martes, 23 de julio de 2013

RUTINA CERVANTINA

En esto, ya comenzaban a gorjear en los árboles mil suertes de pintados pajarillos, y en sus diversos y alegres cantos parecía que daban la norabuena y saludaban a la fresca aurora, que ya por las puertas y balcones del Oriente iba descubriendo la hermosura de su rostro, sacudiendo de sus cabellos un número infinito de líquidas perlas, en cuyo suave licor bañándose las yerbas, parecía asimesmo que ellas brotaban y llovían blanco y menudo aljófar; los sauces destilaban maná sabroso, reíanse las fuentes, murmuraban los arroyos, alegrábanse las selvas y enriquecíanse los prados con su venida. Mas apenas dio lugar la claridad del día para ver y diferenciar las cosas, cuando la primera que se ofreció a los ojos de Sancho Panza fue la nariz del escudero del Bosque, que era tan grande, que casi le hacía sombra a todo el cuerpo. Cuéntase, en efecto, que era de demasiada grandeza, corva en la mitad y toda llena de verrugas,...

(Quijote, parte II, capítulo XIV)

lunes, 15 de julio de 2013

DESPACIO, DESPACITO






Soñé con tu jardín de amanecidas. No sabía, no intuía, dónde estaba. Pero era hermoso el sueño, y me quedé en él. Y era radiante y tenía luz, mucha luz, que pintaba en el suelo sombras de colores que se tragaban las malas yerbas. Y había una escalera vieja y gris, de 24 escalones. Y llevaba a una puerta que era como la entrada a un cielo. Entré y un soplo de aire fresco me recibió en la cara porque el beso lo pusiste tú en mis labios, con dulzura, con serenidad, con templanza, con cariño. Yo quise más, pero no lo dije. Y me quedé sin miel, sin garza, sin alas, sin tu amor.

La otra puerta del jardín daba al valle custodiado por los molinos de mi espíritu ayudados por quijotes que desde las empinadas lomas de los montes vigilaban para que el desamor no entrara. Pero el viento se volvió agrio y llevó simiente de mala hierba a los valles que se anegaron de lágrimas y derribaron a los gigantes custodios, que no estaban bien enraizados. La maldad entró en el valle y se abrió paso hasta el jardín donde estabas tú, erguida y con tu mano levantada para parar el aluvión. Y entonces desperté. Y en mi mesilla estaba tu rosa recién abierta para mí.