jueves, 16 de mayo de 2013

UN POEMA DEL HERMANO MARTÍ

Cual de incensario roto huye el perfume
Así de mi dolor se escapa el verso:
Me nutro del dolor que me consume,
De donde vine, ahí voy: al Universo.

Cirio soy encendido en la tormenta:
El fuego con que brillo me devora
Y en lugar de apagarme me alimenta
El vendaval que al temeroso azora.

Yo nunca duermo: al despertarme, noto
En mí el cansancio de una gran jornada
Adonde voy de noche. cuando, roto
El cuerpo, hundo la faz en mi almohada.

¿Quién, cuando a mal desconocido postro
Mis fuerzas, me unge con la estrofa blanda,
Y de lumbre de amor me baña el rostro
Y abrir las alas y anunciar me manda?

¿Quién piensa en mí? ¿Quién habla por mis labios
Cosas que en vano detener intento?
¿De dónde vienen los consejos sabios?
¿Alónde va sin rienda el pensamiento?

Ya no me quejo, no, como solía,
De mi dolor callado e infecundo:
Cumplo con el deber de cada día
Y miro herir y mejorarse el mundo.

Ya no me aflijo, no, ni me desolo
De verme aislado en mi difícil lucha,
Va con la eternidad el que va solo,
Que todos oyen cuando nadie escucha.

Qué fue, no sé: jamás en mí di asiento
Sobre el amor al hombre, a amor alguno,
Y bajo tierra, y a mis plantas siento
Todo otro amor, menguado e importuno.

La libertad adoro y el derecho.
Odios no sufro, ni pasiones malas:
Y en la coraza que me viste el pecho
Un águila de luz abre sus alas.

Vano es que amor solloce o interceda,
Al limpio sol mis armas he jurado
Y subiré en la sombra basta que pueda
Mi acero en pleno sol dejar clavado.

Como una luz la férvida palabra
A los temblantes labios se me asoma:
Mas no haya miedo que las puertas le abra
Si antes el odio y la pasión no doma.

Qué fue, no sé: pero yo he dado un beso
A una gigante y bondadosa mano
Y desde entonces, por donde hablo, impreso
Queda en los hombres el amor humano.

Ya no me importa que la frase ardiente
Muera en silencio, o ande en casa oscura,
Amo y trabajo: así calladamente
Nutre el río a la selva en la espesura.
(Flores del destierro, 1878-1895)autógrafo

sábado, 4 de mayo de 2013

EL CAFÉ, SIN AZÚCAR





Yo tomaba café amargo desde el Metropole en place De Brouckère escuchando a Schubert pero cuando te conocí, Vida mía, y supe de la dulzura de tus labios y de la dulzura de tu vientre y que eras abeja incansablemente trabajando el panal de rica y dulce miel que yo tomaba en mis labios para soñar en los tuyos y salíamos sin que hubiera fiesta con zapatos de tacón y tu mirada era dulce y cavábamos el jardín para que fuera manantial de flores dulces y limpiábamos los pisos sin que hiciera falta cera porque tu sonrisa era dulce y las noches eran dulces y las mañanas eran dulces y todo era contigo y era dulce dulce dulce tres veces dulce y empalagoso como la Muerte. Por eso, Amor mío, me vuelvo al café amargo. Como la Vida misma.