarificar las ideas.

Y para completar esto también escribía sobre sí mismo, hizo una detallada recapitulación de su vida y la puso por escrito, empezando en lo que le estaba ocurriendo y remontándose hacia atrás, hasta los sucesos de la adolescencia y los que recordaba de la infancia, entre ellos el de aquella vez que dejó caer su boina desde el puente sobre el río y su asombro al ver que flotaba y se la llevaba la corriente sin desaparecer bajo el agua, como ocurría con las piedras. Probablemente fue ese el día en el que decidió ser marino.

La decisión más importante de su vida, tomada torpemente cuando era un niño, mantenida a ultranza en los años posteriores, y desembocada luego en una larga y fructífera carrera, hasta llegar al mando del buque insignia de la compañía; pero una carrera cuajada de tragedias personales que la convertían en la esencia de una vida rota, culminando el día en el que le llamaron de improviso a un despacho de la planta superior, la de los altos ejecutivos, donde le harían algunas preguntas para asignarle su próximo destino, le anunció la eficiente y pulcra secretaria de dirección que le atendió tras el aviso telefónico, a la par que le extendía una hoja de papel y le pedía que, mientras esperaba, rellenara el cuestionario. Lo que empezó a hacer para comprobar que no eran breves datos personales lo que en él se pedía, como había esperado, sino una exhaustiva descripción de su vida que más se parecía a un examen de conciencia que a otra cosa pues le requerían sobre todo anécdotas íntimas, pasadas y presentes, y pensó que precisamente su reciente experiencia con la recapitulación escrita le serviría y demasiado que le sirvió porque le llevó a dar excesivos detalles, muchos más de los requeridos, sobre su alma, seguramente, pensaba, más de lo que hubiera sido prudente decir.

Y se corroboró en este juicio cuando le retiraron el cuestionario y le citaron para dos días después, el día intermedio para que repusiera fuerzas, le dijo la secretaria del traje beige, y entonces se dio cuenta de que había pasado seis horas escribiendo, pero aún así le parecía fuera de lugar que la empresa se pudiera preocupar de que descansara, a menos que lo que le aguardase fuera una prueba especial que le fuera a demandar más energía que la alta mar.

Y en ello pensaba cuando pasado el plazo fue recibido por el alto ejecutivo en traje gris marengo que le hizo sentar en un cómodo sillón para inmediatamente bombardearle con preguntas basadas en su examen de conciencia que sin duda había leído y conocía bien, incluso parecía conocer detalles que no había puesto por escrito, ni en el examen ni en su recapitulación, incluso, constató sorprendido, parecía conocer aspectos de su vida que él mismo no había contado a nadie, algunos, incluso que él mismo desconocía.

Le preguntaba con astucia sobre los sucesos misteriosos de la infancia o sobre las desventuras de su última madurez, saltando de unos temas a otros, de una época a otra, con una sutileza sólo comparable a la que esgrimía para intuir, y hacérselo ver con claridad, qué bien conocía sus sentimientos personales involucrados, sus motivos, sus dudas, sus temores, sus esperanzas y todas sus miserias.

Y así se fue dando cuenta aunque él no lo sabía bien porque ya estaba su conciencia disociada, ya no era él o no sabía quien era y quien no, si el ego era o no era, si él era persona o sólo el que le miraba desde su propio interior, desde su propia mente disparada, en el límite, hasta que ese ángel del infierno, ya estaba seguro de que eso es lo que era, se levantó y abrió la puerta para permitir la entrada de CR, CR muerta años antes, y él no pudo menos que dejarse caer hacia atrás, aturdido pero deseando la caída, esperando el golpe en la espalda, en la nuca, el fin de la pesadilla, y sintiendo su ser planear en el vacío, hacia abajo, hasta el agua de un río grande como el Ganges, hasta una enorme flor de loto que con forma de boina le recogía y le transportaba aguas abajo, hacia el ruido de la gran catarata, y antes de cerrar los ojos alcanzó a ver, en la amura de babor, a la mujer rubia que sostenía una antorcha de plasma y que le miraba como quien mira un milagro que se desvanece a sotavento.

domingo, 15 de enero de 2006

REDES NEURONALES DE WITTGENSTEIN

Todo lo que es (universo), es pensamiento/lenguaje, y todo pensamiento puede ser expresado como conjunto finito de proposiciones lógicas (verdaderas o falsas).

Lo que puede ser dicho y no es una proposición lógica (vg Cuasimodo indio encuentro sectorial) es analizable mediante la hermenéutica (=lógica+memoria (personal, colectiva, mítica, inconsciente siempre)) y es muy sensible a las condiciones iniciales (no es lineal), vg al estado psicológico del hermeneuta en cada instante del análisis, por lo que conduce al caos (genera caos), o sea a reconstruir holográficamente todo el universo (como el libro de todo lo dicho y pensado de la conferencia sobre ética de W), o sea termina siendo un conjunto (infinito) de proposiciones lógicas.

Otro vg de lo que puede ser dicho y no es una proposición lógica son los postulados éticos o las consideraciones estéticas. No se puede afirmar su verdad o falsedad y su análisis lleva al universo, luego no añaden nada a lo que se sabe (al universo). Son lo desconocido que se puede conocer.

La Nada del sufí (los conceptos metafísicos en mi sentido) está más allá de la mente, no es expresable, no es parte del universo. La mente no puede llegar allí. Sólo la no mente (=Nada) puede, porque ya está allí. De aquí la necesidad de aniquilar la mente para transmutarla en no mente. Y esto es lo que no se puede conocer. (La mente contiene la no mente, luego la mente no puede nunca llegar a conocerse totalmente a sí misma. Qued, incompletitud mental en el sentido de Gödel).

Pensamientos y frases del lenguaje son películas neuronales. Las películas estás hechas de fotogramas, cada uno de un objeto, y la secuencia de fotogramas en la película representa (es isomórfica con ) la combinación de objetos en un estado de cosas.

La estructura lógica de la película (en el pensamiento y en el lenguaje) es isomórfica con la estructura lógica del estado de cosas que describe. La posibilidad de este isomorfismo entre la película (el pensamiento, el lenguaje) y el estado de cosas es la propia forma cinematográfica. La película va construyendo la realidad al proyectarse.


Todo lo que es (universo), es pensamiento/lenguaje, y todo pensamiento puede ser expresado como conjunto finito de proposiciones lógicas (verdaderas o falsas). Las frases del lenguaje son proposiciones lógicas (y representan lo que existe) si respetan una estructura lógica y los elementos (nombres del lenguaje) de la proposición tienen significado.

Pero sólo las proposiciones tienen sentido y sólo en el contexto de la proposición tienen los nombres significado. Cuasimodo, indio, encuentro y sectorial no tienen significado en la frase “Cuasimodo indio encuentro sectorial” porque ésta no es una proposición con sentido (lógico). Todos, los hombres, son blancos, sí tienen significado en la proposición “Todos los hombres son blancos” . Pero “todos” no tiene significado si se escribe aislado, ni “indio”, ni “sectorial”.

Aisladamente considerados remiten a símbolos susceptibles de análisis simbólico y forman parte de lo desconocido que se puede conocer ya que el análisis simbólico aporta relaciones entre objetos (entre los nombres) que no existen ni en las proposiciones ni en las frases sin sentido.

El análisis (lógico) de las proposiciones lógicas lleva a partes del universo (de lo que es conocido). El análisis hermenéutico de las proposiciones -lógicas o no lógicas (formadas por nombres sin significado o construídas ilógicamente)-lleva al caos universal, o sea a todo el universo. El análisis simbólico de las proposiciones lógicas o no lógicas o de de los nombres aislados lleva a lo desconocido que se puede conocer.

La lógica da los límites de lo que puede ser dicho (lo que se puede conocer). Y lo que puede ser dicho lo puede ser en forma de una tabla de verdad sin más que descomponerlo en proposiciones lógicas elementales. Este no es el caso de lo que no se puede decir, tanto si se puede conocer (ética, estética) como si no se puede conocer (Nada, mística, metafísica en mi sentido).

Una de las películas usadas en el estado de vigilia es la de cómo montar películas: las reglas del juego (repetitividad, satisfacción de deseos, etc).

En sueños esta película no se proyecta igual (aunque existe, es una película compartida por vigilia, donde el maquinista es el inconsciente y sueños, donde el maquinista es el subconsciente) y la película del sueño se monta de otra forma (también cambia la receptividad del espectador).

Este montaje, según Freud, se hace con fotogramas de sucesos recientes e importantes en vigilia, pero el montaje no tiene nada que ver con el de la vigilia, aunque los patrones de éste son reconocibles mediante la interpretación de los sueños. Según el simbolismo, se hace con fotogramas de arquetipos, con lo que los patrones no son reconocibles mediante la interpretación de los sueños de Freud pero sí por el análisis simbólico, con lo que el sueño lleva a lo desconocido que se puede conocer.

Las frases del lenguaje son proposiciones lógicas y han de estar compuestas de nombres con significados. Como tales proposiciones lógicas serán verdaderas o falsas independientemente del significado de los nombres de la frase, o sea, de la subjetividad de la asignación de los significados a los nombres, o sea que esa asignación no debe ser subjetiva por lo que ha de ser objetiva.

Para ello sólo puede ser la asignación propuesta por el análisis simbólico para el nombre aislado pero como este lleva al universo hay que interrumpir el flujo del análisis simbólico para fijar el significado; pero la decisión de dónde ha de interrumpirse es subjetiva.

O bien se lleva el análisis hasta todos los límites subjetivos y se toman todos en consideración en un análisis metasimbólico con lo que se llegará a un significado arquetípico (el mismo con el que se montan las películas en sueños).

La frase “el oro es el sol” tiene un valor lógico de verdadera.

En la película de la vecina de Palos la escena del estado civil irrumpe en la acción del diccionario, modificándola hasta un resultado coherente con el final de la escena. Pero la escena estaba ya montada antes de la irrupción, su final ya estaba en el montaje antes de la irrupción, por eso el efecto de la irrupción es tan coherente.