jueves, 26 de abril de 2012

EL ÚLTIMO TEXTO DE ANDRÉ GORZ



La cuestión de la salida del capitalismo nunca ha sido tan de actualidad : se plantea hoy de una manera novedosa y con la necesidad urgente de una radicalidad nueva. Debido a su propio desarrollo, el capitalismo ha alcanzado un límite interno y externo que es incapaz de superar y que le convierte en un sistema que sobrevive gracias a subterfugios a la crisis de sus categorías fundamentales : el trabajo, el valor, el capital.
La crisis del sistema se manifiesta tanto a nivel macro-económico como a nivel micro-económico. La principal causa es el cambio radical tecno-científico que introduce una ruptura en el desarrollo del capitalismo y arruina, con sus repercusiones, la base de su poder y su capacidad para reproducirse. Intentaré analizar esta crisis primero bajo la perspectiva macro-económica [1], y segundo a través de sus efectos en el funcionamiento y la gestión de las empresas [2].
[1] La informatización y la robotización han permitido producir cada vez más mercancías con cada vez menos trabajo. El coste del trabajo por unidad de producto no ha dejado de disminuir y el precio de los productos tiende a bajar. Sin embargo, cuanto más disminuye la cantidad de trabajo para una producción particular, más tiene que aumentar el valor producido por trabajador -su productividad- para que la masa de beneficio no disminuya. Obtenemos por tanto esta paradoja aparente : cuanto más aumenta la productividad, más tiene que aumentar ésta para evitar que el volumen de beneficio disminuya. La carrera hacia la productividad tiende a acelerarse, los recursos humanos a reducirse, la presión sobre el personal a endurecerse, el nivel y la masa salarial a disminuir. El sistema evoluciona hacia un límite interno donde la producción y la inversión en la producción dejan de ser lo suficiente rentables.
Las cifras prueban que se ha alcanzado este límite. La acumulación productiva de capital productivo no ha dejado de experimentar una regresión. En los Estados-Unidos, las 500 empresas del índice Standard & Poor’fs disponen de 631 millones de millones de reservas líquidas ; la mitad de los beneficios de las empresas americanas proviene de operaciones en los mercados financieros. En Francia, la inversión productiva de las empresas del CAC 40 ni siquiera aumenta cuando sus beneficios se multiplican.
Puesto que la producción ya no es capaz de valorizar todos los capitales acumulados, una parte creciente de ellos se queda bajo la forma de capital financiero. Se constituye una industria financiera que no deja de refinar el arte de hacer dinero comprando y vendiendo solamente diversas formas de dinero. El dinero mismo es la única mercancía que produce la industria financiera a través de operaciones cada vez más arriesgadas y cada vez menos controlables en los mercados financieros. La masa de capital que la industria financiera drena y gestiona supera desde luego la masa de capital que valoriza la economía real (el total de los activos financieros representa 160.000 millones de millones de dólares, es decir de tres a cuatro veces el PIB mundial). El “valor” de este capital es puramente ficticio ; descansa en gran parte sobre el endeudamiento y el “good will”, es decir sobre anticipaciones : la Bolsa capitaliza el crecimiento futuro, los beneficios futuros de las empresas, el futuro alza de los precios inmobiliarios, las ganancias que podrán aportar las reestructuraciones, fusiones, concentraciones, etc.. Las cotizaciones de la Bolsa se hinchan de capitales y de sus plus-valías futuras : los bancos incitan a las familias a comprar (entre otras cosas) acciones y certificados de inversión inmobiliaria, a acelerar así el alza de las cotizaciones, a pedir prestado a sus bancos importes crecientes en la medida que aumenta su capital ficticio bursátil.
La capitalización de las anticipaciones de beneficios y crecimiento mantiene un endeudamiento creciente, alimenta la economía en liquidez, debidos al reciclaje bancario de plus-valías ficticias, y permite a los Estados-Unidos un “crecimiento económico” que, basado en el endeudamiento interno y externo, es claramente el motor principal del crecimiento mundial (incluso del crecimiento chino). La economía real se convierte en un apéndice de las burbujas especulativas sustentadas por la industria financiera. Hasta el inevitable momento en que las burbujas estallan, arrastran a los bancos hacia bancarrotas en cadena que amenazan de colapsar el sistema mundial de crédito, y que amenazan a la economía real de una depresión severa y prolongada (la depresión japonesa dura ya quince años).
Siempre podremos culpar a la especulación, a los paraísos fiscales, a la opacidad y a la falta de control de la industria financiera (en particular los “hedge funds”), pero la amenaza de depresión, incluso de colapso que pesa sobre la economía mundial, no se debe a la falta de control : se debe a la incapacidad del capitalismo de reproducirse. Sólo se perpetua y funciona sobre bases ficticias cada vez más precarias. Pretender la redistribución, a través del impuesto, de las plus-valías ficticias de las burbujas precipitaría exactamente lo que intenta evitar la industria financiera : la desvalorización de masas gigantescas de activos financieros y la quiebra del sistema bancario. La “reestructuración ecológica” sólo puede agravar la crisis del sistema. Es imposible evitar una catástrofe climática sin romper de manera radical con los métodos y la lógica económica que impera desde hace 150 años. Si prolongamos la tendencia actual, se multiplicará el PIB mundial por un factor 3 o 4 hasta el 2050. Sin embargo, según el informe del Consejo sobre el Clima de la ONU, las emisiones de CO2 tendrán que disminuir de un 85% hasta esta fecha para limitar el calentamiento climático a 2ºC máximo. Más allá de 2ºC, las consecuencias serán irreversibles y no controlables.
Por tanto el decrecimiento es un imperativo de superviviencia. Pero supone otra economía, otro estilo de vida, otra civilización, otras relaciones sociales. Sin estas premisas, sólo se podrá evitar el colapso a través de restricciones, racionamientos, repartos autoritarios de recursos característicos de una economía de guerra. Por tanto la salida del capitalismo tendrá lugar sí o sí, de forma civilizada o bárbara. Sólo se plantea la cuestión del tipo de salida y su ritmo con el cual va a tener lugar.
Ya conocemos la forma bárbara. Prevalece en varias regiones de África, dominadas por jefes de guerra, por el saqueo de las ruinas de la modernidad, las masacres y tráfico de seres humanos, en un panorama de hambrunas. Los tres Mad Max eran novelas de anticipación. _En cambio, no se suele plantear una forma civilizada de salida del capitalismo. La evocación de la catástrofe climática que nos amenaza conduce generalmente a considerar un necesario “cambio de mentalidad”, pero la naturaleza de este cambio, las condiciones que lo hacen posible, los obstáculos que hay que saltar parecen desafiar la imaginación. Proyectar otra economía, otras relaciones sociales, otros métodos y medios de producción y otros modos de vida se tacha de “irrealista”, como si la sociedad de la mercancía, del asalariado y del dinero fuera infranqueable. En realidad una multidud de indicios convergentes sugieren que ya se ha iniciado esta superación y que las probabilidades de una salida civilizada del capitalismo dependen ante todo de nuestra capacidad de distinguir las tendencias y las prácticas que anuncian su factibilidad.
[2] El capitalismo debe su expansión y su dominación al poder que ha adquirido en un siglo, tanto en la producción como en el consumo. Al privar primero a los obreros de sus medios de trabajo y de sus productos, se ha garantizado progresivamente el monopolio de los medios de producción y ha conseguido subsumir el trabajo. Con la especialización, la división y la mecanización del trabajo en grandes instalaciones, los trabajadores se convirtieron en los apéndices de las megamáquinas del capital. Se tornó así imposible para los productores apropiarse de los medios de producción. Gracias a la eliminación del poder de aquéllos sobre la naturaleza y el destino de los productos, se ha asegurado al capital el cuasi-monopolio de la oferta, es decir el poder de anteponer en todos los ámbitos las producciones y los consumos más rentables, así como el poder de crear los gustos y deseos de los consumidores y la manera con la que iban a satisfacer sus necesidades. Este poder es el que la revolución informacional empieza a agrietar.
En un primer momento, el objetivo de la informatización fue la reducción de los costes de producción. Para evitar que esta reducción de costes conllevara la correspondiente baja de los precios de las mercancías, había que, en la medida de lo posible, sustraerlas a las leyes del mercado. Esta sustracción consistía en conferir a las mercancías cualidades incomparables gracias a las que parecen no tener equivalente y dejan de ser por tanto simples mercancías.
El valor comercial (el precio) de los productos tenía, por lo tanto, que depender más de sus cualidades inmateriales no medibles que de su utilidad (valor de uso) sustancial. Estas cualidades inmateriales -el estilo, la novedad, el prestigio de la marca, la rareza o “exclusividad”- tenía que conferir a los productos un estatuto comparable al de las obras de arte. Éstas últimas tienen un valor intrínseco : no existe ningún patrón que permita establecer entre ellas una relación de equivalencia o “precio justo”. No son por tanto verdaderas mercancías. Su precio depende de la rareza, de la reputación del creador, del deseo del comprador eventual. Las cualidades inmateriales incomparables proporcionan a la empresa productiva el equivalente de un monopolio y la posibilidad de asegurarse una renta de novedad, rareza, exclusividad. Esta renta esconde, compensa y a menudo sobrecompensa la disminución del valor en su aceptación económica que la reducción de los costes de producción genera para los productos en tanto que mercancías por esencia intercambiables entre sí según la relación de equivalencia. De un punto de vista económico, la innovación no crea valor : es el medio para crear una rareza fuente de renta y conseguir un sobreprecio en detrimento de los productos competidores. La parte de la renta en el precio de una mercancía puede ser diez, veinte o cincuenta veces más grande que su coste de producción, y no sólo se aplica a los artículos de lujo ; también se aplica a los artículos del día a día como zapatillas de deporte, camisetas, móviles, discos, pantalones vaqueros, etc..
Sin embargo, la renta no tiene la misma naturaleza que el beneficio : no corresponde a la creación de un aumento de valor, de una plus-valía. Redistribuye la masa total del valor a favor de las empresas rentistas y en detrimento de los otros ; no aumenta esta masa [1].
Cuando el incremento de la renta se convierte en la meta determinante de la política de las empresas -más importante que el beneficio que, por su parte, choca con el límite interno que hemos indicado antes- la competencia entre empresas descansa ante todo sobre su capacidad y rapidez de innovación. De ella depende ante todo la amplitud de su renta. Por tanto intentan superarse con el lanzamiento de nuevos productos o modelos o estilos, con la originalidad del diseño, con la inventiva de sus campañas de marketing, con la “personalización” de sus productos. La aceleración de la obsolescencia, que va de la mano con la menor durabilidad de los productos y de la menor facilidad para repararlos, se convierte en el medio decisivo para aumentar el volumen de ventas. Obliga a las empresas a inventar continuamente necesidades y deseos nuevos, a atribuir a las mercancías un valor simbólico, social, erótico, a difundir una “cultura del consumo” que apuesta por la individualización, singularización, rivalidad, envidia, es decir, lo que he llamado en otro escrito la “socialización antisocial”.
En este sistema todo se opone a la autonomía de los individuos ; a su capacidad de reflexionar juntos sobre sus objetivos y necesidades comunes ; de concertarse sobre la mejor manera de eliminar el despilfarro, de ahorrar recursos, de elaborar juntos, como productores y consumidores, una norma común de lo suficiente -lo que Jacques Delors llamaba una “abundancia frugal”. Sin duda alguna, la ruptura con la tendencia del “producir más, consumir más” y la redefinición autónoma de un modelo de vida que aspira a hacer más y mejor con menos, supone la ruptura con una civilización donde no se produce nada de lo que se consume y no se consume nada de lo que se produce ; donde los productores y consumidores están separados y donde cada uno se opone a sí mismo ya que es siempre lo uno y lo otro a la vez ; donde todas las necesidades y todos los deseos se centran en la necesidad de ganar dinero y el deseo de ganar más ; donde la posibilidad de autoproducción para el autoconsumo parece fuera de alcance y ridículamente arcaico - sin razón.
Sin embargo, la “dictadura de las necesidades” pierde fuerza. La influencia que las empresas ejercen sobre los consumidores se vuelve más débil a pesar del aumento exponencial de los gastos para el marketing y la publicidad. La tendencia a la autoproducción gana de nuevo terreno gracias al peso creciente que tienen los contenidos inmateriales en la naturaleza de las mercancías. El monopolio de la oferta escapa poco a poco al capital.
No era difícil privatizar y monopolizar contenidos inmateriales mientras los conocimientos, ideas, conceptos utilizados en la producción y concepción de las mercancías se definían en función de máquinas y de artículos en los que se incorporaban para un uso concreto. Máquinas y artículos se podían patentar y la posición de monopolio quedaba protegida. La propiedad privada de los conocimientos y de los conceptos se hacía posible, ya que eran inseparables de los objetos que les materializaban. Eran un componente del capital fijo.
Pero todo cambia en el momento en que los contenidos inmateriales no son inseparables de los productos que los contienen, ni siquiera de las personas que los poseen ; cuando acceden a una existencia independiente de todo uso particular y se convierten en susceptibles de ser reproducidos en cantidades ilimitadas por un coste ínfimo, tras su traducción en programas. Entonces se pueden convertir en un bien abundante que, por su disponibilidad ilimitada, pierde cualquier valor de cambio y cae en el dominio público como bien común gratuito - salvo si se consigue impedirlo al prohibir el acceso y el uso ilimitados para los cuales está hecho.
El problema que enfrenta “la economía del conocimiento” proviene del hecho de que la dimensión inmaterial de la que depende la rentabilidad de las mercancías no es, en la edad de la informática, de la misma naturaleza que éstas últimas : no es propiedad privada ni de las empresas ni de sus colaboradores ; no tiene un carácter privatizable y no puede por consiguiente convertirse en una verdadera mercancía. Sólo se puede disfrazar de propiedad privada y mercancía al reservar su uso exclusivo a través de artimañas jurídicas o técnicas (códigos de acceso secretos). No obstante este disfraz no cambia nada a la realidad de bien común del bien así disfrazado : sigue siendo una no-mercancía no vendible cuyo acceso y uso libres están prohibidos porque permanecen siempre posibles, porque le amenaza las “copias ilícitas”, las “imitaciones”, los usos prohibidos. Incluso el autodenomidado propietario no los puede vender, es decir transferir la propiedad privada a otro, como lo haría con una verdadera mercancía ; sólo puede vender un derecho de acceso o de uso “bajo licencia”.
Así la economía del conocimiento se basa en una riqueza cuya vocación es la de ser un bien común, y los patentes y copyrights que debieran privatizarlo no cambian nada : la era de la gratuidad se expande de manera irrefrenable. La informática y el Internet atacan las bases del reino de la mercancía. Todo lo que se traduce en lenguaje numérico y reproducible, comunicable sin gastos tiende irresistiblemente a convertirse en un bien común, incluso en un bien común universal cuando es accesible a todos y utilizable por todos. Cualquiera puede reproducir con su ordenador contenidos inmateriales como el diseño, planes de construcción o de montaje, fórmulas y ecuaciones químicas ; inventar sus propios estilos y formas ; imprimir textos, grabar discos, reproducir tablas. Más de 200 millones de referencias están actualmente accesibles bajo licencia “creative commons”. En Brasil, donde la industria del disco comercializa 15 nuevos discos al año, los jóvenes de las favelas graban 80 discos por semana y los difunden en la calle. Las tres cuartas partes de los ordenadores fabricados en 2004 se construyeron en favelas con los componentes de materiales desechados. El gobierno apoya a las cooperativas y agrupaciones informales de autoproducción para el auto-abastecimiento. Claudio Prado, que dirige el departamento de cultura numérica en el ministerio de Cultura de Brasil, hace poco : “El empleo es una especie en vía de extinción Tenemos la intención de saltarnos esta fase sin interés del siglo XX para pasar directamente del siglo XIX al siglo XXI”. Por ejemplo se ha apoyado oficialmente la autoproducción de ordenadores : se trata de favorecer la “apropiación de las tecnologías por los usuarios con un objetivo de transformación social”. La próxima etapa será lógicamente la autoproducción de medios de producción. Volveré sobre este tema.
Lo importante por el momento es que la principal fuerza productiva y la principal fuente de rentas caen progresivamente en el dominio público y tienden hacia la gratuidad ; que la propiedad privada de los medios de producción y por tanto el monopolio de la oferta son cada vez menos posibles ; que por consiguiente la influencia del capital sobre el consumo se relaja y éste puede tender a emanciparse de la oferta mercantil. Se trata aquí de una ruptura que ataca la base del capitalismo. La lucha emprendida entre los “programas propietarios” y los “programas libres” (libre, “free”, es también el equivalente en inglés de “gratuito”) ha sido el inicio del conflicto central de esta época. Se extiende y se prolonga en la lucha contra la mercantilización de las riquezas primas -la tierra, las semillas, el genoma, los bienes culturales, los saberes y las competencias comunes que constituyen la cultura cotidiana y que son las condiciones previas a la existencia de una sociedad. Del resultado de esta lucha dependerá que la salida del capitalismo tenga lugar de forma civilizada o bárbara.
Salir del capitalismo implica necesariamente nuestra emancipación de la influencia que ejerce el capital sobre el consumo y de su monopolio sobre los medios de producción. Significa restablecer la unidad del sujeto de la producción y del sujeto del consumo y retomar la autonomía en la definición de nuestras necesidades y de su modo de satisfacción. El obstáculo insalvable que el capitalismo había colocado en este camino era el carácter mismo de los medios de producción que había creado : constituían una megamáquina donde todos eran sirvientes y que nos dictaba qué fines perseguir y qué vida llevar. Este periodo llega a su fin. Los medios de autoproducción high-tech convierten la megamáquina industrial en virtualmente obsoleta. Claudio Prado alega “la apropriación de las tecnologías” porque todos pueden apropiarse la clave común de todas : la informática. Porque, como lo pedía Iván Illich, “cada uno puede utilizarla sin dificultad tan a menudo o tan poco como lo desea” sin que el uso que hace de ella usurpe la libertad de otros de hacer lo mismo” ; y porque este uso (se trata de la definición de Illich de las herramientas conviviales) “estimula la realización personal” y amplía la autonomía de todos. La definición que Pekka Himanen da de la Etica Hacker es bastante parecida : un modo de vida que antepone “la felicidad de la amistad, del amor, de la libre cooperación y de la creatividad personal”.
Las herramientas high-tech existentes o en curso de desarrollo, generalmente comparables a periféricos de ordenadores, apuntan hacia un futuro donde prácticamente todo lo necesario y deseable podrá ser producido en talleres cooperativos o comunales ; donde las actividades de producción se podrán combinar con el aprendizaje y la enseñanza, con la experimentación y la investigación, con la creación de nuevos gustos, perfumes y materiales, con la invención de nuevas formas y técnicas agrícolas, de construcción, de medicinas, etc.. Los talleres comunales de autoproducción estarán interconectados a escala global y podrán intercambiar o poner en común sus experiencias, invenciones, ideas, descubrimientos. El trabajo será productor de cultura, la autoproducción un modo de plenitud.
Dos circunstancias abogan en favor de este tipo de desarrollo. La primera es que existe bastante más know-how, talento y creatividad de lo que la economía capitalista es capaz de utilizar. Este excedente de recursos humanos sólo puede ser productivo en una economía donde la creación de riqueza no se someta a criterios de rentabilidad. La segunda es que “el empleo es una especie en vía de extinción”.
No digo que estas transformaciones radicales vayan a tener lugar. Sólo digo que por primera vez podemos querer que se realicen. Los medios existen, así como la gente que los ponen en práctica metódicamente. Es probable que sean los sur-americanos o sur-africanos los primeros que decidan recrear en los suburbios desheredados de las ciudades europeas los talleres de autoproducción de su favela o de su township de origen.
André Gorz, el 17/09/2007.
Traducción y revisión de Florent Marcellesi y Lara Pérez Dueñas.

Notas

[1] El valor trabajo es una idea de Adam Smith, que veía en el trabajo la sustancia común de todas las mercancías y pensaba que éstas se intercambiaban según la cantidad de trabajo que contenían.
El valor trabajo no tiene nada que ver con lo que entenderíamos hoy en día y que (en el caso de Dominique Méda y otros) se tendría que designar como trabajo valor (valor moral, social, ideológico, etc.).
Marx afinó y siguió trabajando en la teoría de A. Smith. Simplificando al máximo, se puede resumir la noción económica de la manera siguiente : una empresa crea valor al producir una mercancía vendible con trabajo para cuya remuneración pone en circulación (crea, distribuye) poder adquisitivo.
Si su actividad no aumenta la cantidad de dinero en circulación, no crea valor. Si su actividad destruye empleo, destruye valor. La renta de monopolio consume el valor creado en otras partes y se lo apropia.


miércoles, 25 de abril de 2012

UN TEXTO DE MARCO AURELIO (fragmentos)




Animula vagula, blandula,
Hospes comesque corporis,
Quae nunc abibis in loca
Pallidula, rigida, nudula
Nec, ut solis, dabis iocos.......




Al despuntar la aurora, hazte estas consideraciones previas: me encontraré con un indiscreto, un ingrato, un insolente, un mentiroso, un envidioso, un insociable. Todo eso les acontece por ignorancia de los bienes y de los males. Pero yo, que he observado que la naturaleza del bien es lo bello, y que la del mal es lo vergonzoso, y que la naturaleza del pecador mismo es pariente de la mía, porque participa, no de la misma sangre o de la misma semilla, sino de la inteligencia y de una porción de la divinidad, no puedo recibir daño de
ninguno de ellos, pues ninguno me cubrirá de vergüenza; ni puedo enfadarme con mi pariente ni odiarle. Pues hemos nacido para colaborar, al igual que los pies, las manos, los párpados, las hileras de dientes, superiores e inferiores. Obrar, pues, como adversarios los unos de los otros es contrario a la naturaleza. Y es actuar como adversario el hecho de manifestar indignación y repulsa.


Esto es todo lo que soy: un poco de carne, un breve hálito vital, y el guía interior. ¡Deja los libros! No te dejes distraer más; no te está permitido. Sino que, en la idea de que eres ya un moribundo, desprecia la carne: sangre y polvo, huesecillos, fino tejido de nervios, de diminutas venas y arterias. Mira también en qué consiste el hálito vital: viento, y no siempre el mismo, pues en todo momento se vomita y de nuevo se succiona. En tercer lugar, pues, te queda el guía interior. Reflexiona así: eres viejo; no consientas por más tiempo que éste sea esclavo, ni que siga aún zarandeado como marioneta por instintos egoístas, ni que se enoje todavía con el destino presente o recele del futuro.

A todas horas, preocúpate resueltamente, como romano y varón, de hacer lo que tienes entre manos con puntual y no fingida gravedad, con amor, libertad y justicia, y procúrate tiempo libre para liberarte de todas las demás distracciones. Y conseguirás tu propósito, si ejecutas cada acción como si se tratara de la última de tu vida, desprovista de toda irreflexión, de toda aversión apasionada que te alejara del dominio de la razón, de toda hipocresía, egoísmo y despecho en lo relacionado con el destino. Estás viendo cómo son pocos los principios que hay que dominar para vivir una vida de curso favorable.

¡Te afrentas, te afrentas, alma mía! Y ya no tendrás ocasión de honrarte. ¡Breve es la vida para cada uno! Tú, prácticamente, la has consumido sin respetar el alma que te pertenece, y, sin embargo, haces depender tu buena fortuna del alma de otros.

No te arrastren los accidentes exteriores; procúrate tiempo libre para aprender algo bueno y cesa ya de girar como un trompo. En adelante, debes precaverte también de otra desviación. Porque deliran también, en medio de tantas ocupaciones, los que están cansados de vivir y no tienen blanco hacia el que dirijan todo impulso y, en suma, su imaginación.

Es preciso tener siempre presente esto: cuál es la naturaleza del conjunto y cuál es la mía, y cómo se comporta ésta respecto a aquélla y qué parte, de qué conjunto es; tener presente también que nadie te impide obrar siempre y decir lo que es consecuente con la naturaleza, de la cual eres parte.


martes, 17 de abril de 2012

LA PRIMERA PROVOCACIÓN

¿Es la Francmasonería el modelo de espacio de reflexión ética del siglo XXI?

Reducimos el mundo, los hechos, a proposiciones lógicas, de acuerdo con el racionalismo del llamado siglo de las luces. Toda visión del mundo, en la descripción científica, puede ser reducida a proposiciones lógicas, toda teoría del funcionamiento del mundo puede reducirse a estructuras lógicas del tipo “si p es cierto, entonces q es cierto” o “ lo contrario de p es cierto si y sólo si q es cierto y r es cierto”. La lógica es la ciencia del razonar, y está perfectamente desarrollada. En filosofía nos lleva, para nuestro deleite, a paradojas como la del barbero de Russell; en pura lógica matemática, desafortunadamente, no es así. Ahí todo está perfectamente estructurado dando lugar a logros tales como la teoría de algoritmos o la de máquinas de Turing.

Wittgenstein lleva el tema al límite al postular que todo lo que podemos decir (pensar) del mundo, de los hechos del mundo, puede ser expresado mediante proposiciones o enunciados lógicos. Y así también la matemática, como metalenguaje, la física, como desarrollo matemático, y, en general, las otras ciencias de lo humano. Todo es formulable, o reducible, a enunciados de los que podemos inferir, dadas unas hipótesis de trabajo, si son verdaderos o falsos. Esto es aplicable a los hechos del mundo. Pero la ética –y la estética- no son, para Wittgenstein, hechos del mundo, y el razonamiento que sobre dichas materias se puede hacer sólo llega a lo relativo, a lo subjetivo, por ejemplo, a preguntar: ¿este coche es bueno? Sobre esto podemos construir un entramado lógico en el que formular preguntas y encontrar respuestas coherentes. Pero si vamos a lo absoluto, si nos preguntamos: ¿los derechos humanos son buenos? la cosa se complica y entramos en un terreno por todas partes resbaladizo en el que hemos de hacer equilibrios sin cesar para no caer. Y equilibrios de funambulista, porque no tenemos, desde un punto de vista lógico, dónde agarrarnos.

Necesitamos, si queremos razonar en lógica, una hipótesis de trabajo, que aceptamos como cierta y trabajamos a partir de ella, pero que, éticamente, nos deja indiferentes: nos da igual que la velocidad de la luz sea o no constante, por ejemplo. Pero en ética la asunción de cualquier hipótesis de trabajo no nos va a ser indiferente, siempre va a tocarnos el corazón. Por eso es importante entretenerse en delimitar el campo de lo ético y el campo de los hechos del mundo. Podemos aceptar los valores constitucionales o no hacerlo, y eso, ¿es banal o de verdad importa? Podemos aceptar o no los derechos humanos y eso ¿es banal o de verdad importa? Yo percibo una diferencia entre ambas cuestiones, que espero los HH\comprendan, aunque no compartan.


En todo caso es obvio que aquí la lógica no sirve. Creo que toda construcción ética propiamente dicha se realiza después de La república de Platón, y de modo parecido a como sucede con el mito de la caverna, lo que se propone no es lógico, no es logos, porque no puede ser pensado, no puede ser enunciado con proposiciones lógicas, no puede ser dicho, pero sí que puede salvar la barrera de la inefabilidad mediante el recurso a lo simbólico, que siempre, recordémoslo, tiene múltiples lecturas. Lo que pueda haber de lógica en un mito es refutable, pero el resto no, pues no es un hecho en el mundo, aunque sí es un hecho en el hombre.

Pero lo que como V\M\ de una R\L\ me preocupa es la perspectiva que se les puede dar de la francmasonería como un espacio de reflexión ética a los que acaban de llegar a nuestra Orden. Porque el camino masónico es muy largo y al principio es inevitable la percepción de contradicciones, reales o aparentes, en la doctrina, entendiendo por tal el tesoro masónico perceptible en los símbolos, en los rituales, en los propios Hermanos. Y digo esto a sabiendas de que yo mismo estoy al principio de mi carrera masónica, y que hay secretos que no me han sido confiados y que soy yo mismo y sólo yo el que ha de desvelar los misterios, iluminando con mi mirada perfeccionada el rostro oculto de Isis.

Porque, ¿cómo se puede reflexionar sobre la ètica? Me refiero a reflexionar constructivamente, no a especular. Especular solamente es estéril, es mirarnos en el espejo a nosotros mismos hablando cómodamente al orden y depositando en el tronco de la viuda la quinta parte de lo que gastamos en el ágape. Todavía no he entrado a definir qué es ético para mí, pero esto desde luego no. Cierto que especular, como dice la cita al principio de nuestro libro de arquitectura, también es mirar todo desde la atalaya, desde donde lo miran los propios dioses.

Con reflexionar nos referimos a aplicar a algo la razón, el logos, y, por ende, el lenguaje. Razonamiento y lenguaje van tan unidos como mazo y cincel. Volviendo a Wittgenstein reiteremos que el razonamiento lógico sólo puede referirse a los hechos del mundo, que son expresables mediante proposiciones. Es decir se trata de un razonamiento sin símbolos (no llamemos símbolos a los signos del lenguaje de la lógica), de un razonamiento asim-bólico, de un razonamiento dia-bálico, de un razonamiento diabólico en el que las dos mitades de la moneda se arrojan en direcciones opuestas para que de ninguna forma puedan unirse y reconstruir la moneda original, es decir, vivir el símbolo.

En su conferencia sobre ética dada en Cambridge hacia 1930, Wittgenstein demuestra que en todas las expresiones éticas que entrañen un valor absoluto, o un juicio de valores, subyace un mal uso del lenguaje. Y que, por tanto, para tratar de ética es preciso arremeter contra los límites del lenguaje, contra las paredes de nuestra propia jaula, lo que resulta absolutamente deseperanzado. Y que la ética, en tanto surge de la necesidad de hacer juicios de valor sobre las acciones humanas, no puede ser una ciencia, ni puede ser una rama de la filosofía, pues lo que pueda decir la ética no añade nada a nuestro conocimiento del mundo en sentido estricto.


Por consiguiente la ética está en el límite del lenguaje y la reflexión sobre ella también está en el límite del lenguaje, es decir, en el no-lenguaje, es decir, en el silencio y en el símbolo. Silencio versus lenguaje, símbolo versus razonamiento lógico. Es la meditación sobre los símbolos lo que nos permite la reflexión ética, pero una meditación que no es mero razonamiento lógico, que no puede serlo. Es la asimilación de lo simbólico, su vivencia y su incorporación a nuestro inventario humano, el consciente y el inconsciente. Y ¿cómo hacerlo? Cada cual debe hallar su método, pero es ciertamente un camino y no una tarea personal y única. Sólo mejorándonos a nosotros mismos podemos mejorar el mundo. Sólo tiene sentido el método masónico para mejorarnos a nosotros mismos. El resto viene por añadidura, pero el resto no es especular estérilmente, sino que es el ejemplo, la acción. “Por sus hechos los reconoceréis”, pero también “lo que haces te hace”. Luego es un proceso de realimentación, que nos mejora y mejora el mundo, o sea, los hechos sobre los que sí se puede reflexionar con lógica. De esta forma nuestro mensaje a la sociedad ha de estar basado en nuestros actos, nuestros hechos, sobre los que la sociedad profana sí es capaz de razonar y sacar conclusiones.

Este es el tema de trabajo que propongo en esta R\L\ para este curso. No lo he planificado plancha a plancha. He preferido recuperar la tradición de dejar libertad para que los HH\ trabajen a su aire, en la confianza de que los MM\ del taller sabremos dar el do de pecho y mostrar, clara y contundentemente, a AA\ y CC\, cómo el método funciona y la iniciación, debidamente trabajada, tiene un sentido ineludible que lleva a lo que todos aspiramos: la luz, la libertad, la fraternidad. Este es mi desafío para este curso. Si lo conseguimos habremos dado un paso más adelante en la brillante historia de nuestra logia. Si no, habré fracasado por elegir una forma de dirigir los trabajos que me desbordara. Sé que cuento con vosotros, Queridos Hermanos, y que seremos una pequeña, sencilla y contundente granada.

UN TEXTO DE ALBERT CAMUS

Los dioses habían condenado a Sísifo a subir sin cesar una roca hasta la cima de una montaña desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.
Si se ha de creer a Hornero, Sísifo era el más sabio y prudente de los mortales. No obstante, según otra tradición, se inclinaba al oficio de bandido. No veo en ello contradicción. Difieren las opiniones sobre los motivos que le llevaron a convertirse en el trabajador inútil de los infiernos. Se le reprocha, ante todo, alguna ligereza con los dioses. Reveló los secretos de éstos. Egina, hija de Asopo, fue raptada por Júpiter. Al padre le asombró esa desaparición y se quejó a Sísifo. Este, que conocía el rapto, se ofreció a informar sobre él a Asopo con la condición de que diese agua a la ciudadela de Corinto. Prefirió la bendición del agua a los rayos celestiales. Por ello le castigaron enviándole al infierno. Hornero nos cuenta también que Sísifo había encadenado a la Muerte. Plutón no pudo soportar el espectáculo de su; imperio desierto y silencioso. Envió al dios de la guerra, quien liberó a la Muerte de las manos de su vencedor.
Se dice también que Sísifo, cuando estaba a punto de morir, quiso imprudentemente poner a prueba el amor de su esposa. Le ordenó que arrojara su cuerpo insepulto en medio de la plaza pública. Sísifo se encontró en los infiernos y allí, irritado por una obediencia tan contraria al amor humano, obtuvo de Plutón el permiso para volver a la tierra con objeto de castigar a su esposa. Pero cuando volvió a ver el rostro de este mundo, a gustar del agua y del sol, de las piedras cálidas y del mar, ya no quiso volver a la oscuridad infernal. Los llamamientos, las iras y las advertencias no sirvieron de nada. Vivió muchos años más ante la curva del golfo, la mar brillante y las sonrisas de la tierra. Fue necesario un decreto de los dioses. Mercurio bajó a la tierra a coger al audaz por el cuello, le apartó de sus goces y le llevó por la fuerza a los infiernos, donde estaba ya preparada su roca.
Se ha comprendido ya que Sísifo es el héroe absurdo. Lo es tanto por sus pasiones como por su tormento. Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser se dedica a no acabar nada. Es el precio que hay que pagar por las pasiones de esta tierra. No se nos dice nada sobre Sísifo en los infiernos. Los mitos están hechos para que la imaginación los anime. Con respecto a éste, lo único que se ve es todo el esfuerzo de un cuerpo tenso para levantar la enorme piedra, hacerla rodar y ayudarla a subir una pendiente cien veces recorrida; se ve el rostro crispado, la mejilla pegada a la piedra, la ayuda de un hombro que recibe la masa cubierta de arcilla, de un pie que la calza, la tensión de los brazos, la seguridad enteramente humana de dos manos llenas de tierra. Al final de ese largo esfuerzo, medido por el espacio sin cielo y el tiempo sin profundidad, se alcanza la meta. Sísifo ve entonces cómo la piedra desciende en algunos instantes hacia ese mundo inferior desde el que habrá de volver a subirla hasta las cimas, y baja de nuevo a la llanura.
Sísifo me interesa durante ese regreso, esa pausa. Un rostro que sufre tan cerca de las piedras es ya él mismo piedra. Veo a ese hombre volver a bajar con paso lento pero igual hacia el tormento cuyo fin no conocerá jamás. Esta hora que es como una respiración y que vuelve tan seguramente como su desdicha, es la hora de la conciencia. En cada uno de los instantes en que abandona las cimas y se hunde poco a poco en las guaridas de los dioses, es superior a su destino. Es más fuerte que su roca.
Si este mito es trágico lo es porque su protagonista tiene conciencia. ¿En qué consistiría, en efecto, su castigo si a cada paso le sostuviera la esperanza de conseguir su propósito? El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo. Pero no es trágico sino en los raros momentos en que se hace consciente. Sísifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde, conoce toda la magnitud de su miserable condición: en ella piensa durante su descenso. La clarividencia que debía constituir su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no se venza con el desprecio.
Por lo tanto, si el descenso se hace algunos días con dolor, puede hacerse también con alegría. Esta palabra no está de más. Sigo imaginándome a Sísifo volviendo hacia su roca, y el dolor estaba al comienzo. Cuando las imágenes de la tierra se aferran demasiado fuertemente al recuerdo, cuando el llamamiento de la felicidad se hace demasiado apremiante, sucede que la tristeza surge en el corazón del hombre: es la victoria de la roca, la roca misma. La inmensa angustia es demasiado pesada para poder sobrellevarla. Son nuestras noches de Getsemaní. Pero las verdades aplastantes perecen de ser reconocidas. Así, Edipo obedece primeramente al destino sin saberlo, pero su tragedia comienza en el momento en que sabe. Pero en el mismo instante, ciego y desesperado, reconoce que el único vínculo que le une al mundo es la mano fresca de una muchacha. Entonces resuena una frase desmesurada: "A pesar de tantas pruebas, mi avanzada edad y la grandezade mi alma me hacen juzgar que todo está bien". El Edipo de Sófocles, como el Kirilov de Dostoievski, da así la fórmula de la victoria absurda. La sabiduría antigua coincide con el heroísmo moderno.
No se descubre lo absurdo sin sentirse tentado a escribir algún manual de la felicidad. "¡ Eh, cómo! ¿Por caminos tan estrechos...?" Pero no hay más que un mundo. La felicidad y lo absurdo son dos hijos de la misma tierra. Son inseparables. Sería un error decir que la dicha nace forzosamente del descubrimiento absurdo. Sucede también que la sensación de lo absurdo nace de la dicha. "Juzgo que todo está bien", dice Edipo, y esta palabra es sagrada. Resuena en el universo feroz y limitado del nombre. Enseña que todo no es ni ha sido agotado. Expulsa de este mundo a un dios que había entrado en él con la insatisfacción y la afición a los dolores inútiles. Hace del destino un asunto humano, que debe ser arreglado entre los hombres.
Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece. Su roca es su cosa. Del mismo modo, el hombre absurdo, cuando contempla su tormento, hace callar a todos los ídolos. En el universo súbitamente devuelto a su silencio se elevan las mil vocecitas maravilladas de la tierra. Llamamientos inconscientes y secretos, invitaciones de todos los rostros constituyen el reverso necesario y el premio de la victoria. No hay sol sin sombra y es necesario conocer la noche. El hombre absurdo dice "sí" y su esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal, no hay un destino superior, o, por lo menos, no hay más que uno al que juzga fatal y despreciable. Por lo demás, sabe que es dueño de sus días. En ese instante sutil en que el hombre vuelve sobre su vida, como Sísifo vuelve hacia su roca, en ese ligero giro, contempla esa serie de actos desvinculados que se convierte en su destino, creado por él, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado por su muerte. Así, persuadido del origen enteramente humano de todo lo que es humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha. La roca sigue rodando.
Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. El también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada fragmento mineral de esta montaña llena de oscuridad, forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo feliz.

CRÓNICAS INDIAS. ANEJO 2.

Tras el bombardeo Baldomero Buñuelo se cuela de polizón en el buque corsario, donde encuentra a Manolo Correcaminos. Ambos desembarcan en la isla de Diego García y fundan un ashram, en el que imparten lecciones magistrales a las que asisten personalidades como el dalai lama y lord Mountbatten. De uno de estos cursos es la presente filmación:


viernes, 13 de abril de 2012

EL ENIGMA





Amor, amor, pero el deseo.
Deseo, deseo, pero el amor
Fragua de Vulcano
Venus hablando a Eneas
Para que viva Helena.

Amor, amor, pero estoy solo.
Deseo, deseo, pero no está
Baño de María
Palas hablando a Ulises
Para que viva Helena.

Amor, amor, cómo te anhelo.
Deseo, deseo, pero el amor
En la estela de tu vientre
Me dejo llevar.

Hasta tu vientre, Amor
Hasta tu vientre
Hasta ese pliegue profundo
De tu vientre
Del que Ulises y Helena
Nunca
Nunca supieron.

Tú y yo sí.

jueves, 12 de abril de 2012

ASÍ TE MIRO

Entré al saco de Troya, como todos, en pos del hombre astuto de luenga cabellera. Maté, robé, quemé libros y dioses manes. Y me fui de allí contento, como todos, en pos del hombre astuto de luenga cabellera. Me cupo el honor de acompañarle en su nave al viaje de retorno. Y, como él, tardé así diez años más en descubrir mi casa.

Ni de lejos la vi. Pasaba por allí y la Voz me dijo: es aquí. Reconocí el olivo. Tensé el arco. No había recua en tu alcoba, pero al acabar la noche me dijiste: ven. Sin usura. Solo ven. Y fui.

Hoy, Troya ardida y yo en tu vientre
Me miro a este espejo y sé
Que soy yo el hombre de luenga cabellera.

miércoles, 11 de abril de 2012

ASÍ TE ESCUCHO

Sonríes. Me miras y sonríes. Y yo capto

el enigma, y la vida es como el primer día.

Soy niño de nuevo, todo lo descubro.


¿Y tú qué piensas o no piensas?

No lo sé

¿Y qué sueñas o no sueñas o no hay sueño?

Sí, lo sé, tal vez.

¿Qué recuerdas, qué olvidas?

No lo sé.


Pero sé de tu sonrisa el vacío

que disuelve mis metales

habiendo de bajar el fuego al atanor

para que no sublime mi deseo.


Mas no lo hago. El fuego es el enigma

y el enigma es tu sonrisa.

Avivo el fuego. Tu sonrisa,

quiero que sea la mía.

martes, 10 de abril de 2012

ASÍ TE SIENTO

Más que ningún otro, me absorbe

el enigma de tu vientre

mi mano no sabe si subir o bajar

si a oriente o a occidente

y se queda quieta

y los poros de tu piel templan mis metales.



Nada dices. Miro tus ojos cerrados.

Siento tu sonrisa en mi alma. Es mía.

Y te entrego sin usura lo que tengo.



Tiemblas. Construyo. Jadeas. Sofoco.

Destilas. Rectifico. Descubres. Invento.

Todo sucede despacito, en el corazón de la tierra

en el corazón de la tiniebla

la luz del corazón

puede todo, y se abre, orgullosa, al universo.

lunes, 9 de abril de 2012

ASÍ TE SIENTO





Más que ningún otro, me absorbe

el enigma de tu vientre

mi mano no sabe si subir o bajar

si a oriente o a occidente

y se queda quieta

y los poros de tu piel templan mis metales.


Nada dices. Miro tus ojos cerrados.

Siento tu sonrisa en mi alma. Es mía.

Y te entrego sin usura lo que tengo.


Tiemblas. Construyo. Jadeas. Sofoco.

Destilas. Rectifico. Descubres. Invento.

Todo sucede despacito, en el corazón de la tierra

en el corazón de la tiniebla

la luz del corazón

puede todo, y se abre, orgullosa, al universo.


ASÍ TE VEO



Ahora recuerdo el milagro en tus ojos

que coronan las colinas que abren paso

a tu vientre. Al enigma.

Ahora veo el mundo en tu distancia

desde tu atalaya que corona

el claroscuro de mi enigma. Tus ojos.

No hay luz como la del Javalambre

en la casa, en el hogar nuestro

encrucijada fuego que no quema.

Tus ojos guían la luz como

láser fibra óptica, y yo

tiendo cable subterráneo.

Tus ojos portan luz tal señal

en frecuencia modulada, y yo

los repetidores todos construyo.

Tus ojos miran y yo voy

cazador de una sonrisa

tus ojos dicen y yo oigo

al diapasón de una caricia.

Tus ojos se abren con asombro

y yo sonrío, para que la fiesta

de la vida sea verdad.

Tus ojos me escuchan en silencio

y tu voz, sin rozarme, me dice

cuánto, cuánto; eres en mí.

Siento que me has mirado desde siempre

y lo sé desde mi sueño chagalliano

mi alma es tu alma. Tu alma son mis ojos.